Gua­te­ma­la. Rebe­ca Lane: «Aquí la gue­rra nun­ca terminó»

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 8 de diciem­bre de 2020. 

La artis­ta ana­li­za la recien­te cri­sis de su país, las luchas femi­nis­tas y los esta­lli­dos pro­ta­go­ni­za­dos por las juven­tu­des en Amé­ri­ca Latina.

¿Para qué llo­rar? Se pre­gun­ta en su más recien­te video Rebe­ca Lane, una de las artis­tas más poten­tes de Gua­te­ma­la, que ya ha logra­do tras­pa­sar fron­te­ras para ser reco­no­ci­da a nivel inter­na­cio­nal por la cali­dad de una obra mar­ca­da por su com­pro­mi­so polí­ti­co con las luchas popu­la­res, ya sea de los femi­nis­mos a los territorios.

Y se res­pon­de a sí mis­ma: «Llo­ro por­que esta ciu­dad me engu­lle /​con sus gri­ses fauces/​por­que la llu­via des­bor­da del río sus cau­ces / llo­ro por­que era feliz pero no lo sabía /​ y aho­ra hay tan­tas fami­lias cenan­do con sillas vacías«.

A Lane, o mejor dicho, a Rebe­ca Euni­ce Var­gas Tama­yac, que es su ver­da­de­ro nom­bre, le impor­ta el mun­do. Así lo refle­ja en sus letras rape­ras, en su poe­sía, en su tra­ba­jo como actriz, en su per­ma­nen­te y mul­ti­fa­cé­ti­co activismo.

«Para mí el arte ha sido una sal­va­ción, me ha per­mi­ti­do expli­car­me a mí mis­ma, enten­der­me como una mujer cen­tro­ame­ri­ca­na en estos tiem­pos, me ha per­mi­ti­do sacar la voz y hacer catar­sis», dice la músi­ca en una entre­vis­ta con RT en la que abor­da las recien­tes pro­tes­tas que pusie­ron en jaque al gobierno de Ale­jan­dro Giam­mat­tei en Gua­te­ma­la, un país que arras­tra los fan­tas­mas de sus casi cua­tro déca­das de gue­rra civil (1960−1996) y de dece­nas de miles de víc­ti­mas que jamás han teni­do justicia.

Tam­bién ana­li­za con mira­da crí­ti­ca la revo­lu­ción femi­nis­ta en Amé­ri­ca Lati­na y las narra­ti­vas mediá­ti­cas que ensal­zan las volá­ti­les movi­li­za­cio­nes urba­nas, mien­tras des­pre­cian luchas cam­pe­si­nas ances­tra­les, sóli­das y permanentes.

Muje­res

Hace seis años, Lane fun­dó ‘Somos gue­rre­ras’, un colec­ti­vo que aglu­ti­na a músi­cas de Méxi­co y Cen­troa­mé­ri­ca que pelean espa­cios den­tro del hip hop.

«Mi obje­ti­vo era hacer alian­zas, que, den­tro de la cul­tu­ra hip hop, se le dé más visi­bi­li­dad al tra­ba­jo de muje­res, tan­to en el espa­cio del esce­na­rio, del cár­tel. Tam­bién es infor­ma­ción, espa­cios de encuen­tro, de dis­cu­sión, por­que las muje­res en nues­tra región tene­mos espe­ci­fi­ci­da­des que qui­zá en la tota­li­dad del hip hop no son toma­das en cuen­ta. Inclu­so muchas de las vio­len­cias que vivi­mos son den­tro de la cul­tu­ra hip hop. Por eso este espa­cio ha sido muy impor­tan­te», explica.

Con res­pec­to a los femi­nis­mos en Gua­te­ma­la, la artis­ta, quien tam­bién es soció­lo­ga, cuen­ta que la movi­li­za­ción social des­pués de la gue­rra ha sido muy difí­cil a pesar de que el sec­tor de muje­res fue uno de los que, a par­tir de la fir­ma de acuer­dos de paz, pudo encon­trar su pro­pio espacio.

Lane expli­ca que, antes de sus­cri­bir­se la paz, las deman­das de las muje­res esta­ban dilui­das den­tro de movi­mien­tos revo­lu­cio­na­rios y, al igual que con otros dere­chos como los de los pue­blos indí­ge­nas, siem­pre se pen­só que era algo de lo que se iba a hablar cuan­do triun­fa­ra la revo­lu­ción, pero nun­ca se les dio la impor­tan­cia que merecían.

