Bra­sil. Mar­ca­do a fuego

Por Mar­ce­lo Agui­lar. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 6 de octu­bre de 2020.

En tiem­pos de pes­te res­pi­ra­to­ria, se que­man y defo­res­tan gran­des exten­sio­nes de dos de los eco­sis­te­mas más impor­tan­tes de Bra­sil y el mun­do: la Ama­zo­nia y el Pan­ta­nal. La catás­tro­fe coin­ci­de con la polí­ti­ca de desar­me de las ins­tan­cias de fis­ca­li­za­ción ambien­tal que apa­dri­na el minis­tro de Medio Ambien­te, Ricar­do Salles, una ges­tión que deja­rá gra­ves con­se­cuen­cias, difí­ci­les de revertir.

Entre el pri­me­ro de enero y el 27 de setiem­bre se que­ma­ron 3.461.000 hec­tá­reas del Pan­ta­nal, un 23 por cien­to de ese bio­ma, según datos difun­di­dos el mar­tes 29 de setiem­bre y reco­gi­dos por el Labo­ra­to­rio de Apli­ca­cio­nes de Saté­li­tes Ambien­ta­les de la Uni­ver­si­dad Fede­ral de Rio de Janei­ro. De acuer­do al Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Inves­ti­ga­cio­nes Espa­cia­les bra­si­le­ño (INPE), el aumen­to de focos de calor en el Pan­ta­nal fue este últi­mo mes de setiem­bre 180 por cien­to mayor que el regis­tra­do en setiem­bre de 2019.

El Pan­ta­nal es el mayor hume­dal del pla­ne­ta y encie­rra una enor­me bio­di­ver­si­dad. Su super­fi­cie, de más de 170 mil qui­ló­me­tros cua­dra­dos, se extien­de prin­ci­pal­men­te entre los esta­dos bra­si­le­ños de Mato Gros­so y Mato Gros­so del Sur, y en menor medi­da por áreas de Boli­via y Para­guay. Su prin­ci­pal fac­tor de regu­la­ción son las cre­cien­tes del río Para­guay, que en la épo­ca de lle­na inun­dan gran par­te de los terri­to­rios, situa­ción que se man­tie­ne duran­te varios meses del año.

Según expli­ca a Bre­cha Ale­xan­dre Perei­ra, ana­lis­ta ambien­tal del Ins­ti­tu­to Bra­si­le­ño del Medio Ambien­te y de los Recur­sos Natu­ra­les Reno­va­bles (IBAMA), «este año el río Para­guay alcan­zó valo­res de cre­ci­da bají­si­mos, que no eran regis­tra­dos des­de hace 47 años. Esto sig­ni­fi­ca que las pla­ni­cies que en este momen­to debe­rían tener agua están extre­ma­da­men­te secas y la vege­ta­ción, que debe­ría estar sumer­gi­da, está expues­ta». Ade­más, la sequía se com­bi­na con un invierno muy calu­ro­so y con pre­ci­pi­ta­cio­nes bas­tan­te por deba­jo del pro­me­dio his­tó­ri­co: «Al sumar estos fac­to­res, tene­mos un esce­na­rio pro­pi­cio para que ocu­rran gran­des incen­dios fores­ta­les, lo que en par­te ayu­da a expli­car este com­por­ta­mien­to extre­mo del fue­go. Pero el cli­ma por sí solo no expli­ca todo. Se pre­ci­sa de un agen­te que ini­cie el incen­dio y ese agen­te son per­so­nas. Si no, no habría incen­dios como estos».

En ries­go

Según la inves­ti­ga­ción de la Poli­cía Fede­ral, el fue­go que afec­ta al Pan­ta­nal en Mato Gros­so del Sur sur­gió de cua­tro gran­des estan­cias. La hipó­te­sis es que se tra­ta de un modus ope­ran­di simi­lar al apli­ca­do duran­te el «día del fue­go» del 10 de agos­to de 2019, cuan­do estan­cie­ros del esta­do de Pará que­ma­ron de for­ma simul­tá­nea e inten­cio­nal gran­des exten­sio­nes de la Ama­zo­nia y die­ron ini­cio a los enor­mes incen­dios que tuvie­ron gran reper­cu­sión mun­dial el año pasa­do (véa­se «Cor­te raso», Bre­cha, 23-VIII-19).

