Tenemos suerte de que la vida no sea excesivamente larga, de otro modo Franco se habría mantenido en el poder unos cuantos años más. ¿O no es cierto que Franco, para vergüenza de la historia, murió en la cama sin ser juzgado, designando un sucesor que juró los Principios Fundamentales del Movimiento, imponiendo una monarquía ‑la misma que masacró los Países Catalanes hace tres siglos‑, y dejándolo todo bien atado para que el libro sagrado de la Constitución española, preservara aquellos Principios?
Como ocurre casi siempre que muere un caudillo totalitario, sus herederos se afanan en crear un marco legal que garantice su perpetuidad. Por eso el franquismo no se ha sentado nunca ante un tribunal penal internacional; por eso todos sus crímenes permanecen impunes; por ello el Estado subvenciona la asociación que preserva el nombre del criminal dictador y los hechos de su régimen de terror; por eso también preserva su tumba y se niega a derribar el monumento fascista del Valle de los Caídos; por eso se pueden gritar consignas fascistas el 12 de octubre mientras ciudadanos catalanes son detenidos y multados con más de tres mil euros por cantar el himno de Cataluña a las puertas del estadio de Mestalla.
Es el franquismo ideológico el que redacta los artículos 8 y 145 de la Constitución española. En el caso del primero, imponiendo la fuerza militar contra una voluntad expresada en las urnas; y en el caso del segundo, prohibiendo la federación de los Países Catalanes. Los muros de la Ciudadela que mandó construir Felipe V para dominarnos ya hace años que fueron derribados, pero España sigue siendo una cárcel de pueblos, y el pueblo catalán es el prisionero más odiado. Franco, además de un Tribunal de Orden Público, tenía el Gabinete de Investigaciones psicologicas de Antonio Vallejo-Nájera, y la España de hoy, además de la Audiencia Nacional, tiene la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) de José María Aznar. En todos los casos, se trata de organismos que no tienen otro objetivo que velar por el principio supremo del franquismo: la unidad de España. «¡Di que eres español o te encierro!», decía la fiscal de la Audiencia Nacional a Èric Bertran en 2004; «Cataluña no es una nación; el derecho a decidir no existe», dice Javier Zarzalejos, secretario general de la FAES, en 2014. Vallejo-Nájera y su gabinete ya no están, pero el estudio sobre la pretendida «inferioridad psicológica» de los internos de la prisión española, que tanto les inquietaban, encuentra hoy continuidad en la FAES, aunque bajo un barniz de formalidad política. Es, en definitiva, el laboratorio ideológico del PP, un partido fundado por un exdirigente fascista, de donde parten las ideas represoras y opresoras contra Cataluña, contra sus derechos nacionales y contra su lengua
«¿Y dónde están los antifranquistas españoles del gran partido de la oposición?», se preguntará alguien. «¿Cómo puede ser que el Partido Socialista se aviniera a dar carta de naturaleza al franquismo ideológico en vez de combatirlo?» Pues, para obtener la respuesta, sólo hay que mirar cuáles son los temas en los que ambos partidos concuerdan, sólo hay que mirar contra quienes son sus votaciones en el Congreso español para descubrir qué les une. Las votaciones son sistemáticamente contra las libertades de Cataluña y lo que les une es el principio supremo del franquismo: la unidad de España. Los dirigentes socialistas Alfredo Pérez Rubalcaba y Elena Valenciano han dejado bien claro que el gobierno español puede contar con el PSOE para «decir un no como una casa de campo a la independencia de Cataluña». Se unen para ello y para impedir que el pueblo de Cataluña pueda votar. Prohibido decidir, prohibido consultar, prohibido preguntar. «Las preguntas son caminos de división», dice Zapatero. Una frase digna de 1939. ¿Todavía hay alguien que se pregunta por qué Franco murió en la cama?