¿Qué pode­mos espe­rar las muje­res colom­bia­nas del pro­ce­so de paz?

Las muje­res somos más de la mitad de la pobla­ción. Aun­que somos mayo­ría y tene­mos un enor­me poten­cial, tam­bién somos quie­nes más sufri­mos las con­se­cuen­cias de la dis­cri­mi­na­ción y la des­igual­dad. Vivi­mos y sopor­ta­mos el dolor de la gue­rra: cada muer­to, cada pre­so es nues­tro hijo o el vecino que va al com­ba­te; los pari­mos noso­tras las que somos madres. No impor­ta en qué ban­do esté el que cae ni si el argu­men­to sea defen­der a la pro­pie­dad pri­va­da de una eli­te que se enri­que­ce, ni si la baja es de la sub­ver­sión que lucha por la libe­ra­ción de la opre­sión bur­gue­sa, ellos son hijos e hijas, parien­tes, amis­ta­des de quie­nes habi­ta­mos este país. Todo lo que afec­ta al con­jun­to nos afec­ta enor­me­men­te a noso­tras. La paz debe hacer­se a la medi­da de la socie­dad toda.

Ni qué decir de los sufri­mien­tos por la mise­ria, ni por los sue­ños frus­tra­dos cau­sa­dos por las polí­ti­cas o por las ideo­lo­gías de explo­ta­ción que some­ten a las mayo­rías, eje­cu­ta­das por quie­nes gobier­nan y se apol­tro­nan en el poder. Jus­ti­fi­can la gue­rra y la impo­nen, for­zan­do cri­te­rios acu­ña­dos supues­ta­men­te en defen­sa de la demo­cra­cia, que es la demo­cra­cia para los mis­mos que dis­fru­tan de las mie­les del poder, los mis­mos que nos han lle­va­do a esta horren­da diás­po­ra social, de vio­len­cia ofi­cial que aca­bó con la fami­lia, con la con­fian­za en el vecino y con el ami­go, que nos judi­cia­li­zó en cada paso de la vida que antes com­par­tía­mos y nos con­mi­nó a un labe­rin­to de des­con­fian­za del que no hemos encon­tra­do sali­da en más de 60 años.

b_630_354_16777215_00_images_otros_Mujeres_del_norte_del_cauca_movilizacin.jpgSomos las muje­res una par­te tras­cen­den­tal de la vida, de la fami­lia y de la socie­dad; todas las ale­grías, las tris­te­zas y las frus­tra­cio­nes que ten­gan nues­tra des­cen­den­cia y fami­lia­res cer­ca­nos son par­te de nues­tra exis­ten­cia, y tene­mos que luchar por los cam­bios posi­ti­vos que requie­re la sociedad.

Los obs­tácu­los no son la razón para renun­ciar, inde­pen­dien­te de todos los desa­zo­nes: vio­len­cia, des­igual­dad, some­ti­mien­to y dis­cri­mi­na­ción, aún tene­mos muchas inquie­tu­des, aspi­ra­cio­nes, sue­ños, deseos de pro­gre­so que per­sis­te en nues­tro ser y nos impul­sa en la bús­que­da de un futu­ro mejor.

Al escu­char las opi­nio­nes diver­sas de las muje­res víc­ti­mas del con­flic­to, no nos que­da la menor duda que es la inequi­dad exis­ten­te, una de las razo­nes con­tra las cua­les hay que luchar. Los ejem­plos expues­tos son bas­tan­te dicien­tes y nos mues­tran la impe­rio­sa nece­si­dad de hacer que las cosas cam­bien por el bien de todos y todas. Y es por ello que nues­tro pue­blo, la gen­te que nos apo­ya, que con­si­de­ra vigen­te nues­tra lucha, con­fía en que jun­tos logra­re­mos los cam­bios con jus­ti­cia social.

Son amplia­men­te cono­ci­das las difí­ci­les con­di­cio­nes en las que tie­ne que batir­se nues­tro pue­blo, pero espe­cial­men­te la mujer para sobre­vi­vir, con­se­guir el sus­ten­to y for­jar su futu­ro, nada o muy poco ha cam­bia­do. Las muje­res cabe­za de fami­lia madru­gan más que nadie para dejar orga­ni­za­da la comi­da, asea­do el hogar, des­pa­cha­dos los hijos, espo­so o a los tra­ba­ja­do­res si se tie­nen; en con­di­cio­nes muy difí­ci­les van a rea­li­zar las fae­nas dia­rias y al regre­sar a casa no des­can­san, con­ti­núan con las acti­vi­da­des que las con­vier­ten en el «ama»: coci­nar, lavar, coser, plan­char, sem­brar la huer­ta y aten­der su familia.

