Pese a todo, per­sis­ti­re­mos- Timo­león Jimenez


San­tos en la cere­mo­nia de pose­sión en el Capi­to­lio Nacio­nal. Ase­gu­ra que segui­rá la gue­rra y recha­za la pro­pues­ta de Timoshen­ko de un cese al fuego.

Ya había­mos comen­ta­do sobre el dis­cur­so del Pre­si­den­te San­tos, que vuel­ve a poner­se de mani­fies­to en su recien­te pose­sión. Tam­bién hemos seña­la­do el ali­nea­mien­to total de los gran­des medios con el sen­tir de la cla­se domi­nan­te. Los dos, inclu­yen­do al Cen­tro Uri­be, se enfa­dan sobre­ma­ne­ra cuan­do no expre­sa­mos lo que sue­ñan oír de nosotros.

La gran pren­sa se corres­pon­de en reali­dad con pode­ro­sos con­sor­cios de capi­tal dedi­ca­dos a la labor espe­cí­fi­ca de difun­dir su pro­pia mane­ra de pen­sar en el res­to de la socie­dad. Todos los acon­te­ci­mien­tos que para lle­gar al cono­ci­mien­to públi­co pasan por su con­duc­to, son deli­be­ra­da­men­te pre­sen­ta­dos del modo que resul­te más con­ve­nien­te a sus intere­ses. (En la foto: Timohen­ko).

Así suce­de en el cam­po inter­na­cio­nal, en don­de el pue­blo pales­tino per­se­gui­do, y vio­len­ta­do duran­te seten­ta años, resul­ta el ver­da­de­ro agre­sor, care­ce de dere­cho a la defen­sa y no tie­ne otra alter­na­ti­va que some­ter­se al exter­mi­nio decre­ta­do por el capi­tal sio­nis­ta. Se con­si­de­ran mal­he­cho­res a Cuba y Vene­zue­la, mien­tras se aplau­de por jus­to a los Esta­dos Unidos.

Y así suce­de tam­bién en el esce­na­rio nacio­nal. Las gue­rri­llas son las res­pon­sa­bles de haber ini­cia­do la lar­ga con­fron­ta­ción, y son las ver­da­de­ras y úni­cas res­pon­sa­bles de todos los horro­res suce­di­dos en el cur­so de ella. Mien­tras tan­to se san­ti­fi­can los mons­truos civi­les y mili­ta­res, que, por gozar de enor­mes pecu­lios, tie­nen ase­gu­ra­da su respetabilidad.

La huma­ni­dad ente­ra es tes­ti­go de la impo­si­ción de una mane­ra de pen­sar según la cual todo aquel que ape­la a las armas es un bár­ba­ro sin escrú­pu­los. Sin impor­tar las razo­nes por las que lo haga. Lo cual se difun­de hacien­do invi­si­ble el hecho pro­tu­be­ran­te de que los más ricos y pode­ro­sos fabri­can las armas, tie­nen los más gran­des ejér­ci­tos y hacen las mayo­res guerras.

A nadie se le ocu­rre que Geor­ge Bush deba res­pon­der por el más del millón de civi­les muer­tos en Irak como con­se­cuen­cia de la inva­sión orde­na­da por él en aras del inte­rés de las gran­des petro­le­ras. Así como resul­ta incon­ce­bi­ble que Álva­ro Uri­be deba res­pon­der aquí por sus crí­me­nes masi­vos en inte­rés del lati­fun­dio mafio­so y las trasnacionales.

La ideo­lo­gía domi­nan­te, ali­men­ta­da dia­ria­men­te por los gran­des medios de la infor­ma­ción o de la mani­pu­la­ción, exi­ge en cam­bio que los de aba­jo, los rebel­des, los que se opo­nen a la inva­sión y el des­po­jo de su patria por Israel, los que com­ba­tie­ron a los grin­gos en Irak, o los gue­rri­lle­ros que enfren­tan la máqui­na del horror en Colom­bia, sean con­de­na­dos sin piedad.

Para ellos no cabe otra opor­tu­ni­dad que el más cruel de los escar­mien­tos. Así lo exi­gen el gran capi­tal y los terra­te­nien­tes, así lo pro­cla­man los medios. Exper­tos gra­dua­dos en sus mejo­res uni­ver­si­da­des ponen su talen­to inme­dia­ta­men­te a su ser­vi­cio, todo aspi­ran­te a ocu­par un lugar bajo la som­bri­lla de los gran­des se alis­ta para ocu­par su pues­to en la cruzada.

