La Revo­lu­ción como motor de trans­for­ma­cio­nes sociales:Casos Chi­na y Venezuela

Todos los pro­ce­sos de trans­for­ma­ción social den­tro de su núcleo gene­ra­dor tie­nen el poten­cial de cam­biar o res­tau­rar un orden, una estruc­tu­ra y/​o las rela­cio­nes que sub­sis­ten en una socie­dad. Hablan­do espe­cí­fi­ca­men­te acer­ca de las revo­lu­cio­nes, estas trans­for­ma­cio­nes suce­den abrup­ta­men­te, por lo cual gene­ran frac­tu­ras en dichas estruc­tu­ras, órde­nes y rela­cio­nes socia­les. Estas revo­lu­cio­nes pue­den ser res­tau­ra­do­ras o sub­ver­si­vas de un orden social, en las pri­me­ras se bus­ca res­ti­tuir rela­cio­nes socie­ta­les que en algún momen­to fue­ron alte­ra­das (muchas veces por revo­lu­cio­nes sub­ver­si­vas) y en las segun­das por supues­to sus­ti­tuir las rela­cio­nes esta­ble­ci­das por otras.

El pro­ce­so de trans­for­ma­cio­nes en Vene­zue­la, que comien­za en el año 1999 con la lle­ga­da a la pre­si­den­cia de las fuer­zas popu­la­res nacio­na­les encar­na­das en el pre­si­den­te Hugo Chá­vez, tie­ne en su raíz el sen­ti­do trans­for­ma­dor y sub­ver­si­vo del esta­tus quo que regía en el país des­de el año 1958 y que sufre un dete­rio­ro ace­le­ra­do des­de la déca­da de los 80. Esta carac­te­rís­ti­ca revo­lu­cio­na­ria trans­for­ma­do­ra, enla­za el pro­ce­so vene­zo­lano con pro­ce­sos revo­lu­cio­na­rios his­tó­ri­cos, los cua­les pue­den fun­cio­nar como refe­ren­tes no sólo sim­bó­li­cos sino com­pa­ra­ti­vos en el orden de los cam­bios concretos.

Uno de los cam­bios más pro­fun­dos que bus­ca lle­var ade­lan­te un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio que es movi­li­za­do por las fuer­zas popu­la­res, es la trans­for­ma­ción de la estruc­tu­ra social, sobre todo de su motor/​razón que no es otra que la trans­for­ma­ción de la con­fi­gu­ra­ción de las cla­ses sociales.

Toman­do como refe­ren­cia al soció­lo­go Pie­rre Bour­dieu, cada cla­se social está con­for­ma­da por un colec­ti­vo que tie­nen en común el mis­mo con­tex­to cul­tu­ral y mate­rial, ade­más de com­par­tir estruc­tu­ras men­ta­les o cog­ni­ti­vas muy pare­ci­das median­te las cua­les las per­so­nas inter­pre­tan el mun­do social (esta­ble­ci­do como “habi­tus” en pala­bras del autor en su artícu­lo ¿Qué hace una cla­se social? publi­ca­do en 1987).

Esto no es otra cosa que decir que lo que une a un gru­po social en torno a una cla­se social, es el com­par­tir situa­cio­nes, reali­da­des y un con­tex­to sim­bó­li­co y real común. Para Bour­dieu la iden­ti­fi­ca­ción indi­vi­dual den­tro de la estruc­tu­ra de cla­ses de acuer­do a la posi­ción que se ocu­pe es lo que él lla­ma encla­sa­mien­to, y para él es un pro­duc­to social más que indi­vi­dual ya que depen­de en gran medi­da de lo here­da­do por sus padres y en rela­ción con su entorno. Debi­do a esta reali­dad colec­ti­va y por carac­te­rís­ti­cas de repro­duc­ción del sis­te­ma, para este autor, la úni­ca for­ma en que se dé una recon­fi­gu­ra­ción en esta iden­ti­fi­ca­ción indi­vi­dual solo será posi­ble den­tro de pro­ce­sos socia­les en revo­lu­ción; si se da este pro­ce­so habrá desclasamiento.

