La refe­ren­cia chi­na de Mariá­te­gui: entre chi­fas, Kuo­min­tang y vio­len­cia revo­lu­cio­na­ria- Ernes­to Tole­do Brückmann

El Amau­ta dirá «La Chi­na está mucho más cer­ca de noso­tros que Euro­pa. La psi­co­lo­gía de nues­tro pue­blo es de tin­te más asiá­ti­co que occi­den­tal» (Mariá­te­gui: 1983) por­que las masas explo­ta­das en el Perú, al igual que en Chi­na, no eran de natu­ra­le­za pro­le­ta­ria; de ahí que sus teo­rías hacían del indí­ge­na el motor de la revo­lu­ción peruana.

INTRODUCCIÓN

Aun­que la par­ti­cu­la­ri­dad del pen­sa­mien­to de Mariá­te­gui resi­de en ele­men­tos pro­pios de la reali­dad perua­na, que­da cla­ro que lo uni­ver­sal de su pen­sa­mien­to radi­ca en sus fun­da­men­tos teó­ri­cos y meto­do­ló­gi­cos mar­xis­tas. Un peruano de tan­ta tras­cen­den­cia no podía des­li­gar­se del inter­na­cio­na­lis­mo y el aná­li­sis del acon­te­cer en Chi­na, un pue­blo geo­grá­fi­ca­men­te lejano que des­per­tó su curio­si­dad debi­do al trans­cu­rrir de su pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio nacio­na­lis­ta y anti­im­pe­ria­lis­ta. Esto se dio en medio de una cul­tu­ra perua­na recep­to­ra de migran­tes orien­ta­les y de los que el amau­ta, recién lle­ga­do de Euro­pa, no era ajeno.

PRIMEROS REFERENTES POLITICOS CHINOS

Atrás que­dó el dra­ma de los peo­nes con­tra­ta­dos o culíes chi­nos ‑prin­ci­pal­men­te ori­gi­na­rios de Can­tón- que arri­ba­ron al Perú des­de 1849 para dedi­car­se a las plan­ta­cio­nes de azú­car y extrac­ción de guano en la cos­ta. Vir­tual­men­te redu­ci­dos a la con­di­ción de semi-escla­vos, repre­sen­ta­ron una tran­si­ción his­tó­ri­ca de la escla­vi­tud al tra­ba­jo libre.

Pos­te­rior­men­te, el naci­mien­to del Par­ti­do Nacio­na­lis­ta chino Kuo­min­tang y el adve­ni­mien­to de la Repú­bli­ca de Chi­na en 1911 ‑ambos acon­te­ci­mien­tos con la pre­sen­cia pro­ta­gó­ni­ca del ideó­lo­go y polí­ti­co Sun Yat-Sen- per­mi­tió la cana­li­za­ción de un nue­vo nacio­na­lis­mo chino que se dejó ver entre la migra­ción chi­na en el Perú; este se for­mó en base a la volun­tad de sal­va­guar­dad la inte­gri­dad terri­to­rial, resis­tien­do los emba­tes japo­ne­ses; más ade­lan­te será la lucha con­tra el comu­nis­mo lo que uni­fi­que a un sig­ni­fi­ca­ti­vo sec­tor de la comu­ni­dad chi­na y tusan en el Perú.

El sen­ti­mien­to anti­chino de la segun­da mitad del siglo XIX se expre­sa­ba de diver­sas mane­ras: La fumi­ga­ción de los vapo­res des­de don­de arri­ba­ban los migran­tes, ante el temor de infec­cio­nes, y la exi­gen­cia de cer­ti­fi­ca­dos de salud a muy alto cos­to, a fin de impo­si­bi­li­tar la masi­va lle­ga­da. Si en el siglo XIX se ocu­pa­ban como bra­ce­ros agrí­co­las, ya duran­te la «edad de pie­dra» de Mariá­te­gui se les veía como comer­cian­tes, esta­ble­cién­do­se en pul­pe­rías, car­ni­ce­rías y talle­res arte­sa­na­les, hacién­do­se visi­bles a todos e incre­men­tan­do un sen­ti­mien­to anti chino pro­pa­la­do por los perió­di­cos de la épo­ca y que tam­bién con­ta­gió al pro­pio pro­le­ta­ria­do. En 1909 y duran­te una asam­blea, los miem­bros del Par­ti­do Obre­ro cul­pa­ron al gobierno por haber traí­do chi­nos al país como mano de obra bara­ta, mien­tras los obre­ros perua­nos no tenían tra­ba­jo; la muche­dum­bre salió a las calles para mal­tra­tar a los chi­nos que por allí tran­si­ta­ban y saquean­do sus esta­ble­ci­mien­tos comerciales.

En 1918 la suble­va­ción de los obre­ros anar­quis­tas perua­nos en defen­sa de la jor­na­da labo­ral de ocho horas con­tri­bu­yó a la fun­da­ción, un año antes, de la Liga Anti­asiá­ti­ca; el esta­lli­do de racis­mo con­tra los asiá­ti­cos tuvo como uno de sus pro­ta­go­nis­tas a la Fede­ra­ción de Pana­de­ros Estre­lla del Perú, quien vio en los chi­nos y japo­ne­ses a direc­tos com­pe­ti­do­res; esto influen­ció en las cla­ses bajas lime­ñas (LAUSENT: 2011.77)

Sin embar­go, sec­to­res de la inte­lec­tua­li­dad, a pesar de su inter­re­la­ción con los movi­mien­tos socia­les, tenían una per­cep­ción dife­ren­te; poe­tas, altos fun­cio­na­rios y filó­so­fos encon­tra­ron una atrac­ción en la fusión con la comi­da chi­na. Según la inves­ti­ga­do­ra Marie­lla Bal­bi, Mariá­te­gui, el poe­ta César Valle­jo y el escri­tor Abraham Val­de­lo­mar se reu­nían en el chi­fa Ton Kin Sen, como par­te de la cos­tum­bre culi­na­ria en las cla­ses medias perua­nas. (BALBI: 1999)

Se tra­tó, según Bal­bi, de la úni­ca migra­ción en el mun­do que se inte­gró en la socie­dad perua­na, sobre todo lime­ña, a tra­vés de la comi­da. Mien­tras muchos esta­ble­cie­ron peque­ños nego­cios de zapa­te­ría, lavan­de­ría, o bode­gas, su bue­na fama de coci­ne­ros hizo que las cla­ses altas perua­nas comen­za­ran a con­tra­tar­los. Para su labor de coci­ne­ros, los chi­nos impor­ta­ban ver­du­ras secas, «era como estar en Chi­na», expli­ca Bal­bi, quien agre­ga que aun­que éstos cono­cían los pla­tos perua­nos, «la comi­da nun­ca se mez­cló, era pura, de ellos para ellos».(BALBI: 1999)

Quie­nes se ins­ta­la­ron en el Mer­ca­do Cen­tral de Lima lo hicie­ron en torno a la calle Capón, que se con­ver­ti­rá en el cen­tro del «Chi­na­town» de la capi­tal perua­na. Algu­nos abrie­ron fon­das para la cla­se tra­ba­ja­do­ra, en momen­tos en que la cri­sis eco­nó­mi­ca se aba­tía sobre el Perú. En los pri­me­ros años del siglo XX la caí­da en el poder adqui­si­ti­vo hizo que estos res­tau­ran­tes inci­pien­tes sean más fre­cuen­ta­dos; ya para la déca­da de 1920 comen­za­ron a abrir, jun­to a las fon­das ya exis­ten­tes, res­tau­ran­tes chi­nos de mayor nivel en la calle Capón.

Entre 1920 y 1922 la can­ti­dad de per­mi­sos espe­cia­les para la resi­den­cia de chi­nos en el Perú se incre­men­tó pro­nun­cia­da­men­te, esta­ble­cién­do­se la com­pa­ñía de vapo­res Chugwha Navi­ga­tion Com­pany, pro­pie­dad de los comer­cian­tes chi­nos más des­ta­ca­dos de Lima.

SOCIEDADES EN PARALELO

Si has­ta ini­cios del siglo XIX los vie­jos impe­rios- pro­ve­nien­tes de Euro­pa- per­ma­ne­cie­ron en Amé­ri­ca, en la segun­da mitad de ese siglo las poten­cias expan­sio­nis­tas fija­ban su inte­rés en Áfri­ca, Asia y el Océano Pací­fi­co. Una de sus víc­ti­mas fue Chi­na, que tenía una pobla­ción de más de 430 millo­nes de habi­tan­tes, con una socie­dad feu­dal estruc­tu­ra­da des­de un Empe­ra­dor, la noble­za y gran­des terra­te­nien­tes en eter­na con­tra­dic­ción con el cam­pe­si­na­do; la pros­pe­ri­dad del noble gira­ba en torno a su rela­ción con sus pares y el gobierno cen­tral, mien­tras se apro­pia­ba de la mayo­ría de las ganan­cias; estos abu­sos pro­pi­cia­ban vio­len­tos levan­ta­mien­tos cam­pe­si­nos que fue­ron la úni­ca fuer­za motriz real del desa­rro­llo his­tó­ri­co en la socie­dad feu­dal china.

