Bra­sil. Sobre la bru­ta­li­dad poli­cial y las accio­nes inme­dia­tas con­tra ella

Por Almir Felit­te. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 26 de junio de 2020. 

El de Covid-19 no pare­ce ser el úni­co bro­te pan­dé­mi­co que afec­tó al país este año. En las últi­mas sema­nas, videos de la poli­cía mili­tar escol­tan­do a resi­den­tes peri­fé­ri­cos en São Pau­lo y casos emble­má­ti­cos de ciu­da­da­nos ase­si­na­dos en ope­ra­cio­nes por las fuer­zas de segu­ri­dad, inclui­dos niños, han apa­re­ci­do en las noti­cias y han con­mo­cio­na­do al país. 

No es que la vio­len­cia poli­cial sea una nove­dad en Bra­sil, que his­tó­ri­ca­men­te siem­pre ha teni­do altas tasas de este pro­ble­ma. Pero jus­to en el momen­to en que todo el mun­do está impug­nan­do los sis­te­mas de segu­ri­dad públi­ca tru­cu­len­tos des­pués del ase­si­na­to de Geor­ge Floyd en los Esta­dos Uni­dos, pare­ce haber empeo­ra­do aún más aquí.

Solo en el Gran São Pau­lo, el núme­ro de per­so­nas ase­si­na­das por los bata­llo­nes de la Poli­cía Mili­tar entre enero y abril de 2020 aumen­tó en un 60% duran­te el mis­mo perío­do del año pasa­do, pasan­do de 118 a 178. En todo el esta­do de São Pau­lo, las víc­ti­mas mor­ta­les subie­ron a 373. En la mis­ma línea, Río de Janei­ro ya ha pre­sen­ta­do su mayor núme­ro de muer­tes a manos de la poli­cía en los últi­mos 22 años: un total de 741 víc­ti­mas en los pri­me­ros 5 meses de 2020.

Ante este esce­na­rio, pre­sio­na­do por una res­pues­ta rápi­da, el gober­na­dor de São Pau­lo, João Doria, repi­tió la mis­ma leta­nía que siem­pre se ha escu­cha­do en Bra­sil fren­te a este pro­ble­ma, ale­gan­do que es una mino­ría de «poli­cías malos». Como pro­pues­ta, Doria tam­bién ofre­ció un nue­vo pro­gra­ma de capa­ci­ta­ción a la cor­po­ra­ción para evi­tar nue­vos casos de vio­len­cia ins­ti­tu­cio­nal. Una pro­pues­ta de quien, en ver­dad, no tie­ne nin­gu­na pro­pues­ta para ofrecer.

Sin embar­go, sea­mos sin­ce­ros, el reme­dio ofre­ci­do por Dória ya se ha con­ver­ti­do en una char­la popu­lar en la his­to­ria bra­si­le­ña. Con el sis­te­ma de segu­ri­dad públi­ca intac­to en la Cons­ti­tu­ción Fede­ral des­pués de la re-demo­cra­ti­za­ción, el tema, es cier­to, nun­ca sufrió muchos cam­bios para des­ha­cer­se de la estruc­tu­ra que here­dó de los tiem­pos de la dic­ta­du­ra. Los prin­ci­pa­les pla­nes fede­ra­les como el I PNSP, el Pro­gra­ma de Segu­ri­dad Públi­ca para Bra­sil, Pro­nas­ci o SUSP nun­ca pro­pu­sie­ron nada más que meca­nis­mos de inte­gra­ción y mode­los de «reedu­ca­ción» para los agen­tes de segu­ri­dad públi­ca. Pro­pues­tas ino­cuas que nun­ca se atre­vie­ron a cam­biar el ver­da­de­ro pro­ble­ma a resol­ver: la estruc­tu­ra de la poli­cía brasileña.

Si hoy esta­mos lidian­do con el aumen­to de la vio­len­cia poli­cial, es pre­ci­sa­men­te por­que nun­ca hemos tra­ba­ja­do en pro­fun­di­dad para rees­truc­tu­rar el sis­te­ma de segu­ri­dad públi­ca bra­si­le­ño, insis­tien­do en la para­do­ja de que­rer ense­ñar los dere­chos huma­nos y la ciu­da­da­nía a una ins­ti­tu­ción cuya ideo­lo­gía mili­ta­ri­za­da es con­tra­ria a los dere­chos huma­nos. y ciu­da­da­nía Si hay real­men­te volun­tad polí­ti­ca para resol­ver el pro­ble­ma, es nece­sa­rio reco­no­cer que el sis­te­ma de segu­ri­dad públi­ca bra­si­le­ño debe ser demo­li­do para recons­truir uno nue­vo, com­ple­ta­men­te dife­ren­te de lo que sabe­mos. En este sen­ti­do, en un ámbi­to más amplio, PEC-51/2013, que se ocu­pa de la des­mi­li­ta­ri­za­ción, es un ini­cio esen­cial para este debate.