En tal sen­ti­do, los pro­ce­sos revo­lu­cio­na­rios sub­ver­si­vos bus­can pre­ci­sa­men­te re-estruc­tu­rar la dis­po­si­ción sim­bó­li­ca domi­nan­te a tra­vés de diver­sas trans­for­ma­cio­nes socia­les y eco­nó­mi­cas como por ejem­plo la trans­for­ma­ción de las fuer­zas pro­duc­ti­vas y las rela­cio­nes de producción/​domi­na­ción.

Para ejem­pli­fi­car dichas trans­for­ma­cio­nes socia­les en el con­tex­to revo­lu­cio­na­rio, el caso de la revo­lu­ción Chi­na es un buen refe­ren­te. Al comen­zar la revo­lu­ción en la déca­da de los 50 la nación era una de las más pobres del pla­ne­ta, sin embar­go en tan solo 60 años ha logra­do una dis­mi­nu­ción sig­ni­fi­ca­ti­va de dicho pro­ble­ma en todas sus mag­ni­tu­des y formas.

El indi­ca­dor que evi­den­cia fácil­men­te este cam­bio es el Índi­ce de Desa­rro­llo Humano (IDH). Este índi­ce mide las con­di­cio­nes de desa­rro­llo humano por país a tra­vés de tres varia­bles: Espe­ran­za de Vida al Nacer (que mide el pro­me­dio de edad de las per­so­nas falle­ci­das duran­te un año); acce­so, y nivel de la edu­ca­ción; y por últi­mo, el Pro­duc­to Interno Bru­to (PIB) per capi­ta (PIB: es el valor total de la pro­duc­ción nacio­nal de un país duran­te el perío­do de un año) que es PIB divi­di­do entre el núme­ro de habi­tan­tes de país. Al ana­li­zar lo ante­rior se pue­de obser­var que no es poca cosa que duran­te las tres últi­mas déca­das, este índi­ce haya sido el más alto a nivel mun­dial, ubi­cán­do­se ade­más tres veces por arri­ba de la media global.

Cla­ro está que estos indi­ca­do­res, no tie­nen que deter­mi­nar per se una trans­for­ma­ción de lo sim­bó­li­co o de la con­fi­gu­ra­ción de las cla­ses socia­les, pero si es cier­to que el cre­ci­mien­to del desa­rro­llo humano (no con­fun­dir con el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co) plan­tea una pre­sión en la estruc­tu­ra social que pue­de pro­du­cir la emer­gen­cia de nue­vos ele­men­tos que resi­ni­fi­quen las cla­ses socia­les pre­sen­tes en la socie­dad estudiada.

Obser­van­do la reali­dad del pro­ce­so vene­zo­lano, se pue­de comen­zar men­cio­nan­do cómo el índi­ce de anal­fa­be­tis­mo se redu­jo tan drás­ti­ca­men­te que la UNESCO cer­ti­fi­có el país como terri­to­rio libre de anal­fa­be­tis­mo. Así mis­mo, el pro­me­dio de acce­so a la edu­ca­ción con­ti­nua aumen­tan­do anual­men­te, sien­do según la UNESCO en el año 2014, el segun­do país lati­no­ame­ri­cano, y el quin­to en el mun­do, con mayor matrí­cu­la uni­ver­si­ta­ria en rela­ción al total de per­so­nas en edad de acce­der a la edu­ca­ción supe­rior. Entre un sin fin de logros reco­no­ci­dos nacio­nal e internacionalmente.

Pero vale pre­gun­tar­se ¿en qué se tra­du­ce eso en lo sim­bó­li­co?, sería bueno hur­gar si el cam­bio sub­je­ti­vo de aquel colec­ti­vo que hoy en día ha cam­bia­do sus­tan­cial­men­te su nivel edu­ca­ti­vo, ha toma­do esto como un carác­ter de dis­tin­ción en su iden­ti­dad de cla­se o si por lo con­tra­rio aque­llas colec­ti­vi­da­des que ya tenían acce­so a la edu­ca­ción ple­na, aho­ra se dis­tin­guen por otros tipos de pará­me­tros como el ori­gen de dicha edu­ca­ción, exce­len­cia o sim­ple­men­te el pres­ti­gio de la casa de estudio.