«Sin embar­go, la fir­ma de acuer­dos de paz mar­có una opor­tu­ni­dad para que movi­mien­tos espe­cí­fi­cos tuvie­ran mayor auge y pudie­ran real­men­te plan­tear cuá­les eran sus nece­si­da­des par­ti­cu­la­res. A par­tir de ese momen­to, el movi­mien­to de muje­res se comen­zó a arti­cu­lar aquí, pero la movi­li­za­ción social sigue sien­do muy estig­ma­ti­za­da. Aun­que aquí hubo acuer­dos de paz, la gue­rra nun­ca ter­mi­nó», sos­tie­ne. Su argu­men­to es que el Esta­do jamás cum­plió lo pactado.

«Una de las cosas que el Esta­do logró afian­zar fue la lucha ideo­ló­gi­ca, en com­pli­ci­dad con los medios de comu­ni­ca­ción, de una cul­tu­ra anti­co­mu­nis­ta que vie­ne de los años de la gue­rra que esta­ble­ce que, a quien le pasa algo, es por­que esta­ba metido»

«Las razo­nes por las que las per­so­nas esta­ban luchan­do en movi­mien­tos polí­ti­cos de base nun­ca se resol­vie­ron. La pobre­za, la dis­cri­mi­na­ción, el machis­mo y la explo­ta­ción siguen sien­do algo que ha con­ti­nua­do, pero una de las cosas que el Esta­do logró afian­zar fue la lucha ideo­ló­gi­ca, en com­pli­ci­dad con los medios de comu­ni­ca­ción, de una cul­tu­ra anti­co­mu­nis­ta que vie­ne de los años de la gue­rra que esta­ble­ce que, a quien le pasa algo es por­que esta­ba meti­do. Enton­ces lo mejor es no decir nada, no mani­fes­tar­te, no luchar por tus dere­chos, por­que si no, te pue­de pasar lo mis­mo que a las víc­ti­mas de la gue­rra y del geno­ci­dio de las des­apa­ri­cio­nes for­za­das», explica.

Por eso, dice, aun­que el movi­mien­to de muje­res exis­te, no se ven gran­des mani­fes­ta­cio­nes como en Méxi­co y Argen­ti­na, que son masi­vas, ya que hay un cli­ma de repre­sión y de impu­ni­dad muy graves.

«Las atro­ci­da­des calan en lo pro­fun­do en las muje­res», denun­cia Lane. Y pone como ejem­plo el caso de las 56 niñas que, el 8 de mar­zo de 2017, esta­ban ence­rra­das en un aula den­tro de un hogar al res­guar­do del Esta­do que se incen­dió. A pesar de las lla­mas, las auto­ri­da­des no abrie­ron el recin­to. El resul­ta­do fue que 41 meno­res murie­ron y las sobre­vi­vien­tes que­da­ron con terri­bles secuelas.

«A la fecha no ha habi­do atis­bo de jus­ti­cia y repa­ra­ción, el Esta­do no ha asu­mi­do su res­pon­sa­bi­li­dad. Enton­ces, cuan­do hay crí­me­nes hacia niñas, hacia muje­res, des­de los dis­cur­sos del Esta­do se estig­ma­ti­za a las muje­res que luchan no solo por los dere­chos de la agen­da femi­nis­ta, sino sobre todo por los dere­chos terri­to­ria­les a los que muchas están sien­do enfren­ta­das, como el des­po­jo de sus tie­rras. Esta cri­mi­na­li­za­ción es una de las razo­nes por las que el movi­mien­to de muje­res se man­tie­ne muy bajo del agua», señala.

Una ausen­cia

En 1982, dos años antes de que Lane nacie­ra, su tía Rebe­ca Euni­ce Var­gas Braghi­ro­li fue secues­tra­da y des­apa­re­ci­da por la dic­ta­du­ra. La tra­ge­dia mar­có para siem­pre a su fami­lia y a ella mis­ma, aun­que ha inten­ta­do refor­mu­lar­la para cons­truir su iden­ti­dad personal.

«El hecho de venir de una fami­lia con un com­pro­mi­so polí­ti­co cla­ro ha mar­ca­do lo que he lle­ga­do a ser. La des­apa­ri­ción de mi tía mar­có la vida fami­liar, como pasó con muchas fami­lias en Gua­te­ma­la. Hay 45.000 des­apa­ri­cio­nes for­za­das con­ta­bi­li­za­das des­de que ter­mi­nó la gue­rra, pero hay muchos casos que nun­ca fue­ron repor­ta­dos, así que es pro­ba­ble que este núme­ro sea inclu­so aun mayor», recuerda.

A pesar de que le pusie­ron el mis­mo nom­bre de su tía, le gus­ta rei­vin­di­car su pro­pia his­to­ria. «El com­pro­mi­so que ten­go tam­bién tie­ne que ver con mi his­to­ria per­so­nal y no sola­men­te con la de ella. Entien­do que muchas de nues­tras fami­lias han inten­ta­do que la memo­ria his­tó­ri­ca per­vi­va, pero tam­bién es impor­tan­te reafir­mar nues­tra iden­ti­dad y razo­nes de lucha, si bien hay una con­ti­nui­dad», defiende.

