Colom­bia. Ali­cia en el país de las mara­vi­llas (Opi­nión)

Johan Men­do­za Torres. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 de julio de 2020. 

La cosa está barro.

Unas veces más que otras, otras veces mas escar­la­tas o de rumo­res más o menos injus­tos, pero sin duda: la cosa en Colom­bia está barro.

La vio­len­cia de géne­ro con los abu­sos y ase­si­na­tos a muje­res que no cesa; la vio­len­cia polí­ti­ca con deca­pi­ta­cio­nes y fusi­la­mien­tos a hom­bres no cesa; la vio­len­cia estruc­tu­ral don­de muje­res y hom­bres son arras­tra­dos a las fosas de la opre­sión por múl­ti­ples cau­sas no cesa. Y la vio­len­cia cul­tu­ral que man­tie­ne todo el mier­de­ro bajo la pre­gun­ta-fra­se: ¿qué pode­mos hacer? Esto es Colom­bia, sigue intacta.

Asu­mir por sepa­ra­do la bata­lla afian­za­dos en con­ven­cer con nues­tros 5 pen­sa­mien­tos que es solo un tipo de vio­len­cia la que opri­me, pue­de resul­tar en la ato­mi­za­ción de las cau­sas y por ende, una tran­qui­li­dad (aun­que parez­ca increí­ble) de carác­ter demo­crá­ti­co para el régi­men en el que vivimos.

Se ha con­fun­di­do la diver­si­dad de nues­tra socie­dad, con la razón estruc­tu­ral y prag­má­ti­ca que pro­du­ce toda la infa­mia. No se pue­de negar la diver­si­dad, pero en la diver­si­dad debe­ría emer­ger la equi­va­len­cia que per­mi­ta avan­zar, no para ser par­te de la opo­si­ción, sino para ser la oposición.

Si la cosa no avan­za, si entre opri­mi­das y opri­mi­dos solo sur­gen, la divi­sión, los repa­ros y has­ta los impro­pe­rios, enton­ces pai­la, la esta­mos cagan­do.

El orden bar­bá­ri­co y cíni­co que se man­tie­ne en Colom­bia lo man­tie­nen dos cosas fun­da­men­tal­men­te: la pri­me­ra es el poder arma­do, que hace de las suyas en el cam­po y en las calles de Colom­bia. La segun­da es el poder cul­tu­ral que tie­ne el régi­men y su triun­fo más bri­llan­te: ofre­cer a los opri­mi­dos las for­mas y las vías por las que supues­ta­men­te las cosas se van a transformar.

No me deten­go en la pri­me­ra, por­que no estoy en la gue­rra, y hablar de lejos es faci­lí­si­mo. Pre­fie­ro no juz­gar, pero no sin antes pen­sar que quie­nes deci­den luchar de fren­te con­tra esta por­que­ría y arries­gar sus vidas, sean ami­gos o enemi­gos, mere­cen respeto.

Me deten­go en la segun­da, por­que allí es don­de la mayo­ría podría­mos hacer algo definitivamente.

La cul­tu­ra del régi­men está com­pues­ta por la publi­ci­dad y la dise­mi­na­ción de las ideas sobre cómo obser­var la reali­dad, sea de la for­ma más inte­lec­tual, de la for­ma más estú­pi­da o sen­ci­lla. Estas ideas via­jan en for­ma de “edu­ca­ción para el tra­ba­jo”, en for­ma de “edu­ca­ción popu­lar o tra­ba­jo comu­ni­ta­rio pero direc­cio­na­do por las fun­da­cio­nes de las mul­ti­na­cio­na­les”, en for­ma de una moral que adoc­tri­na sobre lo que es bueno y lo que es malo, dejan­do en lo malo, todo aque­llo que le per­ju­di­que; en for­ma de ideas sobre el cam­bio social ampa­ra­das en una ins­ti­tu­cio­na­li­dad que está podri­da y que no pue­de avan­zar por­que fue con­su­mi­da por el virus del clientelismo.

