Vio­len­cia sexual y capi­ta­lis­mo: un círcu­lo vicio­so- Ánge­la Solano

Cuan­do habla­mos de vio­len­cia sexis­ta, ten­de­mos a cen­trar­nos en la vio­len­cia más visi­ble, la físi­ca, y no es de extra­ñar. Según el Con­se­jo de Euro­pa, la vio­len­cia de géne­ro es la pri­me­ra cau­sa de inva­li­dez y muer­te para las euro­peas de entre 16 y 44 años. En el Esta­do espa­ñol, 48 muje­res per­die­ron la vida a manos de su pare­ja en 2013; entre enero y mar­zo de 2014, ya han sido ase­si­na­das 18. Sin embar­go, exis­ten muchos tipos de vio­len­cia con­tra las muje­res, aquí nos cen­tra­mos en la vio­len­cia sexual​.La vio­len­cia sexual hace refe­ren­cia a cual­quier acto que coac­cio­ne a otra per­so­na para mani­fes­tar una deter­mi­na­da con­duc­ta sexual en con­tra de su volun­tad. Pue­de ir des­de el mal lla­ma­do piro­po a la vio­la­ción. Aun­que en dis­tin­to gra­do, siem­pre se tra­ta de pre­su­mir que el cuer­po feme­nino es un espa­cio que cual­quie­ra pue­de tocar y del que pue­de opi­nar­se libre­men­te. Se tra­ta de un refle­jo del sexis­mo que las muje­res sufri­mos a dia­rio, una vio­len­cia que se ejer­ce con­tra noso­tras en todos los ámbi­tos: el domés­ti­co, el labo­ral y tam­bién en la calle. Cuan­do habla­mos de “la cul­tu­ra de la vio­la­ción” (1), en reali­dad nos esta­mos refi­rien­do a esto. Pode­mos detec­tar­la en can­cio­nes, pelí­cu­las y chis­tes; los medios de comu­ni­ca­ción y la publi­ci­dad la nor­ma­li­zan, visua­li­zan­do a una mujer obje­to, com­ple­men­to de su homó­lo­go mas­cu­lino, cuyo cuer­po hiper­se­xua­li­za­do se expo­ne públi­ca­men­te como si de una invi­ta­ción se tratara.
A menu­do tene­mos tan inte­rio­ri­za­do este tipo de vio­len­cia que ni siquie­ra nos damos cuen­ta, pero su acep­ta­ción supo­ne la bana­li­za­ción de la des­igual­dad entre hom­bres y muje­res, lo que con­lle­va que el foco se pon­ga dema­sia­das veces en la res­pon­sa­bi­li­dad de estas últi­mas, cul­pa­bi­li­zán­do­nos en cier­to gra­do de las agre­sio­nes sufri­das. De hecho, las decla­ra­cio­nes de Michael San­gui­net­ti –poli­cía que duran­te una con­fe­ren­cia en 2011 sobre segu­ri­dad civil en la Osgoo­de Hall Law School de Toron­to sen­ten­ció que “las muje­res deben evi­tar ves­tir­se como putas para no sufrir vio­len­cia sexual”– die­ron lugar a la pri­me­ra de las Mar­chas de las putas, orga­ni­za­das en más de 60 ciu­da­des del mun­do para recla­mar el dere­cho de las muje­res a ves­tir­se como quie­ran sin sufrir agre­sio­nes sexua­les por ello.
Pero el incre­men­to de la vio­len­cia sexual tam­bién se rela­cio­na con los cam­bios en la con­cep­ción de la sexua­li­dad y de la posi­ción de la mujer en la socie­dad capi­ta­lis­ta. El impac­to del tra­ba­jo fue­ra del hogar, la dis­po­ni­bi­li­dad de anti­con­cep­ti­vos o el abor­to, uni­do a otras rei­vin­di­ca­cio­nes femi­nis­tas, ha pro­por­cio­na­do a las muje­res un mayor peso social y ha aumen­ta­do sus expec­ta­ti­vas acer­ca del con­trol de sus­cuer­pos y sus vidas. Estos cam­bios han influi­do en la fami­lia, dis­mi­nu­yen­do su tama­ño. Hoy es posi­ble para hom­bres y muje­res expe­ri­men­tar rela­cio­nes per­so­na­les y sexua­les antes del matri­mo­nio, hay algún tipo de edu­ca­ción sexual en las escue­las –aun­que insu­fi­cien­te y ses­ga­da– y se reco­no­ce a las muje­res como seres sexua­les capa­ces de expe­ri­men­tar pla­cer por sí mis­mas. Estas vic­to­rias fue­ron impul­sa­das por cam­pa­ñas polí­ti­cas como el acce­so al divor­cio y al abor­to, así como con­tra la cri­mi­na­li­za­ción de la homo­se­xua­li­dad, con­tra el mal­tra­to y la vio­len­cia sexual. Las muje­res que­re­mos ser tra­ta­das en igual­dad, con res­pe­to y dig­ni­dad, y man­te­ner rela­cio­nes per­so­na­les satis­fac­to­rias. Sin embar­go, los men­sa­jes que se difun­den des­de los medios y la cul­tu­ra domi­nan­te con­ti­núan retra­tán­do­nos como obje­tos sexua­les, siem­pre dis­po­ni­bles y acce­si­bles para satis­fa­cer a los hom­bres. La vio­len­cia sexual se recru­de­ce cuan­do, en este con­tex­to, las muje­res tene­mos más poder y auto­no­mía para deci­dir sobre nues­tra sexua­li­dad, cues­tio­nan­do las anti­guas for­mas de dominación.

