Colom­bia. La tor­tu­ra con­ver­ti­da en politica

Por Manuel Hum­ber­to Res­tre­po Domìn­guez| Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 julio 2020

«¿Por qué a muchos les pare­ce natu­ral el cas­ti­go con cruel­dad y sevi­cia por mano pro­pia para apla­car o pre­ve­nir supues­tos ries­gos?»
Por: Manuel Hum­ber­to Res­tre­po Domìn­guez| julio 14, 2020
La tor­tu­ra con­ver­ti­da en poli­ti­ca
Foto: PxHe­re
Un joven yace de rodi­llas, sus manos están ata­das con espo­sas, su ros­tro ensan­gren­ta­do y sobre su cabe­za de mane­ra repe­ti­da alguien des­li­za un encen­de­dor pren­dien­do fue­go a su cor­to cabe­llo. La esce­na se cie­rra con una pata­da en la fren­te. El joven está bajo cus­to­dia de dos poli­cías, redu­ci­do e inde­fen­so. No es exce­so de fuer­za, es tor­tu­ra. Su tipo­lo­gía no res­pon­de a una sim­ple fal­ta dis­ci­pli­na­ria, ni al tipo penal de menor gra­ve­dad en el gra­do de lesio­nes per­so­na­les. La tor­tu­ra es un deli­to de lesa huma­ni­dad, que afec­ta el ius cogens en el que con­flu­ye todo el sis­te­ma de dere­chos huma­nos y que según lo acor­da­do por la huma­ni­dad no pue­de ser trans­gre­di­do ni en tiem­pos de paz o gue­rra por nadie.

Defi­ni­da tam­bién como tor­tu­ra está la vio­la­ción sexual, de la que se cono­ció días atrás el caso de una niña indí­ge­na embe­ra cha­mí, vio­la­da por sie­te sol­da­dos del bata­llón San Mateo de Perei­ra. Tam­bién, el de otra joven inde­fen­sa que fue vio­la­da por ocho infan­tes de mari­na, en cer­ca­nías al bata­llón flu­vial 30 de Puer­to Legui­za­mo (fran​ce24​.com). Y el escán­da­lo dio lugar a cono­cer sobre otra niña indí­ge­na, esta vez nukak makuk, que fue secues­tra­da, ocul­ta­da y vio­la­da duran­te seis días por al menos dos uni­for­ma­dos del bata­llón Joa­quín Paris del Gua­via­re en 2019. El pano­ra­na es gra­ve: el coman­dan­te del Ejér­ci­to indi­có que 118 mili­ta­res están vin­cu­la­dos con este deli­to duran­te los últi­mos 4 años. De hecho, el cua­dro de la lesa huma­ni­dad recuer­da que las fuer­zas mili­ta­res, en el mar­co del con­flic­to arma­do, ten­drían res­pon­sa­bi­li­dad direc­ta o en con­ni­ven­cia en no menos de uno de cada cua­tro deli­tos sexuales.

Aho­ra bien, aun­que la tor­tu­ra es recu­rren­te (inclu­si­ve al inte­rior de la mis­ma fuer­za públi­ca), no se inves­ti­ga como tal y pare­ce “natu­ral” el cas­ti­go con cruel­dad y sevi­cia por mano pro­pia para apla­car o pre­ve­nir supues­tos ries­gos. En 2009, el Esta­do infor­mó ante la Cor­te Inter­ame­ri­ca­na que inves­ti­ga­ba 630 de deli­tos de tor­tu­ra (Red Inter­na­cio­nal de Dere­chos Huma­nos, mayo de 2015) sin que se conoz­can avan­ces en con­de­nas efec­ti­vas por tra­tos crue­les y degra­dan­tes. Igual suer­te de impu­ni­dad corren los otros deli­tos de lesa huma­ni­dad como la des­apa­ri­ción for­za­da de per­so­nas y el geno­ci­dio de líde­res, lide­re­sas y defen­so­res de dere­chos en terri­to­rios indí­ge­nas y afro, alta­men­te mili­ta­ri­za­dos, que en el últi­mo mes dejan más de una dece­na de crí­me­nes y en lo corri­do del año más de una centena.

Nada de este pano­ra­ma corres­pon­de a tipo­lo­gías de delin­cuen­cia per­so­na­li­za­da y espon­tá­nea. La tor­tu­ra se pla­nea, es racio­nal y exis­te con­cier­to para delin­quir en cada hecho cri­mi­nal, que corres­pon­de en estric­to a un cri­men de dere­cho inter­na­cio­nal, en la cate­go­ría de lesa huma­ni­dad, que repre­sen­ta una ofen­sa a la huma­ni­dad, ata­ca la dig­ni­dad huma­na. La tor­tu­ra como acto abo­mi­na­ble se come­te para infli­gir inten­cio­na­da­men­te a una per­so­na dolo­res o sufri­mien­tos gra­ves, ya sean físi­cos o men­ta­les, con un fin espe­cí­fi­co (AI), con el fin de dañar, des­truir a la víc­ti­ma y enviar un men­sa­je de terror a un gru­po, comu­ni­dad, o círcu­lo social por razo­nes basa­das en dis­cri­mi­na­ción y odio. El agra­van­te prin­ci­pal es que es come­ti­da por agen­tes del esta­do a ins­ti­ga­ción suya cuan­do estig­ma­ti­za, aban­do­na, recha­za, des­pre­cia o con su con­sen­ti­mien­to o aquies­cen­cia, pero ade­más son hechos que ocu­rren en tiem­pos de paz y obs­ta­cu­li­zan los avan­ces en la cons­truc­ción de ver­dad y justicia.

La foca­li­za­ción de los hechos de tor­tu­ra pare­ce cla­ra­men­te defi­ni­da sobre per­so­nas y pue­blos exclui­dos, mar­gi­na­dos, dis­cri­mi­na­dos étni­ca, racial o social­men­te, en espe­cial pue­blos indí­ge­nas y comu­ni­da­des afro­des­cen­dien­tes (dis­cri­mi­na­ción racial en Colom­bia, infor­me ONU 2009, de jus­ti­cia), sobre lo cual Nacio­nes Uni­das ha reite­ra­do reco­men­da­cio­nes que usual­men­te el gobierno des­ca­li­fi­ca y some­te a deba­tes de opi­nión que ter­mi­nan ideo­lo­gi­za­dos. En enero de 2009, ante la preo­cu­pa­ción por este tipo de hechos, la Cor­te Cons­ti­tu­cio­nal seña­ló la “indi­fe­ren­cia de las auto­ri­da­des públi­cas encar­ga­das de pro­te­ger a los gru­pos indí­ge­nas, cuyo exter­mi­nio cul­tu­ral y/​o físi­co ame­na­za a no menos de trein­ta etnias” (ibíd.). El desin­te­rés y len­ti­tud del gobierno se con­vier­te en un refuer­zo a la impu­ni­dad al des­pe­jar el camino de los vic­ti­ma­rios que se sien­ten libres para actuar sin temor, sin mie­do, apren­die­ron a odiar y se vuel­ven un medio para dis­cri­mi­nar, mal­tra­tar, humi­llar, su fuer­za bru­ta y volun­tad de poder les per­mi­te creer que están segu­ros de no ser des­cu­bier­tos, inves­ti­ga­dos, ni juz­ga­dos, su ima­gi­na­rio los pone en el lugar del ver­du­go que era un fun­cio­na­rio públi­co (del Min­Jus­ti­cia) cuya misión era eje­cu­tar al con­de­na­do, que aquí es el pobre, la mujer o el miem­bro de un gru­po some­ti­do a dis­cri­mi­na­ción y recha­zo. Creen que la polí­ti­ca es repe­tir esas conductas.

La fuer­za públi­ca, Ejér­ci­to y Poli­cía, tie­nen el man­da­to cons­ti­tu­cio­nal de sumar esfuer­zos para cerrar de inme­dia­to y sin vaci­la­ción las con­duc­tas de tor­tu­ra. Juz­gar y cas­ti­gar a los res­pon­sa­bles de los recien­tes hechos sería señal de acep­ta­ción de la jus­ti­cia y el res­pe­to a los dere­chos sin dila­cio­nes. La lesa huma­ni­dad y la impu­ni­dad de la tor­tu­ra ofen­den a la huma­ni­dad y no se resuel­ven con repro­ches, revic­ti­mi­za­cio­nes, ni cur­sos memo­rís­ti­cos de dere­chos huma­nos, es pre­ci­so defen­der la vida dig­na, libre de odios, para que no sea nece­sa­rio apli­car la con­ven­ción con­tra la tor­tu­ra del 10 de diciem­bre de 1984 por la ONU, apro­ba­da por Colom­bia el 12 de sep­tiem­bre de 1985, rati­fi­ca­da el 12 de febre­ro de 1998 y con­ver­ti­da en la ley 70 de 1986 que ade­más esta­ble­ce acti­vi­da­des de super­vi­sión y cum­pli­mien­to de ésta. La tor­tu­ra no es una fal­ta, es un deli­to grave.

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *