Yolan­da, Jisha, gogoan zai­tuz­te­gu!. Un nue­vo ani­ver­sa­rio del ase­si­na­to de dos jóve­nes vascos

Los días 1 y 2 de Febre­ro se ha cum­pli­do un nue­vo ani­ver­sa­rio del ase­si­na­to a mano de gru­pos fas­cio-para­po­li­cia­les de dos ciu­da­da­nos vas­cos: Yolan­da Gon­zá­lez Martin, joven veci­na de Deus­tu ase­si­na­da en Madrid el 1 de Febre­ro de 1980, y Jesú Mari Zubi­ka­rai Badio­la, «Jhi­sa», joven vecino de Onda­rru ase­si­na­do al día siguien­te. En ambos casos el BVE (Bata­llón Vas­co Espa­ñol) rei­vin­di­ca­ría los crímenes.

El ase­si­na­to de estos dos jove­nes vie­ne a des­men­tir, jun­to con otros crí­me­nes, el mito de la «tran­si­ción espa­ño­la» pací­fi­ca en reali­dad un perio­do de gran vio­len­cia esta­tal y para­es­ta­tal con­tra los sec­to­res popu­la­res. Crí­me­nes como los come­ti­dos con­tra Yolan­da y «Jhi­sa» no hacen más que sub­ra­yar, jun­to con otras dece­nas de muer­tos y heri­dos, la gran men­ti­ra de la his­to­ria ofi­cial que sobre la Tran­si­ción han veni­do man­te­nien­do duran­te déca­das los que ama­ña­ron aque­lla gran tram­pa: los pode­res del Esta­do ‑aque­llos famo­sos «pode­res fác­ti­cos»-, los fran­quis­tas maqui­lla­dos de AP y los posi­bi­lis­tas de la dere­cha de UCD, jun­to a los tam­bien posi­bi­lis­tas del PSOE y el PCE.

La estre­te­gia de ase­si­na­tos de mili­tan­tes popu­la­res o per­so­nas cer­ca­nas a la izquier­da ‑entre ellos los dos que en estos días recor­da­re­mos nue­va­men­te- esta total­men­te liga­da al cam­bio his­tó­ri­co: se dis­pa­ran tras la muer­te de Fran­co, se incre­men­tan antes de la toma de deci­sio­nes polí­ti­cas deci­si­vas y des­cien­den brus­ca­men­te cuan­do se da por zan­ja­do el pro­ce­so demo­crá­ti­co. Esto que deci­mos que­da por ejem­plo refle­ja­do en las cifras apor­ta­das por el perio­dis­ta y escri­tor Mariano Sán­chez Soler: entre 1975 y 1983, se pro­du­je­ron 591 muer­tes por vio­len­cia polí­ti­ca. Nada menos que 188 de los ase­si­na­dos, los menos inves­ti­ga­dos, entran den­tro de lo que el autor deno­mi­na vio­len­cia polí­ti­ca de ori­gen ins­ti­tu­cio­nal. “Son los actos des­ple­ga­dos para man­te­ner el orden esta­ble­ci­do, los orga­ni­za­dos, alen­ta­dos o ins­tru­men­ta­li­za­dos por las ins­ti­tu­cio­nes del Esta­do. Pon­go un ejem­plo: al estu­dian­te Artu­ro Ruiz lo mató en 1977 un miem­bro de los gue­rri­lle­ros de Cris­to Rey de los que ayu­da­ban a la poli­cía a repri­mir las mani­fes­ta­cio­nes. Es lo que enton­ces se lla­ma­ban gru­pos de incon­tro­la­dos”, explica.

Asi­mis­mo los auto­res de muchos de esos crí­me­nes, los famo­sos «incon­tro­la­dos», tér­mino este que no es nada ino­cen­te. “La Audien­cia Nacio­nal limi­tó su alcan­ce polí­ti­co al cali­fi­car­los como gru­pos no ads­cri­tos, pese a que eran orga­ni­za­cio­nes con nom­bres, siglas y obje­ti­vos muy cla­ros: Fuer­za Nue­va, Falan­ge Espa­ño­la de las JONS o Her­man­dad de la Guar­dia de Fran­co, entre otras”, cuen­ta Sán­chez Soler.

Una de las con­se­cuen­cias del man­te­ni­mien­to pac­ta­do de cier­tos apa­ra­tos e ins­ti­tu­cio­nes del anti­guo régi­men ‑pac­to al que tam­bien con­tri­bu­ye­ron los par­ti­dos de la izquier­da mayo­ri­ta­ria que nun­ca exi­gie­ron la depu­ra­ción de los apa­ra­tos del reégi­men fran­quis­ta- fue que “en los casos Ato­cha, Mon­te­ju­rra, Artu­ro Ruiz y Yolan­da Gon­zá­lez no se inves­ti­ga­ra la par­ti­ci­pa­ción direc­ta de fun­cio­na­rios del Esta­do o sus cone­xio­nes con algu­nos de los pro­ce­sa­dos”, expli­ca este perio­dis­ta, para el que la vio­len­cia polí­ti­ca ins­ti­tu­cio­nal fue “un arma ins­tru­men­ta­li­za­da para garan­ti­zar los pac­tos entre la dere­cha pos­fran­quis­ta en el poder, que la uti­li­zó como con­tra­pe­so para con­tro­lar el pro­ce­so, y la opo­si­ción de izquierdas”.

La con­flic­ti­vi­dad social es otra de las cla­ves de la car­ni­ce­ría. En el año 1977, la poli­cía car­gó con­tra 788 mani­fes­ta­cio­nes en Espa­ña, el 76% del total. Había que con­tro­lar las calles. “El orden públi­co fue un fac­tor deter­mi­nan­te de la Tran­si­ción. Sir­vió para fre­nar a la izquier­da, que entró en el jue­go y renun­ció a las calles, don­de se pro­du­cían las rei­vin­di­ca­cio­nes más fuer­tes. El cam­bio del fran­quis­mo a la demo­cra­cia debía hacer­se con el menor cos­te polí­ti­co y eco­nó­mi­co”, explica.

El mito de la Tran­si­ción mara­vi­llo­sa como pro­ce­so polí­ti­co a expor­tar se des­mo­ro­na. “Los hechos lo des­mien­ten tajan­te­men­te. Es pro­pa­gan­da pura y dura. Ya es hora de que nos pre­gun­te­mos por qué las tran­si­cio­nes a la demo­cra­cia de, por ejem­plo, Por­tu­gal y Gre­cia tuvie­ron muchas menos víc­ti­mas que la espa­ño­la”, zanja.

Esto es algo que estos días, en el ani­ver­sa­rio de Yolan­da y «Jhi­sa» vol­ve­re­mos a recor­dar de nue­vo, seña­lan­do a los res­pon­sa­bles de su ase­si­na­to, pero tam­bien a los res­pon­sa­bles de la impu­ni­dad para los cri­mi­na­les que has­ta hoy día sigue manteniendose.

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