En ese pro­ce­so, aña­de, su obra ha ido cam­bian­do, en par­te tam­bién por­que comen­zó a via­jar y a cono­cer otras mira­das que la enriquecieron.

«En ese urba­no­cen­tris­mo que tie­ne la mayo­ría del femi­nis­mo como movi­mien­to en nues­tros paí­ses, se nos ha olvi­da­do ver pre­ci­sa­men­te hacia terri­to­rios don­de hay muje­res que nos anteceden»

«Escu­cho las can­cio­nes que escri­bía hace ocho, nue­ve años, y me encuen­tro que hay muchas cosas que ya no las pien­so o for­mu­lo igual, que he encon­tra­do otras for­mas de expre­sar­me. Mi gran escue­la ha sido la escu­cha. A par­tir de can­tar se me han abier­to puer­tas para cono­cer muchos luga­res en el mun­do, par­ti­ci­par de espa­cios muy valio­sos y cono­cer dis­tin­tas expe­rien­cias de femi­nis­mos. Me ha sen­si­bi­li­za­do muchí­si­mo res­pec­to a las luchas y a las dife­ren­cias que tene­mos. Pen­sa­mos que nom­brar­nos femi­nis­tas acá o en Argen­ti­na es lo mis­mo, pero es dis­tin­to por­que nues­tras con­di­cio­nes son dis­tin­tas, en ese escu­char he nutri­do muchí­si­mo mi pers­pec­ti­va», explica.

Cuan­do comen­zó a hacer músi­ca se defi­nía como femi­nis­ta, reme­mo­ra, pero hoy, ocho años des­pués, se da cuen­ta de que en ver­dad no sabía mucho más que lo que su peque­ño con­tex­to le había mos­tra­do. Solo así enten­dió que el apren­di­za­je no se ter­mi­na nun­ca y que con cada situa­ción la com­pren­sión de la vida adquie­re dife­ren­tes matices.

«Para mí es una de las cosas más mara­vi­llo­sas que me ocu­rren y creo que es algo que tam­bién inten­to mos­trar en la músi­ca. Escu­chan­do dis­co tras dis­co mío yo tam­bién voy encon­tran­do cómo mi voz va cam­bian­do, cómo se va encon­tran­do con otras for­mas de expre­sar­se, con per­mi­tir que las expe­rien­cias me trans­for­men, no lle­gar solo como tes­ti­ga, sino tam­bién per­mi­tir que todo lo que estoy escu­chan­do me inter­pe­le», dice.

Terri­to­rios

El cre­ci­mien­to per­so­nal le per­mi­tió a Lane agu­zar el aná­li­sis y dar­se cuen­ta de que algu­nos femi­nis­mos no alcan­za­ban a satis­fa­cer las deman­das que se expan­dían fue­ra de las capi­ta­les, tan­to en Gua­te­ma­la como en la mayo­ría de los paí­ses de Amé­ri­ca Latina.

Por eso, en estos momen­tos una de las luchas más impor­tan­tes para ella son las terri­to­ria­les, ya que con­si­de­ra que los femi­nis­mos de las gran­des ciu­da­des se han con­cen­tra­do en una agen­da polí­ti­ca que tie­ne que ver más con leyes, con la inter­ac­ción entre las peti­cio­nes y el Estado.

«En ese urba­no­cen­tris­mo que tie­ne la mayo­ría del femi­nis­mo como movi­mien­to en nues­tros paí­ses, se nos ha olvi­da­do ver pre­ci­sa­men­te hacia terri­to­rios don­de hay muje­res que nos ante­ce­den. Las luchas anti­co­lo­nia­les con­tra los des­po­jos de terri­to­rios tie­nen muchos más años de los que noso­tros cono­ce­mos como femi­nis­mos, son nues­tras ances­tras. Estoy hablan­do de hace 400, 500 años, y ya lle­va­ban este tipo de luchas anti­pa­triar­ca­les en los terri­to­rios. Es muy impor­tan­te reco­no­cer en la resi­lien­cia, en la expe­rien­cia, esa for­ta­le­za», advierte.

Más que pen­sar en una agen­da polí­ti­ca de dere­chos que el Esta­do tie­ne que ceder, pro­po­ne plan­tear la auto­de­fen­sa de los terri­to­rios, por­que en Cen­troa­mé­ri­ca la tie­rra, el agua, los bos­ques, los ríos, están sien­do des­trui­dos de mane­ra voraz por las empre­sas tras­na­cio­na­les y los mono­cul­ti­vos, y si no hay una base terri­to­rial sobre la cual cons­truir la vida, todos esos dere­chos polí­ti­cos por los que están luchan­do los femi­nis­mos serán inútiles.