Vio­len­cia y natu­ra­le­za humana

Debe­mos seña­lar que la vio­len­cia no es intrín­se­ca a la natu­ra­le­za huma­na y que por lo tan­to las rela­cio­nes entre hom­bres y muje­res tam­po­co han esta­do siem­pre regi­das por la vio­len­cia y la des­igual­dad; sino que son sus­cep­ti­bles a los cam­bios socia­les. Des­de sus orí­ge­nes el ser humano ha sido un ser social. Engels, en El ori­gen de la fami­lia, la pro­pie­dad pri­va­da y el Esta­do, seña­la las for­mas en las que la socie­dad huma­na ha ido trans­for­mán­do­se a par­tir de cam­bios cru­cia­les en sus téc­ni­cas de pro­duc­ción. Para Engels, las socie­da­des caza­do­ras y reco­lec­to­ras que había cono­ci­do esta­ban basa­das en una divi­sión sexual del tra­ba­jo en la cual hom­bres y muje­res coope­ra­ban para ase­gu­rar su exis­ten­cia, pero la divi­sión del tra­ba­jo era igua­li­ta­ria, con­ce­bi­da en fun­ción del hábi­tat y no dic­ta­da por el con­jun­to de los hom­bres, pues el tra­ba­jo de ambos sexos resul­ta­ba impres­cin­di­ble para la super­vi­ven­cia. Tam­bién seña­la que estas socie­da­des eran de peque­ño tama­ño, todos se cono­cían den­tro del gru­po y no exis­tían dis­tin­cio­nes entre la esfe­ra públi­ca y la pri­va­da. De esta for­ma, pro­mo­vían la socia­li­za­ción de hom­bres, muje­res, niñas y niños basán­do­se en prin­ci­pios de coope­ra­ción libres de vio­len­cia inter­per­so­nal. La coope­ra­ción eco­nó­mi­ca favo­re­cía la coope­ra­ción social en todos los sen­ti­dos: entre cier­tos gru­pos indios nor­te­ame­ri­ca­nos, el reco­no­ci­mien­to del dere­cho de las y los niños a ele­gir su rol de géne­ro era algo ple­na­men­te acep­ta­do. Teo­rías simi­la­res sobre la socia­li­za­ción que­dan reco­gi­das por Elea­nor Lea­cock en Myths of Male Domi­nan­ce y por Colin Turn­bull en The Way­ward Servant.

Peggy San­day (2) tam­bién afir­ma que los roles de géne­ro son cul­tu­ra­les, no bio­ló­gi­cos, y deri­van de las cir­cuns­tan­cias polí­ti­cas e his­tó­ri­cas en que las per­so­nas inter­ac­túan entre ellas y con el medio que les rodea. De otro modo no encon­tra­ría­mos la varie­dad de for­mas en las que estos roles han sido repar­ti­dos entre dis­tin­tas socie­da­des. Pero hace mucho que los seres huma­nos no inven­ta­mos nue­vos cami­nos de una gene­ra­ción a otra. De hecho, esta­mos irre­me­dia­ble­men­te influi­dos por los patro­nes de nues­tros padres y madres y siem­pre sen­ti­mos el peso de nues­tra cul­tu­ra e his­to­ria. Estos roles de géne­ro sólo cam­bian cuan­do la cul­tu­ra es modi­fi­ca­da por exi­gen­cias socia­les o del medio en el que se desa­rro­llan. En The Sta­te For­ma­tion in Sumer and the Sub­ju­ga­tion of Women, Ruby Rohr­lich habla de la con­so­li­da­ción de las cla­ses socia­les como un pro­ce­so simul­tá­neo a la for­ma­ción del Esta­do, la subor­di­na­ción de la mujer a tra­vés de la fami­lia y el for­ta­le­ci­mien­to de todo ello median­te la Ley. La pro­pia exis­ten­cia de pena­li­za­cio­nes para las muje­res mues­tran que se resis­tie­ron a esta subor­di­na­ción y que esa fuer­za legal fue nece­sa­ria para aca­bar con su resis­ten­cia: si las muje­res siem­pre hubie­ran esta­do subor­di­na­das a los hom­bres, estas san­cio­nes no habrían sido necesarias.

