«Hay miles de rela­tos sobre trai­do­res de la izquier­da y pocos sobre quie­nes per­se­ve­ran en la lucha». Entre­vis­ta a Belen Gopegi

Belén Gope­gui (Madrid, 1963) no es muy dada a las apro­xi­ma­cio­nes. Su voz, tan­to la lite­ra­ria como la que atien­de algo lacó­ni­ca a la pren­sa, esco­ge las pala­bras con exac­ti­tud, huyen­do de ambi­güe­da­des que le pue­dan ale­jar de la reali­dad. Una reali­dad a la que plan­ta cara a tra­vés de sus tex­tos, como en El comi­té de la noche (Ram­don Hou­se), su últi­ma obra, en la que con la luci­dez que le carac­te­ri­za refle­xio­na sobre el idea­lis­mo y la resistencia.
En el libro se per­ci­be un cier­to anhe­lo de unión, la nece­si­dad de per­te­ne­cer a algo en tiem­pos difíciles.
En el pro­pio títu­lo, El comi­té de la noche, inten­to refle­jar dos cues­tio­nes; por una par­te comi­té en el sen­ti­do de orga­ni­za­ción, de lucha orga­ni­za­da, pero al mis­mo tiem­po de la noche, en el sen­ti­do de que tam­bién hay una zona de azar y de que es com­pli­ca­do, a veces, tra­ba­jar en común. Por últi­mo, la noche alber­ga las res­pues­tas que desconocemos.
Los per­so­na­jes hacen hin­ca­pié, en cier­tos pasa­jes, en la nece­si­dad de una unión de luchas des­de la izquierda
Sí, cla­ro, pero más que una cues­tión de siglas mi inten­ción era colo­car­me antes de esa hipo­té­ti­ca con­ver­gen­cia, creo que no se tra­ta tan­to de una unión elec­to­ral, sino de una unión para tra­ba­jar en común, para enfren­tar­se a la dure­za de la situación.
Rei­vin­di­ca la red como for­ma de per­te­nen­cia y com­pro­mi­so, pero sin renun­ciar a una mili­tan­cia presencial
Sí, a veces se tien­de direc­ta­men­te a des­con­si­de­rar la red como si fue­ra algo que ocu­rre en otro espa­cio, el espa­cio vir­tual. Yo creo que hay una con­ti­nui­dad, no hay un sal­to cua­li­ta­ti­vo entre la red y lo que hace­mos. Des­de mi pun­to de vis­ta ha de haber una rela­ción de ida y vuel­ta; de la red a los cuer­pos, de la red a la calle y de los cuer­pos a la red.
Con­fron­ta en la nove­la el idea­lis­mo con la resig­na­ción. Un idea­lis­mo que tra­ta de sobre­vi­vir fren­te a las con­tra­dic­cio­nes de lo cotidiano
Idea­lis­mo es una pala­bra que tie­ne en cier­tas oca­sio­nes con­no­ta­cio­nes muy nega­ti­vas, como si fue­ra lo con­tra­rio al rea­lis­mo. Para mí, el tér­mino con­ser­va tam­bién el sen­ti­do de luchar por un ideal, es decir, no limi­tar­te a lo que hay y avan­zar. Esto no sig­ni­fi­ca que seas una per­so­na inge­nua, ni que sien­tas deseos de no ver lo que tie­nes delan­te, sino que pien­sas que lo que tie­nes delan­te no es suficiente.
Todos y todas cono­ce­mos muchas per­so­nas que se han man­te­ni­do luchan­do y, sin embar­go, en los medios y en los rela­tos domi­nan­tes la des­pro­por­ción entre éstas y quie­nes han trai­cio­na­do, aban­do­na­do o se han can­sa­do es inmen­sa, hay miles de rela­tos sobre trai­do­res de la izquier­da y muy pocos sobre las per­so­nas que perseveran.
La san­gre como lími­te. El mer­ca­deo de plas­ma por par­te del capi­ta­lis­mo, bata­lla a la que no pode­mos renun­ciar, te sir­ve tam­bién para refle­xio­nar sobre la lucha simbólica
Sí, de hecho al cen­trar­me en la san­gre lo que que­ría era tomar algo que aun­que tie­ne un com­po­nen­te sim­bó­li­co, fue­ra tan real como es el flui­do que nos cons­ti­tu­ye y que es el cen­tro de la vida, con­tar que las luchas sim­bó­li­cas cobran sen­ti­do cuan­do incor­po­ran la materia.
Todos los per­so­na­jes, inclu­so aque­llos que repre­sen­tan los intere­ses más espu­rios, apa­re­cen tam­bién some­ti­dos al capi­tal, víc­ti­mas del ‘sál­ve­se quien pue­da’ actual.