«Es decir: si en algún momen­to logra­mos que se des­pe­na­li­ce elabor­to, pero no hay un terri­to­rio en el que la vida pue­da cre­cer a par­tir de una for­ma dig­na, libre, enton­ces esos dere­chos se van a que­dar en papel. Acuer­par las luchas de las muje­res defen­so­ras del terri­to­rio para mí aho­ri­ta es una cosa vital. Nom­brar­las, escu­char­las, uti­li­zar los medios que tene­mos para que sus voces sean escu­cha­das», señala.

¿Esta­lli­do?

El pasa­do 22 de noviem­bre, las imá­ge­nes del Con­gre­so de Gua­te­ma­la en lla­mas die­ron la vuel­ta al mun­do. Fue que­ma­do por mani­fes­tan­tes que se lan­za­ron a las calles, en una inusual pro­tes­ta masi­va, para repu­diar el recor­te de pre­su­pues­to a la salud y a los dere­chos humanos.

Pare­cía que se repli­ca­ba la espon­ta­nei­dad y el har­taz­go recien­te­men­te ocu­rri­dos en Perú a raíz de la des­ti­tu­ción de Mar­tín Viz­ca­rra, o la cri­sis chi­le­na del año pasa­do, que deri­vó en un ple­bis­ci­to para redac­tar una nue­va Cons­ti­tu­ción. Pero Lane no está tan segu­ra de que así sea.

«Se dice: ‘Gua­te­ma­la des­per­tó’, pero Gua­te­ma­la siem­pre ha esta­do des­pier­ta, por­que no es la ciu­dad, siem­pre ha esta­do movi­li­za­da, des­de la Con­quis­ta, estas han sido tie­rras de pue­blos rebeldes»

«Hay que enten­der qué cuer­pos y movi­li­za­cio­nes ocu­pan la agen­da públi­ca. Si aquí en la ciu­dad se mue­ven per­so­nas que en su mayo­ría son mes­ti­zos, ladi­nos, blan­cos, hay una visi­bi­li­dad mucho mayor que si se movi­li­za­ción las comu­ni­da­des indí­ge­nas en sus terri­to­rios. Cuan­do se habla que en 2015 tam­bién hubo mani­fes­ta­cio­nes masi­vas que tuvie­ron como des­en­la­ce que renun­cia­ra el pre­si­den­te Otto Pérez Moli­na, se dice: ‘Gua­te­ma­la des­per­tó’, pero Gua­te­ma­la siem­pre ha esta­do des­pier­ta, por­que no es la ciu­dad, siem­pre ha esta­do movi­li­za­da, des­de la Con­quis­ta, estas han sido tie­rras de pue­blos rebel­des», pre­ci­sa la artista.

Con res­pec­to a la cri­sis de las últi­mas sema­nas, seña­la que, si bien es cier­to que hay har­taz­go y rabia con­tra el gobierno, esas pro­tes­tas no pue­den ser el pará­me­tro de lo que ocu­rre en todo el país.

«En la ciu­dad las movi­li­za­cio­nes son por cosas pun­tua­les, pero en los terri­to­rios esas luchas se que­dan. En la ciu­dad se que­dan en el maqui­lla­je. En las pri­me­ras dos movi­li­za­cio­nes (en la capi­tal) hubo repre­sión y pre­sos, pero en la últi­ma hay cosas que que­dan en duda, ¿será que fue genui­na­men­te la rabia de la gen­te o había un plan guber­na­men­tal para poder repri­mir? Se que­man unos buses, se que­ma el Con­gre­so, pero la for­ma en que ocu­rrió es muy sos­pe­cho­sa», lamenta.

Lane afir­ma que en las pro­tes­tas se mez­cla­ron mani­fes­tan­tes genui­nos con otros que no lo eran tanto.

«Esa duda ha des­mo­vi­li­za­do mucho y se va a redu­cir más por­que eso es tam­bién lo que tie­ne la ciu­dad: es muy volá­til, se mue­ve en base a emo­cio­nes, no a pro­yec­tos polí­ti­cos. Cla­ro, la indig­na­ción sacó a la gen­te a las calles pero la indig­na­ción dura poco y no es un pro­yec­to polí­ti­co, si detrás no hay una orga­ni­za­ción colec­ti­va, se des­mo­vi­li­zan», explica.

Lane hace a un lado la actua­li­dad polí­ti­ca por un rato. Cuen­ta que, en medio de la agi­ta­ción social de Gua­te­ma­la, pue­de seguir desa­rro­llan­do una obra que se popu­la­ri­za cada vez más a pesar de no tener ni bus­car el apo­yo de la indus­tria musi­cal ni de los medios tradicionales.

«Este espa­cio no se lo debo a nadie más que a la gen­te que nece­si­ta escu­char lo que yo y otras per­so­nas esta­mos hacien­do», dice. Y que, por lo que se ve, son multitudes. 

Fuen­te: RT

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