Un estu­dio de Repor­ter Bra­sil apun­ta en el mis­mo sen­ti­do con res­pec­to al fue­go que, más al nor­te, afec­ta por estos días al esta­do de Mato Gros­so, el que tam­bién habría sur­gi­do de gran­des pro­duc­to­res de la zona. Sin embar­go, la expli­ca­ción del Minis­te­rio de Medio Ambien­te va en sen­ti­do con­tra­rio. La «per­se­cu­ción a los gana­de­ros» del Pan­ta­nal sería la cau­sa de los incen­dios, según el minis­tro Ricar­do Salles. El jerar­ca y su pre­si­den­te han repe­ti­do duran­te los últi­mos días, en fran­ca con­tra­dic­ción con la comu­ni­dad cien­tí­fi­ca, que, como se han res­trin­gi­do las que­mas pre­ven­ti­vas en estan­cias y áreas de pro­tec­ción, aumen­ta la cober­tu­ra vege­tal, y que, como hay menos gana­do pas­tan­do, hay más posi­bi­li­da­des de incendio.

En el Pan­ta­nal con­vi­ven cer­ca de 5 mil dife­ren­tes espe­cies ani­ma­les y vege­ta­les, pero toda­vía no se mane­jan núme­ros pre­ci­sos sobre la can­ti­dad afec­ta­da. A par­tir de las impac­tan­tes fotos de jagua­res con las patas al rojo vivo que en los últi­mos días han reco­rri­do las redes socia­les, Perei­ra pro­po­ne una refle­xión: «Diver­sos jagua­res murie­ron o están gra­ve­men­te heri­dos por­que no pudie­ron esca­par de los incen­dios. Si esto le pasa a este ani­mal, que es un felino muy ágil, que con­si­gue mover­se muy bien, tan­to en la tie­rra como en el agua, ima­gi­nen la can­ti­dad de ani­ma­les que no tie­nen la mis­ma agi­li­dad y que mue­ren o sufren a cau­sa de los incen­dios». Para el ana­lis­ta, «even­tos como el de estos incen­dios van a ocu­rrir cada vez con más fre­cuen­cia. Es posi­ble que el Pan­ta­nal, de la for­ma en la que lo cono­ce­mos hoy, deje de exis­tir si no ocu­rren inter­ven­cio­nes dura­de­ras e inten­sas para evi­tar la inter­fe­ren­cia de las acti­vi­da­des huma­nas en sus pro­ce­sos naturales».

Seña­les

En la Ama­zo­nia las cosas no están mucho mejor. El 2020 se per­fi­la como un año de gran des­truc­ción. Se esti­ma que el total defo­res­ta­do alcan­za­rá 15 mil qui­ló­me­tros cua­dra­dos este año, superan­do los 10 mil del año pasa­do, que supie­ron ser la mayor exten­sión daña­da des­de 2008. Según los datos divul­ga­dos por el INPE en agos­to, en los últi­mos 12 meses el aumen­to de aler­tas de defo­res­ta­ción fue de 34 por cien­to. Este últi­mo mes de setiem­bre fue el segun­do peor en can­ti­dad de focos de incen­dio en la Ama­zo­nia, según publi­có este jue­ves Folha de São Pau­lo: con res­pec­to a setiem­bre del año pasa­do, los focos aumen­ta­ron en un 60 por ciento.

En diá­lo­go con Brecha,Ane Alen­car, direc­to­ra de cien­cia del Ins­ti­tu­to de Inves­ti­ga­ción Ambien­tal de la Ama­zo­nia, afir­ma que este aumen­to del des­mon­te tie­ne un impac­to direc­to en el aumen­to de los incen­dios: «Es impor­tan­te enten­der que la Ama­zo­nia es una sel­va húme­da. Sin per­tur­ba­cio­nes, no se pren­de­ría fue­go. Para que haya incen­dios natu­ra­les debe­ría haber even­tos extre­mos de sequía con­se­cu­ti­vos, como tuvi­mos en 2005 y 2010. Pero aho­ra no tene­mos ese esce­na­rio. Si no se está que­man­do de for­ma natu­ral, ¿por qué la mitad del fue­go del país está allí? Por­que ese fue­go se rela­cio­na direc­ta­men­te con el des­mon­te. Si aumen­ta el des­mon­te, aumen­ta la fuen­te de igni­ción, que es esa bio­ma­sa talada».