Sin embar­go, ni siquie­ra ten­dría­mos que ir tan lejos para encon­trar medi­das más urgen­tes y más efec­ti­vas que la «nue­va capa­ci­ta­ción» pro­pues­ta por Doria. Si el gober­na­dor de São Pau­lo real­men­te quie­re pro­mo­ver una solu­ción al pro­ble­ma de la vio­len­cia poli­cial, hay dos medi­das que podría tomar hoy y con efec­to inme­dia­to: la extin­ción de las tro­pas de éli­te de la poli­cía esta­tal y la crea­ción de un meca­nis­mo para con­trol con poder dis­ci­pli­na­rio sobre la poli­cía, coman­da­do por enti­da­des de la socie­dad civil.

Sobre el pri­mer pun­to, pri­me­ro debe­mos pre­gun­tar­nos: ¿para qué han ser­vi­do las tro­pas poli­cia­les de éli­te? La gran jus­ti­fi­ca­ción polí­ti­ca uti­li­za­da para la imple­men­ta­ción de estos bata­llo­nes en los últi­mos años ha sido la lucha con­tra el cri­men orga­ni­za­do, repre­sen­ta­do por gran­des fac­cio­nes como el PCC, en São Pau­lo, o el Coman­do Ver­melho, en Río. Tro­pas de éli­te como ROTA pau­lis­ta o la BOPE en Río sería, en este sen­ti­do, una for­ma extre­ma­da­men­te mili­ta­ri­za­da de com­ba­tir fac­cio­nes que tie­nen un fuer­te poder de fuego.

En São Pau­lo, por cier­to, este es un mode­lo de vigi­lan­cia que se ha expan­di­do. Duran­te la cam­pa­ña en 2018, Doria ya había pro­me­ti­do: “Ten­dre­mos nue­vos bata­llo­nes de la Poli­cía Mili­tar en el patrón de Rota con la éli­te de la éli­te de la Poli­cía Mili­tar del esta­do de São Pau­lo. Un ban­di­do no ten­drá tiem­po con­mi­go. Sin ban­di­dos, sin ban­di­dos, sin ban­di­dos. Todos serán tra­ta­dos con dure­za por la Poli­cía Mili­tar y la Poli­cía Civil ”. Fue en esta ola que el gober­na­dor, des­pués de ser ele­gi­do, creó BAEP, amplian­do el «están­dar ROTA» a la cos­ta y al inte­rior del estado.

Sin embar­go, la imple­men­ta­ción de estos bata­llo­nes de éli­te no pare­ce haber teni­do el efec­to desea­do sobre el cri­men orga­ni­za­do. Por el con­tra­rio, debe decir­se que, inclu­so bajo el tra­ba­jo de un ROTA exis­ten­te, el PCCh sur­gió a prin­ci­pios de la déca­da de 1990 y se ha con­ver­ti­do en la mayor fuer­za cri­mi­nal orga­ni­za­da en Amé­ri­ca del Sur en los últi­mos tiem­pos. En el caó­ti­co Río de Janei­ro, no pare­ce haber nin­gún indi­cio de efec­tos posi­ti­vos del tra­ba­jo de BOPE fren­te a las recu­rren­tes gue­rras de fac­cio­nes y mili­cias que afec­tan al estado.

Un tema para otro artícu­lo, pero la lucha con­tra las fac­cio­nes pare­ce mucho más vin­cu­la­da a las estruc­tu­ras finan­cie­ras que lo res­pal­dan, a la polí­ti­ca de dro­gas y a la polí­ti­ca de encar­ce­la­mien­to, recor­dan­do que las prin­ci­pa­les orga­ni­za­cio­nes cri­mi­na­les en el país nacie­ron de pri­sio­nes super­po­bla­das y aban­do­na­das, no de las calles. No pare­ce haber nin­gu­na corre­la­ción posi­ti­va entre un mode­lo poli­cial mili­ta­ri­za­do de éli­te y la lucha con­tra este tipo de delitos.

