3. Precio negativo, valor utilidad y ley del valor trabajo
Es necesario realizar un gran esfuerzo de imaginación para explicar el precio negativo del petróleo desde el enfoque del valor utilidad. Según esta tesis, los que están pagando para que alguien se lleve el petróleo lo hacen porque el crudo ha pasado a tener utilidad negativa para los consumidores. Esto es, dado que el precio lo determina el consumidor al comprar gasolina (el precio del petróleo se fijaría por «imputación» hacia arriba), el precio negativo debería explicarse por un súbito sentimiento de máxima desutilidad de los consumidores con respecto a la gasolina. Lo cual es un absurdo. En última instancia, alguien podría decir que para los consumidores la gasolina hoy tiene utilidad cero (que no es el caso). Sin embargo… ¿utilidad negativa? ¿Las gasolineras pagando a los automovilistas para que carguen los tanques? ¿Y todo porque los automovilistas adquirieron, de la noche a la mañana, un sentimiento de rechazo a la gasolina? Son absurdos, pero tienen su lógica: al dejar de lado la centralidad de la producción en la determinación de los valores, el análisis gira en el aire.
La teoría del valor trabajo, en cambio, puede explicar el fenómeno sin mayores problemas. Por supuesto, el precio negativo del petróleo no significa que se haya empleado tiempo de trabajo «negativo» en su producción. Lo que ocurre es que los costos de almacenamiento superan, y en mucho, al precio al que puede venderse hoy el petróleo, dada la caída de la demanda y la sobreproducción.
Para explicarlo de manera más detallada, aquí operan dos determinaciones. Por un lado, se ha producido, y se siguió produciendo, más petróleo de lo que el mercado puede absorber, dado el freno de la actividad económica. Es lo que Marx llama la segunda determinación del tiempo de trabajo socialmente necesario. Lo explica con el ejemplo de los tejedores que han producido más tela de lo que el mercado puede absorber: «El resultado es el mismo que si cada uno de los tejedores hubiera empleado en su producto individual más del tiempo de trabajo que es socialmente necesario» (p. 131, t. 1, El Capital). Por lo tanto, una parte del tiempo de trabajo no se valida como trabajo social. En consecuencia, caen los precios, algunos o muchos productores quiebran, y disminuye la producción hasta que la oferta se adecua a la demanda. En el caso que nos ocupa, la caída de los precios del crudo se debe a que se ha producido una cantidad que el mercado no puede absorber, dada la crisis en curso.
Pero si este fuera el único factor, el precio del petróleo sería muy bajo, pero no negativo. Debemos introducir entonces los costos de almacenamiento. Estos comprenden tiempos de trabajo, instalaciones, equipos, más el capital inmovilizado bajo la forma mercantil. Destaco que es un error eludir este aspecto material del almacenamiento. Naturalmente, un partidario de la teoría subjetiva pasa alegremente por alto estos asuntos (todo depende de los sentimientos de los consumidores), pero los tiene presentes cualquier capitalista con un poco de sentido común (tan necesario para mantener el negocio). Y en particular, los tienen presente los «traders» o empresas que están «largos» en futuros de petróleo (o sea, compraron) y saben que tiene un alto costo de almacenamiento (también ad notam de los que piensan que en los mercados financieros todo es puro «capital ficticio»; es la versión por izquierda del subjetivismo de derecha).
Este aspecto entonces es considerado por Marx cuando analiza los costos de circulación del capital. Señala que en la medida en que la mercancía tarda en transformarse en dinero (la fase M’ – D’ del circuito del capital), se obstaculiza el proceso de producción (p. 164, t. 2, ibid.). Lo cual implica incremento de los costos: «La permanencia del capital mercantil en el mercado como acopio de mercancías requiere edificios, almacenes, tanques y depósitos de mercancías, es decir, desembolso de capital constante; requiere asimismo pago de fuerzas de trabajo para almacenamiento de las mercancías en sus depósitos. (…) La existencia del capital en su forma de capital mercantil, y por ende como acopio de mercancías ocasiona pues gastos que, como no pertenecen a la esfera de la producción, cuentan entre los costos de circulación» (pp. 164 – 5, ibid.).
Pero por esto mismo, cuando los acopios tardan en venderse más del tiempo normal, o promedio, hay pérdidas. «Cuando el capital adelantado en medios de producción y fuerza de trabajo ha sido transformado por el capitalista en producto, en una masa de mercancías acabada y destinada a la venta, y esta masa queda almacenada e invendible, no solo se paraliza el proceso de valorización del capital durante ese lapso. Los desembolsos en edificios, trabajo adicional, etcétera, que exige la conservación de este acopio constituyen positivamente una pérdida» (p. 173, ibid.; énfasis mío). Más adelante Marx todavía se refiere al aumento anormal del almacenamiento de mercancías provocado por el estancamiento de la circulación, como sucede durante una crisis. Cuando ocurre esto los costos de acopio «constituyen deducciones, pérdida de valor en la realización del mismo» (p. 177, ibid.).
En definitiva, un intermediario que está pagando cientos de miles de dólares diarios para sostener un stock en un barco petrolero, está experimentando pérdidas. En un escenario de ese tipo, se explica que vendedores paguen para que alguien se lleve el crudo y lo almacene. Parece absurdo sostener que todo esto «confirma» la teoría subjetiva del valor; o que descalifica a la teoría del valor trabajo.
Rolando Astarita
21 de abril de 2020