Pode­mos con­cluir enton­ces que ni la vio­la­ción ni la vio­len­cia con­tra las muje­res son pre­mi­sas uni­ver­sa­les de la socie­dad huma­na; tam­po­co son un pro­duc­to de la bio­lo­gía mas­cu­li­na. La explo­ta­ción de cla­se, la des­igual­dad y la vio­len­cia sis­te­má­ti­ca –inclu­yen­do la vio­len­cia con­tra la mujer – , segu­ra­men­te apa­re­cie­ron de for­ma tar­día en las socie­da­des huma­nas. Como afir­ma Chris Har­man, “si hay una natu­ra­le­za huma­na bio­ló­gi­ca, sus carac­te­rís­ti­cas deben haber­se defi­ni­do en el pre­sen­te período”.

Vio­la­ción sexual: un con­cep­to rela­ti­va­men­te nuevo

La mayor expre­sión de vio­len­cia sexual la encon­tra­mos en la vio­la­ción. Actual­men­te, la vio­la­ción se con­ci­be como una ofen­sa a la per­so­na vio­la­da, hacia su auto­no­mía, no hacia su padre o mari­do. La vio­la­ción se pro­du­ce cuan­do el cuer­po de una mujer es asal­ta­do sin su con­sen­ti­mien­to, sin posi­bi­li­dad de con­tra­ata­car o dema­sia­do ate­mo­ri­za­da para negar­se, e inclu­ye tam­bién la posi­bi­li­dad de la vio­la­ción entre per­so­nas LGTBI o den­tro del matri­mo­nio; pero estas acep­cio­nes son muy recien­tes. La vio­la­ción en el matri­mo­nio no se reco­no­ció como deli­to has­ta 1990 y duran­te muchos años, médi­cos, abo­ga­dos y jue­ces no esta­ban dis­pues­tos a con­si­de­rar la nega­ti­va de las muje­res duran­te una vio­la­ción si no exis­tían evi­den­cias de vio­len­cia, algo que toda­vía a día de hoy se pone en tela de juicio.

Para lle­gar a esta defi­ni­ción, ha sido fun­da­men­tal el desa­rro­llo de tres cues­tio­nes bási­cas: 1) la posi­bi­li­dad de sufrir una vio­la­ción den­tro del matri­mo­nio, 2) indi­car qué per­so­nas son sus­cep­ti­bles de ser vio­la­das y 3) los indi­cios nece­sa­rios parar pro­bar la fal­ta de con­sen­ti­mien­to. La orga­ni­za­ción y mani­fes­ta­ción acti­va de hom­bres y muje­res para cam­biar el sig­ni­fi­ca­do del con­sen­ti­mien­to y ejer­cer pre­sión sobre polí­ti­cos, jue­ces y fuer­zas poli­cia­les jugó un papel impor­tan­te. Este reco­no­ci­mien­to refle­ja un cre­ci­mien­to en los dere­chos de las muje­res y de las luchas para alcan­zar un mayor gra­do de igual­dad de la mujer ante la Ley. Pero aun­que el capi­ta­lis­mo ha per­mi­ti­do un espa­cio para el sur­gi­mien­to de los dere­chos del indi­vi­duo –una auto­no­mía rela­ti­va que se ha logra­do por medio de las ideas de igual­dad y liber­tad bur­gue­sas, con­di­cio­nes nece­sa­rias para la apa­ri­ción del con­cep­to moderno de vio­la­ción – , se halla muy lejos de erra­di­car la vio­len­cia sexual. Más bien al con­tra­rio, como vere­mos a continuación.

