Lo que no te con­ta­rán sobre el rey- Rafael Escu­de­ro Alday

La abdi­ca­ción del rey es una prue­ba más de que el régi­men de la tran­si­ción se encuen­tra en cri­sis. Pero, lo que no está tan cla­ro es que sea la Cul­tu­ra de la Tran­si­ción la que tam­bién esté en cri­sis. Lo podre­mos com­pro­bar estos días, cuan­do escu­che­mos elo­gios y loas de los apo­lo­ge­tas de la monar­quía en los medios de comu­ni­ca­ción del esta­blish­ment. Escu­cha­re­mos tam­bién a los par­ti­dos del régi­men ‑PP y PSOE- ir de la mano ala­ban­do las vir­tu­des del rey y, lo que es peor, vin­cu­lan­do monar­quía y demo­cra­cia. Oire­mos a sus líde­res y por­ta­vo­ces recor­dar­nos la tras­cen­den­cia de la figu­ra del rey en la “recon­ci­lia­ción nacio­nal”, su defen­sa de la demo­cra­cia el 23‑F o el gran papel que cum­ple como “con­se­gui­dor” de nego­cios para empre­sas de capi­tal espa­ñol. Les escu­cha­re­mos decir que se cum­pli­rán las pre­vi­sio­nes cons­ti­tu­cio­na­les y que la suce­sión, como la tran­si­ción, será “modé­li­ca”. Todo ello, Cul­tu­ra de la Tran­si­ción en esta­do puro.

Pero no les escu­cha­re­mos rela­tar los deta­lles de esa monar­quía cuyo tim­bre de “legi­ti­mi­dad” pro­vie­ne de la legis­la­ción fran­quis­ta. Se ocul­ta­rá el hecho de que el toda­vía monar­ca juró dos veces los prin­ci­pios fun­da­men­ta­les del movi­mien­to nacio­nal: una, en 1969, cuan­do Fran­co le desig­nó suce­sor en la jefa­tu­ra del Esta­do; y dos, en 1975, tras la muer­te del dic­ta­dor, en el momen­to de acce­der a la coro­na. Y se ocul­ta­rá tam­bién que, en con­so­nan­cia con lo ante­rior, el rey ni siquie­ra con­si­de­ró opor­tuno jurar o pro­me­ter la Cons­ti­tu­ción cuan­do esta fue aprobada.

En los publi­rre­por­ta­jes a los que asis­ti­re­mos estos días no se con­ta­rá que el man­te­ni­mien­to de la monar­quía fue una de las “líneas rojas” del pro­ce­so de tran­si­ción, pilo­ta­do des­de sec­to­res de la pro­pia dic­ta­du­ra. Tam­po­co se recor­da­rá que se impi­dió pre­sen­tar­se a las elec­cio­nes de junio de 1977 ‑las que die­ron lugar a las cor­tes que apro­ba­ron la Cons­ti­tu­ción- a los par­ti­dos que no renun­cia­ran expre­sa­men­te a la ideo­lo­gía repu­bli­ca­na. Eso sí, se insis­ti­rá has­ta la sacie­dad en carac­te­ri­zar la actua­ción del rey duran­te la tran­si­ción como impar­cial, obje­ti­va e inde­pen­dien­te. Todo lo con­tra­rio. No sólo por­que en nin­gún momen­to puso su car­go a dis­po­si­ción de la ciu­da­da­nía para que esta se pro­nun­cia­se sobre la con­ti­nui­dad o no de esa monar­quía suce­so­ra de la dic­ta­du­ra, sino por­que ade­más duran­te aquel perío­do reinó y gober­nó para man­te­ner su pri­vi­le­gia­do estatus.

