Las muje­res zapa­tis­tas resis­ten den­tro de la resis­ten­cia- Orset­ta Bellani


Cada maña­na Fabia­na se des­pier­ta a las 4:30, como todas las muje­res de su comu­ni­dad. Mue­le el maíz que ha her­vi­do la noche ante­rior has­ta for­mar una masa blan­da de la que saca algu­nas boli­tas, que aplas­ta­das y coci­das en el comal se vuel­ven tor­ti­llas. Fabia­na, de la etnia maya tzotzil, tie­ne 23 años, un mari­do y dos hijos y es base de apo­yo del Ejér­ci­to Zapa­tis­ta de Libe­ra­ción Nacio­nal (EZLN).
Tra­ba­ja en su casa casi todo el día, todos los días, car­gan­do al niño más chi­qui­to. Sin embar­go, el mari­do la ayu­da en algu­nas tareas tra­di­cio­nal­men­te con­si­de­ra­das “de muje­res”, como des­gra­nar el maíz o des­plu­mar las aves, y a veces se encar­ga de los hijos mien­tras ella cocina.
“Nací en el pue­blo de San Juan Cha­mu­la, en los Altos de Chia­pas. Cuan­do tenía 10 años mi fami­lia se hizo zapa­tis­ta y la Jun­ta de Buen Gobierno nos entre­gó una par­ce­la de tie­rra en esta comu­ni­dad”, rela­ta Fabia­na a Noti­cias Alia­das. “Aquí cono­cí a mi mari­do. Esta­mos muy con­ten­tos con nues­tros dos hijos y deci­di­mos que no que­re­mos más”.
Tri­ple­men­te oprimidas
La posi­bi­li­dad de pla­ni­fi­car la mater­ni­dad es uno de los dere­chos esta­ble­ci­dos por la Ley Revo­lu­cio­na­ria de las Muje­res, que las zapa­tis­tas redac­ta­ron en 1994. La ley está en vigor en los terri­to­rios bajo el influen­cia del EZLN y pre­vé, ade­más, el dere­cho de las muje­res a tener car­gos polí­ti­cos y mili­ta­res, a poder dis­fru­tar de un sala­rio digno, de edu­ca­ción, salud, a no ser mal­tra­ta­das y a poder ele­gir una pareja.
“His­tó­ri­ca­men­te la con­di­ción de la pobla­ción indí­ge­na en Chia­pas ha sido de exclu­sión, y las muje­res han vivi­do una tri­ple opre­sión: por ser muje­res, pobres e indí­ge­nas”, expli­ca a Noti­cias Alia­das Gua­da­lu­pe Cár­de­nas, del Colec­ti­vo Femi­nis­ta Mer­ce­des Oli­vei­ra (COFEMO) de San Cris­tó­bal de Las Casas, Chia­pas. “Su par­ti­ci­pa­ción polí­ti­ca siem­pre ha sido invi­si­bi­li­za­da, pero con la Ley Revo­lu­cio­na­ria de las Muje­res esto cam­bió: empe­za­ron a ir a las mar­chas, a tomar micró­fo­nos y hablar, a tener car­gos polí­ti­cos. Hubo un gran cam­bio de sen­si­bi­li­dad en Chia­pas, tam­bién afue­ra del movi­mien­to zapa­tis­ta, y los hom­bres empe­za­ron a valo­rar­las por lo menos en su dis­cur­so; ya no es polí­ti­ca­men­te correc­to excluir la par­ti­ci­pa­ción de las mujeres”.

En la mis­ma comu­ni­dad de Fabia­na vive Tere­sa, que tie­ne 15 años y dice estar muy orgu­llo­sa de per­te­ne­cer al EZLN. En horas de la tar­de, Tere­sa y su pri­ma se sien­tan fren­te a la tien­da comu­ni­ta­ria y miran a los chi­cos pasar. Cuen­tan que la novia de uno lo dejó, y que aho­ra tie­ne a otra novia que no es zapatista.