Cada uno de los levan­ta­mien­tos y vio­len­tos enfren­ta­mien­tos de cam­pe­si­nos en con­tra de los terra­te­nien­tes, fue un gol­pe para el régi­men feu­dal e impul­sa­ron en dis­tin­ta medi­da el desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas de la socie­dad. Sin embar­go, en aque­llos tiem­pos no exis­tían nue­vas fuer­zas pro­duc­ti­vas, rela­cio­nes de pro­duc­ción, fuer­zas de cla­se ni par­ti­dos polí­ti­cos avan­za­dos; por ello, toda reac­ción vio­len­ta care­ció de una direc­ción jus­ta y ter­mi­nó en el fracaso.

En la segun­da mitad del siglo XIX, fren­te al influ­jo esti­mu­lan­te del capi­ta­lis­mo extran­je­ro y al res­que­bra­ja­mien­to de la estruc­tu­ra eco­nó­mi­ca feu­dal, la indus­tria moder­na se hacía pre­sen­te por inter­me­dio comer­cian­tes, terra­te­nien­tes y buró­cra­tas. El sur­gi­mien­to del capi­ta­lis­mo nacio­nal de Chi­na gene­ró el desa­rro­llo de la bur­gue­sía y del pro­le­ta­ria­do. Si los pre­cur­so­res de la bur­gue­sía chi­na fue­ron una par­te de los comer­cian­tes, terra­te­nien­tes y buró­cra­tas, los del pro­le­ta­ria­do chino fue­ron una par­te de los cam­pe­si­nos y artesanos.

Las poten­cias impe­ria­lis­tas no se pro­pu­sie­ron trans­for­mar a la Chi­na feu­dal en una Chi­na capi­ta­lis­ta; su obje­ti­vo era hacer de ella una semi­co­lo­nia o colo­nia, para ello uti­li­za­ron la opre­sión mili­tar, polí­ti­ca, eco­nó­mi­ca y cultural.

Hacien­do un para­le­lo con el Perú, el his­to­ria­dor Wal­de­mar Espi­no­za sos­tie­ne que el perío­do de tran­si­ción al capi­ta­lis­mo fue abier­to abrup­ta­men­te en Amé­ri­ca lati­na con la con­quis­ta y que duran­te la Colo­nia no exis­tie­ron todos los ele­men­tos que carac­te­ri­zan al sis­te­ma feu­dal: tie­rra, señor feu­dal, sier­vos y escla­vos para con­si­de­rar que en el Perú se implan­tó el Feu­da­lis­mo. (ESPINOZA, 1978) Sin embar­go, José Car­los Mariá­te­gui afir­mó la exis­ten­cia de carac­te­rís­ti­cas feu­da­les debi­do a que los Enco­men­de­ros repre­sen­ta­rían al señor feu­dal, los indios serían con­si­de­ra­dos como sier­vos, pero sin bene­fi­cios ni res­pe­to o pro­tec­ción de par­te de sus «pro­tec­to­res».

Para 1850 la pobla­ción perua­na ascen­día a 2’001,123 habi­tan­tes; el país vivía un clí­max de pros­pe­ri­dad eco­nó­mi­ca, pro­duc­to de la expor­ta­ción del guano y el sali­tre. Sus ren­di­mien­tos se con­vir­tie­ron en la prin­ci­pal ren­ta fis­cal, el Esta­do usó sin medi­da de su cré­di­to, hipo­te­can­do su por­ve­nir a la finan­za ingle­sa; se estruc­tu­ró y con­for­mó una bur­gue­sía, con­fun­di­da y enla­za­da en su ori­gen y su estruc­tu­ra, con la aris­to­cra­cia, for­ma­da prin­ci­pal­men­te por los suce­so­res de los enco­men­de­ros y terra­te­nien­tes de las colo­nias pero obli­ga­da por su fun­ción a adop­tar los prin­ci­pios fun­da­men­ta­les de la eco­no­mía y polí­ti­ca liberal.

Ini­cian­do el siglo XX el pro­le­ta­ria­do peruano cre­ció numé­ri­ca­men­te; el desa­rro­llo de la mine­ría, tex­ti­le­ría y otras ramas de pro­duc­ción fabril le die­ron una defi­ni­da y cada vez más impor­tan­te ubi­ca­ción; ello impli­có la apa­ri­ción de una nue­va cla­se y una meta pre­ci­sa. El nacien­te pro­le­ta­ria­do peruano com­ba­tió por rei­vin­di­ca­cio­nes como aumen­to sala­rial y reduc­ción de la jor­na­da de tra­ba­jo; ello gene­ró un movi­mien­to obre­ro que bajo la línea sin­di­cal de cla­se creó sin­di­ca­tos en lucha con­tra el anar­co-sin­di­ca­lis­mo has­ta cul­mi­nar en la cons­truc­ción de la Con­fe­de­ra­ción Gene­ral de Tra­ba­ja­do­res del Perú (CGTP), bajo la con­duc­ción de Mariátegui.

Es en la déca­da de 1920 cuan­do se da paso al impul­so del capi­ta­lis­mo buro­crá­ti­co bajo domi­nio nor­te­ame­ri­cano; esta indus­tria­li­za­ción se pro­du­ce en una socie­dad semi­feu­dal cuya eco­no­mía se des­en­vol­vía cada vez más some­ti­da a un impe­ria­lis­mo nor­te­ame­ri­cano que des­pla­za­ba el domi­nio inglés. Es así como el capi­ta­lis­mo buro­crá­ti­co impli­có el desa­rro­llo de la con­di­ción semi­co­lo­nial y rubri­can­do todo el des­en­vol­vi­mien­to de la socie­dad peruana.

El cam­pe­sino peruano pro­se­guía sus his­tó­ri­cas luchas en defen­sa de la pro­pie­dad de la tie­rra con­tra la usur­pa­ción de los terra­te­nien­tes feu­da­les y las empre­sas mono­po­lis­tas; sus luchas fre­cuen­te­men­te eran repri­mi­das a san­gre y fue­go por el Esta­do peruano. Las luchas en las urbes no fue­ron aje­nas para sec­to­res de la peque­ña bur­gue­sía; los emplea­dos y estu­dian­tes pre­ten­dían alcan­zar rei­vin­di­ca­cio­nes como el dere­cho a la orga­ni­za­ción y la refor­ma universitaria.

En el cam­po polí­ti­co de la cla­se domi­nan­te, el civi­lis­mo de Leguía era expre­sión de una «bur­gue­sía mer­can­til» al ser­vi­cio del impe­ria­lis­mo nor­te­ame­ri­cano y con­ver­ti­do en eje del pro­ce­so eco­nó­mi­co, des­pla­zan­do a la «aris­to­cra­cia terra­te­nien­te» más estre­cha­men­te liga­da a Ingla­te­rra. El régi­men de Leguía sig­ni­fi­có la remo­de­la­ción de la socie­dad y la polí­ti­ca perua­na, según mol­des demo­li­be­ra­les, evi­den­cia­do en el orde­na­mien­to cons­ti­tu­cio­nal, la legis­la­ción, la ley edu­ca­cio­nal de 1920 y demás medi­das. De esa mane­ra, la bur­gue­sía perua­na cuyo impul­so se regis­tró a media­dos del XIX pasó a ser una bur­gue­sía com­pra­do­ra, eje del pro­ce­so social peruano y cabe­za direc­triz de las cla­ses domi­nan­tes del país.