Noso­tros no lle­ga­mos a una mesa de diá­lo­gos por­que estu­vié­ra­mos ven­ci­dos o des­en­can­ta­dos, sino por­que siem­pre hemos creí­do en las vías civi­li­za­das, por­que cree­mos que pese a todo es posi­ble alcan­zar, con el apo­yo de las gran­des mayo­rías colom­bia­nas, unos acuer­dos dig­nos que se fun­den, por una razón ele­men­tal, en la pros­crip­ción bila­te­ral de la violencia.

Recha­za­mos de plano, por ser con­tra­ria a la reali­dad his­tó­ri­ca, la idea de que la cla­se domi­nan­te colom­bia­na, sus par­ti­dos polí­ti­cos tra­di­cio­na­les o sus mix­tu­ras de hoy, sus gobier­nos, el Esta­do como tal, los gru­pos eco­nó­mi­cos, la gran pren­sa y muchos otros sec­to­res a la som­bra del poder, tie­nen las manos lim­pias de san­gre del pue­blo colombiano.

Todos ellos, ani­ma­dos por el vul­gar afán de lucro, en coor­di­na­ción ple­na o de rodi­llas ante los gobier­nos nor­te­ame­ri­ca­nos de la pos­gue­rra, han vio­len­ta­do en todas las for­mas, repe­ti­da y sis­te­má­ti­ca­men­te, a cam­pe­si­nos, obre­ros, estu­dian­tes, inte­lec­tua­les, par­ti­dos de opo­si­ción revo­lu­cio­na­ria y demás sec­to­res popu­la­res en lucha. No lo pue­den seguir negando.

Has­ta el pun­to de gene­rar esta gue­rra de res­pues­ta a sus atro­ci­da­des y a su impu­ni­dad. No nos sor­pren­de por eso el man­to de silen­cio con el que la gran pren­sa ha tra­ta­do los dis­tin­tos foros sobre víc­ti­mas cele­bra­dos has­ta la fecha. En todos ellos ha sali­do a relu­cir esa gran ver­dad. Los ver­da­de­ros auto­res y res­pon­sa­bles por los horro­res de este lar­go con­flic­to son ellos.

Si deci­die­ron ensa­yar la vía de los diá­lo­gos fue con el pro­pó­si­to de obte­ner en la Mesa de Con­ver­sa­cio­nes la vic­to­ria que les ha sido nega­da duran­te medio siglo en los cam­pos de bata­lla. Para los sec­to­res domi­nan­tes en nues­tro país la sali­da polí­ti­ca tie­ne sen­ti­do solo si garan­ti­za su rei­na­do abso­lu­to por mil años más, sólo si con­de­na al infierno a los alzados.

Y es eso en reali­dad lo que se ocul­ta tras la nue­va anda­na­da retó­ri­ca y mediá­ti­ca. Sus ama­nuen­ses en la gran pren­sa chi­llan que el Esta­do reco­no­ció las víc­ti­mas y expi­dió una ley para repa­rar­las, que ha pedi­do per­dón un par de veces. Como si eso bas­ta­ra para cam­biar las cosas, como si no estu­vie­ran empe­ña­dos en dejar intac­ta la máqui­na del crimen.

Acha­car­nos a noso­tros todos los males es el tema de moda. Siem­pre lo ha sido. Per­ver­tir cuan­to deci­mos, mani­pu­lar­lo, demo­ni­zar­lo. Nues­tra mejor dis­po­si­ción, que exis­te sin duda, de expli­car cuan­to sea nece­sa­rio y asu­mir las corres­pon­dien­tes con­se­cuen­cias, sabe­mos que se enfren­ta a la baje­za y la per­fi­dia de quie­nes aspi­ra­ran con deses­pe­ro a triturarnos.

Pero esta­mos en esto. Con­ven­ci­dos de salir ade­lan­te, segu­ros de que tras un acuer­do de paz Colom­bia no segui­rá sien­do la mis­ma. En eso pre­ci­sa­men­te nos dife­ren­cia­mos de nues­tros adver­sa­rios, ellos solo aspi­ran a sacar­nos del medio para no cam­biar nada, para que todo siga igual. Gru­ñen y ame­na­zan en cuan­to se les com­pli­ca, pero ni modo, somos dis­tin­tos a ellos.

Mon­ta­ñas de Colom­bia, 8 de agos­to de 2014

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