En for­ma de demo­cra­cia, que per­mi­te votar sobre lo que ya está deci­di­do para lue­go ale­jar­nos de toda deci­sión real. En for­ma sim­bó­li­ca de expre­sión ver­bal y escé­ni­ca, impo­nien­do la con­di­ción de que para gober­nar o hacer polí­ti­ca hay que hablar y ver­se como indi­ca el este­reo­ti­po occi­den­tal bur­gués o cla­se alta, con sus res­pec­ti­vos pen­sa­mien­tos y sus res­pec­ti­vas ambiciones.

Y no es para más.

La gen­te se ríe de la dic­ción de un tipo como Juan Daniel Ovie­do, pero lo acep­ta por­que es un eco nor­mal de la sim­bo­lo­gía del poder. La gen­te no se reiría de a mucho y des­apro­ba­ría si de direc­tor de un depar­ta­men­to nacio­nal pusie­ran a un indi­vi­duo con acen­to cam­pe­sino, sen­ci­lla­men­te por­que no haría eco de la sim­bo­lo­gía del poder.

El poder de la cul­tu­ra hege­mó­ni­ca del régi­men en Colom­bia es una reali­dad. La masa, ese eterno cuer­po malea­ble y sen­ti­men­tal, tan ale­ja­do apa­ren­te­men­te de la polí­ti­ca y hacien­do uso prác­ti­co y social de su esce­ni­fi­ca­ción en la reali­dad coti­dia­na, actúa y pien­sa en la inti­mi­dad como el régi­men se lo indica.

Sí, has­ta los pen­sa­mien­tos están opri­mi­dos, por eso insis­to: la cosa está barro.

Muchas y muchos quie­ren un cam­bio en Colom­bia; pero no saben o más bien, no quie­ren saber cómo. Por­que saber cómo sig­ni­fi­ca cam­bio. Es decir: cam­biar­lo todo. Y la cul­tu­ra hege­mó­ni­ca se mani­fies­ta en todo acto coti­diano (esa cosi­ta que pare­ce tan nues­tra) y hace muy bien su labor: cagar­nos de mie­do… per­dón, suge­rir la revo­lu­ción de las cosas peque­ñas, tran­qui­li­za­do­ras y bellas, que dan sosie­go y dejan dor­mir en paz… cla­ro, mien­tras siguen matan­do muje­res, deca­pi­tan­do hom­bres, fusi­lan­do niños… pero dejan dor­mir en paz. 

El régi­men que gobier­na Colom­bia no tie­ne con­ten­dor cul­tu­ral. Adop­ta a toda la fau­na de revol­to­sos y revol­to­sas por­que abso­lu­ta­men­te todos tie­nen en común que uti­li­zan el méto­do edu­ca­ti­vo del régi­men, el len­gua­je del régi­men y las ins­ti­tu­cio­nes socia­les y polí­ti­cas del régimen.

En Colom­bia la des­obe­dien­cia es un pro­duc­to más del mercado.

Has­ta las mul­ti­na­cio­na­les hablan de trans­for­ma­ción, la gue­rra cul­tu­ral que vie­ne ganan­do el régi­men de la bar­ba­rie que obvio no está ins­ta­la­do solo en Colom­bia, se mani­fies­ta en cosas como la nue­va ima­gen de Cal­vin Klein; es que a los revol­to­sos y revol­to­sas hay que empa­que­tar­los y ven­der­los, por­que mien­tras no hagan daño y sean solo ganas, ¡tam­bién se venden!

