Mien­ten solo en dos oca­sio­nes- Fer­min Gongeta

Mien­ten solo en dos oca­sio­nes, cuan­do hablan y cuan­do están callan­do. (Kar­buts). Con dema­sia­da fre­cuen­cia hemos oído decir que cada per­so­na actúa según su for­ma de pen­sar. Según eso, aque­llos de ideo­lo­gía cató­li­ca actua­rían en base a los prin­ci­pios del evan­ge­lio; como quie­nes dicen defen­der valo­res de izquier­das, lucha­rían por implan­tar una socie­dad más jus­ta y equitable.

Nos han ense­ña­do, que actuar de mane­ra correc­ta es obrar des­pués de una refle­xión equi­li­bra­da, o hacer­lo como con­clu­sión de una medi­ta­ción ade­cua­da y aten­ta, para que nues­tra acción ten­ga el resul­ta­do acer­ta­do y deseado.

¡Pues no!

Una cosa es pre­di­car y otra dis­tin­ta es dar tri­go. Lo saben bien los que viven del campo.

Úni­ca­men­te un pen­sa­mien­to correc­to pue­de con­du­cir­me a accio­nes así mis­mo correc­tas, nos han ense­ña­do y meti­do has­ta los tué­ta­nos duran­te el fas­cis­mo y su auto­ri­ta­ris­mo pos­te­rior. Y nos obli­gan a creer en ello.

Polí­ti­cos, ecle­siás­ti­cos, ban­que­ros y gran­des empre­sa­rios, se hacen con todos los medios de comu­ni­ca­ción. A tra­vés de la pren­sa, radio, tele­vi­sión o inter­net, nos con­du­cen como reba­ño a la ima­gen de una vida, para­di­sía­ca pero futu­ra, si les cree­mos y les segui­mos cie­ga­men­te; por muy ancla­dos que nos encon­tre­mos en la cri­sis, nos hayan supri­mi­do el empleo, roba­do la casa y des­trui­do como seres huma­nos. Ellos dicen que pien­san correc­ta­men­te, y actúan para salvarnos.

¡Sue­na tan­to a cato­li­cis­mo dog­má­ti­co, como a men­ti­ra programada!

Es cla­ro que no son sus pala­bras, sino sus actos, los que nos mani­fies­tan a las cla­ras, su for­ma de pen­sar. En lugar de acla­rar, y con­fe­sar­nos la cru­da reali­dad en que ellos mis­mos nos han sumer­gi­do; en vez de mos­trar­nos los úni­cos medios que nos pue­den con­du­cir a una vida dig­na, ellos, polí­ti­cos, ecle­siás­ti­cos, ban­que­ros y gran­des empre­sa­rios, nos encu­bren la reali­dad, nos la defor­man. Cam­bian el len­gua­je. Nos impreg­nan de un pen­sa­mien­to ilu­so­rio. Tan ilu­so­rio como falso.

En un céle­bre párra­fo de La Ideo­lo­gía Ale­ma­na, Marx escri­bió: Para lle­gar a cono­cer al hom­bre de car­ne y hue­so, no se arran­ca de lo que en gene­ral se dice, se pien­sa o se repre­sen­ta a pro­pó­si­to del hom­bre,… es, pre­ci­sa­men­te par­tien­do de los hom­bres real­men­te acti­vos y de sus pro­ce­sos de vida real, como se pue­de cono­cer el desa­rro­llo de sus refle­jos y los ecos ideo­ló­gi­cos de su pro­ce­so.

Por­que los huma­nos tene­mos una ten­den­cia pro­nun­cia­dí­si­ma a disi­mu­lar todas nues­tras accio­nes, por ton­tas o nefas­tas que sean, con un bar­niz de lógi­ca y de sen­sa­tez. El hom­bre tie­ne una ten­den­cia tan fuer­te a aña­dir desa­rro­llos lógi­cos a las accio­nes no-lógi­cas, que todo le sir­ve de pre­tex­to para dedi­car­se a esta que­ri­da ocu­pa­ción (Pie­rre Bour­dieu. Sobre el Esta­do. Ed.Seuil).