Lo que se ha vis­to, en reali­dad, es un uso esen­cial­men­te polí­ti­co de tro­pas de éli­te como BOPE o ROTA y BAEP en las peri­fe­rias de Río de Janei­ro y São Pau­lo, res­pec­ti­va­men­te. Son bata­llo­nes ente­ros que pare­cen haber­se espe­cia­li­za­do en una polí­ti­ca de terro­ris­mo de Esta­do que per­si­gue a los resi­den­tes de las peri­fe­rias bra­si­le­ñas, ya sea que estén den­tro o fue­ra de la ley. Un ver­da­de­ro meca­nis­mo de con­trol social que no tie­ne nada que ver con la segu­ri­dad públi­ca. Una ver­da­de­ra polí­ti­ca de inse­gu­ri­dad que no tie­ne nin­gu­na razón para exis­tir, al igual que los Bata­llo­nes que la apoyan.

Este cam­bio en la estruc­tu­ra de segu­ri­dad, abo­lien­do el uso de tro­pas de éli­te de carác­ter osten­to­so, es un pri­mer paso esen­cial en la lucha con­tra la vio­len­cia poli­cial. Otra igual­men­te impor­tan­te sería la expan­sión de la par­ti­ci­pa­ción popu­lar en la ges­tión de la segu­ri­dad. En este sen­ti­do, la crea­ción de un orga­nis­mo o meca­nis­mo con­tro­la­do por enti­da­des de la socie­dad civil, con movi­mien­tos socia­les peri­fé­ri­cos y dere­chos huma­nos, que ejer­za el poder dis­ci­pli­na­rio sobre la poli­cía sería una gran y efi­cien­te innovación.

Está cla­ro, que no pode­mos espe­rar que la solu­ción pro­ven­ga del con­trol interno indul­gen­te ejer­ci­do por las agen­cias poli­cia­les y ni siquie­ra del con­trol externo igual­men­te indul­gen­te ejer­ci­do por el Minis­te­rio Públi­co. Con una uni­dad de asun­tos inter­nos «pares» y un par­la­men­ta­rio tam­bién con­tra­rio a la par­ti­ci­pa­ción popu­lar, el hecho es que estas dos ins­ti­tu­cio­nes his­tó­ri­ca­men­te han pasa­do por alto la vio­len­cia policial.

De esta mane­ra, un meca­nis­mo que pue­de depen­der de otras ins­ti­tu­cio­nes civi­les, como la Ofi­ci­na del Defen­sor Públi­co, y las orga­ni­za­cio­nes popu­la­res de la socie­dad civil podrían ejer­cer un con­trol mucho más efec­ti­vo sobre los abu­sos recu­rren­tes prac­ti­ca­dos por la poli­cía esta­tal. Sin embar­go, es nece­sa­rio que este órgano no se limi­te a una fun­ción pura­men­te con­sul­ti­va, como sue­le hacer la Defen­so­ría del Pue­blo, que tie­ne un poder dis­ci­pli­na­rio efec­ti­vo sobre los miem­bros de las cor­po­ra­cio­nes poli­cia­les, con pode­res para inves­ti­gar­los y cas­ti­gar­los administrativamente.

Más allá de una «reedu­ca­ción poli­cial» ya gol­pea­da, las dos medi­das urgen­tes men­cio­na­das ante­rior­men­te van más allá, supri­mien­do las ins­ti­tu­cio­nes cuyas fun­cio­nes no corres­pon­den a un Esta­do de dere­cho demo­crá­ti­co y aumen­tan­do la demo­cra­cia con meca­nis­mos de par­ti­ci­pa­ción popu­lar direc­ta. Si es segu­ro que no demue­len la estruc­tu­ra arcai­ca y mili­ta­ri­za­da del sis­te­ma de segu­ri­dad públi­ca bra­si­le­ño, al menos demues­tran pri­me­ros pasos más efec­ti­vos hacia la des­mi­li­ta­ri­za­ción y demo­cra­ti­za­ción de las fuer­zas poli­cia­les. Mucho más que una bra­vu­co­na­da vacía, el país nece­si­ta medi­das fir­mes con­tra este gra­ve pro­ble­ma de vio­len­cia poli­cial que esta­mos expe­ri­men­tan­do. ¿Los gober­na­do­res esta­rían real­men­te dis­pues­tos a resolverlo?

* Fuen­te: Outras Palavras

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *