Resumen Latinoamericano, 4 de abril 2020
A los 76 años, en la ciudad de Madrid
El artista se destacó como cantautor y dejó su marca también en la poesía, la pintura, la escultura y el cine. Falleció como consecuencia de un infarto cerebral. Su familia ignora cómo podrá organizarse su sepelio debido a las restricciones por el coronavirus.
Se había retirado de la vida pública en 2016.
El cantautor español Luis Eduardo Aute murió hoy a los 76 años en la ciudad de Madrid, como consecuencia de un infarto cerebral. Había sido hospitalizado ayer, informaron fuentes de su entorno familiar, que desconocen si el deceso pudiera estar vinculado al coronavirus.
Tras su paso por varios hospitales, entre ellos uno
cubano, el cantante permanecía en su hogar al cuidado de su familia, y
este viernes había ingresado al centro de salud donde falleció alrededor
de las 11.30 (hora española) de este sábado.
Su familia ignora cuándo y cómo podrá ser su sepelio debido a las restricciones en toda la comunidad de Madrid para la instalación de capillas ardientes, prohibidas a causa de la pandemia de coronavirus.
Nacido en 1943 en Manila, el artista no sólo se destacó como
cantautor, sino que también dejó su marca en la poesía, la pintura, la
escultura y el cine. Su voz quedó plasmada en 19 discos de estudio y en clásicos como «Al alba», «Rosas en el mar» o «La belleza».
Tras haber sufrido un paro cardíaco que lo tuvo dos meses en coma, se retiró de la vida pública en 2016, aunque en diciembre de 2018 volvió a aparecer en un homenaje que le brindaron artistas como Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, Massiel, Ana Belén, Víctor Manuel, Dani Martín y Jorge Drexler, entre otros.
En 2004 había participado del concierto «Recuperando Memoria», organizado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), entidad que reclama justicia por los crímenes cometidos durante la dictadura de Francisco Franco.
Los últimos fusilamientos de Franco, en una canción de Luis Eduardo Aute
Hay canciones que todo el mundo se sabe, que todo español mayor de, no sé, 40 años de edad, ha oído al menos una vez en su vida y que se identifican a la primera escucha. “Al Alba”, de Luis Eduardo Aute, es una de ellas. Una canción compuesta en 1975 y que fue un himno en tiempos de la transición, una canción a la altura del “Mediterráneo” de Joan Manuel Serrat, el otro miembro del tándem perfecto de los cantautores españoles de izquierdas de los años setenta.
Y aunque aparentemente, ese “quiero que no me abandones, amor mío, al alba”,
parece que nos habla de amor, en realidad esta canción nos está
hablando de un acontecimiento mucho más trágico, en un momento crítico
de la Historia contemporánea de España. El amor es la trampa que se le
ponía a la censura para poder colarle otro mensaje que había que saber
leer entre líneas, y es que “Al alba” es una canción protesta que venía a
denunciar las últimas ejecuciones de la dictadura franquista. Franco
murió matando, porque solo dos meses antes de morirse él mandó fusilar a
cinco opositores, a pesar de las protestas de los gobiernos de Europa,
de su propio hermano Nicolás Franco y hasta del mismo papa Pablo VI. Estas cinco ejecuciones tuvieron lugar el día 27 de septiembre de 1975 en Burgos y Madrid y este crimen fue el hecho que inspiró a Luis Eduardo Aute para escribir los versos de esta canción eterna.
La belleza y la melancolía del estribillo, suavizada por ese “amor mío, al alba”,
contrastan con la dureza y la crudeza de otras imágenes que se deslizan
en el poema: maldito baile de muertos, vendrá la noche más larga, los
hijos que no tuvimos, miles de buitres callados. Tener que esquivar a la
censura obligaba a estas florituras metafóricas para poder deslizar una
protesta que no podía ser abiertamente expresada. Y por ello es una
canción no sobre el amor, sino sobre la muerte, contra el asesinato,
contra la pena de muerte, contra la dictadura.
