Nues­tra­mé­ri­ca. Lo que tra­jo Cris­tó­bal Colón y no se ense­ña en los colegios

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 13 de octu­bre de 2020.

El Rei­no de terror de Colón es uno de los capí­tu­los más oscu­ros de nues­tra his­to­ria.
Sor­pren­den­te­men­te, Colón super­vi­só la ven­ta de niñas nati­vas a la escla­vi­tud sexual.

Las niñas de 9 a 10 años eran las más desea­das por sus hom­bres. En 1500, Colón escri­bió casual­men­te sobre ello en su dia­rio. Dijo:
«Cien cas­ti­llos son tan fáci­les de con­se­guir para una mujer como para una gran­ja, y esto es muy gene­ral y hay muchos tra­fi­can­tes que bus­can niñas; las de nue­ve a diez años están aho­ra en demanda.»

Obli­gó a estos pací­fi­cos nati­vos a tra­ba­jar en sus minas de oro has­ta que murie­ron de ago­ta­mien­to. Si un tra­ba­ja­dor «indio» no entre­ga­ba toda su cuo­ta de pol­vo de oro antes de la fecha lími­te de Colón, los sol­da­dos le cor­ta­ban las manos y se las ata­ban al cue­llo para enviar un men­sa­je. La escla­vi­tud era tan into­le­ra­ble para esta dul­ce y gen­til gen­te de la isla que en un momen­to cien de ellos se sui­ci­da­ron en masa . La ley cató­li­ca prohi­bía la escla­vi­tud de los cris­tia­nos, pero Colón resol­vió este pro­ble­ma. Sim­ple­men­te se negó a bau­ti­zar a los nati­vos de La Española.

En su segun­do via­je al Nue­vo Mun­do, Colón tra­jo caño­nes y perros de ata­que. Si un nati­vo se resis­tie­ra a la escla­vi­tud, le cor­ta­ría una nariz o una ore­ja . Si los escla­vos tra­ta­ban de esca­par, Colón los que­ma­ba vivos.

Otras veces, envia­ba perros de ata­que para cazar­los, y los perros arran­ca­ban los bra­zos y las pier­nas de los nati­vos que gri­ta­ban mien­tras aún esta­ban vivos. Si los espa­ño­les se que­da­ron sin car­ne para ali­men­tar a los perros, los bebés arahua­cos fue­ron mata­dos para comer.

Los actos de cruel­dad de Colón fue­ron tan inde­ci­bles y tan legen­da­rios – inclu­so en su épo­ca – que el gober­na­dor Fran­cis­co De Boba­di­lla arres­tó a Colón y a sus dos her­ma­nos, los ató con cade­nas y los envió a Espa­ña para que res­pon­die­ran por sus crí­me­nes con­tra los arahua­cos. Pero el rey y la rei­na de Espa­ña, con su teso­ro lleno de oro, per­do­na­ron a Colón y lo liberaron.

Uno de los hom­bres de Colón, Bar­to­lo­mé De Las Casas, esta­ba tan mor­ti­fi­ca­do por las bru­ta­les atro­ci­da­des de Colón con­tra los nati­vos que dejó de tra­ba­jar para Colón y se con­vir­tió en un sacer­do­te cató­li­co. Des­cri­bió cómo los espa­ño­les bajo el man­do de Colón cor­ta­ban las pier­nas de los niños que huían de ellos para pro­bar el filo de sus cuchi­llas. Según De Las Casas, los hom­bres hacían apues­tas sobre quién, con un solo gol­pe de su espa­da, podía cor­tar a una per­so­na por la mitad.

Dice que los hom­bres de Colón derra­ma­ron gen­te lle­na de jabón hir­vien­do. En un solo día , De Las Casas fue tes­ti­go ocu­lar cuan­do los sol­da­dos espa­ño­les des­mem­bra­ron, deca­pi­ta­ron o vio­la­ron a 3000 nati­vos . «Se come­tie­ron tales inhu­ma­ni­da­des y bar­ba­ri­da­des a mis ojos como nin­gu­na edad pue­de ser para­le­la», escri­bió De Las Casas. «Mis ojos han vis­to estos actos tan extra­ños a la natu­ra­le­za huma­na que aho­ra tiem­blo mien­tras escribo.»

De Las Casas pasó el res­to de su vida tra­tan­do de pro­te­ger a los inde­fen­sos nati­vos. Pero des­pués de un tiem­po, no que­da­ban nati­vos que pro­te­ger. Los exper­tos coin­ci­den en gene­ral en que antes de 1492, la pobla­ción de la isla de La Espa­ño­la pro­ba­ble­men­te supe­ra­ba los 3 millo­nes de habi­tan­tes. A los 20 años de la lle­ga­da de Espa­ña, se redu­jo a sólo 60.000. En 50 años, no se pudo encon­trar ni un solo habi­tan­te nati­vo original.

En 1516, el his­to­ria­dor espa­ñol Pedro Már­tir escri­bió:
 «Un bar­co sin brú­ju­la, grá­fi­co o guía, pero sólo siguien­do el ras­tro de los indios muer­tos que habían sido arro­ja­dos de los bar­cos don­de podían encon­trar su camino des­de las Baha­mas has­ta La Española.»

Cris­tó­bal Colón obtu­vo la mayor par­te de sus ingre­sos de la escla­vi­tud , obser­vó De Las Casas. De hecho, Colón fue el pri­mer tra­fi­can­te de escla­vos de las Amé­ri­cas. Cuan­do los escla­vos nati­vos murie­ron, fue­ron reem­pla­za­dos por escla­vos negros. El hijo de Colón se con­vir­tió en el pri­mer comer­cian­te de escla­vos afri­cano en 1505.

Fuen­tes: Tra­ta de escla­vos ‑ase­si­nos en masa- colón cen­tral irlan­dés- Libro de Todo­rov la con­quis­ta de Ame­ri­ca. Estrac­tos de Bar­to­lo­me de las Casas.

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