A dife­ren­cia del Perú, la ideo­lo­gía comu­nis­ta lle­gó a Chi­na en la déca­da de 1910, fun­da­men­tal­men­te por los círcu­los aca­dé­mi­cos. Muchos jóve­nes uni­ver­si­ta­rios se mos­tra­ron intere­sa­dos en el mar­xis­mo, des­per­tan­do la aten­ción de la URSS, que a tra­vés de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta inten­ta­ba pro­mo­ver el comu­nis­mo en el mun­do. Es así como el 1 de julio de 1921 se fun­dó for­mal­men­te en Shanghái el Par­ti­do Comu­nis­ta de Chi­na (PCCH)

EL AMAUTA Y LA CHINA DE ULTRAMAR

Los escri­tos de Mariá­te­gui duran­te su «edad de pie­dra» no dan cuen­ta de un sig­ni­fi­ca­ti­vo inte­rés por Chi­na ni sus súb­di­tos en el Perú, por lo que, yen­do a los más remo­tos refe­ren­tes, seña­la­ría­mos que el pri­mer acer­ca­mien­to del Amau­ta con el país asiá­ti­co fue culi­na­rio. Tras retor­nar de Euro­pa en 1923, Mariá­te­gui ini­cia su pri­mer acer­ca­mien­to hacia la reali­dad polí­ti­ca y social chi­na; su inte­rés de debió al pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio nacio­na­lis­ta por el que atra­ve­sa­ba el país asiá­ti­co, víc­ti­ma de la pene­tra­ción impe­ria­lis­ta. Antes de nom­brar a algún diri­gen­te comu­nis­ta, los pro­ta­go­nis­tas de sus escri­tos serán el fun­da­dor del Par­ti­do Nacio­na­lis­ta chino Kuo­min­tang, Sun Yat Sen, y su suce­sor Chang Kai Shek. Ambos per­so­na­jes cana­li­za­ban las espe­ran­zas de la comu­ni­dad chi­na y tusan en el Perú.

El 4 de octu­bre de 1924 Mariá­te­gui publi­ca en la revis­ta lime­ña Varie­da­des su artícu­lo La revo­lu­ción chi­na, en don­de reco­no­ce que «La Chi­na pesa dema­sia­do en la his­to­ria huma­na para que no nos atrai­gan sus hechos y sus hom­bres (…) Este dis­pli­cen­te país, tan poco estu­dio­so y aten­to, no cono­ce casi de la Chi­na sino el coolie, algu­nas hier­bas, algu­nas manu­fac­tu­ras y algu­nas su­persticiones» Tam­bién des­cri­bi­rá un ras­go carac­te­rís­ti­co de los perua­nos: «Sin embar­go, espi­ri­tual y físi­ca­men­te, la Chi­na está mucho más cer­ca de noso­tros que Euro­pa. La psi­co­lo­gía de nues­tro pue­blo es de tin­te más asiá­ti­co que occi­den­tal» (Mariá­te­gui: 1983)

Gra­dual­men­te los comu­nis­tas chi­nos vie­ron cre­cer su influen­cia en el Kuo­min­tang; las noti­cias cable­grá­fi­cas lle­ga­ban a los dia­rios lime­ños y Mariá­te­gui obser­va­ba la fase de la lucha anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­feu­dal, diri­gi­da por cri­te­rios demo­crá­ti­co-revo­lu­cio­na­rios radi­ca­les, pero no ínte­gra­men­te con­se­cuen­tes. «Actual­men­te luchan en Chi­na las corrien­tes demo­crá­ti­cas con­tra los sedi­men­tos abso­lu­tis­tas. Com­ba­ten los intere­ses de la gran­de y peque­ña bur­gue­sía con­tra los intere­ses de la cla­se feu­dal» (Mariá­te­gui: 1983)

Tam­bién aco­tó que esas luchas cons­ti­tuían un pun­to de apo­yo para las fuer­zas de la revo­lu­ción: «Miles de inte­lec­tua­les y de estu­dian­tes pro­pa­gan en la Chi­na un idea­rio nue­vo. Los estu­dian­tes, agi­ta­do­res por exce­len­cia, son la leva­du­ra de una Chi­na nue­va». (Mariá­te­gui: 1983) La his­to­ria de la lucha revo­lu­cio­na­ria del pue­blo chino con­fir­mó esa pene­tran­te visión de la dia­léc­ti­ca his­tó­ri­ca en el mile­na­rio país.

En 1925 la Ter­ce­ra Inter­na­cio­nal impul­só la alian­za obre­ro-cam­pe­si­na bajo el lide­raz­go de la cla­se obre­ra y bajo la con­sig­na de la revo­lu­ción agra­ria, trans­for­man­do al Par­ti­do Comu­nis­ta de Chi­na (PCCH) en un par­ti­do de masas. No obs­tan­te, la Ter­ce­ra Inter­na­cio­nal con­si­de­ra­ba al Kuo­min­tang un par­ti­do polí­ti­co bur­gués anti-colo­nia­lis­ta. Tras la muer­te de Sun Yat-Sen, en ese mis­mo año, Chiang Kai-Shek asu­mió el car­go de coman­dan­te en jefe del Ejér­ci­to Nacio­nal Revo­lu­cio­na­rio y líder del Kuo­min­tang. El 28 de mar­zo de ese año Varie­da­des le publi­có a Mariá­te­gui un artícu­lo titu­la­do Sun Yat-Sen y don­de ini­cia dicien­do que «La revo­lu­ción chi­na ha per­di­do su más cons­picua figu­ra» (Mariá­te­gui: 1983) Mariá­te­gui des­ta­có al Kuo­min­tang como cana­li­za­dor de las ideas nacio­na­lis­tas y revo­lu­cio­na­rias entre los estu­dian­tes e inte­lec­tua­les chi­nos, en un país que se apres­tó a adop­tar la for­ma y las ins­ti­tu­cio­nes demo-libe­ra­les de la bur­gue­sía euro­pea y americana.

El 11 de julio apa­re­ce El impe­ria­lis­mo y la Chi­na. Ahí denun­cia la vio­len­cia con que el impe­ria­lis­mo- que acu­sa a los soviets rusos de la agi­ta­ción- actúa sobre una Chi­na de fuer­te sen­ti­mien­to nacio­na­lis­ta y revo­lu­cio­na­rio: «Decir que la Ter­ce­ra Internacio­nal mue­ve todos los hilos de esta agi­ta­ción es des­co­no­cer las raí­ces his­tó­ri­cas de un fenó­meno mucho más com­ple­jo y hon­do. La revo­lu­ción rusa ha influi­do pode­ro­sa­men­te en el des­per­tar de la Chi­na y de todo el Orien­te. Pero no en la for­ma que un cri­te­rio exclu­si­va­men­te poli­cial es ca­paz de supo­ner.» (Mariá­te­gui: 1983) Mien­tras los chi­nos se sen­tían tra­ta­dos en su pro­pio terri­to­rio, como un pue­blo infe­rior y de bár­ba­ros, el ala izquier­da del Kuo­min­tang ya esta­ba com­pues­ta mayo­ri­ta­ria­men­te por comunistas.

Has­ta ese momen­to Mariá­te­gui bos­que­ja­ba a gran­des tra­zos el pro­ce­so de la revo­lu­ción para pos­te­rior­men­te exa­mi­nar la agi­ta­ción nacio­na­lis­ta con­tra los diver­sos impe­ria­lis­mos que se dispu­taban el terri­to­rio chino. En Las nue­vas jor­na­das de la revo­lu­ción Chi­na (Varie­da­des, 24 de abril de 1926) seña­ló que el espí­ri­tu anti-impe­ria­lis­ta de las ciu­da­des de Can­tón y Shanghai se arrai­gó y pros­pe­ró en Pekín, ciu­dad acu­sa­da de ser un instrumen­to del bol­che­vis­mo con­tra el occi­den­te y la civi­lización. «En un país como la Chi­na, de enor­me pobla­ción e inmen­so terri­to­rio, don­de sub­sis­te una nume­ro­sa cas­ta feu­dal, la empre­sa de man­te­ner viva la revuel­ta no resul­ta difí­cil» (Mariá­te­gui: 1983) seña­la Mariá­te­gui cul­pan­do de todo ello a los impe­ria­lis­mos euro­peos, a la fuer­za sece­sio­nis­ta de los sen­ti­mien­tos regio­na­les y a los jefes militares.