Es una canción de despedida de una pareja, en la que la viuda que habla despide al cónyuge que va a ser irremediablemente ejecutado contra un paredón con esa pólvora de la mañana justo antes de la noche más larga, y también es una canción de despedida de cuarenta años de franquismo, porque el dictador moriría el 20 de noviembre del 75, tan solo dos meses más tarde de aquellos asesinatos y de la escritura de esta canción, lo que se expresa claramente en el verso “el día que se avecina, viene con hambre atrasada”.
La primera versión famosa de “Al alba” fue interpretada sin embargo por Rosa León,
quien le dio esa voz femenina de la viuda que clama “quiero que no me
abandones, amor mío, al alba” y apareció ya en los últimos meses de
1975. El propio Luis Eduardo Aute no la grabaría él mismo hasta 1978,
cuando apareció en su álbum “Albanta”. Desde entonces es un tema
clásico, que no falta en sus recitales, que se ha convertido en un himno
para varias generaciones y en todo un icono de la canción protesta
española. Hoy, en “La Historia detrás de la canción”, los fusilamientos
del franquismo narrados por Luis Eduardo Aute en “Al alba”
LUIS EDUARDO AUTE El Espejismo de intentar ser Uno Mismo
Esneda Cristina Castilla Lattke
Detrás del documental Aute Retrato está la polifacética obra artística de un ser humano que se agiganta década tras década en nuestra memoria cultural.
La obra de Luis Eduardo Aute es coherente e indisciplinada a un tiempo, ensimismada en su acción, atenta en su intención de hablar de ese mundo al revés.
En el año 2015 el cineasta Gaizka Urresti no contaba aún con el
convencimiento suficiente de un artista a quien propuso hacer una
película sobre los cincuenta memorables años de toda su carrera. Desde
la humildad que le ha caracterizado siempre, no se sentía merecedor de
materializar propuesta semejante. Pero la luz del artista es tan
alargada que ciega maravillosamente a tantas generaciones que siguen
creciendo con él, y ya era hora de que el colosal edificio construido
por las manos y la palabra de un Genio hecho hombre, se hiciese aún más
visible al mundo.
Tras darle varias vueltas, finalmente sucumbió el mayúsculo Artista, se animó el venerable Animal, y hoy se puede ver en la gran pantalla el largometraje documental con el elevado nombre que lleva por título: Aute Retrato.
Una muestra cinematográfica formidable (2019) con la que desde nuestra
butaca podemos dejarnos subyugar por el monumento humano, la leyenda
viva que hace fundirnos en el misterio inefable de una manera inédita de entender la Cultura y el Placer, de entender la pura Creación. Colaboradores, compañeros de profesión, amigos y familiares secundaron y participaron en el proyecto desde el principio.
Datar la polifacética obra artística de un ser humano que se agiganta
década tras década en la memoria cultural de un país, que traspasa
fronteras geográficas y casi todo límite formal, es, aún más que
difícil, una arriesgada tarea que cualquier ejercicio de tacto y respeto
exige al hablar de un inimitable Hacedor. Pues se trata de una obra
coherente e indisciplinada a un tiempo, ensimismada en su acción, y
atenta en su intención de hablar de este mundo al revés, un mundo inmundo que también es contramundo para él. Como afirma, casi todo tiene su opuesto y sólo nos salva el rozar siquiera un instante la Belleza…
Los ángeles y demonios que le acompañan desde su niñez observarían las
presentes líneas tercamente comprensivos, y otorgarían, quizá, el
derecho de equivocarnos hasta por marginar tipográficamente el contenido
de unas palabras referidas a él, grabadas en el limitante e intangible
formato de este soporte digital.