El des­mon­te I

La estra­te­gia bol­so­na­ris­ta es, des­de bas­tan­te antes de la elec­ción, tirar de la pio­la al máxi­mo y si pasa, pasa. Esta estra­te­gia fue con­den­sa­da mejor que nadie por el minis­tro Salles en la reu­nión de gabi­ne­te del 22 de abril, libe­ra­da a la pren­sa por el Supre­mo Tri­bu­nal Fede­ral en mayo. Salles dijo en aque­lla opor­tu­ni­dad que la pan­de­mia era ideal para «pas­sar a boia­da» («hacer pasar el gana­do»): «Como toda la aten­ción de la pren­sa está vol­ca­da al covid-19, es un buen momen­to para pasar las refor­mas infra­le­ga­les de des­re­gla­men­ta­ción y simplificación».

Antes de asu­mir, Bol­so­na­ro que­ría fusio­nar los minis­te­rios de Agri­cul­tu­ra y Medio Ambien­te. No se pudo, y Salles fue su pre­mio con­sue­lo. Desig­nar­lo al fren­te del Minis­te­rio de Ambien­te fue poner al zorro a cui­dar a las galli­nas. Alia­do de los rura­lis­tas, de dis­cur­so vio­len­to, el minis­tro ha toma­do la línea de fren­te de las accio­nes anti­am­bien­ta­les del gobierno.

En acuer­do con su car­te­ra, y a pesar de la situa­ción crí­ti­ca de las que­ma­das y el des­mon­te, el pre­si­den­te pre­sen­tó al Con­gre­so un pro­yec­to de pre­su­pues­to que recor­ta los recur­sos del IBAMA, prin­ci­pal órgano fis­ca­li­za­dor y eje­cu­tor de las polí­ti­cas ambien­ta­les y del Ins­ti­tu­to Chi­co Men­des de Pre­ser­va­ción de la Bio­di­ver­si­dad (ICMBIO), que fis­ca­li­za las uni­da­des fede­ra­les de con­ser­va­ción y actúa en la pre­ser­va­ción de la bio­di­ver­si­dad en todo el país. El recor­te en el IBAMA para 2021 será de un 4 por cien­to y en el ICMBIO, de un 12,8 por ciento.

El des­mon­te II

El ata­que no es úni­ca­men­te pre­su­pues­tal. En mayo de 2019, el gobierno la empren­dió con­tra el Con­se­jo Nacio­nal de Medio Ambien­te, que tie­ne influen­cia direc­ta en la ela­bo­ra­ción de leyes ambien­ta­les en el país. Bajó sus miem­bros de 96 a 23 y redu­jo la par­ti­ci­pa­ción de la socie­dad civil a cua­tro ban­cas. En la nue­va con­fi­gu­ra­ción, diez luga­res los ocu­pa el gobierno, sie­te repre­sen­tan a esta­dos y muni­ci­pios, y dos, a cáma­ras empre­sa­ria­les. Con esto, el Poder Eje­cu­ti­vo aumen­tó su poder de voto y dilu­yó el peso de las posi­bles opi­nio­nes contrarias.

En una polé­mi­ca reu­nión cele­bra­da este lunes 28, el con­se­jo eli­mi­nó las reglas de pro­tec­ción per­ma­nen­te de los man­gla­res (lo que en la prác­ti­ca per­mi­ti­rá la cons­truc­ción de gran­des resorts en esas áreas) y la nece­si­dad de una licen­cia ambien­tal para pro­yec­tos de irri­ga­ción, reser­va y cap­ta­ción de agua, entre otros. No obs­tan­te, el Minis­te­rio Públi­co Fede­ral –que par­ti­ci­pa de la ins­tan­cia como obser­va­dor– afir­mó que lle­va­rá estas deci­sio­nes a la Jus­ti­cia. Des­de julio, la Fis­ca­lía pide la remo­ción de Salles a tra­vés de un recur­so pre­sen­ta­do en Bra­si­lia que lo acu­sa de «des­es­truc­tu­ra­ción dolo­sa de las estruc­tu­ras de pro­tec­ción al medioambiente».

Para Alen­car, «esto es par­te de esa estra­te­gia de pas­sar a boia­da: pri­me­ro sacar a los que pue­den dis­cre­par y des­pués apro­bar las medi­das. Medi­das que están al ser­vi­cio de la espe­cu­la­ción inmo­bi­lia­ria y de otros gran­des gru­pos eco­nó­mi­cos. El minis­tro está al ser­vi­cio de esos intere­ses, que no son comu­nes, ni del medio ambien­te, ni de la nación».

Según esta geó­gra­fa y doc­to­ra en recur­sos fores­ta­les y con­ser­va­ción, «el gobierno pro­te­ge a los cri­mi­na­les, a quie­nes quie­ren espe­cu­lar con tie­rras ama­zó­ni­cas, a los pro­duc­to­res que no res­pe­tan el códi­go fores­tal. Esto preo­cu­pa inclu­so a sec­to­res tra­di­cio­na­les del agro­ne­go­cio, por­que la ima­gen del país es pési­ma y el gobierno no hace nada para solu­cio­nar la situa­ción, al con­tra­rio, sólo ati­za el fuego».

El cuco

Al abrir la Asam­blea Gene­ral de la ONU, el 22 de setiem­bre, y al diri­gir­se esta sema­na al orga­nis­mo espe­cia­li­za­do en bio­di­ver­si­dad de las Nacio­nes Uni­das, Bol­so­na­ro man­tu­vo la mis­ma narra­ti­va que acos­tum­bra des­de los incen­dios ama­zó­ni­cos del año pasa­do: «Orga­ni­za­cio­nes alia­das con algu­na­sONG coman­dan crí­me­nes ambien­ta­les en Bra­sil y en el exte­rior», y por eso es pre­ci­so que «todos los paí­ses se unan con­tra males como la bio­pi­ra­te­ría, el sabo­ta­je ambien­tal y el bioterrorismo».

Lue­go, como siem­pre, jugó para la tri­bu­na del nacio­na­lis­mo bra­si­le­ño: «Recha­zo vehe­men­te­men­te la codi­cia inter­na­cio­nal sobre nues­tra Ama­zo­nia. La vamos a defen­der de accio­nes y narra­ti­vas que agre­dan los intere­ses nacio­na­les». Esta últi­ma fra­se es, como míni­mo, con­tra­dic­to­ria con otras apre­cia­cio­nes de Bol­so­na­ro en la mate­ria. En una esce­na emba­ra­zo­sa del recien­te­men­te estre­na­do docu­men­tal El foro, del cineas­ta ale­mán Mar­cus Vet­ter, que trans­cu­rre en el Foro Eco­nó­mi­co Mun­dial de Davos de 2019, Bol­so­na­ro le dice al exvi­ce­pre­si­den­te esta­dou­ni­den­se y actual ambien­ta­lis­ta Al Gore que a Bra­sil le gus­ta­ría mucho «explo­tar la Ama­zo­nia jun­to a Esta­dos Unidos».

Sin cli­ma

Estas men­ti­ras y con­tra­dic­cio­nes sobre la cri­sis ambien­tal se enre­dan en la mara­ña de la pola­ri­za­ción polí­ti­ca. «Es muy difí­cil dar la dis­cu­sión ambien­tal en este con­tex­to. Muchas per­so­nas que vota­ron a Bol­so­na­ro segu­ra­men­te no quie­ren que la Ama­zo­nia sea des­trui­da, pero todo se ha con­ver­ti­do en un cir­co polí­ti­co: son los izquier­dis­tas y ambien­ta­lis­tas que quie­ren boi­co­tear al pre­si­den­te y al país. Infla­ma­do por los pro­pios bol­so­na­ris­tas, ese dis­cur­so ter­mi­na por sacar el foco de lo más impor­tan­te: que el pro­ble­ma no se está resol­vien­do», expli­ca Alen­car. Ale­xan­dre Perei­ra pre­fie­re no pro­nun­ciar­se sobre el asun­to: «Mi nega­ti­va ya es un buen indi­cio para enten­der el cli­ma que exis­te para las dis­cu­sio­nes ambientales».

Para Alen­car, duran­te este gobierno «se ha exten­di­do una sen­sa­ción de impu­ni­dad muy gran­de, pro­duc­to de la afir­ma­ción cons­tan­te de que en reali­dad no está ocu­rrien­do nada. Todo esto da a la socie­dad la idea de que está todo bien con defo­res­tar, que hay que ocu­par la Ama­zo­nia, las tie­rras indí­ge­nas, o que los pro­pios indí­ge­nas son quie­nes tie­nen la cul­pa. Son men­ti­ras que incen­ti­van a la ilegalidad».

Las con­se­cuen­cias pue­den ser gra­ves y difí­ci­les de paliar: «Toda esa legis­la­ción ambien­tal que había sido cons­trui­da a lo lar­go de los años, y que de cier­ta for­ma se res­pe­ta­ba, aho­ra está sien­do con­tes­ta­da. Se ten­drá que ser muy inte­li­gen­te e inno­va­dor para poder borrar real­men­te las hue­llas de la era Bolsonaro».

Fuen­te: Brecha

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