Cuan­do cada uno de noso­tros nos enfren­ta­mos a los demás, en todo tipo de cir­cuns­tan­cias, somos impe­li­dos por impul­sos de defen­sa per­so­nal, ante cual­quier impe­di­men­to que se opon­ga a la con­se­cu­ción de nues­tros intere­ses, deseos, nece­si­da­des o emociones.

Pri­me­ro actua­mos y lue­go pen­sa­mos, dis­fra­zan­do los moti­vos de nues­tra acción. Y, a cada una de ellas, atri­bui­mos cau­sas ima­gi­na­rias, por­que con dema­sia­da fre­cuen­cia no somos cons­cien­tes de las fuer­zas o intere­ses que nos impul­san a los hechos que rea­li­za­mos. Con el pen­sa­mien­to y la pala­bra dis­fra­za­mos la reali­dad que nos rodea. Es así como se ela­bo­ran las ideo­lo­gías. Ese con­jun­to de ideas, de pen­sa­mien­tos que defen­de­mos indi­vi­dual y colec­ti­va­men­te. Las ideas, escri­tas en tex­tos pre­cio­sos, pro­pug­na­das con ahín­co, públi­ca­men­te y en pri­va­do. Mani­fes­ta­das como prin­ci­pios ina­mo­vi­bles que mar­can cada una de nues­tras accio­nes. Ideas que con­ver­ti­mos en dis­fra­ces car­na­va­les­cos de nues­tra vida.

Par­ti­dos de dere­chas. Par­ti­dos de izquier­das, del cen­tro, de la opo­si­ción. Sin­di­ca­tos obre­ros, agru­pa­cio­nes empre­sa­ria­les. Gru­pos de barrio. Los mili­tan­tes o sim­pa­ti­zan­tes de cada uno de ellos, deci­mos actuar fiel­men­te según una ideo­lo­gía pre­es­ta­ble­ci­da, con unos obje­ti­vos y medios per­fec­ta­men­te defi­ni­dos para con­se­guir­los. Pero es men­ti­ra. Muchos, mon­ta­mos nues­tro pen­sa­mien­to, y adhe­ri­mos al gru­po polí­ti­co, social o reli­gio­so, en fun­ción de nues­tros pro­pios intere­ses, deseos, capri­chos o mie­dos. ¿Cómo expli­car de otra mane­ra los 11 millo­nes de votos al PP, en las últi­mas elec­cio­nes legis­la­ti­vas del Rei­no espa­ñol? Quie­nes domi­nan los par­ti­dos, defi­nien­do unos deter­mi­na­dos prin­ci­pios ideo­ló­gi­cos, dan cober­tu­ra a todas y cada una de las accio­nes que rea­li­zan, lo mis­mo la cús­pi­de, que los man­dos intermedios.

La ideo­lo­gía les pro­por­cio­na cober­tu­ra de racio­na­li­dad y sen­sa­tez. Los jefes y del­fi­nes de cada gru­po orga­ni­za­do, en base a una deter­mi­na­da ideo­lo­gía pre­de­fi­ni­da, van crean­do una zan­ja, un foso, de dimen­sio­nes infi­ni­tas, fren­te a la mili­tan­cia y votan­tes que les sos­tie­nen. Y lo que es más gra­ve aún, una bre­cha insal­va­ble entre sus orga­ni­za­cio­nes y esa par­te de pue­blo al que se dicen representar.

Los pode­res esta­ble­ci­dos ofre­cen, a la mise­ria que ellos mis­mos han gene­ra­do, solu­cio­nes que no están dis­pues­tos a apor­tar. Por­que ni quie­ren ni pue­den. Ellos pien­san. Por­que pue­den hacer­lo. Tie­nen tiem­po y dine­ro para ello. Ellos man­dan y se hacen obe­de­cer. Por­que poseen el pri­vi­le­gio ofi­cial del cas­ti­go, del des­pre­cio o del recha­zo. Y todos repi­ten la mis­ma frase.

