Cuba. Miguel Díaz-Canel: Mar­tí con­mi­go, con nosotros

Miguel Díaz-Canel Ber­mú­dez /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​25 de febre­ro de 2020

He leí­do con pla­cer dece­nas de men­sa­jes escri­tos en el sitio de la Pre­si­den­cia, a pro­pó­si­to de la con­vo­ca­to­ria de enero para ren­dir jus­to home­na­je al más uni­ver­sal de los cuba­nos. Algu­nos son tan her­mo­sos que dan ganas de repro­du­cir­los como grafitis.

Aun­que sólo escri­ben nom­bres o seu­dó­ni­mos, no ofi­cios ni eda­des, es muy recon­for­tan­te adver­tir que, ade­más de nume­ro­sos mar­tia­nos cono­ci­dos, son mayo­ría los edu­ca­do­res y los jóve­nes intere­sa­dos en hacer públi­cos sus sen­ti­mien­tos hacia Mar­tí.

Ela, maes­tra de círcu­los, ha escri­to que se emo­cio­nó mucho cuan­do les habló sobre Mar­tí a niños de 5to año de vida, por­que en ese momen­to ellos, espon­tá­nea­men­te, corrie­ron a abra­zar y besar el bus­to jun­to al que ponen flo­res cada mañana.

Enri­que, joven pro­fe­sio­nal, cuen­ta orgu­llo­so que, sien­do niño, repre­sen­tó al Após­tol en una para­da mar­tia­na en su pue­blo natal, Pla­ce­tas y que al gra­duar­se de la Uni­ver­si­dad subió la ban­de­ra cuba­na has­ta el Pico Tur­quino sólo para ren­dir­le homenaje.

Como afir­ma Yama­ris Pedra­za “todo cubano tie­ne un Mar­tí den­tro, todos hemos leí­do e inter­pre­ta­do sus obras, pensamientos”.

¡Y cómo hay pen­sa­mien­tos de Mar­tí ilu­mi­nán­do­nos! Ten­go ami­gos memo­rio­sos que lo citan cons­tan­te­men­te para pro­bar que habló de todo, que tocó todos los asun­tos y que en sus escri­tos pode­mos encon­trar res­pues­tas a las pre­gun­tas más difí­ci­les. Nues­tras escue­las podrían orga­ni­zar con­cur­sos para encon­trar sen­ten­cias mar­tia­nas úti­les al cre­ci­mien­to humano. Verán qué manan­tial de valo­res éti­cos los inundan.

Pedro Pablo Rodrí­guez, direc­tor de la edi­ción crí­ti­ca de sus Obras Com­ple­tas, le escu­ché una vez que aquel hom­bre que sólo vivió 42 años, dejó un lega­do real­men­te infi­ni­to. De for­ma tan fre­cuen­te y cons­tan­te apa­re­cen nove­da­des rela­cio­na­das con Mar­tí, que su tra­ba­jo pare­ce que no ter­mi­na­rá nunca.

Esa obra y la que ha gene­ra­do su estu­dio en Cuba y por todo el mun­do, anda ya por las redes socia­les, don­de hay mucha­chos que lo com­par­ten y entien­den, al fin, que hay mucho Mar­tí por cono­cer deba­jo de la pro­sa y el ver­so que los fas­ci­nan. Des­cu­bren emo­cio­na­dos que no es un hom­bre del siglo pasa­do sino de todos los siglos.

¿Pero eso es de Mar­tí? pre­gun­tan muchos, asom­bra­dos de la extra­or­di­na­ria vigen­cia de sus afir­ma­cio­nes y de la uni­ver­sa­li­dad de los asun­tos que abordó.

Cuan­do los más nue­vos –sean niños o jóve­nes- des­cu­bren que el hom­bre de la Edad de Oro escri­bió tam­bién cosas tre­men­das para adul­tos sobre el orden uni­ver­sal y los peli­gros que toda­vía nos ace­chan, ya les resul­ta impo­si­ble des­pren­der­se de la nece­si­dad de bus­car­lo. Si lo encuen­tran y entran en sus esen­cias, ya nada podrá sepa­rar­los del encan­to de su pala­bra. Y se vuel­ven invencibles.

Pero, como decía el pro­pio Mar­tí en el mani­fies­to del Par­ti­do Revo­lu­cio­na­rio Cubano (PRC) a Cuba: “La patria es sagra­da, y los que la aman sin inte­rés ni can­san­cio, le deben toda la verdad”.

No quie­ro ni pue­do exa­ge­rar. Aún no está Mar­tí como qui­sié­ra­mos y como hace fal­ta que esté, para ter­mi­nar de bor­dar el alma de nues­tros hijos y de los hijos de nues­tros hijos. Segui­mos y segui­re­mos nece­si­tan­do a Mar­tí, siem­pre. Y es nues­tra res­pon­sa­bi­li­dad ense­ñar­lo, sabia y amo­ro­sa­men­te, como sólo los bue­nos padres y los bue­nos maes­tros saben hacer.

Un gol­pe sali­do de las entra­ñas del odio nos sacu­dió hace poco la con­cien­cia en rela­ción con la per­ni­cio­sa ruti­na que nos hizo olvi­dar el cui­da­do de los bus­tos mar­tia­nos. No la pie­za mate­rial que nos acom­pa­ña des­de la niñez, sino su inte­gri­dad, el sím­bo­lo que encierra.

Los hechos pos­te­rio­res vinie­ron a pro­bar cuán­to sig­ni­fi­ca estar jun­to a Mar­tí, en el ban­do de los que aman y fun­dan. O con­tra Mar­tí, en el ban­do de los que odian y destruyen.

Hoy es 24 de febre­ro. Han pasa­do 125 años del ini­cio de la más noble de las gue­rras. La que orga­ni­zó y diri­gió Mar­tí, defi­nién­do­la como “gue­rra ente­ra y huma­ni­ta­ria, en que se une aún más el pue­blo de Cuba, inven­ci­ble e indivisible”.

Está escri­to en el Mani­fies­to de Mon­te­cris­ti, don­de él y Gómez invo­ca­ron “como guía y ayu­da de nues­tro pue­blo, mag­ná­ni­mos fun­da­do­res, cuya labor renue­va el país agra­de­ci­do, y al honor, que ha de impe­dir a los cuba­nos, herir de pala­bra o de obra, a los que mue­ren por ellos”.

Fue el 25 de mar­zo de 1895, en vís­pe­ras del lar­go via­je que los trae­ría a la Patria, don­de ya com­ba­tían por la inde­pen­den­cia los patrio­tas vete­ra­nos y los pinos nue­vos que sólo Mar­tí pudo levan­tar y jun­tar con su des­co­mu­nal fe “en el mejo­ra­mien­to humano y en la uti­li­dad de la vir­tud”. Esa fe sos­tie­ne nues­tra legen­da­ria resis­ten­cia. Cui­dé­mos­la todos, aden­trán­do­nos en Martí.

Cuba Deba­te*

Itu­rria /​Fuen­te

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