En El pro­ble­ma de la Chi­na (Varie­da­des, 12 de febre­ro de 1927) Mariá­te­gui ase­gu­ra­ba que el pue­blo chino se encon­tra­ba «una de las más rudas jor­na­das de su epo­pe­ya revoluciona­ria» ya que el ejér­ci­to del gobierno revo­lu­cio­na­rio de Can­tón ame­na­za­ba Shanghai, ciu­da­de­la de un impe­ria­lis­mo bri­tá­ni­co que decía defen­der «la vida y la pro­pie­dad de los súb­di­tos bri­tá­ni­cos» de la ame­na­za bol­che­vi­que. (Mariá­te­gui: 1983)

Mariá­te­gui adver­tía que el peli­gro no exis­tía sino para los impe­ria­lis­mos que se dispu­taban el domi­nio eco­nó­mi­co de Chi­na, país con tan «fuer­te el movi­mien­to revolucio­nario que nin­gu­na con­ju­ra­ción capi­ta­lis­ta o mi­litar, extran­je­ra o nacio­nal, pue­de ata­jar­lo ni para­li­zar­lo.» Final­men­te es enfá­ti­co: «Con la Chi­na revo­lu­cio­na­ria y resurrec­ta están todas las fuer­zas pro­gre­sis­tas y reno­vadoras, de cuyo pre­va­le­ci­mien­to final espe­ra el mun­do nue­vo la rea­li­za­ción de sus idea­les pre­sen­tes» (Mariá­te­gui: 1983)

Dos meses des­pués apa­re­ce­rá La toma de Shan­gai (Varie­da­des, 2 de abril de 1927) don­de ana­li­za­rá la cap­tu­ra de Shanghai por las tro­pas de Chiang-Kai-Shek y afir­ma­rá que «El Kuo-Min-Tang se ha con­ver­ti­do en una for­mi­da­ble orga­ni­za­ción con un progra­ma rea­lis­ta y con un arrai­go pro­fun­do en las masas» (Mariá­te­gui: 1983)

La revo­lu­ción chi­na des­cri­ta por Mariá­te­gui has­ta 1927, se encau­só bajo las ban­de­ras de un fren­te úni­co anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­feu­dal, duran­te la pri­me­ra irrup­ción masi­va de la cla­se obre­ra y los cam­pe­si­nos, en un país semi­co­lo­nial y frag­men­ta­do por la lucha entre el sur revo­lu­cio­na­rio y el nor­te domi­na­do por los seño­res de la gue­rra y el lati­fun­dio. Has­ta enton­ces, el PCCH, fun­da­do en julio de 1921, mos­tra­ba debi­li­dad fren­te al Kuo­min­tang con­si­de­ra­do has­ta ese momen­to el núcleo más avan­za­do y combativo.

En Orien­te y Occi­den­te (Varie­da­des, 26 de noviem­bre de 1927) Mariá­te­gui opi­na sobre el títu­lo moral de occi­den­te para expan­dir su civi­li­za­ción, el mis­mo que pro­ce­de del evan­ge­lio de Jesús y no de la tra­di­ción gre­co- roma­na, cuyo enve­je­ci­mien­to cayó con la caí­da de Roma. Las cru­za­das, la con­quis­ta de Amé­ri­ca y las pos­te­rio­res inva­sio­nes per­te­ne­cen a una civi­li­za­ción fecun­da­da y ele­va­da por el cris­tia­nis­mo, el mis­mo que es de ori­gen orien­tal. Mariá­te­gui ase­gu­ra­ba que Occi­den­te es ante todo «acción, volun­tad, ener­gía» mien­tras que orien­te repre­sen­ta los valo­res opues­tos. (Mariá­te­gui: 1983)

En esos artícu­los se esbo­za una visión de la Chi­na tra­di­cio­nal, del espí­ri­tu de sus habi­tan­tes, de su his­to­ria y lo que esta­ba por lle­gar, de su estruc­tu­ra social vis­tos des­de las cate­go­rías mar­xis­tas pero sin uti­li­zar tér­mi­nos ple­na­men­te iden­ti­fi­ca­bles ya que Mariá­te­gui era cons­cien­te de la línea y el públi­co al que iban diri­gi­das las publicaciones.

Se debe tomar en cuen­ta los cam­bios en la cola­bo­ra­ción y sin­to­nía ideo­ló­gi­ca con el APRA pues resul­ta inevi­ta­ble el para­le­lis­mo Haya de la Torre – Chiang-Kai-Shek, y Mariá­te­gui – Mao Tse Tung, aun­que en estos pri­me­ros escri­tos el Amau­ta no men­cio­na­ra al enton­ces joven diri­gen­te chino. Es en 1928 cuan­do se da la rup­tu­ra ideo­ló­gi­ca entre Haya y Mariá­te­gui, un año des­pués que el Kuo­min­tang rom­pie­ra con el PCCH. Mariá­te­gui con­si­de­ra­ba que la alian­za de cla­ses pro­pues­ta por Haya de la Torre para enfren­tar­se al impe­ria­lis­mo y a la oli­gar­quía anu­la­ría los obje­ti­vos ver­da­de­ros de la revo­lu­ción socia­lis­ta y pro­le­ta­ria que él defendía.

LOS CHINOS EN SUS SIETE ENSAYOS

Pero el aná­li­sis de Mariá­te­gui res­pec­to al con­tex­to polí­ti­co chino era radi­cal­men­te opues­to, res­pec­to a su per­cep­ción de la comu­ni­dad chi­na afin­ca­da en el Perú. En los Sie­te Ensa­yos de inter­pre­ta­ción de la reali­dad perua­na escri­be: «El chino…parece haber ino­cu­la­do en su des­cen­den­cia, el fata­lis­mo, la apa­tía, las taras del Orien­te decré­pi­to» (Mariá­te­gui: 1983)

El asiá­ti­co fata­lis­ta, apá­ti­co y decré­pi­to son des­crip­cio­nes este­reo­ti­pa­das que jus­ti­fi­ca­ron el colo­nia­lis­mo al plan­tear que el chino se bene­fi­cia­ría de la pre­sen­cia del supues­ta­men­te opti­mis­ta, ener­gé­ti­co, y acti­vo colo­nia­lis­ta blanco.

Estas apre­cia­cio­nes fue­ron hechas pese a que la comu­ni­dad chi­na mos­tra­ba visos pro­gre­sis­tas; dos años antes de la publi­ca­ción de los Sie­te Ensa­yos, el 3 de abril de 1926 un gru­po de nacio­na­lis­tas chi­nos radi­ca­dos en el Perú fun­dó la Aso­cia­ción Chi­na Kuo­min­tang; ubi­ca­do en el Jr. Junín 836. Por esos años exis­tía la escue­la Sun Yat Sen: Nacio­na­lis­mo, Demo­cra­cia, Bien­es­tar Social, con el fin de edu­car y fomen­tar los idea­les nacio­na­lis­tas. Aun­que ya el Kuo­min­tang alber­ga­ba en su inte­rior a nume­ro­sos comu­nis­tas, se des­co­no­ce si en la filial perua­na suce­día lo mis­mo; por lo pron­to y pos­te­rior­men­te, la mayo­ría de perua­nos de ori­gen chino pre­fi­rió man­te­ner la pos­tu­ra nacio­na­lis­ta- con even­tua­les acti­tu­des anti­co­mu­nis­tas- y otro gru­po redu­ci­do optó por afi­liar­se al APRA.

Detrás de la preo­cu­pa­ción de Mariá­te­gui por la pobla­ción asiá­ti­ca y su posi­ble con­tri­bu­ción, en su opi­nión nega­ti­va, a la cons­truc­ción de la nacio­na­li­dad perua­na se encuen­tra el hecho de que alre­de­dor 90,000 cam­pe­si­nos chi­nos lle­ga­ron al país en el siglo XIX. Como seña­la Mariá­te­gui: «La cos­ta perua­na reci­bió aque­llos famo­sos con­tin­gen­tes de inmi­gran­tes chi­nos des­ti­na­dos a sus­ti­tuir en las hacien­das a los escla­vos negros, impor­ta­dos por el Virrei­na­to, cuya manu­mi­sión fue tam­bién en cier­to modo una con­se­cuen­cia del tra­ba­jo de trans­for­ma­ción de una eco­no­mía feu­dal en eco­no­mía más o menos bur­gue­sa» (Mariá­te­gui: 1983)

Mariá­te­gui pre­sen­ta a las nacio­nes asiá­ti­cas como con­tra­ejem­plos al racis­mo anti indí­ge­na, como ideo­lo­gía y pseu­do­cien­cia: «La supo­si­ción de que el pro­ble­ma indí­ge­na es un pro­ble­ma étni­co, se nutre del más enve­je­ci­do reper­to­rio de ideas impe­ria­lis­tas. El con­cep­to de las razas infe­rio­res sir­vió al Occi­den­te blan­co para su obra de expan­sión y conquista…Los pue­blos asiá­ti­cos, a los cua­les no es infe­rior en un ápi­ce el pue­blo indio, han asi­mi­la­do admi­ra­ble­men­te la cul­tu­ra occi­den­tal, en lo que tie­ne de más diná­mi­co y crea­dor, sin trans­fu­sio­nes de san­gre euro­pea. La dege­ne­ra­ción del indio peruano es una bara­ta inven­ción de los legu­le­yos de la mesa feu­dal.» (Mariá­te­gui: 1983)