Hay dos tipos de vio­la­ción que están direc­ta­men­te influi­dos por las con­di­cio­nes de la socie­dad capi­ta­lis­ta: la vio­la­ción den­tro del matri­mo­nio y la vio­la­ción por par­te de un extra­ño. Un dato lla­ma­ti­vo es que sólo una mino­ría de las vio­la­cio­nes son come­ti­das por des­co­no­ci­dos, mien­tras que el 75% de los vio­la­do­res per­te­ne­cen al entorno de la víc­ti­ma (novios, citas, aman­tes, examan­tes o cono­ci­dos), según demues­tra el estu­dio de Ruth Hall (3), Ask Any Woman. Por otra par­te, la pro­mo­ción del sexo como reafir­ma­ción de la viri­li­dad, así como la inex­pe­rien­cia en rela­cio­nes per­so­na­les y sexua­les, tam­bién jue­gan un papel impor­tan­te. Muchos de esos pro­duc­tos difu­so­res de la “cul­tu­ra de la vio­la­ción” de la que hablá­ba­mos al prin­ci­pio –ya sean tele­vi­si­vos, cine­ma­to­grá­fi­cos o inclu­so lite­ra­rios– y que natu­ra­li­zan la figu­ra de la mujer obje­to, van diri­gi­dos a un públi­co ado­les­cen­te cuya prin­ci­pal fuen­te de infor­ma­ción sobre sexua­li­dad es a menu­do la por­no­gra­fía, indus­tria que repro­du­ce acti­tu­des de domi­na­ción abso­lu­ta del hom­bre sobre la mujer, inclu­yen­do en muchos casos vio­la­cio­nes reales o exce­dien­do los tér­mi­nos del acuer­do pre­vio, como han denun­cia­do algu­nas actri­ces del sector.

En las vio­la­cio­nes por par­te de un extra­ño sue­le exis­tir un mayor índi­ce de vio­len­cia, muchas inclu­so se pro­du­cen en el trans­cur­so de algún otro cri­men. La delin­cuen­cia está cla­ra­men­te rela­cio­na­da con las con­di­cio­nes socia­les: una socie­dad basa­da en una dis­tri­bu­ción des­igual de la rique­za favo­re­ce los crí­me­nes de pro­pie­dad. Bajo el capi­ta­lis­mo, la mayo­ría de la pobla­ción depen­de de su fuer­za de tra­ba­jo para cubrir sus nece­si­da­des, si el sala­rio es dema­sia­do bajo o está des­em­plea­da, la úni­ca for­ma de satis­fa­cer sus nece­si­da­des es roban­do o endeu­dán­do­se. No sor­pren­de que, en una socie­dad que nos bom­bar­dea con imá­ge­nes de cuer­pos feme­ni­nos y alien­ta a los hom­bres a reafir­mar­se a sí mis­mos median­te el sexo, una par­te de ellos deci­da “robar” sexo. Lle­ga­do este pun­to podría suge­rir­se que las cla­ses con menor poder adqui­si­ti­vo son más vul­ne­ra­bles ante cual­quier for­ma de crí­me­nes vio­len­tos, inclui­da la violación.

Fue Susan Brown­mi­ller (4) la pri­me­ra en decir, en 1981, que la vio­la­ción no es una con­duc­ta ais­la­da de indi­vi­duos inadap­ta­dos. Su teo­ría era que este “terror” fun­cio­na­ba como un meca­nis­mo para con­di­cio­nar el com­por­ta­mien­to de las muje­res. Des­de una pers­pec­ti­va socia­lis­ta, lo intere­san­te de su afir­ma­ción resi­de en la des­mi­ti­fi­ca­ción de la figu­ra del vio­la­dor en rela­ción a un sec­tor espe­cí­fi­co y mar­gi­nal de la socie­dad. El mayor mito de todos es creer que la vio­la­ción es una abe­rra­ción en extin­ción, here­da­da de las for­mas en las que los hom­bres se acer­ca­ban a las muje­res emo­cio­nal, sexual y físi­ca­men­te, y cons­tre­ñi­da a un úni­co sec­tor de la socie­dad. Pero si la vio­la­ción por par­te de un extra­ño es menos común que otras for­mas de vio­la­ción, aun­que se denun­cie con mayor fre­cuen­cia, esto sig­ni­fi­ca que la mayo­ría de las vio­la­cio­nes –que son las que se pro­du­cen en un entorno cono­ci­do– no que­dan registradas.

