Por Ester Kandel*, Resumen Latinoamericano, 19 de junio de 2020
Las preocupaciones
actuales por el efecto de la pandemia y las consecuencias económicas y
sociales, amerita profundizar la reflexión sobre el presente y el futuro.
La intención de pagar una deuda impagable, odiosa y sin
investigación, amenaza doblemente el futuro de la mayoría de nuestro pueblo.
Profundizar la dependencia de los lobos de las finanzas en el marco de una
profunda crisis del sistema capitalista, es un camino errado.
Las palabras “nacional” y “popular” son vaciadas de
contenidos al someter a jubilados/as a haberes indignos y en diversas
situaciones donde compatriotas están obligados a “quedarse en casa con hambre”
También quedan vacías de contenido los discursos del trabajo
decente pregonadas por la OIT durante décadas.
Veamos algunos conceptos vertidos en un proyecto personal
que no tuvo cauce, donde definíamos el
problema y estado de la cuestión:
El trabajo decente propuesto por la OIT se inscribe en el
marco de los cuatro objetivos estratégicos: los principios y derechos
fundamentales en el trabajo, el empleo, la protección social y el diálogo
social.
El trabajo decente se asocia con una calidad aceptable, pero
como señala el documento teniendo en cuenta que “Hoy en día, es indispensable
crear unos sistemas económicos y sociales que garanticen el empleo y seguridad,
a la vez que son capaces de adaptarse a unas circunstancias en rápida
evolución, en un mercado mundial competitivo. (…)
El trabajo decente es sinónimo de trabajo productivo, en el
cual se protegen los derechos, lo cual engendran ingresos adecuados con una
protección social apropiada. Significa también un trabajo suficiente, en el
sentido de que todos deberían tener pleno acceso a las oportunidades de
obtención de ingresos”.
Otro tema muy divulgado fue el futuro del trabajo
En las jornadas realizadas en mayo de 2018 por la
Universidad Di Tella con la OIT se hizo referencia a varios aspectos:
– Premisa: que el futuro del trabajo ofrezca seguridad,
igualdad y prosperidad.
– Interrogantes: el debate actual se centra no sólo en los
niveles de empleo (¿cuánto trabajamos?) sino, principalmente en su composición
(¿quiénes trabajamos?, modalidad (¿cómo trabajamos?) y remuneración (¿por
cuánto trabajamos?)
– Un panorama en el que la tecnología efectivamente viene a
destruir puestos de trabajo, reduciendo el número de horas trabajadas. ¿Cómo se
explica esta contradicción?
– Aumentos en la
productividad laboral:
– un doble efecto en
los niveles de empleo: uno “directo” negativo que, previsiblemente, genera una
reducción del empleo dentro de esa industria en particular y
– efecto
“indirecto” positivo a través del
aumento en el empleo en las demás industrias que se benefician de la mayor productividad laboral.
– Hipótesis: “cambio tecnológico con sesgo de tareas”: el cambio tecnológico tiende a automatizar “tareas rutinarias” que siguen procedimientos fácilmente definibles y especificables mediante una serie de instrucciones que pueden ser ejecutadas por equipos computarizados.
Tipos de arreglos laborales:
1. empleo temporario;
2. trabajo a tiempo parcial o a demanda ;
3. empleo temporario de agencia y otras formas de empleo que
involucran a múltiples actores;
4. relaciones laborales encubiertas y autoempleo dependiente
– Incógnita a resolver: La disyuntiva entre la flexibilidad por elección y la precariedad por necesidad
Desafíos en las relaciones laborales ¿cómo extender su
cobertura al creciente número de trabajadores independientes e informales?
Previo a la pandemia los/as trabajadores/as nos
preocupábamos sobre los cambios tecnológicos y la flexibilización laboral.
Tener en cuenta experiencias anteriores donde el capital nos
“vendió” modelos de trabajo como ideales y con el tiempo se volvieron armas
contra los trabajadores (Cepetel)
Una vez establecida la cuarentena continuaron las
preocupaciones alrededor del tema, expresados en varios artículos.
La complejidad del contexto nos exige articular la relación entre la deuda externa y el futuro de nuestro trabajo. Coincidimos con la reflexión de Julio Gambina: Seguir pagando no asegura beneficios para la mayoría de nuestra sociedad, sino más de lo mismo. Confrontar con el poder local y global supone problemas, si, otros problemas, pero supone definiciones soberanas para culminar con años de decadencia que aumentaron las graves consecuencias sociales y económicas sobre millones de argentinos. Los fondos acreedores seguirán presionando para aminorar la pérdida de ganancias y la sociedad tendrá que mejorar su iniciativa para imponer soluciones soberanas. Suena a revolución y que mejor homenaje en la víspera de los 210 años de la Revolución de Mayo
* Magister de la UBA en Ciencias Sociales del Trabajo