En varios de sus escri­tos, Mariá­te­gui pre­sen­ta a los paí­ses asiá­ti­cos como mues­tra de que la moder­ni­dad pue­de ser apro­pia­da por pobla­cio­nes no euro­peas. Así, en «El pro­ble­ma de las razas» escri­be: «Hace tiem­po que la expe­rien­cia japo­ne­sa demos­tró la faci­li­dad con que pue­blos de raza y tra­di­ción dis­tin­tas de las euro­peas, se apro­pian de la cien­cia occi­den­tal y se adap­tan al uso de su téc­ni­ca de pro­duc­ción. En las minas y en las fábri­cas de la Sie­rra del Perú, el indio cam­pe­sino con­fir­ma esta expe­rien­cia» (Mariá­te­gui: 1983)

La opi­nión nega­ti­va que Mariá­te­gui tie­ne de los inmi­gran­tes chi­nos radi­ca­ba en su creen­cia que este gru­po habría sufri­do un pro­ce­so radi­cal de decul­tu­ra­ción: «El coolí chino es un ser segre­ga­do de su país por la super­po­bla­ción y el pau­pe­ris­mo. Injer­ta en el Perú su raza, mas no su cul­tu­ra. La inmi­gra­ción chi­na no nos ha traí­do nin­guno de los ele­men­tos esen­cia­les de la civi­li­za­ción chi­na, aca­so por­que su pro­pia patria han per­di­do su poder diná­mi­co y gene­ra­dor. Lao Tsé y Con­fu­cio han arri­ba­do a nues­tro cono­ci­mien­to por la vía de Occi­den­te» (Mariá­te­gui: 1983)

La com­pe­ten­cia por el tra­ba­jo era una razón común para esta exclu­sión, el chino fue vis­to por los perua­nos como aquel que venía a qui­tar­le lo que era suyo, su tra­ba­jo y de allí cre­ció una dis­cri­mi­na­ción hacia ellos, pero la fal­ta de reali­dad de esta acu­sa­ción sugie­re que el odio tenía sus raí­ces en el temor de cos­tum­bres y per­so­nas dife­ren­tes. Poco a poco fue­ron ascen­dien­do y ganan­do posi­cio­nes en todos los ámbi­tos: social, cul­tu­ral, eco­nó­mi­co, y su capa­ci­dad de tra­ba­jo fue reconocida.

TUSANS PERUANOS

La comu­ni­dad chi­na y tusan en el Perú pre­ten­día cada vez más inte­grar­se a la vida social perua­na. El 14 de febre­ro de 1929 el dia­rio La Voz de Ica infor­ma­ba el fun­cio­na­mien­to en esa ciu­dad, de un nue­vo Plan­tel de Ense­ñan­za Par­ti­cu­lar sub­ven­cio­na­do y sos­te­ni­do por la colo­nia chi­na: «se hizo públi­co el avi­so diri­gi­do a los padres de fami­lia de la Escue­la de Ense­ñan­za Sun Yat Sen, el cual se some­te­rá a los Pro­gra­mas Ana­lí­ti­cos Ofi­cia­les vigen­tes, dic­tán­do­se ade­más de la cla­se de idio­mas el de la len­gua chi­na para los alum­nos que deseen apren­der. La Escue­la fun­cio­na­rá en el local de la Bene­fi­cen­cia Chi­na ubi­ca­da en la calle Liber­tad 102 cuya pre­pa­ra­ción se ha lle­va­do a cabo con las exi­gen­cias peda­gó­gi­cas moder­nas. La dota­ción de úti­les y mobi­lia­rio será gra­tui­ta.» (LUJÀN, 2012)

Al día siguien­te, el mis­mo dia­rio dio a cono­cer la nue­va Jun­ta Direc­ti­va del Kuo­min­tang en el Perú para el perío­do 1929 – 1930. «Pre­si­den­te, Nica­nor S. Wong; Teso­re­ro, José Jhong; Vice-Teso­re­ro, Car­los Pun; Secre­ta­rio de Actas, Juan Wong; Vice-Secre­ta­rio de Actas, Car­los Wong San; Rela­tor de Actas, Kon Chi Men; Vice-Rela­tor de Actas, Alfre­do Wong; Direc­tor, Manuel Li; Vice-Direc­tor, José Chiu; Secre­ta­rio del Exte­rior, Tori­bio B. Jhong; Vice­se­cre­ta­rio del Exte­rior, Gre­go­rio Wong y Ricar­do Goyo­ne­che; Voca­les, Juan León, Ricar­do Chang, Car­los Wong San, Kon Chi Men, Tra­duc­to­res, Tori­bio B. Jhong, Gre­go­rio Wong, Ricar­do Goyo­ne­che; Ins­pec­tor, Chan Su Loo; Sub-Ins­pec­tor, Luis León.» (LUJÀN, 2012)

Sin embar­go, el con­tex­to inter­na­cio­nal seguía sien­do lo más atrac­ti­vo para Mariá­te­gui; el 26 de julio de 1929 apa­re­ce en Varie­da­des el artícu­lo Rusia y Chi­na, don­de Mariá­te­gui ana­li­za el com­ple­jo aje­drez diplo­má­ti­co polí­ti­co euro­peo y japo­nés en con­tra de Chi­na. Adver­tía que la pene­tra­ción japo­ne­sa en Chi­na avan­za­ba a gran­des pasos y que ello se refle­ja­ba en el for­ta­le­ci­mien­to de sus inver­sio­nes en la Man­chu­ria. Japón, país occi­den­ta­li­za­do y pro­gre­sis­ta, se había esme­ra­do en cola­bo­rar con los ele­men­tos más retró­gra­dos de la Chi­na. Sin embar­go el ferro­ca­rril de Man­chu­ria era de pro­pie­dad rusa y defen­di­da por la diplo­ma­cia de Fran­cia y Ale­ma­nia. Mariá­te­gui reco­no­ció que tras rom­per­se con la tra­di­ción del zaris­mo, Rusia renun­ció a los dere­chos de extra­te­rri­to­ria­li­dad y otros que los tra­ta­dos vigen­tes con las poten­cias euro­peas le reco­no­cían; ello abrió una nue­va eta­pa en las rela­cio­nes de Euro­pa con Chi­na, tra­tán­do­la de igual a igual.

En Chi­na y la ofen­si­va anti­so­vié­ti­ca. (Mun­dial, 23 de agos­to de 1929) Mariá­te­gui veía un Kuo­min­tang domes­ti­ca­do y una Repú­bli­ca bené­vo­la a los intere­ses impe­ria­lis­tas, des­pués de haber aho­ga­do en san­gre las rei­vin­di­ca­cio­nes pro­le­ta­rias. Las poten­cias occi­den­ta­les espe­ra­ban cul­par a Rusia de actos vio­len­tos con­tra Chi­na para jus­ti­fi­car un blo­queo. Sin embar­go, las gran­des poten­cias euro­peas no podían azu­zar a la Chi­na con­tra la URSS sin reavi­var el fue­go de un nacio­na­lis­mo cuyo enar­de­ci­mien­to com­pro­me­te­ría los intere­ses imperialistas.

En La pre­pa­ra­ción sen­ti­men­tal del lec­tor ante el con­flic­to ruso- chino (Mun­dial, 18 de setiem­bre de 1929) denun­cia la cam­pa­ña mediá­ti­ca nor­te­ame­ri­ca­na para jus­ti­fi­car una ofen­si­va con­tra la URSS, uti­li­zan­do como con­tex­to la vio­len­cia del gobier­no de Man­chu­ria y las pro­vo­ca­cio­nes de las ban­das chi­nas. La polí­ti­ca anti-sovié­ti­ca de los impe­ria­lis­mos mira­ba a ene­mis­tar la URSS con Orien­te, crean­do un supues­to «impe­ria­lis­mo rojo», en el mis­mo sen­ti­do colo­ni­za­dor y mili­tar del impe­ria­lis­mo capitalista.

En El pac­to Kellogg y la cues­tión ruso- chi­na (Mun­dial, 18 de octu­bre de 1929) Esta­dos Uni­dos ve con dis­gus­to la sus­pen­sión de hos­ti­li­da­des en Man­chu­ria, por par­te de Chi­na y Rusia. «Las poten­cias occi­den­ta­les no pue­den mirar sino con dis­gus­to el cur­so de las nego­cia­cio­nes ruso-chi­nas y la sus­crip­ción del con­ve­nio que res­ta­ble­ce el sta­tu quo en la Man­chu­ria. Con este arre­glo, la posi­ción inter­na­cio­nal de Rusia se refuer­za, sus rela­cio­nes con Asia se nor­ma­li­zan y las posi­bi­li­da­des de con­so­li­da­ción de su eco­nomía sobre cimien­tos socia­lis­tas se acre­cien­tan.» (MARIATEGUI: 1983)

En La gue­rra civil en la Chi­na (Mun­dial, 13 de diciem­bre de 1929) es enér­gi­co en sus crí­ti­cas hacia el cau­di­llis­mo de Chang Kai Shek, cuyo pro­gra­ma era la uni­fi­ca­ción de Chi­na bajo un gobierno nacio­na­lis­ta. Tam­bién cues­tio­na la capi­tu­la­ción del gene­ral chino ante los impe­ria­lis­mos extran­je­ros, que pron­to reco­no­cie­ron en él un alia­do y un ser­vi­dor incon­di­cio­nal. Asi­mis­mo, denun­cia la masa­cre de diri­gen­tes obre­ros en Shanghai y Can­tón, trai­cio­nan­do a sus otro­ra alia­dos comunistas.

