Rosa Luxem­burg y la deu­da como ins­tru­men­to del imperialismo

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En el caso de Egipto, que Marx no había estudiado en profundidad, Rosa Luxemburg señala otro fenómeno. Para pagar la deuda externa contraída con los banqueros en Londres y París, el gobierno egipcio endeudado somete al campesinado egipcio a una sobreexplotación, ya sea forzándole a trabajar gratis para la construcción del Canal de Suez, o imponiendo impuestos que degradan enormemente las condiciones de vida de las y los campesinos. Rosa Luxemburg muestra así cómo la sobreexplotación del campesinado por métodos que no son puramente capitalistas (es decir, que no se basan en las relaciones de trabajo asalariado) benefician a la acumulación del capital.

Rosa Luxemburg describe el proceso resumido anteriormente. Explica que la fuerza laboral egipcia «todavía estaba compuesta por campesinos obligados a trabajos gratuitos y el Estado asumió el derecho de disponer de ellos sin reservas. Los fellahs ya fueron empleados a la fuerza por miles en la construcción de la presa Kalioub y el Canal de Suez; ahora estaban ocupados construyendo diques y canales, y cultivando las propiedades del virrey. El Jedive (= el soberano egipcio, nota de Eric Toussaint) ahora necesitaba para sí los 20.000 siervos que había puesto a disposición de la Compañía Suez, de ahí el primer conflicto con el capital francés. Una sentencia arbitral de Napoleón III otorgó a la Compañía de Suez una compensación de 67 millones de marcos; el Jedive aceptó esta sentencia con la mayor disposición porque podía sacar esa suma de los mismos fellahs que fueron objeto del conflicto. Entonces comenzaron los trabajos de canalización. Se encargaron una gran cantidad de máquinas de vapor, bombas centrífugas y locomotoras a Inglaterra y Francia. Por cientos, estas máquinas fueron enviadas desde Inglaterra a Alejandría, luego fueron transportadas en barco por los canales y el Nilo, y luego a lomos de camello al interior del país. Para trabajar la tierra, se necesitaban aún más arados de vapor dado que en 1864 una epidemia había diezmado el ganado. Estas máquinas también vinieron principalmente de Inglaterra”.

Rosa Luxemburg describe las numerosas compras de equipos y empresas enteras realizadas por el soberano egipcio a capitalistas británicos y franceses. Y plantea la pregunta: «¿Quién proporciona el capital para estas empresas?» Y responde: «Los préstamos internacionales». Todos estos equipos y empresas se utilizaron para exportar principalmente materias primas principalmente agrícolas (algodón, caña de azúcar, añil, etc.) y para completar la construcción del Canal de Suez para promover el comercio mundial dominado por Gran Bretaña.

Rosa Luxemburg describe en detalle la sucesión de préstamos internacionales que arrastran gradualmente a Egipto y su gente a un abismo sin fin. Muestra que las condiciones impuestas por los banqueros hacen que sea imposible pagar el capital porque hay que pedir prestado constantemente para pagar los intereses.

Las sumas de dinero, proveniente de los préstamos, que realmente llegaron a Egipto fueron mucho menores, aunque los banqueros exigían y recibían montos muy elevados como reembolso. Tomemos como ejemplo el préstamo de 1862: los banqueros europeos emitieron títulos egipcios por un valor nominal de 3,3 millones de libras esterlinas, pero los vendían al 83% de su valor nominal, por lo que Egipto recibía solamente 2,5 millones de libras, suma a la que se le debía descontar la comisión de los banqueros. El monto que debía reembolsar Egipto en treinta años se elevaba a cerca de 8 millones de libras teniendo en cuenta la amortización del capital y el pago del interés.

Se comprende fácilmente que ese crecimiento de la deuda y los tipos de interés exigidos eran insostenibles. Las condiciones financieras que fueron impuestas por los banqueros hacían imposible el reembolso. Por consiguiente, Egipto debía seguir endeudándose para ser capaz de continuar con los pagos de las deudas anteriores.

Dejemos la voz a Rosa Luxemburg, que enumera una impresionante serie de préstamos otorgados en términos abusivos para beneficio de los prestamistas:

«En 1863, un año antes de su muerte, Said Pasha1 contrató el primer préstamo con un valor nominal de 68 millones de marcos, pero que, después de deducir comisiones, descuentos, etc., se quedaron en 50 millones de marcos netos. Legó esta deuda a Ismail2, así como el Tratado de Suez que impuso a Egipto una contribución de 340 millones de marcos. En 1864, Ismaïl obtuvo un primer préstamo con un valor nominal de 114 millones con un 7% de tasa de interes y un valor real de 97 millones con un 8,25% de interés. Este préstamo se gastó en un año, 67 millones se utilizaron para compensar a la Compañía de Suez (…). En 1865, el Banco Anglo-Egipcio otorgó el primero de los llamados «préstamos Daira». La propiedad privada del Jedive se utilizó como garantía para este préstamo, que tenía un valor nominal de 68 millones al 9% de tasa de interes y un valor real de 50 millones a 12%. En 1866, Frühling y Göschen otorgaron un nuevo préstamo con un valor nominal de 60 millones y un valor real de 52 millones; en 1867, el Banco Otomano otorgó un préstamo con un valor nominal de 40 millones, con un valor real de 34 millones. La deuda pendiente ascendía entonces a 600 millones. Para consolidar parte de la misma, se contrató con el banco Oppenheim y Neffen un préstamo por valor de 238 millones al 4%, en realidad Ismail recibió solo 162 millones al 13,5%. Esta suma permitió organizar la gran celebración de la inauguración del Canal de Suez, que se celebró ante todas las personalidades del mundo de las finanzas, los tribunales y el medio mundo europeo. Una lujosa locura se desplegó en esta ocasión; además, se ofreció una nueva comisión de 20 millones al jefe turco, el sultán. En 1870, Bischoffshein y Goldschmidt otorgaron un préstamo por un valor nominal de 242 millones al 7%, y por un valor real de 100 millones al 13%. Luego, en 1872 y 1873, Oppenheim otorgó dos préstamos, uno, modesto, de 80 millones al 14%, y el otro muy importante, con un valor nominal de 640 millones al 8%; este último logró reducir a la mitad la deuda pendiente, pero como se utilizó para canjear letras de cambio que estaban en manos de los banqueros europeos, en realidad supuso solo 220 millones.

En 1874, se intentó un préstamo adicional de 1.000 millones de marcos a cambio de una renta anual del 9%; pero solo trajo 68 millones. Los valores egipcios se cotizaban un 54% por debajo de su valor nominal. En trece años, desde la muerte de Said Pasha, la deuda pública había pasado de 3.293.000 libras esterlinas a 94.110.000 libras esterlinas, es decir, aproximadamente 2 mil millones de marcos. La bancarrota estaba a la puerta.

Rosa Luxemburg afirma acertadamente que esta serie de préstamos aparentemente absurda produjo grandes dividendos para los banqueros:

A primera vista, estas operaciones financieras parecen ser el colmo del absurdo. Un préstamo expulsa al otro, el interés de los préstamos antiguos está cubierto por préstamos nuevos. Pagamos los enormes pedidos industriales realizados al capital inglés y francés con el dinero prestado por el capital inglés y francés.

Pero en realidad, aunque todo el mundo en Europa suspiró y lamentó la loca gestión de Ismail, el capital europeo obtuvo ganancias sin precedentes en Egipto, una nueva versión en aquel país de la parábola bíblica de las vacas gordas, única en la historia mundial del capital. Y, sobre todo, cada préstamo fue una ocasión de una operación usuraria en la que quedaron en manos de los banqueros europeos 1/5 e incluso 1/3 o más de la suma presuntamente prestada».

Luego muestra que es el pueblo egipcio, en particular la masa de las y los campesinos pobres, las y los fellahs, quienes pagan la deuda:

Sin embargo, estos beneficios usurarios debían pagarse de una forma u otra. ¿Dónde conseguir los medios? Egipto debía entregarlos, y la fuente era el fellah egipcio. Fue la economía campesina la que en última instancia suministró todos los elementos de las grandiosas empresas capitalistas. Proporcionó la tierra, ya que las llamadas propiedades del Jedive, adquiridas a expensas de las aldeas por saqueo y chantaje, habían tomado proporciones inmensas durante algún tiempo; fueron la base de los planes de canalización, las plantaciones de algodón y azúcar. La economía campesina también proporcionó una mano de obra gratuita, que además tuvo que cubrir sus propios costos de mantenimiento durante todo el período de su explotación. Los milagros técnicos creados por ingenieros europeos y máquinas europeas en el sector de la canalización, del transporte, la agricultura y la industria se lograron gracias al trabajo forzado de los campesinos. Enormes masas de campesinos trabajaron en la presa de Kalioub y el Canal de Suez, la construcción de ferrocarriles y diques, en plantaciones de algodón y en fábricas de azúcar; fueron explotados sin límites y pasaron de un trabajo a otro según las necesidades del momento. Aunque los límites técnicos del uso del trabajo forzoso para los fines del capital moderno se manifestaran en todo momento, esta insuficiencia era compensada por la dominación absoluta ejercida sobre la mano de obra: la cantidad de fuerza de trabajo, la duración de la explotación, las condiciones de vida y de trabajo de la mano de obra dependían completamente de la buena voluntad del capital.