El hecho de que las muje­res se sien­tan más segu­ras para denun­ciar cuan­do se tra­ta de un des­co­no­ci­do es lo que expli­ca que las esta­dís­ti­cas basa­das en infor­mes poli­cia­les per­fi­len al vio­la­dor como un hom­bre joven de cla­se baja, lo que a veces se tra­du­ce como per­so­na inmi­gran­te. Tam­bién defi­ne a las víc­ti­mas. Según el estu­dio de Ruth Hall, dos de cada cin­co muje­res negras entre­vis­ta­das en Gran Bre­ta­ña, fue­ron asal­ta­das por su etnia o su nacio­na­li­dad. Muchas de estas muje­res tam­bién se sien­ten “seña­la­das y mar­ca­das con un este­reo­ti­po racis­ta” como exó­ti­cas y sexua­les. Al racis­mo y sus difi­cul­ta­des eco­nó­mi­cas se suma, en el caso de las inmi­gran­tes sin pape­les, el mie­do a ser depor­ta­das si acu­den a la poli­cía. Las muje­res de cla­se media y alta, en cam­bio, cuen­tan con una mayor segu­ri­dad para enfren­tar­se a este tipo de vio­la­cio­nes que las muje­res de cla­se tra­ba­ja­do­ra, dado por un lado su posi­ción en la socie­dad y por otro fac­to­res cir­cuns­tan­cia­les: los luga­res que fre­cuen­tan no son los mis­mos, ni tam­po­co su uso del trans­por­te públi­co, sus hora­rios de tra­ba­jo, la ubi­ca­ción de su resi­den­cia y simi­la­res. Por otra par­te, Sha­ron Mar­cus ase­gu­ra que “la habi­li­dad de un vio­la­dor para ata­car depen­de más de cómo se posi­cio­na social­men­te en rela­ción con la mujer que de su supues­ta fuer­za físi­ca superior”.

Meca­nis­mos para abar­car la vio­len­cia sexual

Exis­te una impor­tan­te con­tra­par­ti­da cuan­do se asu­me que la vio­la­ción y la vio­len­cia son algo inna­to a la natu­ra­le­za mas­cu­li­na: el foco vuel­ve a colo­car­se sobre noso­tras. A las chi­cas se les ense­ña a “tener cui­da­do”, pero no a defen­der­se. Así, desa­rro­lla­mos un mie­do y una inca­pa­ci­dad de res­pues­ta que recuer­da al sín­dro­me de inde­fen­sión apren­di­da del que habla­ba Selig­man, con­vir­tién­do­nos en “víc­ti­mas poten­cia­les”. Los hom­bres y la calle se con­vier­ten en ame­na­zas, lo que con­se­cuen­te­men­te limi­ta la auto­no­mía y la liber­tad sexual de las muje­res. Sin embar­go, tal y como afir­ma la soció­lo­ga Lohitzu­ne Zuloa­ga (5), “el mie­do que sen­ti­mos las muje­res a ser víc­ti­mas de una agre­sión sexual gra­ve es muy des­pro­por­cio­na­do en com­pa­ra­ción con las pro­ba­bi­li­da­des reales que tene­mos de sufrirla”.

Por otro lado, la vic­ti­mi­za­ción resul­ta per­ju­di­cial para la recu­pe­ra­ción de la per­so­na que ha sufri­do una agre­sión, trau­ma­ti­zán­do­la y estig­ma­ti­zán­do­la a la vez. Sha­ron Mar­cus lamen­ta que, ante estas situa­cio­nes, se ins­te a las muje­res a no opo­ner resis­ten­cia, algo que tam­bién reper­cu­te en la auto­es­ti­ma, la segu­ri­dad y con­fian­za. Según ella, dicho razo­na­mien­to con­vier­te a las muje­res en “obje­tos de vio­len­cia y suje­tos del temor”, y apor­ta datos acer­ca de que una resis­ten­cia acti­va fren­te al vio­la­dor blo­quea gran par­te de las agre­sio­nes. Mai­te­na Mon­roy (6) apo­ya esta refle­xión: para ella, este tipo de men­sa­jes “trans­mi­ten que la úni­ca solu­ción a la vio­len­cia es que las muje­res dejen de hacer cosas, lo cual impli­ca negar dere­chos como el de estar solas”. Según Mon­roy, nues­tro obje­ti­vo debe ser que las muje­res adqui­ra­mos “la acti­tud vital de recla­mar nues­tro dere­cho a exis­tir sin vio­len­cia”, refi­rién­do­se a todas esas agre­sio­nes machis­tas que vivi­mos dia­ria­men­te y que hacen que las muje­res cami­ne­mos más inse­gu­ras por las calles, hacién­do­nos más vul­ne­ra­bles y depen­dien­tes. Esto tam­bién sig­ni­fi­ca ana­li­zar la for­ma en la que las muje­res ocu­pa­mos el espa­cio públi­co, y para ello con­tem­pla la nece­si­dad de iden­ti­fi­car las agre­sio­nes a las que se enfren­ta la pobla­ción feme­ni­na en todos los ámbi­tos, bus­car el ori­gen de esa vio­len­cia y enton­ces armar­se de recur­sos para enfrentarla.