ÚLTIMAS REFERENCIAS DEL AMAUTA

Mien­tras a ini­cios de 1930 los comu­nis­tas chi­nos lucha­ban en su país por sobre­vi­vir en medio de la repre­sión nacio­na­lis­ta, el Kuo­min­tang en el Perú con­ta­ba con el lide­raz­go del doc­tor Car­los Pun, quien lle­gó a Lima en 1923 y esta­ble­ció su con­sul­to­rio de Medi­ci­na Her­bo­la­ria Chi­na, siguien­do la tra­di­ción fami­liar ini­cia­da por su padre Pun Luy On, quien intro­du­jo la impor­ta­ción de las hier­bas medi­ci­na­les chinas.

El inves­ti­ga­dor Ricar­do Mel­gar Bao seña­la que en la déca­da de 1930 el Kuo­min­tang tenía una pre­sen­cia muy impor­tan­tes entre las ins­ti­tu­cio­nes chi­nas en el Perú: «Tenía una orga­ni­za­ción inter­na­cio­nal impre­sio­nan­te, tra­ba­ja­ba con los cón­su­les chi­nos (que eran perua­nos) que había en muchos sitios en don­de la con­cen­tra­ción de los inmi­gran­tes eran nume­ro­sos. Fue­ra de Lima los chi­nos habi­ta­ban el valle de Jeque­te­pe­que, invo­lu­cran­do loca­li­da­des como Che­pén, Pacas­ma­yo, San Pedro de Lloc y Gua­da­lu­pe) y era más impor­tan­te el que había en Tru­ji­llo, Chi­cla­yo e Ica en el sur» [Entre­vis­ta del 5/​2/​2014]

En ese con­tex­to, Mariá­te­gui escri­bi­rá El gobierno de Nan­king con­tra la extra­te­rri­to­ria­li­dad (Mun­dial, 4 de enero de 1930) don­de nie­ga que la anu­la­ción de los pri­vi­le­gios de extra­te­rri­to­ria­li­dad sea un signo de la volun­tad revo­lu­cio­na­ria del Kuo­min­tang para poner en prác­ti­ca el pro­gra­ma nacionalista.

Pos­te­rior­men­te, en La repú­bli­ca de Mon­go­lia (Mun­dial, 18 de enero de 1930) seña­la la com­pla­cen­cia de las poten­cias capi­ta­lis­tas por el des­pi­do de con­ce­je­ros rusos por par­te de un Kuo­min­tang ya anti­co­mu­nis­ta, rom­pien­do así la supues­ta influen­cia sovié­ti­ca en Chi­na. Sin embar­go des­cri­be el rece­lo de Occi­den­te ante la pró­xi­ma crea­ción de la Repú­bli­ca Sovié­ti­ca de la Mongolia.

Mariá­te­gui Y LA LÍNEA POLÍTICA GENERAL PARA LA REVOLUCIÓN PERUANA

La his­to­ria polí­ti­ca perua­na demues­tra que el acer­ca­mien­to entre Mariá­te­gui y Chi­na, así como sus coin­ci­den­cias, tuvo mayor sig­ni­fi­ca­ción una vez muer­to el Amau­ta. Serían sus segui­do­res quie­nes pos­te­rior­men­te harían un para­le­lo entre su obra y la de Mao Tse Tung.

A ini­cios del siglo XX, tan­to el Perú como Chi­na tenían fuer­tes con­cen­tra­cio­nes cam­pe­si­nas fue­ra de las ciu­da­des y los sis­te­mas feu­da­les impe­ra­ban, en mayor o menor gra­do, en las socie­da­des agra­rias. Mariá­te­gui esta­ba con­ven­ci­do que, a dife­ren­cia de Euro­pa, las masas explo­ta­das en el Perú no eran de natu­ra­le­za pro­le­ta­ria. Las filas de los opri­mi­dos las com­po­nían indios y cam­pe­si­nos. Por lo tan­to, sus teo­rías hacían de la masa indí­ge­na el motor de la revo­lu­ción mar­xis­ta que se tenía que lle­var a cabo.

Res­pec­to al carác­ter de la socie­dad perua­na, Mariá­te­gui advir­tió en el pun­to 3º del Pro­gra­ma del enton­ces Par­ti­do Socia­lis­ta, el carác­ter semi­feu­dal y semi­co­lo­nial de la socie­dad de su épo­ca. Asi­mis­mo, ana­li­zó las fuer­zas de la revo­lu­ción reco­no­cien­do al pro­le­ta­ria­do y al cam­pe­si­na­do como cla­ses bási­cas; mien­tras los cam­pe­si­nos eran la fuer­za prin­ci­pal por ser mayo­ri­ta­ria, ade­más de sopor­tar el peso semi­feu­dal, la cla­se diri­gen­te sería la obre­ra, capaz de per­mi­tir que los cam­pe­si­nos cum­plan su papel. Al cam­pe­si­na­do y al pro­le­ta­ria­do se uni­rían la peque­ña bur­gue­sía que si bien «ha juga­do siem­pre un papel sub­si­dia­rio y des­orien­ta­do en el Perú», pues­ta bajo la pre­sión del capi­ta­lis­mo extran­je­ro «pare­ce des­ti­na­da a asu­mir, a medi­da que pros­pe­ren su orga­ni­za­ción y orien­ta­ción, una acti­tud nacio­na­lis­ta revo­lu­cio­na­ria». A estas fuer­zas motri­ces se le adhe­ri­ría cir­cuns­tan­cial­men­te la bur­gue­sía nacio­nal, que Mariá­te­gui lla­mó «izquier­da bur­gue­sa». La uni­dad de estas cla­ses fija­ría sus ata­ques con­tra la semi­feu­da­li­dad y el domi­nio imperialista.

En el Pro­gra­ma del Par­ti­do Socia­lis­ta se defi­nen las eta­pas de la revo­lu­ción perua­na, pre­ci­san­do su carác­ter: «La eman­ci­pa­ción de la eco­no­mía del país es posi­ble úni­ca­men­te por la acción de las masas pro­le­ta­rias, soli­da­rias con la lucha anti­im­pe­ria­lis­ta mun­dial. Sólo la acción pro­le­ta­ria pue­de esti­mu­lar pri­me­ro y rea­li­zar des­pués, las tareas de la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-bur­gue­sa que el régi­men bur­gués es incom­pe­ten­te para desa­rro­llar y cum­plir». A esta eta­pa Mao Tse Tung le lla­ma­ría D emo­crá­ti­co-Nacio­nal o Demo­crá­ti­co-Bur­gue­sa de Nue­vo Tipo.

«Cum­pli­da su eta­pa demo­crá­ti­co-bur­gue­sa, la revo­lu­ción devie­ne, en sus obje­ti­vos y su doc­tri­na, revo­lu­ción pro­le­ta­ria. El par­ti­do del pro­le­ta­ria­do, capa­ci­ta­do por la lucha para el ejer­ci­cio del poder y desa­rro­llo de su pro­pio pro­gra­ma, rea­li­za en esta eta­pa las tareas de la orga­ni­za­ción y defen­sa del orden socia­lis­ta». De todo ello se des­pren­de que, a enten­der de Mariá­te­gui, solo la pre­pa­ra­ción y orga­ni­za­ción de la cla­se obre­ra, a tra­vés de su Par­ti­do, garan­ti­za­ría la con­duc­ción de la Revo­lu­ción Demo­crá­ti­co-Nacio­nal y desa­rro­lla­ría la segun­da eta­pa: la Revo­lu­ción Proletaria.

