Ani­ver­sa­rio de la muer­te de Miguel Her­nán­dez: El hambre

28 de mar­zo, se cum­plen 72 años de la muer­te del poe­ta y revo­lu­cio­na­rio Miguel Her­nán­dez. Para el recuer­do y home­na­je recor­da­mos uno de sus muchos gran­des poemas:

El ham­bre

Tened pre­sen­te el ham­bre: recor­dad su pasado
tur­bio de capa­ta­ces que paga­ban en plomo.
Aquel jor­nal al pre­cio de la san­gre cobrado,
con yugos en el alma, con gol­pes en el lomo.

El ham­bre pasea­ba sus vacas exprimidas,
sus muje­res rese­cas, sus devo­ra­das ubres,
sus ávi­das qui­ja­das, sus mise­ra­bles vidas
fren­te a los come­do­res y los cuer­pos salubres.

Los años de abun­dan­cia, la sacie­dad, la hartura
eran sólo de aque­llos que se lla­ma­ban amos.
Para que ven­ga el pan jus­to a la dentadura
del ham­bre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Noso­tros no pode­mos ser ellos, los de enfrente,
los que entien­den la vida por un botín sangriento:
como los tibu­ro­nes, vora­ci­dad y diente,
pan­te­ras deseo­sas de un mun­do siem­pre hambriento.

Años del ham­bre han sido para el pobre sus años.
Suma­ban para el otro su can­ti­dad los panes.
Y el ham­bre alo­ba­da­ba sus rapa­ces rebaños
de cuer­vos, de tena­zas, de lobos, de alacranes.

Ham­brien­ta­men­te lucho yo, con todas mis brechas,
cica­tri­ces y heri­das, seña­les y recuerdos
del ham­bre, con­tra tan­tas barri­gas satisfechas:
cer­dos con un ori­gen peor que el de los cerdos.

Por haber engor­da­do tan baja y brutalmente,
más aba­jo de don­de los cer­dos se solazan,
seréis atra­ve­sa­dos por esta gran corriente
de espi­gas que lla­mean, de puños que amenazan.

No habéis que­ri­do oír con ore­jas abiertas
el llan­to de millo­nes de niños jornaleros.
Ladrá­bais cuan­do el ham­bre lle­ga­ba a vues­tras puertas
a pedir con la boca de los mis­mos luceros.

En cada casa, un odio como una higue­ra fosca,
como un tre­man­te toro con los cuer­nos tremantes,
rom­pe por los teja­dos, os cer­ca y os embosca,
y os des­tru­ye a cor­na­das, perros agonizantes.

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