Un triun­fo final- Osval­do Bayer

Sí, 92 años des­pués del suce­so, se repre­sen­tó en el tea­tro de San Julián [Tie­rra del Fue­go], tal cual ocu­rrió, el epi­so­dio de las putas. Fan­ta­sías de la reali­dad. El hecho inusi­ta­do por el cual pasa­ron a la his­to­ria esas cin­co pros­ti­tu­tas. Cuan­do con esco­bas y palos esas pobres muje­res no deja­ron entrar al pros­tí­bu­lo a los sol­da­dos fusi­la­do­res de peo­nes rura­les pro­ta­go­nis­tas de las huel­gas de los años vein­te. Esas muje­res fue­ron los úni­cos seres que reac­cio­na­ron con­tra un cri­men tan indigno.

Las puer­tas del tea­tro de San Julián se abrie­ron para dar paso a las cin­co actri­ces que encar­na­ron a las pros­ti­tu­tas que con toda dig­ni­dad recha­za­ron a los sol­da­dos que que­rían sexo des­pués de dar muer­te a tan­to tra­ba­ja­dor de la tie­rra, en aquel 1921. El públi­co espec­ta­dor de la obra tea­tral reac­cio­nó pro­fun­da­men­te emo­cio­na­do. Aplau­die­ron de pie cuan­do las cin­co rame­ras corrie­ron a los uni­for­ma­dos y les gri­ta­ban “¡Fue­ra, ase­si­nos!”. Pare­ce men­ti­ra que así ese cri­men masi­vo come­ti­do por el gobierno nacio­nal y el Ejér­ci­to Argen­tino que­da­ra al des­nu­do, en toda su cru­de­za, definitivamente.

Las cin­co actri­ces salu­da­ron al públi­co. Ellas nos habían lle­na­do de emo­ción. Ponían así pun­to final, lo sella­ban, a un acon­te­ci­mien­to que debe aver­gon­zar­nos a todos y que nun­ca jamás debe repe­tir­se. Las cin­co muje­res pasa­ron de pros­ti­tu­tas a ser heroí­nas de la ciu­dad de San Julián, aho­ra, casi cien años des­pués. Cuan­do recha­za­ron a los sol­da­dos fue­ron dete­ni­das por la poli­cía y fue­ron tra­ta­das de la peor mane­ra y final­men­te expul­sa­das para siem­pre. La úni­ca que vol­vió, muchos años des­pués, cuan­do ya había cum­pli­do los 60, fue la pros­ti­tu­ta ingle­sa Maud Fos­ter, y a su regre­so fue la mada­ma del pros­tí­bu­lo La Cata­la­na, el mis­mo don­de ocu­rrió el recha­zo de los sol­da­dos fusiladores.

Maud Fos­ter murió en San Julián y está sepul­ta­da allí. Y todo el elen­co tea­tral, más los téc­ni­cos, con­cu­rri­mos al cemen­te­rio a hon­rar su memo­ria por el ges­to que tuvo ante tan­to tra­ba­ja­dor de la tie­rra fusi­la­do. Y la actriz que encar­nó su papel tea­tral, Mai­te Mos­que­ra, des­pués de cubrir con flo­res su tum­ba, comen­zó a decir­le bellas y poé­ti­cas pala­bras. Pero la emo­ción lle­nó de lágri­mas sus ojos y silen­ció su voz. Fue enton­ces cuan­do todos los pre­sen­tes com­pren­di­mos bien el ges­to que habían teni­do esas muje­res tan des­pre­cia­das por la socie­dad y que habían sido las úni­cas que tuvie­ron el cora­je civil de decir no a tan­to ase­si­na­to impu­ne de los que fue­ron víc­ti­mas los obre­ros del cam­po por pedir un poco más de dignidad.

Emo­cio­na­dos vol­vi­mos al hotel, pero con una enor­me ale­gría inte­rior. Final­men­te había triun­fa­do la Éti­ca. Esas muje­res tan poco valo­ra­das por la socie­dad nos habían demos­tra­do que hay que poner el cuer­po cuan­do una socie­dad mata sola­men­te para defen­der sus intereses.

He aquí el nom­bre de estas cin­co muje­res –las pupi­las del pros­tí­bu­lo La Cata­la­na– que con su ejem­plo nos recor­da­rían a cen­te­na­res y cen­te­na­res de tra­ba­ja­do­res rura­les que habían mar­cha­do para decir bas­ta: Con­sue­lo Gar­cía, 29 años, argen­ti­na, sol­te­ra; Ánge­la For­tu­na­to, 31 años, argen­ti­na, casa­da, modis­ta; Ama­lia Rodrí­guez, 26 años, argen­ti­na, sol­te­ra; María Julia­che, espa­ño­la, 28 años, sol­te­ra, sie­te años de resi­den­cia en el país; y Maud Fos­ter, de 31 años, ingle­sa, sol­te­ra, con 10 años de resi­den­cia en el país, de bue­na fami­lia. Estos datos apa­re­cie­ron en los expe­dien­tes poli­cia­les. El epi­so­dio de expul­sión de los sol­da­dos por las pros­ti­tu­tas fue el 17 de febre­ro de 1922.

Cómo cam­bia­ron los tiem­pos. Pero no fue tan fácil. Pen­sar que este epi­so­dio –el de las mere­tri­ces que echan a los sol­da­dos– iba a ser el final del film La Pata­go­nia rebel­de, pero la ban­da de esbi­rros de López Rega, en 1974, no lo per­mi­tió y hubo que cam­biar­lo por la cere­mo­nia en que los estan­cie­ros ingle­ses le can­tan For he is a jolly good fellow al tenien­te coro­nel Vare­la, autor de la matan­za de peo­nes y brin­dan con él con un whisky. Pasa­ron muchos años para que aho­ra, el tea­tro nacio­nal Cer­van­tes tuvie­ra el cora­je civil de dar­lo en su esce­na­rio y pasear­lo por toda Argen­ti­na. Oja­lá que este con­cep­to de no a la cen­su­ra y sí a la liber­tad se man­ten­ga en todo el futu­ro argentino.

Pagi­na 12

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