Méxi­co. Los defen­so­res de la democracia

Por Gerar­do Fer­nán­dez Casa­no­va, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 16 julio 2020.-

Este miér­co­les fue difun­di­do un docu­men­to for­mal de un des­ta­ca­do gru­po de inte­lec­tua­les y escri­to­res bajo el títu­lo: “Con­tra la deri­va auto­ri­ta­ria y en defen­sa de la demo­cra­cia”. Ni tar­do ni pere­zo­so el Pre­si­den­te López Obra­dor da pun­tual res­pues­ta a la decla­ra­ción con un bre­ve docu­men­to – no por bre­ve menos demo­le­dor- bajo el enca­be­za­do “Ben­di­to cora­je”. Es el acon­te­ci­mien­to for­mal de una con­fron­ta­ción polí­ti­ca lar­va­da duran­te más de vein­te años; nada nue­vo pues. Los prin­ci­pa­les “aba­jo fir­man­tes” de la decla­ra­ción lle­van todo ese lap­so tra­tan­do de des­truir a quien ha sido lla­ma­do “mesías tro­pi­cal”, “peli­gro para Méxi­co”, “dema­go­go popu­lis­ta” y no sé cuán­tas lin­du­ras más, acom­pa­ña­das de una enor­me can­ti­dad de millo­nes de pesos mere­ce­do­ra de mejor des­tino. Krau­se, Agui­lar Camín, Cas­ta­ñe­da, lle­van ya mucho tiem­po medran­do de su anti lope­zo­bra­do­ris­mo con alta ren­ta­bi­li­dad mone­ta­ria. Los hay tam­bién que se suman en cali­dad de “inmu­ni­dad de mana­da” y otros que no logro aco­mo­dar en esas cate­go­rías y que me mere­cen res­pe­to, des­ta­ca­da­men­te me refie­ro a Gabriel Said. Bueno, pues resul­ta que todo ese tone­la­je de inte­lec­tua­li­dad y toda esa carre­to­na­da de bille­tes han sido inca­pa­ces de parar a una mayo­ría popu­lar que logró alcan­zar tal vigor que ya no pudo ser derro­ta­da por el frau­de elec­to­ral, y que colo­có al denos­ta­do en la pre­si­den­cia de la repú­bli­ca. A esto le lla­ma­ría yo la “deri­va demo­crá­ti­ca”; al fin el demos pudo ejer­cer su sobe­ra­nía; no con­ci­bo a una inte­lec­tua­li­dad que se decla­re en con­tra, a menos que el suyo sea un pen­sa­mien­to tota­li­ta­rio y dic­ta­to­rial, una “deri­va auto­ri­ta­ria” con­tra la que se declaran.

En su répli­ca, López Obra­dor les da la bien­ve­ni­da. Fue­ra más­ca­ras y adiós a las simu­la­cio­nes. Sien­te una gran segu­ri­dad en su férrea alian­za con la mayo­ría popu­lar a quien se debe y a quien sir­ve de mane­ra deno­da­da; tie­ne con­fian­za en que nadie va a seguir a quie­nes for­ma­ron par­te de un régi­men que les arre­ba­tó sus recur­sos y sus expec­ta­ti­vas de bien­es­tar. Bas­te sacar a flo­te los muy fres­cos casos de Rosa­rio Robles (que debe estar sol­tan­do la sopa a las máta­las callan­do), de Emi­lio Lozo­ya en el aire rum­bo a Méxi­co (oja­lá no se regis­tre un nue­vo aten­ta­do aéreo), de Gar­cía Luna (en cali­dad de jugo­so limón chu­pa­do por los grin­gos), del tal Zerón de Lucio arrin­co­na­do en Cana­dá, del Mocho­mo dan­do luz (en todos los sen­ti­dos) res­pec­to del sinies­tro de Ayotzi­na­pa; todos ellos mos­tran­do cómo una cater­va de rufia­nes cau­sa­ron el desas­tre en el país. Qué decían los “aba­jo fir­man­tes” cuan­do todo eso suce­día: nada. Qué demo­cra­cia defen­dían quie­nes hoy recla­man. Coin­ci­do con AMLO, dan pena ajena.

Pero no hay que pecar de con­fia­dos. Hay mucho cere­bro y mucho dine­ro en la movi­da. Por lo pron­to, han sol­ta­do una muy cos­to­sa ope­ra­ción para dina­mi­tar la fuer­za de las redes socia­les inde­pen­dien­tes; median­te deci­sio­nes empre­sa­ria­les y a tra­vés de meca­nis­mos ciber­né­ti­cos, se inten­ta silen­ciar las voces que hablan por el pue­blo: “tui­te­ros, feis­bu­que­ros y you­tu­be­ros” son nues­tros arie­tes por la ver­dad. No pode­mos per­mi­tir su des­truc­ción. Todos a dar­les los cli­ques que nece­si­tan y los apo­yos mone­ta­rios también.

No fal­ta­rán los mer­ce­na­rios que, dis­fra­za­dos de pue­blo, tor­pe­deen los pro­gra­mas de salud y de bien­es­tar. La bue­na fe que carac­te­ri­za a quie­nes son ser­vi­do­res de la nación, es muy vul­ne­ra­ble a la mez­quin­dad tramposa.

De la pren­sa no hace fal­ta más que ojear­la para reci­bir la olea­da del odio y la des­in­for­ma­ción, espe­cial­men­te la elec­tró­ni­ca tan lle­na de men­ti­ras y de con­cur­sos disua­si­vos y embrutecedores.

De las patro­nas que no quie­ren ser gober­na­das por sus sir­vien­tas y los cace­ro­la­zos en lujo­sas camio­ne­tas, sólo cabe espe­rar los des­plan­tes racis­tas y cla­sis­tas que al pue­blo encabronan.

De los gol­pis­tas ase­si­nos nos ten­dre­mos que cui­dar para des­en­mas­ca­rar­los y redu­cir­los a la demen­cia, sin elo­gio alguno.

Pero de lo que más debe­mos cui­dar­nos es de los erro­res pro­pios; de los trai­do­res embos­ca­dos que se mon­ta­ron en la ola de la trans­for­ma­ción para medrar de ella y des­vir­tuar­la. Hay que cui­dar y aten­der a los muchos que, sin deber­la ni temer­la, que­da­ron atra­pa­dos entre las patas de los caba­llos de la barre­do­ra con­tra las estruc­tu­ras de los pri­vi­le­gios y que, obvia­men­te, se sien­ten las­ti­ma­dos por el nue­vo régimen.

Más que nada, se requie­re apo­yar al Pre­si­den­te López Obra­dor con la infor­ma­ción veraz y con la orga­ni­za­ción de todo el pue­blo, inclui­da la “socie­dad civil” autén­ti­ca. Es mucho lo que va en jue­go; la ver­da­de­ra democracia.

Itu­rria /​Fuen­te

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