Algu­nos sec­to­res del femi­nis­mo expli­can la posi­ción de las muje­res en base a una vio­len­cia mas­cu­li­na ejer­ci­da a nivel indi­vi­dual, pero esta apro­xi­ma­ción oscu­re­ce lo que nece­si­ta­mos expli­car y redu­ce pro­ce­sos muy com­ple­jos a la dimen­sión del com­por­ta­mien­to mas­cu­lino. En lugar de con­tem­plar la con­ti­nui­dad de la vio­len­cia sexual como el resul­ta­do de una fal­ta de poder en la mayor par­te de la pobla­ción, indis­tin­ta­men­te de su sexo, cier­tas teo­rías atri­bu­yen dicha per­ma­nen­cia al poder mas­cu­lino. El resul­ta­do es diri­gir la aten­ción de las muje­res a com­ba­tir el sexis­mo en sus vidas per­so­na­les sin lle­gar a com­ba­tir­se con efi­cien­cia las ideas de la cla­se domi­nan­te. Para lograr un cam­bio a nivel glo­bal, debe­mos ata­jar el pro­ble­ma de raíz, loca­li­zan­do el ori­gen de la vio­len­cia sexual en el con­tex­to de los cam­bios pro­du­ci­dos en la socie­dad capi­ta­lis­ta y en la vida de las muje­res den­tro de este sis­te­ma. Debe­mos desa­rro­llar estra­te­gias para luchar con­tra la opre­sión de la mujer en el plano indi­vi­dual, pero sobre todo colec­ti­va­men­te, bus­can­do solu­cio­nes con­cre­tas a pro­ble­mas con­cre­tos. Se tra­ta de aunar fuer­zas para supe­rar una socie­dad –la capi­ta­lis­ta­que ha crea­do las con­di­cio­nes para que se dé y se per­pe­túe dicha violencia.

Por todo esto, resul­ta impres­cin­di­ble la orga­ni­za­ción y la soli­da­ri­dad entre muje­res, pero tam­bién la impli­ca­ción de nues­tros com­pa­ñe­ros a la hora de com­ba­tir la vio­len­cia sexis­ta y cues­tio­nar la con­cep­ción tra­di­cio­nal de los roles de géne­ro. Esta tarea no debe deli­mi­tar­se úni­ca­men­te a espa­cios femi­nis­tas, sino que debe­mos mani­fes­tar nues­tro recha­zo a la vio­len­cia sexual de cual­quier cla­se a dia­rio y en todos aque­llos ámbi­tos en los que inter­ve­ni­mos, espe­cial­men­te el labo­ral. Pon­ga­mos en jaque al capi­ta­lis­mo, tam­bién a tra­vés de la igualdad.

Notas:

1 M., María, 2013: “La cul­tu­ra de la vio­la­ción”. Pro­yec­to Kah­lo, 1/​08/​2013. Dis­po­ni­ble en: http://​www​.pro​yec​to​-kah​lo​.com/​2​0​1​3​/​0​8​/​l​a​-​c​u​l​t​u​r​a​-​d​e​-​l​a​-​v​i​o​l​a​c​i​on/

2 McGre­gor, Shei­la, 1989: “Rape, pro­no­graphy and capi­ta­lism”. Inter­na­tio­nal Socia­lism 2:45, Win­ter 1989, pp.3 – 31.

3 Mc Gre­gor, Shei­la, 1989: op.cit.

4 Ren­ton, David, 2013: “Three essays on vio­len­ce: When did rape begin?”. http://​lives​run​ning​.word​press​.com/​2​0​1​3​/​1​0​/​0​8​/​w​h​e​n​-​d​i​d​-​r​a​p​e​-​b​e​g​in/ 8/​10/​2013.

5 Fer­nán­dez, June, 2013: “No vayas sola, te pue­de pasar algo”, eldia​rio​.es, 13/​10/​2013.

6 Goti, Nerea, 2011: “Igual­dad de dere­chos con­tra la vio­len­cia sexis­ta”, Gara, 25/​11/​2011

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