Me pon­dré un poqui­to Maquia­vé­li­co. La fron­te­ra entre ser con­su­mi­dor de rebel­día y ser rebel­de es el poder defi­ni­to­rio entre la vio­len­cia y la capa­ci­dad para repe­ler­la o derro­tar­la con otra vio­len­cia. Y no se me angus­tien aque­llos que sé que se me angus­tian cuan­do sue­na la pala­bra vio­len­cia; creo que es un deba­te que sería intere­san­te dar­lo, pero con una con­di­ción: sin la estruc­tu­ra edu­ca­ti­va del régi­men como deter­mi­na­do­ra de la cons­cien­cia sobre la paz y sobre la gue­rra. Ese deba­te sería hermoso.

Cuan­do un revol­to­so quie­re cru­zar la fron­te­ra, si no está pre­pa­ra­do, pue­de some­ter su cuer­po al sufri­mien­to ¡que lo digan los de las innu­me­ra­bles cabe­zas rotas que mien­tras gri­ta­ban “sin vio­len­cia” “sin vio­len­cia” no vie­ron venir la vio­len­cia en las pro­tes­tas del 2019! 
Ade­más, Haber­mas aquí no ope­ra, aquí ni con argu­men­tos ni con hijuepu­tazos cae­rá un régi­men tan mez­quino, tan corrup­to, tan infa­me, tan injus­to como el que tie­ne Colombia.

Due­le, pero es real. Lo lamen­to por los utó­pi­cos de la teo­ría comu­ni­ca­ti­va, pero por favor, están en Colom­bia y se corre el ries­go de pasar como ven­de­do­res de humo.

La gue­rra cul­tu­ral comien­za por enten­der que un país gober­na­do por una cla­se domi­nan­te, como por ejem­plo la cla­se que actual­men­te domi­na Colom­bia, es una cla­se o un gru­po de poder (con­cep­tua­lí­ce­lo como quie­ra, pero no pier­da de vis­ta lo que es) que no entre­ga­rá el poder por la vía demo­crá­ti­ca, pues la demo­cra­cia que tie­ne mon­ta­da favo­re­ce el sis­te­ma clien­te­lar que lo sos­tie­ne eter­ni­za­do en el poder. La eter­ni­za­ción en el poder, no la hace de mane­ra estú­pi­da dejan­do a un mis­mo tipo duran­te déca­das, sino hacien­do cam­bios cada cua­tro años en los rostros.

Es decir, fun­cio­na estruc­tu­ral­men­te como dic­ta­du­ra, pero su ima­gen varía y para muchos super­fluos, mien­tras la ima­gen cam­bie, pues no hay dic­ta­du­ra. Con ese jue­gui­to, suben a los ami­gos, a los fami­lia­res, a los hijos, los nie­tos, los yer­nos, etc. etc. etc.

Para afec­tar al régi­men que gobier­na Colom­bia, se debe decla­rar una gue­rra a muer­te en el cam­po cultural.

Se nece­si­ta de cier­ta cen­tra­li­dad demo­crá­ti­ca o lo que el más preo­cu­pa­do libe­ral podría lla­mar “auto­ri­ta­ris­mo”, para retar la dic­ta­du­ra civil que tie­nen mon­ta­da con esos sím­bo­los demo­crá­ti­cos muy cla­ros como son los votos, el cam­bio de pre­si­den­te cada 4 años; sím­bo­los que al final se man­tie­nen sobre los pila­res de poder terra­te­nien­te, empre­sa­rial, ban­que­ro, mul­ti­na­cio­nal, nar­co­tra­fi­can­te y arma­do bas­tan­te fuertes.

¿En qué mun­do de las mara­vi­llas pen­sa­mos cuan­do pen­sa­mos en que Colom­bia debe cam­biar? ¿se hubie­se ido Hitler del poder si un niño judío le hubie­ra pedi­do el favor de que se fue­ra? Pura ana­lo­gía del país de las mara­vi­llas, pero vea; leer a Marx sin leer a Lenin, con­for­mar pri­me­ras líneas sin leer a Clau­se­witz, leer a Fou­cault sin saber la his­to­ria de la comu­na de París no sir­ve de mucho para esa izquier­da sin carác­ter que anda jugan­do a la noche de anti­fa­ces, muy crí­ti­ca cla­ro (sobre todo con los erro­res de la izquier­da), muy “vamos a cam­biar la socie­dad”, pero sin capa­ci­dad para hacer daño al que la domina.

