Argen­ti­na. Un neo­na­zi con­fe­so en la poli­cía bonaerense

Por CORREPI. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 de sep­tiem­bre de 2020.

A pocos días de hacer públi­co el víncu­lo de Vir­gi­nia Luján Sosa, la ex poli­cía y voce­ra de la aso­na­da poli­cial en Mar del Pla­ta, con Car­los Pam­pi­llón y su gru­po de cho­que neo­na­zi, hoy debe­mos con­fir­mar que un con­fe­so miem­bro de esa agru­pa­ción, Mar­cos Daniel Capu­to, está en acti­vi­dad como ofi­cial de la poli­cía bonaerense.

En mayo de 2018, el Tri­bu­nal Fede­ral n° 1 de Mar del Pla­ta dic­tó un fallo his­tó­ri­co en el jui­cio con­tra sie­te inte­gran­tes del gru­po de Pam­pi­llón, por pro­pa­gan­di­zar la ideo­lo­gía nazi y come­ter ata­ques con­tra colec­ti­vos vul­ne­ra­bles, en par­ti­cu­lar muje­res trans, basa­dos en ideas de odio, dis­cri­mi­na­ción y supre­ma­cía racial. Capu­to fue bene­fi­cia­do con una pena leve, sin pri­sión efec­ti­va, ya que era menor a la fecha de los hechos, mien­tras que sus seis cama­ra­das de cau­sa reci­bie­ron con­de­nas de cua­tro a nue­ve años y medio de prisión.

Uno de los ata­ques más recor­da­dos de los “pam­pi­llo­nes” en tiem­pos recien­tes fue el diri­gi­do con­tra muje­res y disi­den­cias en el 30° ENM, en octu­bre de 2015. Un enton­ces casi ado­les­cen­te Capu­to fue fil­ma­do esa noche, jun­to a otros, mien­tras reci­bían órde­nes del jefe del Ser­vi­cio de Calle de la poli­cía mar­pla­ten­se, Eze­quiel Laz, “El Pes­ca­do”, cono­ci­do por el reite­ra­do hos­ti­ga­mien­to y per­se­cu­ción a fami­lia­res de víc­ti­mas de gati­llo fácil y mili­tan­tes en la ciudad.

La con­de­na a Capu­to esta­ble­ció dos años de “tra­ta­mien­to tute­lar”, que incluía la asis­ten­cia a cur­sos de DDHH, por el lap­so de dos años. Sin embar­go, el 7 de junio de 2019, a un año y un mes de dic­ta­da la sen­ten­cia, fue publi­ca­da en el Bole­tín Ofi­cial de la pro­vin­cia su incor­po­ra­ción como ofi­cial de la poli­cía bonae­ren­se, tras su gra­dua­ción en la Escue­la Vuce­tich sub­se­de de La Cos­ta, y en febre­ro de 2020 otra reso­lu­ción simi­lar anun­ció su ingre­so como ofi­cial subayu­dan­te al Cur­so de Ingre­so al Subes­ca­la­fón Comando.

Que­da cla­ro que per­te­ne­cer públi­ca­men­te a una orga­ni­za­ción neo­na­zi de per­ma­nen­te inter­ven­ción vio­len­ta, cons­ta­ta­do ello has­ta en una sen­ten­cia judi­cial, no es un incon­ve­nien­te para con­ver­tir­se en poli­cía. En todo caso, pare­ce haber sido un ante­ce­den­te aus­pi­cio­so, por­que ya venía “edu­ca­do” en el odio con­tra los colec­ti­vos más estig­ma­ti­za­dos por el apa­ra­to repre­si­vo estatal.

Es que, como lo infor­ma la agen­cia Pre­sen­tes en su sitio web (agen​cias​pre​sen​tes​.org), el 13% de los deli­tos de odio hacia las muje­res trans es per­pe­tra­do por per­so­nal de las fuer­zas de segu­ri­dad en ejer­ci­cio de su fun­ción esta­tal. Por su par­te, el Obser­va­to­rio Nacio­nal de Crí­me­nes de Odio LGBT des­ta­ca en sus infor­mes que las fuer­zas de segu­ri­dad argen­ti­nas y los ser­vi­cios peni­ten­cia­rios mani­fies­tan par­ti­cu­lar saña y odio con­tra las per­so­nas LGBT y las muje­res, que se mani­fies­tan en las mil for­mas coti­dia­nas que per­ma­nen­te­men­te denunciamos.

Entre los casos más recien­tes que ejem­pli­fi­can esa polí­ti­ca per­se­cu­to­ria sis­te­má­ti­ca recor­da­mos a Jor­ge Astor­ga, joven gay de 27 años que fue apa­lea­do por el cuer­po de infan­te­ría y poli­cías de la comi­sa­ría 6ª de Río Galle­gos el 1º de mayo pasa­do, o el más recien­te trans­fe­mi­ci­dio de Melody Barre­ras, mujer trans del depar­ta­men­to men­do­cino de Guay­ma­llén, que el 26 de agos­to reci­bió seis dis­pa­ros del arma regla­men­ta­ria del poli­cía Darío Jesús Chá­vez Rubio.

El ingre­so de Mar­cos Capu­to a la poli­cía y su avan­ce en el esca­la­fón no es resul­ta­do de que se les esca­pa­ra algún con­trol o no cono­cie­ran sus ante­ce­den­tes. Es la rati­fi­ca­ción de que no hay mane­ra de demo­cra­ti­zar la fuer­za, incor­po­rar­le pers­pec­ti­va de géne­ro y de res­pe­to a los dere­chos de todxs, por­que no hay refor­ma que pue­da cam­biar su natu­ra­le­za y fun­ción represiva.

Fuen­te: Correpi

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