Otra situa­ción de nues­tra reali­dad es que en muchas regio­nes la tenen­cia de la tie­rra corres­pon­de al hom­bre, por ello si él falle­ce o se va, la mujer que­da des­am­pa­ra­da y todo el esfuer­zo y tra­ba­jo que ha inver­ti­do; lo pier­de. Si deben emplear­se en cual­quier tipo de acti­vi­dad labo­ral, sus suel­dos siem­pre serán los más bajos a pesar de rea­li­zar la mis­ma acti­vi­dad que ellos. Las medi­das que se han toma­do en muchas par­tes para mejo­rar la situa­ción, se han que­da­do en los apun­tes de los legis­la­do­res, pero en la vida dia­ria no se apli­ca, su tra­ba­jo no se remu­ne­ra equi­ta­ti­va­men­te, las des­pi­den por­que se emba­ra­zan y se vio­lan los dere­chos a licen­cias pre­na­ta­les y post natales.

Se nos dice que somos sen­si­bles, cor­dia­les, apren­si­vas, ansio­sas, que somos las dado­ras de vida, esa es una par­ti­cu­la­ri­dad muy gra­ta que nos iden­ti­fi­ca como muje­res, pero no nos ale­ja de la reali­dad en que vivi­mos y en la que for­ja­mos nues­tros sue­ños. Nada se nos ha dado sin esfuer­zo, nos ha toca­do luchar para con­quis­tar­lo y nos toca seguir luchan­do; por eso para noso­tras lo impor­tan­te es la paz con jus­ti­cia social con reco­no­ci­mien­to eco­nó­mi­co, polí­ti­co y social con igual­dad de dere­chos y oportunidades.

Solo en la medi­da en que luche­mos jun­tos, todos y todas, y una­mos nues­tros intere­ses con los de toda la pobla­ción colom­bia­na, sumán­do­nos cada hom­bre y cada mujer, el pue­blo en gene­ral, cons­trui­re­mos con la fuer­za y la sabi­du­ría la Nue­va Colom­bia que anhe­la­mos, por­que la patria que que­re­mos cons­truir será la de todas y todos.

El hecho de silen­ciar los fusi­les, por sí solo no resuel­ve las gran­des dife­ren­cias exis­ten­tes en una socie­dad como la nues­tra. La prin­ci­pal garan­tía es lograr un nue­vo cli­ma de con­vi­ven­cias ciu­da­da­nas con­cer­ta­das con la socie­dad, de paz con jus­ti­cia social, o sea pro­fun­di­zan­do la lucha con­tra la des­igual­dad, inequi­dad y mise­ria. Crea­da esa situa­ción, la mujer podría jun­to al cam­pe­si­na­do, estu­dian­ta­do, cla­se obre­ra y demás sec­to­res pro­duc­ti­vos de la socie­dad, ir alcan­zan­do nue­vos esta­dios de desa­rro­llo en una Colom­bia que avan­za hacía la armo­nía e inte­gra­ción social de un país que bus­ca alcan­zar la paz.

La socie­dad en su con­jun­to se vería favo­re­ci­da con la imple­men­ta­ción y cum­pli­mien­to de los acuer­dos sus­cri­tos en La Haba­na, que son las rei­vin­di­ca­cio­nes de los más nece­si­ta­dos y la posi­bi­li­dad que se pro­vea a toda la socie­dad de las herra­mien­tas de desa­rro­llo y tec­no­lo­gía para ser un país pujan­te, cuyos bene­fi­cios sean para el pue­blo y se logre espan­tar la terri­ble inequi­dad e injus­ti­cia que ha sido y sigue sien­do la base de la lucha popular.

Un país cuyos habi­tan­tes ten­gan ple­nos dere­chos, opor­tu­ni­da­des y bene­fi­cios en todos los ámbi­tos: edu­ca­ción, vivien­da, salud, ali­men­ta­ción, tie­rras, tra­ba­jo, equi­dad, remu­ne­ra­ción y el dere­cho a vivir, ese es y segui­rá sien­do el sue­ño de paz de la mujer colombiana.

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