Así que, como resonaría en la memoria musical de quienes seguimos escuchando sus canciones, dejemos los datos y seamos un cuerpo enamorado… Fundámonos en el extasiado y estremecedor mundo de un sabio Poeta que consigue aglutinar con la matemática coherencia del humanista de antaño la inexacta ciencia de un sinfín de indisciplinas artísticas, las cuales brotan de un deseo incombustible de conocer. Que brotan de una misma raíz: de ese placer de expresar, de crear, de la libertad de hacer lo que uno quiere sin ignorar el noble y obligado oficio de amar. Tal armadura logra proteger la gruesa piel del deseo imperturbable de descubrir el Enigma, el Misterio de por qué Yo, por qué Tú, por qué Aquí y por qué Todo.
A Hidras y basiliscos se enfrenta cien mil veces y lo hace cuerpo a cuerpo, con alas y balas y un beso por fusil. Enemigo de la guerra
no tarda en dialogar con el poema, con el cuadro, con el fotograma, con
sus personajes transubstanciados, con un tipo de historia que se cree
oficial, pero logra desbaratar con elegante ternura e insólita lucidez…
Su pensamiento nunca ha podido tomar asiento porque el mundo es sueño y lucha que rueda en animación sonora cinematográfica infinita.
De una parte, Eduardo es como le llaman sus allegados, familiares y
amigos, quienes no tendrían por qué reparar en entrar de lleno en su
espacio vital de atemporal substancia de opuestos impuestos sobre los
que quiere indagar, mientras la gramática generativa de sus cuadros y
dibujos supera cualquier aproximación o pincelada que, entre palabras y
prosodia, explota certera en un poema, poemiga o canción. De
otro lado, Aute es como le conoce la mayoría de su público, apellido con
el que le nombran los que le siguen fieles desde siempre, cada vez más
transubstanciados y absorbidos sus sentidos, ajenos a la imagen sabia y
burlona del gato de Chesire.
Ironía, Muerte, Amor y Sexo apuntan a la diana expresiva del artista con rigor técnico, mas sin sometimiento formal.
Escribir canciones es arresto domiciliario dentro del campo de batalla;
pintar es libertad sin frontera, si bien ambas experiencias trascienden
el mero acto de comunicar dejándolo a la intemperie. Osada alevosía que
se deja arrastrar por los sentidos e imágenes sublimes, y se ocupa
flagrantemente de que su mensaje sea claro, pero también velado, en esa
suerte intercambiable, complementaria entre los elementos sombra y luz.
Ambivalencia que es motivo plástico del que surge el discurso oral,
pictórico e histórico; elementos que, juntos o por separado,
prefiguraron otros grandes artífices del lenguaje y del color.
Ser casi infranqueable donde habita el niño que aborrece llegar a
adulto. Antes prefiere pervertirse −o que le pervierta el Amor en sus
múltiples formas− que sucumbir a la perversión infame, a la obscenidad
del mercader de almas, a la necedad que nunca libó el néctar de lo bello.
Sexo con sexto sentido en espíritu transformado, abiertas las fronteras
del amplio y fecundo vientre del Conocimiento. El niño sigue jugando al
borde del abismo, o del Mar. Ese niño que respiraba el humo de los
cuerpos carbonizados por el fuego de los bombardeos norteamericanos no
quiere reconocerse en el dragón en el que posiblemente se vea
transformado hace tiempo en esta Europa neofeudal. Es así que Intenta ser uno mismo mirando al mar y gira su rostro para observarse en un acto de contrición.
Y cree ver aquel dragón asustado de sí mismo. Con este pensamiento
recobra su fuerza omnímoda y se reafirma en jugar eternamente con la
paleta, la tinta, el lápiz o el pastel, probando, todavía ruborizado
ante un público ya abducido, la ambrosía de su propia voz hecha Milagro.
