El gobierno nacional y el Establecimiento en bloque tienen el marcado interés de que en el tema de víctimas seamos las FARC los que salgamos despedazados en La Habana.
El derecho a la libre expresión no se admite de igual manera cuando se trata de personas o sectores que adversan al régimen político o a sus personajes públicos. Con independencia, si se puede tenerla, de las miles y miles de víctimas de asesinatos, desplazamientos, torturas, desapariciones y persecuciones ejecutados por agentes del Estado colombiano contra sus detractores políticos, cabe examinar el agudo grado de intolerancia de los sectores que disfrutan del poder, con relación a quienes expresan o revelan lo que no les gusta.
Todos a una, altos funcionarios, gremios, gran prensa, clase política, olvidan de inmediato su rutilante consigna de estoy dispuesto a dar la vida por el derecho que usted tiene a expresar sus ideas, aunque esté completamente en desacuerdo con ellas. Se vienen en manada, como trituradoras de concreto, a moler y enterrar a quien se haya atrevido a pronunciar las palabras prohibidas. Exactamente eso es lo que sucedió con relato sobre Clara López, no tanto contra Diana, sino contra las FARC-EP. Llama la atención el por qué de semejante actitud.
Nos caerán rayos y centellas, pero no serán más que las bombas y la metralla que esa misma clase ha lanzado contra nosotros durante medio siglo. En nuestra opinión, humilde opinión además, la crónica de Diana publicada en la página web de las FARC no es infamante, ni cruel, con ninguna de las personas a quienes hace mención. Ella simplemente cuenta, muy por encima, además, sin entrar en detalles morbosos, algo de lo vivido, no solamente por ella, sino por decenas de guerrilleras y guerrilleros, al lado de los prisioneros, durante aquellos difíciles días.
Que se hayan revelado algunas incidencias de las que nadie en sus relatos heroicos haya querido mencionar, tan solo ayuda a tener una visión más completa de lo sucedido entonces. Lo de Ingrid y Clara no se cuenta de mala leche, ni en términos discriminatorios, en ningún momento se las reprocha. Como mujer, como guerrillera y revolucionaria, Diana comprende el asunto, no hace ningún comentario maligno o sucio. Entre otras cosas porque sería absurdo hacerlo. Sorprende que una sociedad y unos medios que todos los días defienden el derecho a la libre opción y demás, aparezcan rasgándose las vestiduras porque se haga mención a la existencia de una relación que ellos mismos consagran a diario como absolutamente normal.
Tenemos la impresión de que Diana se cuidó sobremanera de evitar juicios negativos sobre la conducta de la doctora Clara López en esa situación dolorosa. Incluso más bien podríamos decir que llegó a favorecerla con su única opinión al respecto, que atribuye su complicado comportamiento a las presiones sicológicas nacidas del hecho de encontrarse, sin haberlo pensado jamás, en una situación como esa. Aparte de todas las atenciones y cuidados recibidos por Clara, en lo dicho por Diana se pone de presente un gesto de solidaridad moral, de comprensión, y no de condena. Si no fuera por esa irracionalidad con la que la clase dominante recibe cualquier cosa que considere inconveniente para ella, una persona con un elemental grado de sentido común y nobleza, abrazaría emocionada a Clara, conmovida por la dramática experiencia humana por la que pasó y que logra conocer, sin propaganda política contra nadie, gracias a lo que cuenta Diana.
En cuanto al general Mendieta, Diana se atreve a lanzar un juicio, que a muchos puede parecer desproporcionado o injusto, pero que es al fin y al cabo el producto de las impresiones personales que le quedaron tras lo vivido por ella y los demás guerrilleros que la acompañaron en esa dura odisea. Quien quiera que haya visto los videos sobre las visitas del Mono Jojoy a los lugares donde se encontraban los prisioneros, que quizás todavía pueden encontrarse en Internet, puede constatar la actitud modesta y agradecida del entonces coronel Mendieta hacia el comandante guerrillero, por las condiciones en que las FARC les brindaban pese a su situación. Allí se ven incluso las colas que hacían los soldados y policías prisioneros para solicitar un autógrafo al Mono, de quien se despedían con un caluroso apretón de manos.
Haber sido testiga del sufrimiento de los guerrilleros, con sus hombros desollados y sus cuerpos rendidos por la fatiga tras cargar durante días y días en hamaca al coronel Mendieta por entre las implacables selvas del Guaviare, saber que ni una sola vez un guerrillero se llevó un bocado de comida a la boca o se tomó una medicina, sin haberse asegurado primero que el coronel y los demás prisioneros hubieran gozado del mismo derecho, haberlos cuidado de modo tal que tras muchos años pudieran regresar sanos y salvos a sus hogares, tiene que alimentar algún tipo de inconformidad hacia quien después asume una actitud tan negativa y ajena a la verdad.
Tal vez a Diana le pareció que esa no era la conducta que cabía esperar de un hombre y militar de tantos años de carrera, que en cambio, con los humildes, en sus cargos anteriores, observó tanto desprecio y altanería. Puede haberse excedido, sí, pero esa es su opinión y tiene el derecho a expresarla. Como su reflexión personal sobre Clara y su carácter de víctima. Seguramente por eso los encargados de la página web accedieron a publicarla, sin modificaciones distintas a la corrección de estilo que practican todos los periódicos y revistas del mundo, la que entre otras cosas sirvió para que varios medios pusieran en duda la existencia de la propia Diana y la elaboración de su relato. A su juicio, la ignorancia y rusticidad guerrilleras no permiten que uno de ellos escriba el mínimo relato de sus experiencias. ¿Quién discrimina y es el intolerante?
Podría argüirse, desde otro punto de vista, la inconveniencia de la publicación, dado el momento que se vive en la Mesa de Conversaciones de La Habana, que se ocupa ahora de las víctimas. Son opiniones, pero téngase en cuenta que los mismos medios y voceros oficiales insisten marcadamente en que ha llegado la hora de la verdad. Quizás ahí, en esa parte, tiene asiento toda la alharaca de la semana anterior. El gobierno nacional, la clase política, el Establecimiento en bloque tienen el marcado interés de que en el tema de víctimas seamos las FARC los que salgamos despedazados por las audiencias de La Habana. Al respecto titulan los grandes medios que nuevamente las víctimas se dirigen a enrostrarles sus crímenes a sus victimarios.
De donde se deduce el gran temor que tiene todo el aparato de dominación con relación al tema que se discute en La Habana. Es absolutamente abrumadora la presencia de víctimas del Estado que exigen hacer presencia. Así quedó evidenciado en cada uno de los cuatro foros previos, en donde por más que los sectores ligados al crimen oficial se empeñaron en magnificar el número de víctimas del conflicto imputables a la insurgencia, la arrolladora y masiva voz de los millones y millones de víctimas del terrorismo de Estado acalló su silbido de serpiente. Ante tan aplastante constatación de la realidad, los medios prefirieron callar o hacer noticia de algún incidente menor. Es el régimen criminal imperante en Colombia el que intenta tapar el sol con un dedo. Es por eso que hicieron tanto escándalo con lo de Clara, la verdad les asusta y duele.
Montañas de Colombia, 10 de septiembre de 2014.