LA LUCHA ANTIFEUDAL Y ANTIIMPERIALISTA

Para Mariá­te­gui, el pro­ble­ma agra­rio del Perú pasa­ba por la des­truc­ción de la feu­da­li­dad cuyas rela­cio­nes mar­ca­ban la socie­dad perua­na. El motor de las luchas cam­pe­si­nas era el pro­ble­ma de la tie­rra. R esal­tó la lucha que enfren­ta­ba la comu­ni­dad y el lati­fun­dio, des­ta­can­do que el carác­ter colec­ti­vo de las comu­ni­da­des dio fuer­zas a las mayo­rías cam­pe­si­nas para resis­tir el his­tó­ri­co asal­to de los terra­te­nien­tes feu­da­les, ence­rran­do gér­me­nes vivos que ser­vi­rían al futu­ro desa­rro­llo socia­lis­ta. Asi­mis­mo, des­ta­có la exis­ten­cia de rela­cio­nes feu­da­les de explo­ta­ción tras apa­ren­tes moda­li­da­des capi­ta­lis­tas y que común­men­te eran lla­ma­das «semi­feu­da­les» En con­se­cuen­cia, la lucha anti­feu­dal era el motor de la lucha de cla­ses en el cam­po y es el basa­men­to mis­mo de la revo­lu­ción democrático-nacional.

«El pro­ble­ma de los indios es el pro­ble­ma de cua­tro millo­nes de perua­nos. Es el pro­ble­ma de las tres cuar­tas par­tes de la pobla­ción del Perú. Es el pro­ble­ma de la mayo­ría. Es el pro­ble­ma de la nacio­na­li­dad» (MARIÀTEGUI, 1983), seña­ló Mariá­te­gui tras adver­tir la impo­si­bi­li­dad de pres­cin­dir del indio en una polí­ti­ca real­men­te nacio­nal al ser éste el cimien­to de la nacio­na­li­dad en for­ma­ción. Sobre esta base ana­li­zó las cla­ses y la lucha anti­im­pe­ria­lis­ta en el Perú y en Lati­noa­mé­ri­ca; par­tió de que las bur­gue­sías lati­no­ame­ri­ca­nas «se sien­ten lo bas­tan­te due­ñas del poder polí­ti­co para no preo­cu­par­se de la sobe­ra­nía nacional»(MARIÀTEGUI, 1983), así como soli­da­rias y liga­das con los intere­ses impe­ria­lis­tas. Final­men­te con­si­de­ró que sólo la uni­dad del pro­le­ta­ria­do con el cam­pe­si­na­do con­du­ci­ría a un anti­im­pe­ria­lis­mo consecuente.

Dis­tin­ta­men­te a la vie­ja Chi­na de la pri­me­ra mitad del siglo XX, en el Perú se da el caso de la super­vi­ven­cia de la comu­ni­dad cam­pe­si­na, pecu­lia­ri­dad que deter­mi­na una solu­ción socia­lis­ta del pro­ble­ma agra­rio peruano, ya en la pri­me­ra eta­pa de la revo­lu­ción. Esta reali­dad deter­mi­nó una dife­ren­cia entre la teo­ría de Mao y la de Mariá­te­gui. Sin embar­go encon­tra­mos coin­ci­den­cias res­pec­to al pre­do­mi­nio del modo capi­ta­lis­ta de pro­duc­ción en las con­di­cio­nes de semi­co­lo­nia­li­dad y semi­feu­da­li­dad de sus res­pec­ti­vos países.

EL FRENTE ÚNICO

Quien reco­gió la expe­rien­cia chi­na del Kuo­min­tang res­pec­to al par­ti­do del Fren­te Úni­co fue Haya de la Torre; pos­te­rior­men­te el APRA incor­po­ra­rá a los cam­pe­si­nos en su par­ti­do de «Fren­te Úni­co» de cla­ses, jun­to a la cla­se media y obre­ros. Por su par­te y coin­ci­den­te con el PCCH, Mariá­te­gui exi­gió un Fren­te Úni­co de carác­ter anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­feu­dal que bajo la direc­ción de la cla­se obre­ra y basa­do en la alian­za obre­ro-cam­pe­si­na, aglu­ti­na­se tam­bién a la peque­ña bur­gue­sía y, en cier­tas con­di­cio­nes y cir­cuns­tan­cias, a la bur­gue­sía nacio­nal; todo ello como arma fun­da­men­tal de la revo­lu­ción democrático-nacional.

Sobre el Fren­te Úni­co, Mao dirá: «Don­de­quie­ra que haya par­ti­dos o indi­vi­duos demo­crá­ti­cos dis­pues­tos a coope­rar con noso­tros la acti­tud que corres­pon­de a los comu­nis­tas es con­sul­tar y coope­rar con ellos. Es erró­neo tomar deci­sio­nes arbi­tra­rias y actuar de mane­ra auto­ri­ta­ria, sin haber caso de los alia­dos. Un buen comu­nis­ta debe saber tener en cuen­ta el todo, pen­sar en fun­ción de la mayo­ría y tra­ba­jar jun­to con los aliados»(TSE TUNG: 1976 T2. 201 – 218)

LAS FUERZAS MOTRICES DE LA REVOLUCIÓN CHINA

Hacien­do un para­le­lo con el Perú, Mao iden­ti­fi­có a las Fuer­zas Motri­ces o diver­sas cla­ses y capas de la socie­dad chi­na, capa­ces de unir fuer­zas para luchar con­tra el impe­ria­lis­mo y el feu­da­lis­mo. Mao vio en la cla­se terra­te­nien­te a la prin­ci­pal base social de la domi­na­ción impe­ria­lis­ta en Chi­na. La bur­gue­sía la divi­día en Bur­gue­sía com­pra­do­ra (al ser­vi­cio direc­to de los capi­ta­lis­tas de los paí­ses impe­ria­lis­tas y sus­ten­ta­da por ellos) y La bur­gue­sía nacio­nal (cla­se en con­tra­dic­ción por ser opri­mi­da por el impe­ria­lis­mo y cons­tre­ñi­da por el feudalismo)

La peque­ña bur­gue­sía era la gran masa de los inte­lec­tua­les, peque­ños comer­cian­tes, arte­sa­nos y los pro­fe­sio­na­les dota­dos de cono­ci­mien­tos cien­tí­fi­cos capi­ta­lis­tas y víc­ti­mas de la opre­sión del impe­ria­lis­mo, el feu­da­lis­mo y la gran burguesía.

El cam­pe­si­na­do, con­for­ma­do por el 80% de la pobla­ción total de Chi­na y la prin­ci­pal fuer­za eco­nó­mi­ca; lo cons­ti­tuían un 5% de bur­gue­sía rural, un 20% de cam­pe­si­nos medios que se auto­abas­te­cían eco­nó­mi­ca­men­te y un 55% de cam­pe­si­nos pobres sin tie­rra o con muy poca que era la mayor fuer­za motriz de la revo­lu­ción china.

Final­men­te el pro­le­ta­ria­do, d e dos y medio a tres millo­nes de obre­ros de la indus­tria moder­na, y unos doce millo­nes de tra­ba­ja­do­res asa­la­ria­dos de las peque­ñas indus­trias, la indus­tria arte­sa­na y el comer­cio en las ciu­da­des; ade­más, cons­ti­tuían en una gran mul­ti­tud el pro­le­ta­ria­do rural (asa­la­ria­dos agrí­co­las) y los demás pro­le­ta­rios de la ciu­dad y el campo.

Liga­dos con la for­ma de eco­no­mía más avan­za­da, fuer­te sen­ti­do de orga­ni­za­ción y de dis­ci­pli­na, caren­cia de medios de pro­duc­ción pri­va­dos. El pro­le­ta­ria­do chino era el más resuel­to y con­se­cuen­te en la lucha revo­lu­cio­na­ria que nin­gu­na otra cla­se, por­que sufría la opre­sión del impe­ria­lis­mo, la bur­gue­sía y las fuer­zas feudales.

