La olla de pre­sión pue­de estallar

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La Jor­na­da

Lejos de ser una ima­gen apo­ca­líp­ti­ca de un mili­tan­te radi­cal, es la lec­tu­ra que hizo el minis­tro de la Secre­ta­ría Gene­ral de la Pre­si­den­cia, Gil­ber­to Car­valho, al salir el mar­tes 29 de un encuen­tro con movi­mien­tos socia­les en Río de Janei­ro, don­de fue incre­pa­do y abu­chea­do por mili­tan­tes con­tra­rios al Mun­dial de Fut­bol. El minis­tro acep­tó que una par­te de la socie­dad pien­sa de ese modo, pero que se tra­ta de una peque­ña van­guar­dia. Agre­gó que las crí­ti­cas son la olla de pre­sión que explo­ta (O Esta­do de São Pau­lo, 29/​4/​14).

En el gobierno hay preo­cu­pa­ción por lo que pue­da suce­der duran­te el Mun­dial. El nivel de recha­zo al encuen­tro depor­ti­vo ha veni­do cre­cien­do de for­ma sos­te­ni­da. Según la empre­sa de opi­nión públi­ca Data­folha, éste fue apo­ya­do por 79 por cien­to de los bra­si­le­ños en 2008, cifra que cayó a 48 por cien­to en abril (data​folha​.folha​.uol​.com​.br, 8/​4/​14). La mayo­ría de la pobla­ción afir­ma que no vol­ve­ría a pos­tu­lar al Bra­sil como sede de un Mundial.

Las razo­nes son muchas: des­de el des­pil­fa­rro de dine­ros públi­cos en las obras de los esta­dios, que bene­fi­cian a un puña­do de gran­des cons­truc­to­ras mien­tras esca­sean recur­sos para salud, edu­ca­ción y trans­por­te, has­ta la expul­sión de miles de per­so­nas de sus barrios para ampliar aero­puer­tos, auto­pis­tas y esta­dios, a lo que se agre­ga la legis­la­ción que impo­ne la FIFA, que impi­de la ven­ta ambu­lan­te en las cer­ca­nías de los esta­dios, y un con­jun­to de dis­po­si­cio­nes sen­ti­das como agra­vios por bue­na par­te de la población.

Pero el dato cen­tral es la rebe­lión que se pro­pa­ga des­de las fave­las, sobre todo en Río y en São Pau­lo. En los últi­mos meses el acti­vis­mo en las fave­las cre­ce a la par de la vio­len­cia poli­cial, y por momen­tos se des­bor­da hacia el asfal­to. Pode­mos obser­var, en el últi­mo año, tres momen­tos en este cre­cien­te activismo.

El pri­me­ro se regis­tró un año atrás, en la coyun­tu­ra crea­da por las mani­fes­ta­cio­nes de junio. Pese a la dura repre­sión (balas de goma en el asfal­to y balas de plo­mo en la fave­la), las movi­li­za­cio­nes de los fave­la­dos comen­za­ron a cre­cer. En julio se mul­ti­pli­ca­ron por la des­apa­ri­ción del alba­ñil Ama­ril­do de Sou­za en la Uni­dad de Poli­cía Paci­fi­ca­do­ra (UPP) de la fave­la Rocinha. El hecho se con­vir­tió en sím­bo­lo de las tor­tu­ras y ase­si­na­tos de la poli­cía militar.

En diciem­bre y enero fue­ron los role­zinhos, la sali­da masi­va de jóve­nes de las fave­las para diver­tir­se, bai­lar funk y can­tar en los gran­des cen­tros comer­cia­les. Este fenó­meno se pro­du­jo sobre todo en São Pau­lo, lle­gan­do a con­gre­gar has­ta 6 mil ado­les­cen­tes que fue­ron reci­bi­dos con insul­tos por clien­tes y emplea­dos, y a gol­pes por la poli­cía y los guar­dias pri­va­dos de los shop­pings. En Bra­sil el funk es con­si­de­ra­do un géne­ro empa­ren­ta­do con el nar­co­trá­fi­co y sue­le ser perseguido.