El niño grande escupe una vez más lavas de tintas y pinturas de color
sobre partituras sin pentagrama, sobre el envés de cien mil lienzos,
mezclando colores sin cuartel, en el afán de dialogar con los personajes
despedazados y vueltos a construir ante el fluir infinito de los astros
que le circundan. Alterna con el grafito punzante y logra transfigurar
más de cuatro mil destellos de significado en movimiento. Dolor se llama el perro
protagonista de una de sus películas de animación, pero así también se
llama la antítesis del Placer de su amalgamada, entrecruzada,
entrelazada Obra de obras. Aute produce, dirige, crea, idea casi
con manierismo de ímproba ilusión, no sin seguir las coordenadas que le
dicta su tamaña cordura cardiaca, la del sueño de la razón que produce monstruos.
El Animal anima al hombre retratado, quien prefiere la soledad de su estudio con la que dedicar días y noches a intentar ser uno mismo, y sólo apenas se advierta el ser extravertido, irónico e incivil que el público conoce. Ya no hay tiempo específico, las cuatro y diez
no fueron sólo las de aquel día, no hay dato concreto, sólo devoción
por la incandescente Emoción de seguir vivo. Aunque, no hay que olvidar,
para describirla tampoco haya versos libres, pues son esclavos
voluntarios de su propia historia. Apenas andan sueltos Satanás, Belcebú y Lucifer, que escaparon buscando fortalezas y fortuna y el Becerro idolatrado por multiversos de licor. Pero nada hallaron, no tenían fe, ni curiosidad, ni criterio propio… Su fuego se agota en sus propias cenizas.
Compromiso consigo mismo y con una contracultura atenazada por las fauces de ese viejo Pandemonium de negociantes, al que bajo el diezmo de la ignorancia corremos el riesgo de someternos a día de hoy. Acaso quede la música
y revuelva este fatal ritmo invertido de las horas… Tiempo que vuelve
a librar absurdas “cruzadas” por un “falsario” poder detentado por la
máquina sutil que mueve al planeta, y que repite autómata el triste
adagio, “tanto tienes tanto vales”. Así, nos recuerda el cambalache problemático y febril de un pasado siglo XX que parece que se repite más feroz en el siguiente.
No obstante, da cuartel al personaje disidente, libera al poemiga
irredento, descubre la película velada y otorga esperanza a la canción
suicida. Capaz, al mismo tiempo, de contar cantando, de pintar contando y descomponer componiendo para la Vida y el Amor. Su maniobra total no le deja atravesar inadvertido por ese mar de rosas, ni viajar invisible desde Vailima hasta Madrid. Sólo quizá se nos escape la pista cuando hace parada y fonda en su real e imaginada Albanta, país donde es eterna la infancia y el fin no es el fin porque no acaba lo que no empezó… Su producción cobra forma de holograma multidimensional:
Por un lado, el niño que vive en el hombre adulto no ha dejado de
hacer malabares imposibles con las letras de un monosílabo, con los
fonemas de un grito contenido; transgrede la académica norma de
comunicar en un indisciplinado lenguaje el sentido nuevo de cada
palabra, escalando por una Torre de Babel que se retuerce en su
desvariado acento. Por otro lado, el hombre que sigue siendo niño no duda en convertir al girasol en subversivo giraluna que
desafía el orden establecido por la Naturaleza. Anhela ver la cara
oculta de un astro fantasmal y comprender su opuesto, el oculto, el
huidizo ser de las cosas. Eduardo niño y hombre se manifiesta a través
de un verso libre e interminable, ululante y aullador; es el amante de
frugales placeres, quien, a pesar de barruntar cadenas y prisiones, nunca le impedirán ir a por el mar.
Esta breve introspección desearía que fuera sueño, acaso aventura de acierto, para no otra cosa que delatar al dueño del cuerpo del delito hecho virtud. Cada vez es más estrecha la distancia entre Él y el Misterio. Ojalá algún día escapemos del lienzo y corramos libres como girasoles bajo un cielo estrellado. Seamos capaces de traspasar la cara oculta de la luna. El resto es humo.