Una infan­ta en el país del “no saber”- Pura María García

Una lle­ga a cier­ta edad sabien­do que des­co­no­ce muchas cosas y, para sobre­vi­vir a una madu­rez que le cae, sí o sí, como una losa de cier­to peso, pone en prác­ti­ca ese meca­nis­mo de defen­sa que con­sis­te en ir arrin­co­nan­do, has­ta casi creer que des­apa­re­ce, ese saber que no se sabe nada. Pero, mire usted por don­de, cuan­do una cree que ha logra­do escon­der su fra­gi­li­dad cog­nos­ci­ti­va, siem­pre lle­ga un agua­fies­tas dis­pues­tí­si­mo a fastidiar.

Esta vez se tra­ta de un señor muy (supues­ta­men­te) eru­di­to, con apa­ren­te, y cal­cu­la­da, apa­rien­cia de bonho­mía y son­ri­sa amplia, el señor Jesús María Sil­va, uno de los abo­ga­dos de la infan­ta Cris­ti­na, que en eso del no saber no es pre­ci­sa­men­te infan­ta sino rei­na reinísima.

Cuan­do escu­ché a este señor, que acu­mu­la san­ti­dad en su doble nom­bre (Jesús y María) comen­tar con total natu­ra­li­dad que creía fir­me­men­te en la ino­cen­cia de su (inde­fen­di­ble) defen­di­da y que, según la opi­nión de este parien­te de Hei­di, la infan­ta había actua­do des­de la fe por amor a su mari­do y que no sabía lo que esta­ba hacien­do cuan­do, por ejem­plo, sacó una tar­je­ta, que en lugar de la titu­la­ri­dad de su nom­bre tenía como titu­lar Aizoon, para car­gar a esa cuen­ta unos 1.741 euros de nada por una vaji­lla de cerá­mi­ca, no tuve más reme­dio que acep­tar que sí, que es ver­dad que no sé nada, como la infan­ta, y que como ella vivo en el país del no saber.

Este país, que es de lo poco que tene­mos en común la infan­ta, el letra­do y yo, es real­men­te un país exó­ti­co, que gana­ría sin duda no uno sino varios óscar: a la peor pelí­cu­la, al mejor actor de repar­to (para el que está nomi­na­do ese al que, según exi­ja la oca­sión, acer­can o des­tie­rran, afec­ti­va­men­te hablan­do, lla­mán­do­le Urdan­ga­rín o, si con­vie­ne, como el caso del amor cie­go, el mari­do-espo­so de la infan­ta); la mejor actriz de repar­to (Cris­ti­na), el mejor guion ori­gi­nal (El amor que pro­vo­có mi fir­ma auto­má­ti­ca) ; mejor guion adap­ta­do (la defen­sa de una infan­ta ence­gue­ci­da de amor); mejor mon­ta­je (defen­dien­do el caso Noos) ; efec­tos espe­cia­les (con la cola­bo­ra­ción del Minis­te­rio de Hacien­da y par­te de la poli­cía del país del no saber); mejor maqui­lla­je (todo el pro­ce­so) y, por últi­mo, mejor can­ción ori­gi­nal (“Love makes me idiot”).

Usted no lo sabe pero vive, sobre­vi­ve, en el país del no saber, en un país de cuen­to (de –fal­sas-cuen­tas) en el que rei­na, entre visi­ta y visi­ta a un hos­pi­tal, un monar­ca que no sabe lo que cazano sabe lo que dice (no se sabe si por envi­dia a los bri­tá­ni­cos y a su Geor­ge VI); no sabe que fami­lia y mili­cia y, cum­pli­mien­to y sufri­mien­to riman, pero no son lo mis­mo; que no sabía nada del gol­pe de esta­do, no sabe dis­tin­guir una con­se­gui­do­ra rubia de una admi­nis­tra­ti­va y que no sabe que Noós no es un pro­nom­bre per­so­nal de pri­me­ra per­so­na del plural.

Ese país del no saber es el país en el que dece­nas de audi­to­res viven, super­vi­ven, sin saber que hay pro­ble­mas, agu­je­ros por los que, con donai­re y pres­te­za, se esfu­ma el dine­ro de los que poco tie­nen. En él, un pre­si­den­te que no sabe el sig­ni­fi­ca­do del tér­mino mayo­ría abso­lu­ta, no sabe que la amis­tad (las malas amis­ta­des) pue­de ser peli­gro­sa para los habi­tan­tes del país.

En ese país de la igno­ran­cia, súbi­ta y a con­ve­nien­cia, hay muchos no sabe­res que, poco a poco, nos van dejan­do sin alien­to, sin recur­sos y sin derechos:

Hay un pre­si­den­te y muchos polí­ti­cos que no saben dis­tin­guir los bro­tes ver­des de los zar­za­les plan­ta­dos adre­de; no saben inter­pre­tar cifras y, como dicen los niños “ sin que­rer” se equi­vo­can (una y otra vez).

Hay ban­que­ros de pres­ti­gio que, casual­men­te, no saben lo que ven­den ni sus con­se­cuen­cias.

Hay aspi­ran­tes a TERMINATOR que no saben que es el con­sen­so ni los dere­chos humanos.

Hay polí­ti­cas y polí­ti­cos que no saben que no saben idiomas.

Hay madrespadres aman­tí­si­mos que no saben lo que hacen sus hijospijos. .

Hay polí­ti­cas a las que el tin­te capi­lar les hace no saber lo que com­pran ni lo que encar­gan y polí­ti­cos que, obnu­bi­la­dos por hacer su tra­ba­jo con ahín­co, lle­gan a no saber qué fir­man ni a quién.

Hay polí­ti­cos que tie­nen ami­gos de los ami­gos de sus ami­gos de los que no saben, lle­ga­do el momen­to, nada de nada.

Hay polí­ti­cos que no saben que tie­nen secre­ta­rios muy “secre­to-arios”, pre­si­den­tes que no saben qué hacen sus secretarios.

Hay sin­di­ca­lis­tas que no saben qué fir­man.

Hay polí­ti­cos que no saben que las leyes no pue­den cam­biar­se a gus­to de los ami­gos.

Hay pre­si­den­tes que no saben dón­de van algu­nas tar­des, casas reales que no saben vivir mar­ti­rios, poli­cías que no saben emi­tir infor­mes con rapi­dez, con sus corres­pon­dien­tes direc­to­res de dudo­so per­fil y polí­ti­cos que no saben que las siglas ONG no sig­ni­fi­can Orga­ni­za­ción Nada es Gratis.

Esto es par­te de lo que, igno­ran­te de mí, no sabía has­ta que ha lle­ga­do uno de los letra­dos de la infan­ta y me ha hecho ver que estoy, esta­mos, rodea­dos de gen­te (gen­tu­za) que ama, a manos lle­nas y con el cora­zón encen­di­do y que, pre­ci­sa­men­te, ese amor tan puro y su ino­cen­cia, les hace hacer, a veces, algu­nas cosi­llas irre­gu­la­res que, sea­mos com­pren­si­vos, en el fon­do no son tan gra­ves, ¿no?

PS: Fina­li­zo con algo más de lo que no sabía que es la filo­so­fía con la que se auto-pro­mo­cio­na el bufe­te del abo­ga­do de la hija del monar­ca del país del no saber, curio­sa­men­te un poco con­tra­dic­to­ria con esa inge­nui­dad y LOVE IS IN THE AIR de las que ha hecho gala el letra­do sonriente.

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