Expli­can que ella dijo que que­ría hacer­se zapa­tis­ta, y que en caso con­tra­rio él ten­dría que salir de la orga­ni­za­ción. Agre­gan que en las comu­ni­da­des en resis­ten­cia las pare­jas se eli­gen entre ellas y lue­go cono­cen a las res­pec­ti­vas fami­lias, mien­tras que la cos­tum­bre ante­rior al sur­gi­mien­to del EZLN era que el chi­co ele­gía la espo­sa, y lue­go esta­ble­cía con la fami­lia de ella un pago por dote. Al pre­gun­tar­le a Tere­sa si se quie­re casar y tener hijos, se ríe y con­tes­ta que cree que sí, pero aho­ra es dema­sia­do joven.

A unos kiló­me­tros de la comu­ni­dad de Tere­sa, en el pue­blo maya tzotzil —no zapa­tis­ta— de San Juan Cha­mu­la, las muje­res se casan aún niñas. El 12 mar­zo pasa­do, una ado­les­cen­te de 14 años dejó a su mari­do des­pués de tres años de mal­tra­tos. Un juez orde­nó su cap­tu­ra por aban­do­nar el hogar y la con­de­nó a pagar una mul­ta de 27,400 pesos mexi­ca­nos (casi US$2,100). La niña, que había sido com­pra­da por 15,000 pesos (unos $1,150), denun­ció haber pasa­do 29 horas en la cár­cel muni­ci­pal sin comer, sin cobi­ja, entre la basu­ra y heces humanas.

La ley zapa­tis­ta ya no per­mi­te deci­sio­nes de este tipo, tan abier­ta­men­te lesi­vas a la dig­ni­dad huma­na, aun­que no se pue­de pen­sar que haya podi­do cam­biar, por decre­to, un con­jun­to de prác­ti­cas tan radi­ca­das en la cul­tu­ra y en las conciencias.

Resis­tir den­tro de la resistencia

Las mis­mas zapa­tis­tas, en los cua­der­nos sobre la par­ti­ci­pa­ción de las muje­res en el gobierno autó­no­mo que publi­ca­ron en agos­to de 2013 para el cur­so “La liber­tad según l@s zapa­tis­tas” que se desa­rro­lló en el mar­co de la lla­ma­da Escue­li­ta Zapa­tis­ta (un cur­so de una sema­na don­de cada par­ti­ci­pan­te pudo con­vi­vir una sema­na en una comu­ni­dad en resis­ten­cia, como hués­ped de una fami­lia), notan que en los últi­mos 20 años hubo un gran avan­ce en sus comu­ni­da­des, aun­que toda­vía no se pue­da hablar de pari­dad entre géne­ros. Según escri­ben, la difi­cul­tad en acep­tar que las zapa­tis­tas pue­dan tener car­gos polí­ti­cos es tan­to de los hom­bres como de las muje­res, por una for­ma­ción que no las hace con­ce­bir­se como suje­tas de derechos.

“Una vez pasó que varias muje­res mili­cia­nas que­da­ron emba­ra­za­das y la orden de la coman­dan­cia zapa­tis­ta fue que abor­ta­ran, con el apo­yo de algu­nas orga­ni­za­cio­nes no guber­na­men­ta­les. Si las com­pa­ñe­ras qui­sie­ran con­ti­nuar el emba­ra­zo tenían que dejar de ser mili­cia­nas y vivir su vida como amas de casa, mien­tras que los hom­bres que las emba­ra­za­ron no tuvie­ron nin­gu­na con­se­cuen­cia”, rela­ta Cár­de­nas, quien tra­ba­jó en zona zapa­tis­ta has­ta el 2000. “De todos modos, yo creo que las zapa­tis­tas están apren­dien­do a resis­tir aden­tro de la resis­ten­cia, son clan­des­ti­nas entre los clan­des­ti­nos. Apren­die­ron el camino de la resis­ten­cia al neo­li­be­ra­lis­mo, así que pue­den empren­der el camino de la resis­ten­cia al patriar­ca­do. De hecho, ya lo están hacien­do, no están de acuer­do con muchas cosas de su orga­ni­za­ción y de su cul­tu­ra y las están cam­bian­do. Es len­to pero se están hacien­do car­go de los cam­bios que necesitan”.

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