Por otro lado, hay que revi­sar tam­bién si se ha esta­ble­ci­do algún tipo de repo­si­cio­na­mien­to sim­bó­li­co entre aque­llos favo­re­ci­dos his­tó­ri­ca­men­te que ya tenían cubier­to el dere­cho a la vivien­da con aque­llos de los sec­to­res más pos­ter­ga­dos que hoy en día se ven bene­fi­cia­dos por los esfuer­zos del Esta­do enfo­ca­dos en pro­por­cio­nar vivien­das a tra­vés de la Gran Misión Vivien­da (558.156 vivien­das entre­ga­das des­de el año 2011 según el MPP para la Vivien­da y Hábi­tat): repo­si­cio­na­mien­to de sím­bo­los del ori­gen de la pro­pie­dad de éstos hoga­res, sig­ni­fi­ca­do actual de las zonas don­de se han ubi­ca­do dichos urba­nis­mos, visio­nes del “méri­to” a acce­der a este dere­cho, etc.

El poder adqui­si­ti­vo del vene­zo­lano se ha for­ta­le­ci­do duran­te el pro­ce­so ini­cia­do en el año 1999, esta afir­ma­ción se demues­tra al com­pa­rar a Vene­zue­la den­tro del con­tex­to lati­no­ame­ri­cano y ver como, según cifras del Ban­co Mun­dial, Vene­zue­la para el año 2014 sólo es supe­ra­da por Uru­guay en su ingre­so real por habi­tan­te o tam­bién cono­ci­do como poder de com­pra, lo cual se mide a tra­vés de la pari­dad de poder adqui­si­ti­vo (PPA). En esta medi­ción Vene­zue­la se ubi­ca en 16.965 dóla­res por habi­tan­tes, sobre el de Méxi­co (ante­rior segun­do lugar) de 16.377 dóla­res. En este caso el aná­li­sis no es dife­ren­te al de las vivien­das, por­que este cam­bio en las con­di­cio­nes mate­ria­les, que es obvia­men­te impor­tan­te, podría o no impli­car repo­si­cio­na­mien­tos sim­bó­li­cos que cam­bien ele­men­tos, como por ejem­plo el gus­to, que si es un vec­tor que influ­yen sobre la iden­ti­fi­ca­ción indi­vi­dual que apun­ta el encla­sa­mien­to. ¿Qué com­pra con ese nue­vo poder? ¿Qué aspi­ra a par­tir de esa capa­ci­dad de acce­so a bie­nes? Esas son las pre­gun­tas que se plan­tean en el ámbi­to de la sin­to­ni­za­ción en una cla­se social u otra.

En resu­men, la influen­cia que pue­da tener un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio sobre la trans­for­ma­ción de la estruc­tu­ra de cla­ses de la socie­dad don­de este ocu­rre, pasa­rá antes de la trans­for­ma­ción de las rela­cio­nes de pro­duc­ción y la gene­ra­ción de una nue­va estruc­tu­ra de cla­ses, tan­to por su capa­ci­dad de trans­for­mar las con­di­cio­nes mate­ria­les de sus habi­tan­tes, como por la influen­cia que ten­ga en pro­mo­ver la resig­ni­fi­ca­ción cultural/​sim­bó­li­ca que los indi­vi­duos le den a su iden­ti­dad den­tro de su cla­se social, he allí la impor­tan­cia de los pro­ce­sos cul­tu­ra­les y edu­ca­ti­vos que deben estar a la par de las trans­for­ma­cio­nes mate­ria­les que se for­jan en revolución.

En la Vene­zue­la don­de se lle­va ade­lan­te el Pro­ce­so Revo­lu­cio­na­rio, no se pue­de ase­ve­rar si dicho cam­bio cultural/​sim­bó­li­co esté ocu­rrien­do a la par y en las mis­mas pro­por­cio­nes que los avan­ces en el plano de mejo­ras en las con­di­cio­nes mate­ria­les, pero al igual que lo antes expues­to esto depen­de­rá de la efi­cien­cia de las polí­ti­cas cul­tu­ra­les y edu­ca­ti­vas lle­va­das has­ta aho­ra por el gobierno bolivariano.

Soció­lo­go Oscar Nava­rro y Poli­tó­lo­go Vicen­te Gar­cía /​Fun­da­ción GISXXI

@GISXXI

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