Este es un tema que me intere­sa mucho por­que a veces en los dis­cur­sos polí­ti­cos pare­ce que todo depen­die­ra de la moral indi­vi­dual. Si esta­mos reco­no­cien­do que no somos per­so­nas ais­la­das, que per­te­ne­ce­mos a una comu­ni­dad, ten­dre­mos que cam­biar las reglas para que nos per­mi­tan ser mejo­res, por­que si todas las reglas con­du­cen a la corrup­ción —y con esto no quie­ro decir que quien se corrom­pe no ten­ga res­pon­sa­bi­li­dad — , más que exi­gir pure­za moral a todo el mun­do lo que debe­mos hacer es cam­biar las reglas del sis­te­ma. Los per­so­na­jes que en esta nove­la repre­sen­tan los intere­ses menos favo­ra­bles al bien común no es que sean indi­vi­duos sico­pá­ti­cos a los que les encan­ta hacer el mal, sino que están meti­dos en un entra­ma­do. De hecho, las per­so­nas que inten­tan salir de ahí tie­nen que hacer un esfuer­zo supe­rior, esfuer­zo que no siem­pre se pue­de exi­gir que se haga en solitario.
El capi­ta­lis­mo pare­ce haber reba­sa­do todos los lími­tes. Hace hin­ca­pié en la nove­la en la nece­si­dad de con­te­ner esa bre­cha, se abrió la veda tras la caí­da del muro del Ber­lín, como apun­ta uno de los per­so­na­jes, y pare­ce no haber toca­do fon­do. ¿Cómo con­tra­rres­tar esta situación?
Hay dife­ren­tes luchas que venían por dis­tin­tos cami­nos; el femi­nis­mo, la eco­lo­gía o la lucha polí­ti­ca revo­lu­cio­na­ria, duran­te mucho tiem­po se decía que estos cami­nos ser­vían para divi­dir y, sin embar­go, han aca­ba­do con­ver­gien­do por­que al final cho­can con­tra la mis­ma reali­dad: no hay for­ma de fre­nar al capi­ta­lis­mo. Por ejem­plo, la preo­cu­pa­ción eco­lo­gis­ta por la con­ta­mi­na­ción ais­la­da, ter­mi­na desem­bo­can­do en el dis­cur­so polí­ti­co por­que se nece­si­ta capa­ci­dad polí­ti­ca de impe­dir que deter­mi­na­das empre­sas hagan algo.
Lle­ga un momen­to en el que se evi­den­cia el hecho de que den­tro de las reglas de que nos hemos dota­do, o de las que se ha dota­do la cla­se domi­nan­te, no hay for­ma de fre­nar nada. La úni­ca mane­ra de que estos lími­tes se pon­gan para no aca­bar con el pla­ne­ta, para poder vivir con dig­ni­dad y sin ser explo­ta­dos, es cam­biar el sis­te­ma, el capi­ta­lis­mo no se pue­de controlar.
¿Cree en la posi­bi­li­dad de cons­truir un fren­te amplio de izquierda?
En la nove­la tra­to de algu­na for­ma esto, es cier­to que hay dis­cu­sio­nes enquis­ta­das duran­te mucho tiem­po en el seno de la izquier­da y que hemos ido vien­do que no han ayu­da­do. Pien­so que la unión es bue­na pero tam­bién entien­do las estra­te­gias de las dis­tin­tas fuer­zas polí­ti­cas y qui­zá el camino no es direc­ta­men­te unir­se en una pla­ta­for­ma elec­to­ral sino man­te­ner dis­tin­tos fren­tes abier­tos que per­mi­tan com­bi­nar lo ins­ti­tu­cio­nal con la movi­li­za­ción. El pro­ble­ma con el que siem­pre nos encon­tra­mos es que cuan­do se lle­ga al poder no se tie­ne real­men­te el poder y esto es lo que tene­mos que rever­tir tra­ba­jan­do en la mis­ma direc­ción y que cada cual apor­te su fuer­za des­de don­de ésta sea mayor.
Y qué opi­na de la reco­di­fi­ca­ción de algu­nos con­cep­tos que han sido cla­ves para la izquierda
Es un dile­ma cons­tan­te. Has­ta qué pun­to si adop­tas el len­gua­je del enemi­go te aca­bas con­vir­tien­do en el enemi­go. Creo que hay que irlo dis­cu­tien­do en cada oca­sión, por ejem­plo, hace poco leía en el blog de Ernes­to Cas­tro que den­tro de Pode­mos habían dicho que la pala­bra femi­nis­mo es una pala­bra que pro­du­cía mucha resis­ten­cia y que a par­tir de aho­ra iban a usar igual­dad. Había quie­nes recha­za­ban esta idea por­que les pare­cía que, por un par­te, trai­cio­na un movi­mien­to que ha teni­do una poten­cia bru­tal, los femi­nis­mos y, por otra, que qui­zá no es cier­to —y no es estra­té­gi­ca­men­te útil pen­sar­lo— que el tér­mino femi­nis­mo pro­vo­que recha­zo, a lo mejor es el mie­do a usar la pala­bra lo que pro­vo­ca rechazo.
Entien­do impor­tan­te dis­cu­tir esto, aun así no sé si es la mayor dis­cu­sión, al fin y al cabo esta­mos hablan­do sola­men­te de lo elec­to­ral y eso sí me inquie­ta. Con­si­de­ro más impor­tan­te, y urgen­te, hablar de los actos, de las accio­nes femi­nis­tas o de otro tipo que se lle­ven a cabo, al mar­gen de cómo se les llame.
La escritora madrileña Belén Gopegui.- JAIRO VARGAS

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