Se inten­ta­rán borrar de la memo­ria colec­ti­va las imá­ge­nes del monar­ca al lado de Fran­co o sus decla­ra­cio­nes ‑nun­ca crí­ti­cas- sobre la figu­ra del dic­ta­dor. Se escon­de­rá el comu­ni­ca­do que la Casa del Rey emi­tió el 18 de julio de 1978: “Hoy se con­me­mo­ra el ani­ver­sa­rio del Alza­mien­to Nacio­nal que dio a Espa­ña la vic­to­ria con­tra el odio y la mise­ria, la vic­to­ria con­tra la anar­quía, la vic­to­ria para lle­var la paz y el bien­es­tar a todos los espa­ño­les. Sur­gió el Ejér­ci­to, escue­la de vir­tu­des nacio­na­les, y a su cabe­za el Gene­ra­lí­si­mo Fran­co, for­ja­dor de la gran obra de rege­ne­ra­ción”. Releer y vol­ver a escu­char estas decla­ra­cio­nes refuer­za la tesis ‑afor­tu­na­da­men­te, cada vez más exten­di­da en la socie­dad espa­ño­la; sobre todo, entre la gen­te más joven- de que el resul­ta­do de la tran­si­ción esta­ba pre­de­ter­mi­na­do des­de un prin­ci­pio, impi­dién­do­se así un ver­da­de­ro pro­ce­so cons­ti­tu­yen­te y un cor­te radi­cal con el franquismo.

Tam­po­co se recor­da­rán los sinies­tros deta­lles de lo suce­di­do los días pre­vios al gol­pe del 23‑F. Por ejem­plo, la ambi­güe­dad del monar­ca duran­te las pri­me­ras horas de la aso­na­da mili­tar; las rela­cio­nes entre el rey y uno de los cabe­ci­llas, el gene­ral Alfon­so Arma­da, su per­so­na de con­fian­za duran­te muchos años; o el por­qué del nom­bra­mien­to de Arma­da como segun­do jefe del Esta­do Mayor del Ejér­ci­to días antes del gol­pe. Un con­su­ma­do gol­pis­ta con­de­na­do a 30 años de reclu­sión mayor, de los que final­men­te no lle­gó a cum­plir ni siquie­ra un ter­cio al ser indul­ta­do por el gobierno socia­lis­ta de Feli­pe Gon­zá­lez en 1988. Todos estos aspec­tos serán silen­cia­dos en la bio­gra­fía ofi­cial del monarca.

Asi­mis­mo, lo que no escu­cha­re­mos de boca de los líde­res de los par­ti­dos del régi­men ‑de la “cas­ta”, uti­li­zan­do la pala­bra de moda- es la peti­ción de dar la voz y la pala­bra a la ciu­da­da­nía. Que sea la gen­te quien deci­da qué mode­lo de jefa­tu­ra de Esta­do quie­re para este país: monar­quía o repú­bli­ca. Aun­que la Cons­ti­tu­ción care­ce de meca­nis­mos para pre­gun­tar de for­ma vin­cu­lan­te a la ciu­da­da­nía sobre esta cues­tión, debi­do al recha­zo que en el cons­ti­tu­yen­te de 1978 gene­ra­ba la demo­cra­cia direc­ta, sí exis­te una for­ma de saber la volun­tad ciu­da­da­na al res­pec­to. Es el art. 92 del tex­to cons­ti­tu­cio­nal, que habi­li­ta al pre­si­den­te del Gobierno para pro­po­ner refe­rén­dum con­sul­ti­vo sobre deci­sio­nes polí­ti­cas de espe­cial tras­cen­den­cia; y esta, no cabe duda de que lo es. Aun­que no vin­cu­lan­te, uti­li­zar este ins­tru­men­to ser­vi­ría para cono­cer de pri­me­ra mano el sen­tir y volun­tad de la ciu­da­da­nía. ¿No era esto la democracia?

Es alta­men­te impro­ba­ble que Mariano Rajoy pon­ga en mar­cha este meca­nis­mo. Y es muy pro­ba­ble que en este pun­to cuen­te, de nue­vo, con el apo­yo del PSOE. Los par­ti­dos del régi­men sal­drán en su defen­sa, encar­na­da aho­ra en la figu­ra del monar­ca y en la ins­ti­tu­ción de la monar­quía. Pero ello no es óbi­ce para que no exi­jan este refe­rén­dum las fuer­zas polí­ti­cas de la izquier­da trans­for­ma­do­ra, las que vie­nen recla­man­do un pro­ce­so cons­ti­tu­yen­te para este país. El silen­cio sobre esta peti­ción, el recha­zo a la demo­cra­cia real, es tam­bién Cul­tu­ra de la Tran­si­ción. Por tan­to, mien­tras no se for­ma­li­ce ese refe­rén­dum que escu­che al pue­blo, no podre­mos decir que la tran­si­ción y su cul­tu­ra polí­ti­ca hayan lle­ga­do a su fin. Más bien al con­tra­rio. Segui­rá en pie.

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