Deses­ca­lar el con­flic­to, una cir­cuns­tan­cia que depen­de del Gobierno- Jesús Santrich

Des­de el ini­cio de los diá­lo­gos de paz, las FARC-EP han insis­ti­do en la nece­si­dad de pac­tar un cese bila­te­ral de fue­gos y hos­ti­li­da­des, a fin de gene­rar el mejor ambien­te de con­fian­za y amai­nar los dolo­res de la gue­rra que sufre el con­jun­to de la pobla­ción. Sien­do con­se­cuen­tes con esta pos­tu­ra, de mane­ra uni­la­te­ral se han decla­ra­do ceses de fue­go y hos­ti­li­da­des por cua­tro oca­sio­nes, sin siquie­ra haber obser­va­do en el gobierno una acti­tud de reco­no­ci­mien­to, mucho menos de reci­pro­ci­dad; más bien se ha obte­ni­do la des­ca­li­fi­ca­ción de altos fun­cio­na­rios de Esta­do, inclu­yen­do al par­lan­chín Minis­tro de Defen­sa Juan Car­los Pin­zón y a varios man­dos militares.

No obs­tan­te, en con­so­nan­cia con el cla­mor nacio­nal de recon­ci­lia­ción, nues­tra dis­po­si­ción de pac­tar pron­to un armis­ti­cio está más pre­sen­te que nun­ca, pero exis­tien­do el infor­tu­nio de que el gobierno insis­te en su deter­mi­na­ción absur­da y ter­ca de ade­lan­tar las con­ver­sa­cio­nes en medio de los com­ba­tes. Múl­ti­ples y enfá­ti­cas son las decla­ra­cio­nes públi­cas y pri­va­das que el Pre­si­den­te, sus minis­tros y mili­ta­res han rea­li­za­do en este sen­ti­do, agre­gan­do ade­más ame­na­zas de muer­te con­tra la diri­gen­cia insur­gen­te y órde­nes fero­ces de arre­ciar los ata­ques. Ese sí pare­ce ser para San­tos “el mejor de los mun­dos”, pero sin que se afec­te a sus tropas.

Tal locu­ra, pocas o nin­gu­na crí­ti­ca reci­be de quie­nes coti­dia­na­men­te juz­gan a las FARC- EP por los gol­pes que con sus modes­tas fuer­zas logran ases­tar con­tra legí­ti­mos obje­ti­vos mili­ta­res res­pon­dien­do a la ofen­si­va gubernamental.

El hecho de que la gue­rra pro­du­ce bajas huma­nas, pri­sio­ne­ros y daños mate­ria­les, nadie lo pue­de ocul­tar. Y todo aquel que tie­ne sen­ti­do común no deja de preo­cu­par­se y lamen­tar tal reali­dad; pero así es la gue­rra y por eso tene­mos que encon­trar una sali­da polí­ti­ca para resol­ver las cau­sas que la han pues­to en esce­na y que tie­nen que ver con la implan­ta­ción de la injus­ti­cia, la mise­ria, la des­igual­dad y la nega­ción de la demo­cra­cia por par­te de una éli­te de ricos que esta­ble­ció un sis­te­ma plu­to­crá­ti­co infa­me con­tra las mayo­rías en Colombia.

Un paso de con­ve­nien­cia nacio­nal para tran­si­tar hacia La Paz es el de fir­mar un armis­ti­cio, enton­ces ¿por qué no con­cre­tar­lo?, ¿cuán­tas muer­tes y penas nos esta­ría­mos evi­tan­do? ¿O por qué no con­ve­nir al menos algu­nas medi­das de regu­la­ción y de huma­ni­za­ción del con­flic­to, que per­mi­tan solu­cio­nes rápi­das a casos de pri­sio­ne­ros, o aten­ción ade­cua­da a varios de los nues­tros que están en cár­ce­les del régi­men en lamen­ta­bles con­di­cio­nes de salud y de haci­na­mien­to? Mucho se pue­de hacer dis­po­nien­do de volun­tad polí­ti­ca y buen jui­cio. Pero ese argu­men­to tor­pe de no dar­le via­bi­li­dad al cese de fue­gos por­que hacer­lo le ser­vi­ría a la gue­rri­lla para for­ta­le­cer­se; esa y las demás ton­te­rías que ha dicho San­tos recien­te­men­te en San­ta Mar­ta para jus­ti­fi­car su nega­ti­va a la tre­gua, son sim­ples excu­sa para man­te­ner la con­fron­ta­ción sólo en bus­ca de com­pla­cer a los sec­to­res mili­ta­ris­tas que se lucran del nego­cio de la gue­rra. Por ello, si así están las cosas, ni el gobierno ni nadie debe cues­tio­nar a la gue­rri­lla cuan­do cap­tu­ra a mili­ta­res en los tea­tros de ope­ra­cio­nes, más cuan­do es sabi­do que sobre nues­tros cam­pa­men­tos coti­dia­na­men­te llue­ven bom­bas y se des­plie­gan des­pro­por­cio­na­dos ope­ra­ti­vos de ani­qui­la­mien­to. ¿O se pre­ten­de aca­so que esta sea una gue­rra sui gene­ris, en la que una sola de las par­tes pue­de ata­car, matar y cap­tu­rar a los inte­gran­tes de la otra, mien­tras para esta el papel es el de sopor­tar con estoi­cis­mo la des­truc­ción y la muerte?

No, no se debe pen­sar y hablar con tan­to des­ca­ro. No se pue­de admi­tir tam­po­co que la gran pren­sa diga que los mili­ta­res que cap­tu­ra­mos son secues­tra­dos, o que las bajas que hace­mos al ejér­ci­to o a la poli­cía son ase­si­na­dos. ¿Aca­so tam­bién son secues­tra­dos nues­tras gue­rri­lle­ras y gue­rri­lle­ros que están en pri­sión sopor­tan­do todo tipo de vejá­me­nes?; ¿y de nues­tros muer­tos qué decir, qué son ellos…, aca­so sim­ples cifras de esta­dís­ti­cas sin dolientes?

Si el gobierno insis­te en man­te­ner la con­fron­ta­ción, tal como lo ha reite­ra­do el Pre­si­den­te San­tos, inclu­so en momen­tos en que de par­te de las FARC se hacen esfuer­zos por dejar en liber­tad a varios mili­ta­res aún en medio de bom­bar­deos y amplio des­plie­gue de tro­pas, enton­ces no debe que­jar­se él ni sus fun­cio­na­rios, ni los gurú de la maqui­na­ria mediá­ti­ca que en mayo­ría de veces actúa como mul­ti­pli­ca­do­res y defen­so­res ofi­cio­sos de las cri­mi­na­les polí­ti­cas de Estado.

Den­tro del com­pro­mi­so de alcan­zar La Paz, es un ges­to de bue­na volun­tad el pro­ce­so de libe­ra­ción de los pri­sio­ne­ros de gue­rra Cabo Jor­ge Rodrí­guez, Sol­da­dos Cesar Rive­ra y Jonathan Díaz, del Gene­ral Rubén Darío Alza­te y de su acom­pa­ñan­te la seño­ra Glo­ria Urre­go. Y este ges­to no debe ser vis­to como el pro­duc­to de nin­gún tipo de pre­sión; se tra­ta de una deter­mi­na­ción sobe­ra­na que obe­de­ce al cla­mor de recon­ci­lia­ción de los colom­bia­nos y no a la des­ati­na­da idea de sus­pen­der el diá­lo­go que tuvie­ron San­tos y sus «genia­les» ase­so­res, con­tra­rian­do lo que esti­pu­la el Acuer­do Gene­ral de la Haba­na en cuan­to a que las con­ver­sa­cio­nes se hacen en medio de la con­fron­ta­ción y que lo que ocu­rra en Colom­bia no tie­ne por qué afec­tar la mesa.

Pero bien, de cual­quie­ra mane­ra nues­tra voca­ción de diá­lo­go está por enci­ma de las incon­se­cuen­cia del gobierno, y por enci­ma de su fan­fa­rro­ne­ría. Las con­ver­sa­cio­nes deben seguir y oja­lá de mejor mane­ra, por eso com­par­ti­mos con el lla­ma­do que des­de San­ta Mar­ta hace Hum­ber­to de la Calle, jefe del equi­po de paz de San­tos, cuan­do plan­tea la nece­si­dad de deses­ca­lar el con­flic­to colom­biano. Cree­mos cómo él, que es momen­to de tomar deci­sio­nes, que hacen fal­ta prue­bas con­cre­tas, mues­tras reales de paz, ges­tos…, y que tene­mos que mover­nos en esa direc­ción. Pero pen­sa­mos que todo esto, aho­ra es más deber del gobierno que de las FARC-EP, y que la mejor y más efec­ti­va señal de avan­ce sería sin duda, que pac­te­mos el armis­ti­cio, el cese bila­te­ral de fue­gos y hos­ti­li­da­des, tal como lo recla­man las mayo­rías en nues­tro país.

Jesús San­trich es coman­dan­te de las FARC-EP y miem­bro de la Dele­ga­ción de Paz en La Habana.

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