Mariá­te­gui y Mao Tse Tung eran cons­cien­tes del papel del pro­le­ta­ria­do y el cam­pe­si­na­do en una revo­lu­ción, esto debi­do a la adver­ten­cia de Car­los Marx y Fede­ri­co Engel en El Mani­fies­to Comu­nis­ta, escri­to en 1848: «De todas las cla­ses que hoy se enfren­tan con la bur­gue­sía, sólo el pro­le­ta­ria­do es una cla­se ver­da­de­ra­men­te revo­lu­cio­na­ria. Las demás cla­ses van dege­ne­ran­do y des­apa­re­cen con el desa­rro­llo de la gran indus­tria; el pro­le­ta­ria­do, en cam­bio es su pro­duc­to más pecu­liar» (MARX: 1848)

EL PROBLEMA MILITAR

Res­pec­to a la vio­len­cia revo­lu­cio­na­ria, la gue­rra y la orga­ni­za­ción mili­tar, ya en 1921 Mariá­te­gui escri­bía: «no hay revo­lu­ción mesu­ra­da, equi­li­bra­da, blan­da, sere­na, plá­ci­da»; en 1923 dirá: «el poder se con­quis­ta a tra­vés de la vio­len­cia (…) se con­ser­va el poder sólo a tra­vés de la dic­ta­du­ra»; en 1925: «mien­tras la reac­ción es el ins­tin­to de con­ser­va­ción, el ester­tor agó­ni­co del pasa­do, la revo­lu­ción es la ges­ta­ción dolo­ro­sa, el par­to san­grien­to del pre­sen­te»; y en 1927: «si la revo­lu­ción exi­ge vio­len­cia, auto­ri­dad, dis­ci­pli­na, estoy por la vio­len­cia, por la auto­ri­dad, por la dis­ci­pli­na. Las acep­to, en blo­que con todos sus horro­res sin reser­vas cobar­des». La tesis de la vio­len­cia revo­lu­cio­na­ria es par­te del pen­sa­mien­to maria­te­guis­ta, aun­que pos­te­rior­men­te sus auto­de­no­mi­na­dos «segui­do­res» lo hayan toma­do no como un medio sino como un fin.

Otra evi­den­te coin­ci­den­cia entre Mariá­te­gui y Mao sobre el carác­ter vio­len­to de la revo­lu­ción, sal­ta a la vis­ta. En noviem­bre de 1923, Mariá­te­gui sos­tu­vo que «la revo­lu­ción es la ges­ta­ción dolo­ro­sa, el par­to san­grien­to del pre­sen­te». Y en mar­zo de 1927 Mao escri­bió que «Una revo­lu­ción es una insu­rrec­ción, es un acto de vio­len­cia median­te el cual una cla­se derro­ca a otra» (TSE TUNG: 1976)

Asi­mis­mo, Mariá­te­gui esta­ble­ció la rela­ción entre polí­ti­ca y gue­rra, deri­vó la debi­li­dad del fren­te mili­tar de la debi­li­dad polí­ti­ca y la for­ta­le­za mili­tar, tam­bién como pro­duc­to polí­ti­co; «por­que, así en este aspec­to de la gue­rra mun­dial, como en todos sus otros gran­des aspec­tos, los fac­to­res polí­ti­cos, los fac­to­res mora­les, los fac­to­res sico­ló­gi­cos tuvie­ron mayor tras­cen­den­cia que los fac­to­res mili­ta­res». Así com­pren­dió que la revo­lu­ción gene­ra un nue­vo ejér­ci­to, dife­ren­tes de los ejér­ci­tos repre­sen­ta­ti­vos del Esta­do por derro­car: «el ejér­ci­to rojo es un caso nue­vo en la his­to­ria mili­tar del mun­do, es un ejér­ci­to que sien­te su papel de ejér­ci­to revo­lu­cio­na­rio y que no olvi­da que su fin es la defen­sa de la revo­lu­ción. De su áni­mo está exclui­do, por ende todo sen­ti­mien­to espe­cí­fi­ca y mar­cial­men­te impe­ria­lis­ta. Su dis­ci­pli­na, su orga­ni­za­ción y su estruc­tu­ra son revo­lu­cio­na­rias»; aun­que Mariá­te­gui men­cio­nó esto últi­mo refi­rién­do­se a la revo­lu­ción rusa, Mao tam­bién fue par­tí­ci­pe de que el nue­vo ejér­ci­to se orga­ni­ce bajo el abso­lu­to con­trol del Partido.

Mariá­te­gui, final­men­te, pres­tó aten­ción par­ti­cu­lar a la revo­lu­ción mexi­ca­na en Lati­noa­mé­ri­ca y a la revo­lu­ción chi­na en Asia; en ambas resal­tó su carác­ter demo­crá­ti­co-nacio­nal, su fon­do agra­ris­ta, el papel del cam­pe­si­na­do y la par­ti­ci­pa­ción indis­pen­sa­ble de la cla­se obre­ra; asi­mis­mo des­ta­có la labor con­tra­ria del impe­ria­lis­mo y las bur­gue­sías que trai­cio­na­ban o tra­fi­ca­ban con la revo­lu­ción. Par­tien­do de la rei­vin­di­ca­ción bási­ca de «la tie­rra para quien la tra­ba­ja», plan­teó el accio­nar de obre­ros y cam­pe­si­nos para con­quis­tar­la y defen­der­la, a fin de lle­var ade­lan­te la revo­lu­ción democrático-nacional.

Des­ta­có su des­en­vol­vi­mien­to como revo­lu­ción cam­pe­si­na que avan­za­ba des­de el cam­po y se des­en­vol­vía en «par­ti­das revo­lu­cio­na­rias», en mon­to­ne­ras uni­das por la soli­da­ri­dad de sol­da­dos y jefes en «uni­dad orgá­ni­ca, por cuyas venas cir­cu­la­ba la mis­ma san­gre»; en mon­to­ne­ras uni­das al pue­blo con igual rela­ción soli­da­ria que la exis­ten­te den­tro de ellas: «la mis­ma rela­ción de cuer­po, de cla­se, exis­tía entre la mon­to­ne­ra y las masas obre­ras y cam­pe­si­nas. Las mon­to­ne­ras eran sim­ple­men­te la par­te más acti­va, bata­lla­do­ra y diná­mi­ca de las masas».

CONCLUSIONES

Lo común a los pen­sa­mien­tos de Mao y Mariá­te­gui es que ambos son pro­duc­tos teó­ri­cos del mis­mo pro­ce­so his­tó­ri­co gene­ral de colo­ni­za­ción-des­co­lo­ni­za­ción; asi­mis­mo, las dife­ren­cias entre los dos sis­te­mas de pen­sa­mien­to se expli­can por el hecho de ser ambos el resul­ta­do de dis­tin­tos momen­tos de ese mis­mo pro­ce­so his­tó­ri­co gene­ral. Como fue­ra, Chi­na gene­ró en Mariá­te­gui tan­ta expec­ta­ti­va y el acon­te­cer dia­rio de la comu­ni­dad tusan en nues­tro país alcan­zó tal pro­ta­go­nis­mo que difí­cil­men­te poda­mos dejar de hacer un para­le­lo entre dos socie­da­des estruc­tu­ral­men­te parecidas.


[Para leer tex­tos elec­tró­ni­cos de Maria­te­gui, ir a la pági­na del Colec­ti­vo Amau­ta – Cáte­dra Che Gue­va­ra: http://​amau​ta​.lahai​ne​.org/​?​c​a​t=4 ]

BIBLIOGRAFÍA

BALBI, Marie­lla. Los chi­fas en el Perú. Lima: Uni­ver­si­dad San Mar­tin de Porres. 1999.

LAUSENT-HERRERA, Isa­be­lle. The Chi­na­town in Peru and the Chan­ging Peru­vian Chi­ne­se Community(ies) 1 Jour­nal of Chi­ne­se Over­seas 7. 2011

LUJÁN LOZA, José. Una ven­ta­na al pasa­do. En «La Voz de Ica». Vier­nes, 20 Abril 2012

Mariá­te­gui, José Car­los. «Figu­ras y aspec­tos de la vida mun­dial III» en Obras com­ple­tas de José Car­los Mariá­te­gui. Lima: Edi­to­rial Amau­ta. 1983

Mariá­te­gui, José Car­los. Sie­te ensa­yos de inter­pre­ta­ción de la reali­dad perua­na. Obras com­ple­tas de José Car­los Mariá­te­gui. Lima: Ed. Amau­ta. 1983

MARX, Karl; Engel, Frie­dich: Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta. Edi­ción elec­tró­ni­ca – Bue­nos Aires 2011. http://​www​.lahai​ne​.org/​i​n​d​e​x​.​p​h​p​?​p​=​2​2​014

NAVARRO GARCÍA, Jesús Raúl. Lite­ra­tu­ra y pen­sa­mien­to en Amé­ri­ca Lati­na. Anda­lu­cía: Escue­la de estu­dios his­pano- ame­ri­ca­nos. Con­se­jo supe­rior de inves­ti­ga­cio­nes cien­tí­fi­cas. 1999

TSE-TUNG, Mao. «La revo­lu­ción chi­na y el par­ti­do comu­nis­ta de chi­na» Obras Esco­gi­das de Mao Tse-Tung. Pekín: Edi­cio­nes en len­guas extran­je­ras. 1976

TSE-TUNG, Mao. El papel del Par­ti­do Comu­nis­ta de Chi­na en la gue­rra nacio­nal Obras Esco­gi­das de Mao Tse-Tung. Pekín: Edi­cio­nes en len­guas extran­je­ras. 1976

CALPU

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *