La Unión Euro­pea y los EEUU cóm­pli­ces del fas­cis­mo ucra­niano- Miguel Urbano

Algu­nos de los prin­ci­pa­les diri­gen­tes rea­li­zan dis­cur­sos aun enca­pu­cha­dos, pero en las cami­sas exhi­ben una esvás­ti­ca esti­li­za­da como sím­bo­lo de sus opcio­nes ideo­ló­gi­cas. Ban­das de esa escó­ria huma­na asal­tan y des­tru­yen sedes del par­ti­do comu­nis­ta, exi­gen la expul­sión de rusos y judios, la eje­cu­ción suma­ria de adver­sa­rios polí­ti­cos, inva­den la Rada (Par­la­men­to) y reti­ran de allí y humi­llan dipu­tados que los cri­ti­can. Esas ban­das actuan con dis­ci­pli­na mili­tar, exhi­bien­do arma­men­to moderno entre­ga­do por orga­ni­za­cio­nes de los paí­ses cen­tra­les de la Unión Euro­pea y, según algu­nos obser­va­do­res, por la CIA.

El apo­yo ofi­cial de Occi­den­te dicho demo­crá­ti­co al fas­cis­mo es trans­pa­ren­te. Diri­gen­tes de Ale­ma­nia, de Fran­cia, del Rei­no Uni­do no escon­den su satis­fac­ción. La baro­ne­sa bri­tá­ni­ca Cathe­ri­ne Ash­ton, res­pon­sa­ble por las rela­cio­nes inter­na­cio­na­les de la EU, corrió a Kiev para ofre­cer apo­yo a la «nue­va orden» ucraniana.

Van Rom­puy, el pre­si­den­te de la Unión, tam­bién expre­só su ale­gría por el nue­vo rum­bo de Ucra­nia. Se habla ya de una ayu­da eco­nó­mi­ca de 35 mil millo­nes de dóla­res de la UE, de los EUA y del FMI en el momen­to en que sea ins­ta­la­do en Kiev un «gobierno demo­crá­ti­co». Estra­ña con­cep­ción de la demo­cra­cia per­fi­lan los seño­res de Bru­se­las y Washington.

Vik­tor Yanu­ke­vitch dejó una heren­cia cos­to­sí­si­ma. Total­men­te nega­ti­va. Gober­nó como un dés­po­ta y será recor­da­do como un polí­ti­co corrup­to, que acu­mu­ló una gran for­tu­na en nego­cios ilí­ci­tos. ¿Pero son demó­cra­tas los par­la­men­ta­rios que con­tro­lan hoy la Rada y reci­ben la ben­di­ción de la Unión Euro­pea? Con pocas excep­cio­nes, los miem­bros de los par­ti­dos que se pre­sen­tan aho­ra como pala­di­nes de la demo­cra­cia y defen­so­res de la adhe­sión de Ucra­nia a la Unión Euro­pea man­tu­vie­ron ínti­mas rela­cio­nes con la oli­gar­quía que, bajo la pre­si­den­cia de Yanu­ko­vitch y en el gobierno de Julia Timoshen­ko, roba­ron al pue­blo y arrui­na­ron el país, con­du­cién­do­lo al bor­de de la bancarrota.

Esa gen­te care­ce de legi­ti­mi­dad para pre­sen­tar­se como inter­lo­cu­to­ra de los gobier­nos euro­peos que, con hipo­cre­sía, les trans­mi­ten feli­ci­ta­cio­nes. La situa­ción exis­ten­te es ade­más tan caó­ti­ca que no está cla­ro quien ejer­ce el poder, com­par­ti­do por la Rada y por las orga­ni­za­cio­nes fas­cis­tas, que ponen y dis­po­nen en Kiev y en dece­nas de ciu­da­des, prac­ti­can­do crí­me­nes repug­nan­tes ante la pasi­vi­dad de la poli­cía y del ejército.

La hipo­cre­sía de Occidente

La hipo­cre­sía de los diri­gen­tes de la Unión Euro­pea y de los EUA no sor­pren­de. El dis­cur­so sobre la demo­cra­cia es fari­sai­co de Washing­ton a Lon­dres y París. Invo­can­do siem­pre valo­res y prin­ci­pios demo­crá­ti­cos, eses diri­gen­tes son res­pon­sa­bles por agre­sio­nes a pue­blos inde­fen­sos, y, cuan­do eso les intere­sa, por alian­zas con orga­ni­za­cio­nes islá­mi­cas fun­da­men­ta­lis­tas faná­ti­cas, arman­do­las y financiandolas.

Eso ocu­rrió en Irak, en Libia, en las monar­quías feu­da­les del Gol­fo. En Amé­ri­ca Lati­na, Washing­ton man­tie­ne las mejo­res rela­cio­nes con algu­nas dic­ta­du­ras, y pro­mue­ve gol­pes de Esta­do para ins­ta­lar gobier­nos fan­to­ches. Entre­tan­to, mon­ta cons­pi­ra­cio­nes con­tra gobier­nos demo­crá­ti­cos que no se some­ten; siem­pre en nom­bre de la demo­cra­cia de la que se dicen guardianes.

Los gobier­nos pro­gre­sis­tas- Vene­zue­la Boli­via, Ecua­dor- son hos­ti­ga­dos como enemi­gos de la demo­cra­cia, mien­tras gobier­nos de mati­ces fas­cis­ti­zan­tes ‑Colom­bia, Hon­du­ras- tra­ta­dos como alia­dos pre­fe­ren­cia­les y defi­ni­dos como democráticos.

Lec­cio­nes de la historia

La ascen­sión del fas­cis­mo en Euro­pa no es un fenó­meno nue­vo. En el Tri­bu­nal de Nurem­berg que juz­gó a los cri­mi­na­les más des­ta­ca­dos del III Reich se afir­mó repe­ti­da­men­te que el fas­cis­mo sería erra­di­ca­do del mundo.

Esa fue una espe­ran­za román­ti­ca. Antes mis­mo de ser anun­cia­das las sen­ten­cias, ya la Admi­nis­tra­ción Tru­man esta­ba orga­ni­zan­do la ida clan­des­ti­na para los EUA de cono­ci­das per­so­na­li­da­des nazis, algu­nas con­tra­ta­das por uni­ver­si­da­des tra­di­cio­na­les. Simul­ta­nea­men­te, los gobier­nos del Rei­no Uni­do y de los EUA man­tu­vie­ron exce­len­tes rela­cio­nes con los fas­cis­mos ibé­ri­cos. Sala­zar y Fran­co fue­ron tra­ta­dos como aliados.

Cuan­do Yugos­la­via se des­agre­gó, Ser­bia, cua­li­fi­ca­da de comu­nis­ta, fué tra­ta­da como esta­do enemi­go, pero Washing­ton, Lon­dres y Ale­ma­nia Fede­ral esta­ble­cie­ron rela­cio­nes de gran cor­dia­li­dad com Croa­cia cuyo gobierno esta­ba infes­ta­do de ex-nazis. Tras la des­apa­ri­ción de la Unión Sovié­ti­ca, cuan­do Rusia se trans­for­mó en un país capi­ta­lis­ta, el fas­cis­mo comen­zó a levan­tar cabe­za en Euro­pa Occidental.

