A pesar de la recuperación de finales de mes, agosto terminó con fuertes caídas de las principales bolsas del mundo. Los principales rojos: Wall Street (Dow) 6,57%; Londres 6,7; Frankfurt 9,3%; Tokio 8,23%; París 8,45%; Brasil 8,33%; Hong Kong 12%; y Shanghai 13%. Ayer, 1º de septiembre, las bolsas volvieron a experimentar bajas generalizadas. El detonante esta vez fueron nuevos informes sobre la industria en China; el índice de Gerentes de Compra oficial cerró agosto en 49,7, por debajo del nivel del mes anterior de 50, que marca la divisoria entre expansión y contracción. Es el segundo mes consecutivo de baja, e indicativo de que los problemas de China son más graves que un mero ajuste pasajero. En respuesta, Wall Street cayó 2,84%; Londres un 3%; Frankfurt el 2,38%; Tokio 3,84%; Shanghai 1,23%. Los futuros de petróleo en Nueva York cayeron 7,7%. Los tres días previos el precio del petróleo había subido 27%, en la creencia de que la OPEP estaría dispuesta a “conversar precios justos”. Pero las noticias de China y la admisión de que hay altos stocks, volvieron los precios a la realidad. Las presiones bajistas en los mercados de materias primas continúan (Aclaración: subo una nota más larga de lo habitual para presentar el panorama de conjunto).
La situación en China
China hoy está sumida en una crisis de sobreinversión, y esto tiene repercusiones globales (aquí y notas anteriores). Tengamos presente que el gigante asiático fue clave para que la caída de la economía mundial de 2008 – 2009 no se agravara; su economía, medida con tipo de cambio a paridad de poder de compra, representa el 15% del producto mundial. Y en 2009 China creció el 9,2%, en 2010 el 10,3% y en 2011 el 7,8%. Aunque posiblemente el crecimiento real haya sido menor, en cualquier caso fue notable, y contribuyó a atenuar los efectos de la crisis. En 2013 China consumía aproximadamente la mitad de la producción mundial de mineral de hierro, aluminio, níquel, cobre y zinc. Por eso fue decisiva para sostener la demanda y los precios de las materias primas, y con ello las economías de países productores.
Los motores de ese desempeño de la economía de China fueron la inversión, principalmente en la construcción, y el crédito. Pero se trató de un crecimiento extremadamente desigual: la construcción llegó a representar, en los últimos años, un cuarto del PBI (que es de 10 billones de dólares). Es una proporción más alta que la que había en EEUU en vísperas de la crisis inmobiliaria de 2007.
Para entender la dinámica global, es necesario recordar las raíces del problema. Como señala Marx en El Capital, la acumulación –acicateada por la competencia- da lugar al aumento incesante de la producción. Con ello también tiende a aumentar la inversión de capital por obrero, lo que ejerce una presión bajista sobre la tasa de rentabilidad. “Con el desarrollo del proceso que se expresa en la baja de la tasa de ganancia, la masa de plusvalor así producido aumenta hasta proporciones monstruosas” (p. 313, t. 3, Siglo XXI; una discusión detallada sobre la ley de la tendencia decreciente de la ganancia, aquí). Múltiples datos mostrarían que en China la fuerte acumulación ha provocado una caída progresiva de la rentabilidad de las empresas (ver aquí; gráfico aquí).
Pero entonces viene “el segundo acto del proceso”, ya que debe venderse toda la masa de mercancías. “Si ello no ocurre, o solo sucede en forma parcial o a precios inferiores a los precios de producción, el obrero habrá sido explotado ciertamente, pero su explotación no se realizará en cuanto tal para el capitalista…” (Marx, ídem). Es que las condiciones de explotación directa y de su realización (o sea, de su venta) “no son idénticas”. ¿Por qué? Pues porque mientras la producción está limitada solo por la fuerza productiva, la venta está limitada “por la proporcionalidad entre los diversos ramos de la producción y por la capacidad de consumo de la sociedad” (ídem). Una capacidad de consumo determinada sobre la base de relaciones antagónicas, de explotación. Por otra parte, las proporciones entre las ramas de la producción se establecen mediante constantes desproporciones, que llevan a desvalorizaciones masivas de capital.
Este es el marco teórico en el que se puede explicar la situación actual en China. Como señalamos en las notas anteriores citadas, la sobreinversión se plasmó en ciudades fantasmas y grandes inversiones improductivas. No es que haya demasiadas viviendas “en general”, sino demasiadas viviendas para un poder de compra condicionado por relaciones de explotación, y por el crecimiento extremadamente desigual de la rama. Por otra parte, la sobreinversión se extendió a las industrias, y generó sobrecapacidad, que dio lugar a caída de la rentabilidad de las empresas, guerras de precios y presiones deflacionarias crecientes.