Además, la economía campesina proporcionaba no solo la tierra y la mano de obra, sino también el dinero, a través del sistema tributario. Bajo la influencia de la economía capitalista, los impuestos extorsionados a los pequeños campesinos se hicieron cada vez más pesados. El impuesto a la propiedad de la tierra aumentó constantemente : a fines de la década de 1860, ascendía a 55 marcos por hectárea, mientras que las grandes propiedades solo pagaban 18 marcos por hectárea y la familia real no pagaba impuestos en sus inmensos dominios. A esto se añadían impuestos especiales, por ejemplo, aquellos destinados al mantenimiento de los trabajos de canalización que se usaban casi exclusivamente para las propiedades del virrey; ascendieron a 2,50 marcos por hectárea. El fellah debía pagar, por cada palmera datilera que poseía, un impuesto de 1,35 marcos, por la cabaña donde vivía, 75 peniques. Además, había un impuesto personal de 6,50 marcos que debía pagar cada individuo masculino mayor de diez años.

Cuanto más aumentaba la deuda con el capital europeo, más dinero tenía que ser extorsionado a la economía campesina. En 1869, todos los impuestos se incrementaron en un 10% y se recaudaron por adelantado para el año 1870. En 1870, los impuestos a la propiedad de la tierra se incrementaron en 10 marcos por hectárea. Las aldeas del Alto Egipto comenzaron a despoblarse, las chozas fueron demolidas, la tierra quedó en barbecho para evitar pagar impuestos. En 1876, el impuesto sobre las palmeras datileras se incrementó en 50 peniques. Pueblos enteros se dispusieron a derribar sus palmeras datileras lo que tuvo que ser impedido a tiros. Se dice que en 1879, 10,000 fellahs murieron de hambre al norte de Siut por falta de dinero para pagar el impuesto sobre el riego de sus campos y después de haber matado a su ganado para evitar pagar impuestos.

Rosa Luxemburg concluye esta parte escribiendo: «Ya se había sacado al fellah hasta la última gota de su sangre. El Estado egipcio había cumplido su función de recaudador de dinero al servicio del capital europeo; ya no había necesidad de él. El Jedive Ismail (Pasha) fue despedido. El capital ahora podría liquidar las operaciones».

Rosa Luxemburg muestra cómo el capital británico se apodera a precios de ganga de lo que aún pertenecía al Estado, y una vez hecho esto, cómo logra que el gobierno británico encuentre un pretexto para invadir Egipto militarmente y allí instalar su dominación que, recordemos, duró hasta 1952.

Rosa Luxemburg explica que:

Solo se esperaba un pretexto para el golpe final: fue proporcionado por la rebelión del ejército egipcio, hambreado por el control financiero europeo, mientras que los funcionarios europeos recibían enormes salarios, y por una revuelta de masas provocada en Alejandría que estaba desangrada. En 1882, el ejército inglés ocupó Egipto, para nunca abandonarlo. La sumisión del país fue la culminación de las grandiosas operaciones del capital en Egipto durante veinte años y la última etapa de la liquidación de la economía campesina egipcia por parte del capital europeo. Aquí nos damos cuenta de que la transacción aparentemente absurda entre el capital prestado por los bancos europeos y el capital industrial europeo se basó en una relación muy racional y muy saludable desde el punto de vista de la acumulación capitalista, aunque las compras egipcias fueran pagadas por el capital prestado y los intereses de un préstamo fueran cubiertos por el capital de otro préstamo. Si se hace abstracción de todos los niveles intermedios que ocultan la realidad, podemos reducir esta relación al hecho de que la economía egipcia fue absorbida en gran medida por el capital europeo. Enormes extensiones de tierra, fuerzas laborales considerables y una gran cantidad de productos transferidos al Estado en forma de impuestos, se transformaron en último término en acumulación de capital europeo.

Como escribí en el Sistema Deuda sobre Egipto (http://www.cadtm.org/La-deuda-como-instrumento-para-la): «Será necesario el derrocamiento de la monarquía egipcia en 1952 por jóvenes militares progresistas dirigidos por Gamal Abdel Nasser y la nacionalización del canal de Suez el 26 de julio de 1956 para que, durante una quincena de años, Egipto intente nuevamente un desarrollo parcialmente autónomo».

Conclusión: El análisis de Rosa Luxemburg sobre el papel de los préstamos internacionales como mecanismo para explotar a los pueblos y como instrumento de subyugación de los países periféricos a los intereses de las potencias capitalistas dominantes es de una gran actualidad en el siglo XXI. Básicamente, los mecanismos que Rosa Luxemburg puso al descubierto continúan funcionando hoy en formas que deben analizarse con rigor y que deben combatirse.

Me gustaría señalar que fue una invitación para participar en septiembre de 2019 en una conferencia en Moscú sobre Rosa Luxemburg la que me dio la oportunidad de volver a estudiar su trabajo y preparar el material que se encuentra en este artículo. La conferencia estaba organizada por jóvenes profesores universitarios completamente independientes del gobierno y contó con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburg.

Eric Toussaint

11 de febrero de 2020

Traducido por Alberto Nadal.

  1. Said Pacha, nacido en 1822 y muerto en 1863, fue el soberano (Jedive) de Egipto de 1854 a 1863.
  2. Ismail Pacha, nacido en 1830 y muerto en 1895, fue el soberano de Egipto del 18 de enero de 1863 al 8 de agosto de 1879.

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