El ter­cer momen­to se está vivien­do aho­ra mis­mo. El 16 de mar­zo Clau­dia da Sil­va Ferrei­ra fue heri­da por la poli­cía mili­tar en una ope­ra­ción en la fave­la Morro da Con­gonha, en Río. Su cuer­po fue colo­ca­do en el male­te­ro del coche patru­lla para lle­var­lo al hos­pi­tal pero, al abrir­se la puer­ta, cayó al pavi­men­to y fue arras­tra­do 300 metros; falle­ció en el tra­yec­to. Las redes difun­die­ron la fil­ma­ción, que pro­vo­có una olea­da de indignación.

El 22 de abril apa­re­ció el cuer­po del bai­la­rín de la Tv Glo­bo Dou­glas Rafael da Sil­va en una guar­de­ría de la fave­la Pavao Pavao­cinho, adon­de había ido a visi­tar a su hija de cua­tro años. Como los demás, fue con­fun­di­do con nar­co­tra­fi­can­tes y muer­to a gol­pes. Días des­pués cien­tos de mani­fes­tan­tes ocu­pa­ron la ave­ni­da Nues­tra Seño­ra de Copa­ca­ba­na, cer­ca­na a la fave­la, gri­tan­do Poli­cía ase­si­na. En la repre­sión, un niño de 12 años fue muer­to por la poli­cía. Como siem­pre, la poli­cía min­tió y fue la pobla­ción la que mos­tró evi­den­cias que la inculpan.

Lo nue­vo es la capa­ci­dad de expre­sar la rabia en una de las prin­ci­pa­les ave­ni­das de uno de los más coque­tos barrios de Río de Janei­ro. Tres hechos están en la base de la cre­cien­te movi­li­za­ción de los pobres urbanos.

Las polí­ti­cas socia­les están mos­tran­do lími­tes. En los pri­me­ros años del gobierno de Lula (2003−2011), las trans­fe­ren­cias mone­ta­rias y los suce­si­vos aumen­tos del sala­rio míni­mo con­si­guie­ron mejo­rar de for­ma sus­tan­cial los ingre­sos de los más pobres. Con los años enfren­tan otros pro­ble­mas: baja cali­dad de los ser­vi­cios, sobre todo salud y edu­ca­ción, y pocas posi­bi­li­da­des de acce­der a mejo­res empleos.

En segun­do lugar, las polí­ti­cas de con­ten­ción poli­cial, com­ple­men­ta­rias de las socia­les, han fra­ca­sa­do. Las UPP, ins­ta­la­das en 38 de las 700 fave­las de Río, no solu­cio­nan el pro­ble­ma del nar­co­trá­fi­co y empeo­ran la vida de la pobla­ción. El soció­lo­go José Clau­dio Alves sos­tie­ne que las UPP son una fuer­za de ocu­pa­ción, y no una fuer­za de cam­bio de la lógi­ca polí­ti­ca, eco­nó­mi­ca, social y cul­tu­ral de las comu­ni­da­des (IHU Onli­ne, 14/​4/​14).

Por un lado, impi­den las mani­fes­ta­cio­nes cul­tu­ra­les de las fave­las aso­cia­das al funk. Por otro, afec­tan las ganan­cias del nego­cio nar­co, pero no el nego­cio en sí. No alte­ran la esen­cia del cri­men orga­ni­za­do, alte­ran sólo la for­ma de fun­cio­nar, dice Alves. Para des­ar­ti­cu­lar a las ban­das cri­mi­na­les se debe­ría ata­car al pro­pio apa­ra­to esta­tal, como la poli­cía, que es la que las organiza.

En ter­cer lugar, los fave­la­dos están per­dien­do el mie­do. Antes de ocu­par las ave­ni­das gri­tán­do­le a la cara ¡ase­si­nos! a los poli­cías, han ensa­ya­do lar­go tiem­po la rebe­lión en sus espa­cios segu­ros. Son siglos de agra­vios acu­mu­la­dos. Las obras del Mun­dial son un insul­to adi­cio­nal. En la fave­la Morro da Pro­vi­den­cia (pega­da a la bahía de Gua­na­ba­ra y al puer­to), la úni­ca pla­za fue ocu­pa­da por el enor­me sopor­te del tele­fé­ri­co, para que los turis­tas pue­dan foto­gra­fiar a los pobres, des­de arri­ba y en un lugar seguro.

Ya se sabe lo que suce­de cuan­do los de aba­jo pier­den el mie­do. En algún momen­to, las mul­ti­tu­des van a ocu­par las anchas ave­ni­das. Es posi­ble que apro­ve­chen los focos del Mun­dial. Sólo es cues­tión de tiempo

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