Es esa izquier­da sin duda, una ver­sión abs­trac­ta de Ali­cia en el país de las maravillas.

Ya se sabe des­de Le Bon, que una men­ti­ra repe­ti­da mil veces se con­vier­te en una ver­dad. Vamos enton­ces a men­tir en el país de las mara­vi­llas para ver si vuel­ven a su tama­ño nor­mal algu­nos muchos:

La vía ins­ti­tu­cio­nal para trans­for­mar la bar­ba­rie que exis­te en Colom­bia no sir­ve. Pode­mos insis­tir para hacer de nues­tra vida menos mise­ra­ble, o entre­gar­nos al pla­cer hege­mó­ni­co como si no exis­tie­ra nada más y ganar la coro­na de los cretinos.

No hay revo­lu­cio­nes per­fec­tas. No exis­ten tales cosas. Solo en la men­te de inte­lec­tua­les que impul­san los pen­sa­mien­tos de los jóve­nes, pero que se cagan de mie­do ante las som­bras de su pro­pia sos­pe­cha cuan­do se van vol­vien­do vie­jos y por eso res­guar­dan su ego des­pres­ti­gian­do todo lo que no fue­ron capa­ces de hacer. 

Las cosas no son tan lin­das cuan­do las socie­da­des opri­mi­das deci­den bajar del poder a ase­si­nos, a vio­la­do­res, a corrup­tos que roban a la gen­te. ¿por qué no son lin­das? ¿por qué no se pue­den ir y dejar en paz a este país con toda tu belle­za y toda su rique­za? Para ellos es sim­ple, es ins­tin­ti­vo, tie­nen que ase­gu­rar a sus nue­vas gene­ra­cio­nes for­tu­nas más gran­des que las que ellos mis­mos roba­ron. Por eso nada se deten­drá de mane­ra linda.

¿O aca­so quién deja­ría por la bue­nas un pri­vi­le­gio que, aun­que ha cos­ta­do la san­gre a miles de ino­cen­tes no deja de ser privilegio?

Podría­mos dejar ya tan­ta cosa por una vez en la exis­ten­cia de los pen­sa­mien­tos que nos reco­rren una ben­di­ta tar­de y acep­tar que la cla­se que domi­na está com­pues­ta por hom­bres y muje­res que se unen para joder a otros hom­bres y a otras mujeres.

La dis­tin­ción es la cla­se. Ya no tan cla­ra como en otros siglos, pero no por eso cadu­ca; cla­ro, no son solo un par de fami­lias, tam­po­co son oli­gar­quías, por­que ya se casa­ron y se cua­dra­ron con más gen­te, se revol­vie­ron lue­go de una farra en Andrés. No obs­tan­te, lo que los une es lo mis­mo que nos sepa­ra de ellos: su poder en el cam­po eco­nó­mi­co y militar.

Tris­te es escri­bir que Cabal, una mujer, sea capaz de crear la men­ti­ra res­pec­to a la vio­la­ción de una niña.

Ella sim­bo­li­za jun­to con Palo­ma, con Uri­be y con Lon­do­ño el poder polí­ti­co de Colom­bia, ¿y toda­vía pen­sa­mos que el poder radi­ca en un con­cep­to o una abs­trac­ción teó­ri­ca de la dominación? 

No, las cosas que pare­cen tan com­ple­jas son en reali­dad sen­ci­llas de enten­der solo si con­te­ne­mos por cier­tos ins­tan­tes ese país de las mara­vi­llas, y esta­mos dis­pues­tos a con­ver­ti­mos en Alicia…simplemente Alicia. 

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