En Fran­cia, Le Pen lle­gó a dispu­tar la Pre­si­den­cia de la Repú­bli­ca a Chi­rac en una segun­da vuel­ta. En Ale­ma­nia, el par­ti­do neo­na­zi afir­ma publi­ca­men­te su nos­tal­gia del Reich hitle­riano. En Áus­tria, en Holan­da, en Ita­lia, en las repú­bli­cas bál­ti­cas, par­ti­dos de extre­ma-dere­cha con­quis­tan sec­to­res impor­tan­tes del elec­to­ra­do. En el pri­mer de eses paí­ses el líder neo­na­zi par­ti­ci­pó en un gobierno de coa­li­ción. En Espa­ña la extre­ma-dere­cha exhi­be una agre­si­vi­dad cre­cien­te. Has­ta en Sue­cia, en Dina­mar­ca, en Norue­ga, gru­pos neo­na­zis vuel­ven a las calles con arro­gan­cia. En Por­tu­gal, el fas­cis­mo, sin ambien­te, está infil­tra­do en los par­ti­dos de dere­cha que des­go­bier­nan el país. Reavi­van­do la memoria

La tra­ge­dia ucra­nia­na –cum­plo un deber recor­dan­do esa evi­den­cia- no ten­dría sido posi­ble sin la cum­pli­ci­dad de la Unión Euro­pea y de los EUA. En su estra­te­gia de cer­co a Rusia (inco­mo­da por su pode­río nuclear), los gobier­nos impe­ria­lis­tas de Occi­den­te y sus ser­vi­cios de inte­li­gen­cia incen­ti­va­ron las fuer­zas extre­mis­tas que sem­bra­ron el caos en Ucra­nia occi­den­tal, abrien­do la puer­ta a la onda de bar­ba­rie en curso.

Fue­ron las auto­de­no­mi­na­das demo­cra­cias occi­den­ta­les quie­nes finan­cia­ron y arma­ron las ban­das fas­cis­tas que sue­ñan con pro­groms de comu­nis­tas y exi­gen arro­gan­te­men­te la adhe­sión de Ucra­nia a la Unión Euro­pea. No sur­gió magi­ca­men­te, de un día para otro, esa escoria.

El fas­cis­mo tie­ne rai­ces anti­guas en Ucra­nia, sobre­to­do en las pro­vin­cias de Galitzia, de mayo­ría cató­li­ca unia­ta, que per­te­ne­cie­ron al Impe­rio Aus­tro-Hún­ga­ro y, tras la I Gue­rra Mun­dial, fue­ron ane­xa­das por Polo­nia. Cabe recor­dar que 100.000 ucra­nia­nos lucha­ron con­tra la Unión Sovié­ti­ca inte­gra­dos en la Wehr­macht y en las SS nazis. Eses cola­bo­ra­cio­nis­tas fue­ron, feliz­men­te, ínfi­ma mino­ría. La aplas­tan­te mayo­ría del pue­blo resis­tió en aque­lla repú­bli­ca sovié­ti­ca con bra­vu­ra y herois­mo la bar­ba­rie ale­ma­na res­pon­sa­ble duran­te la ocu­pa­ción, por la muer­te de cua­tro millo­nes de ucra­nia­nos y ucranianas.

Pero no es por­que sñi que trai­do­res como Ste­fan Ban­de­ra, alia­do de las hor­das inva­so­ras, hayan sido pro­cla­ma­dos heroes nacio­na­les por los extre­mis­tas de dere­cha de Kiev. Hoy, el júbi­lo de los gober­nan­tes de la Unión Euro­pea por los acon­te­ci­mien­tos de Ucra­nia traen a la memo­ria la irres­pon­sa­bi­li­dad de Cham­ber­lain y Dala­dier cuan­do fes­te­ja­ron el Acuer­do de Munich, pró­lo­go del holo­caus­to de la II Gue­rra Mundial.

Lejos de mi la idea de esta­ble­cer un para­le­lis­mo entre épo­cas y situa­cio­nes tan dife­ren­tes. El hori­zon­te pró­xi­mo de Ucra­nia se pre­sen­ta car­ga­do de incóg­ni­tas. Pero recor­dar Munich es tomar con­cien­cia que el fas­cis­mo no fue erra­di­ca­do de la Tie­rra, patria del ser humano. Hay que dar com­ba­te sin cuar­tel al fas­cis­mo a nível mundial.

Vila Nova de Gaia, 25 de febre­ro de 2014

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