La que cada uno noso­tros, des­de nues­tra más tier­na infan­cia hemos oído cuan­do nos cas­ti­ga­ban: Lo hace­mos por tu bienes lo úni­co que se pue­de hacer. Lo otro, lo que el pue­blo pedi­mos, es extra­li­mi­tar­se. Los pode­res polí­ti­cos deben regu­lar, entre su mili­tan­cia, no solo el orden obje­ti­vo de la acción, sino tam­bién el orden men­tal, el orden sub­je­ti­vo del pen­sa­mien­to. Es lo que hace el Esta­do con todos los súb­di­tos, que no ciu­da­da­nos. El Esta­do, y todos los gru­pos que pre­ten­den ven­cer­le enfren­tán­do­se a él, esta­ble­cen sus pro­pias cate­go­rías de pen­sa­mien­to, con­jun­to de repre­sen­ta­cio­nes éti­cas y lógi­cas comunes.

Es el pen­sa­mien­to úni­co, expan­di­do a tra­vés de los medios de comu­ni­ca­ción. El poder, es el ins­tru­men­to de mar­car y esta­ble­cer los fun­da­men­tos del con­for­mis­mo lógi­co y resig­na­ción moral que cum­ple la mis­te­rio­sa fun­ción de legi­ti­mar­se a sí mis­mo como úni­co garan­te de la verdad.

El Orden Públi­co se fun­da­men­ta no solo sobre la vio­len­cia físi­ca, exclu­si­vi­dad del Esta­do, sino que, lo que es más dañino aún, se asien­ta en nues­tro con­sen­ti­mien­to, el de la pobla­ción. Por­que la vio­len­cia a la que nos tie­nen some­ti­dos, cada día es más inte­rio­ri­za­da como algo natu­ral, a tra­vés de los medios de comu­ni­ca­ción. Medios de comu­ni­ca­ción que poseen, domi­nan y controlan.

La legi­ti­mi­dad de los pode­res, ya sean los esta­ble­ci­dos, como los de la opo­si­ción, han intro­du­ci­do en nues­tros cere­bros, en nues­tro incons­cien­te, que la obe­dien­cia cie­ga a los gru­pos diri­gen­tes debe ser algo natu­ral que no pue­de ni debe poner­se en duda. Las orga­ni­za­cio­nes con­tra­rias al poder omni­po­ten­te del Esta­do, le imi­tan des­gra­cia­da­men­te, legi­ti­man­do su pro­pio poder de ser ori­gi­na­rios y depo­si­ta­rios de la ver­dad. Las éli­tes de los mili­tan­tes opo­si­to­res al gobierno de los Esta­do, corren el gra­ve peli­gro de exi­gir tam­bién, como algo natu­ral y ple­na­men­te humano, la apro­ba­ción de todos y cada uno de los plan­tea­mien­tos por ellos programados.

La lucha, ins­tru­men­ta­da ini­cial­men­te de mane­ra espon­tá­nea, cuan­do se ins­ti­tu­cio­na­li­za, corre el ries­go de uti­li­zar los mis­mos pro­ce­di­mien­tos esta­ta­les de legi­ti­ma­ción a base del con­for­mis­mo y cie­ga dis­ci­pli­na de su mili­tan­cia. Las ciu­da­da­nas y ciu­da­da­nos sere­mos así redu­ci­dos al sim­ple esta­do de elec­to­res, que nos desin­te­re­sa­re­mos por la acción polí­ti­ca, tan­to más cuan­to que nues­tra opi­nión nun­ca será teni­da en cuen­ta. En Eus­kal Herria nos que­da el reto de plas­mar esa nue­va fór­mu­la de un movi­mien­to polí­ti­co social real­men­te par­ti­ci­pa­ti­vo. O se es asam­blea­rio, o ter­mi­na­mos sien­do dog­má­ti­cos. Y en el dog­ma­tis­mo no cabe la democracia.

¡Por un Sor­tu asambleario!

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