[Fotos] Fidel Cas­tro: “Esta­mos obli­ga­dos a ganar la bata­lla por la sobrevivencia”

Fidel con los "hibacushas", sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. Foto: Roberto ChileFidel con los «hiba­kushas», sobre­vi­vien­tes de Hiroshi­ma y Naga­sa­ki. Jun­to al Coman­dan­te, con blu­sa ver­de, Kenia Serrano, pre­si­den­ta del ICAP. A la dere­cha del líder de la Revo­lu­ción, Hiroshi Naka­mu­ra. Foto: Rober­to Chile 

Fotos: Rober­to Chile

Va a ser difí­cil olvi­dar la ima­gen que cerró el encuen­tro. Fidel, con un kimono por enci­ma de la cha­que­ta depor­ti­va y de pie, muy serio, rodea­do por diez hiba­kushas, como lla­man en Japón a los sobre­vi­vien­tes de las bom­bas ató­mi­cas que lan­zó Esta­dos Uni­dos con­tra Hiroshi­maNaga­sa­ki. Cada uno lo salu­dó con una reve­ren­cia de cor­te­sía y una de las dos muje­res, Ritso­ku Ishi­ka­wa, no solo se incli­nó, sino que besó el dor­so de la mano del Comandante.

Aun­que difí­cil­men­te el Pala­cio de las Con­ven­cio­nes recuer­de otro encuen­tro en el que haya habi­do más cáma­ras foto­grá­fi­cas por metro cua­dra­do, ni los flashes se sin­tie­ron en ese ins­tan­te. Fue la emo­ción la que con­ge­ló la ima­gen para el peque­ño gru­po de cuba­nos y los 770 japo­ne­ses que lle­ga­ron en la maña­na del jue­ves al puer­to de La Haba­na a bor­do del Cru­ce­ro por la Paz, el bar­co que reco­rre el mun­do cada año con acti­vis­tas con­tra las ame­na­zas nuclea­res y medioambientales.

Por segun­do año con­se­cu­ti­vo se reúnen en este edi­fi­cio con el líder his­tó­ri­co de la Revo­lu­ción cuba­na, y por segun­da vez, no pudo ser más estre­me­ce­dor escu­char tes­ti­mo­nios del dolor que pade­cen millo­nes de per­so­nas víc­ti­mas de los efec­tos de la radia­ción nuclear. Pero no fue este un encuen­tro de cor­te­sía, sino la sesión prin­ci­pal del “Foro glo­bal por un mun­do libre de armas nuclea­res”, even­to que había sido uno de los acuer­dos del encuen­tro ante­rior en La Haba­na y cuyos orga­ni­za­do­res deci­die­ron cele­brar­lo aquí.

Las inter­ven­cio­nes de los par­ti­ci­pan­tes fue­ron de lujo e inclu­ye­ron la de un sobre­vi­vien­te del bom­ba­zo de Hiroshi­ma, un pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad de Fukushi­ma ‑don­de el terre­mo­to y el tsu­na­mi que devas­tó Japón pro­vo­có el acci­den­te de una electronuclear‑, el pre­si­den­te de la Aso­cia­ción de Víc­ti­mas Nuclea­res “Moru­rua e Tatou”, de Tahi­tí, y un médi­co cubano que narró la expe­rien­cia de la Isla en el tra­ta­mien­to de niños afec­ta­dos por el acci­den­te en la plan­ta de Cher­no­bil, Ucra­nia. “Las des­crip­cio­nes que uste­des hacen le rom­pen el alma a cual­quie­ra”, había reac­cio­na­do Fidel, nota­ble­men­te con­mo­vi­do ante lo que allí se dijo.

Tres días en el infierno

Sobre­co­ge el audi­to­rio. No solo por­que son más de 700 per­so­nas, no solo por­que se tra­ta de paci­fis­tas, enemi­gos decla­ra­dos de todas las armas. Es que sufrie­ron en car­ne pro­pia o en la de sus ante­pa­sa­dos, el infierno de un bom­bar­deo nuclear. Hiba­kushas lla­man a los sobre­vi­vien­tes de Hiroshi­ma y Naga­sa­ki. En el Pea­ce Boat o Cru­ce­ro por la Paz, via­jan algu­nos que tenían un año, cua­tro, 13 ó 16, cuan­do se pro­du­jo el cri­mi­nal ata­que a las ciu­da­des japo­ne­sas don­de ellos vivían. Hoy cuen­tan entre 67 y 83 y como una dis­tin­ción se les sien­ta en la pri­me­ra fila. De cono­cer­se más y mejor sus his­to­rias, qui­zás el mun­do no fue­ra el lugar de mie­do en que lo han con­ver­ti­do las armas.

Hiroshi Naka­mu­ra tie­ne aho­ra 80 años y una figu­ra menu­da y res­pe­ta­ble como la sere­na natu­ra­le­za de su tie­rra. Pero su tes­ti­mo­nio es tan estre­me­ce­dor como un terre­mo­to o un tsu­na­mi, aun­que la com­pa­ra­ción no vale por­que su sufri­mien­to no es la con­se­cuen­cia de un fenó­meno natu­ral sino de un deli­be­ra­do acto de barbarie.

Él vivía a 8 kiló­me­tros del epi­cen­tro de una de las dos tra­ge­dias pro­vo­ca­das por la pre­po­ten­cia nor­te­ame­ri­ca­na aquel agos­to de 1945. “Sen­tí un rui­do ensor­de­ce­dor y vi un gran rayo de luz que me des­lum­bró y ya no supe qué hacer…”, cuen­ta y su tes­ti­mo­nio pare­ce el rela­to de una pelí­cu­la de fic­ción cuan­do todo arde alre­de­dor del niño de 13 años que, huyen­do del fue­go, solo se cru­za­ba con espec­tros de seres huma­nos sin cabe­llos, con el ros­tro enne­gre­ci­do y las ropas dese­chas. “Algu­nos iban des­nu­dos com­ple­ta­men­te, con los bra­zos cru­za­dos como tra­tan­do de cubrir­se el pecho y uno no podía saber si eran hom­bres o muje­res de tan defor­ma­dos que estaban…”

Tres días estu­vo Naka­mu­ra ayu­dan­do a mover cadá­ve­res. A él le toca­ba tomar­los por los tobi­llos y al prin­ci­pio no logra­ba alzar­los por­que se le corrían o se des­ga­rra­ban las car­nes. Alguien le gri­tó que metie­ra los dedos has­ta el hue­so. “Pero yo solo era un niño de 13 años y mi cuer­po esta­ba para­li­za­do ¿No eres un hom­bre japo­nés? me gri­ta­ron. Enton­ces me resig­né e intro­du­je mis dedos en las car­nes des­com­pues­tas y apre­té fuerte…Cargué alre­de­dor de 30 cuer­pos para los camio­nes y los lle­va­mos has­ta una gran fosa en las afue­ras de la ciu­dad y allí los deja­mos… Fue­ron tres días en el infierno.”

Para más horror, la tra­ge­dia de Naka­mu­ra, que es la de miles de ciu­da­da­nos de Hiroshi­ma y Naga­sa­ki, no ter­mi­nó con el fin de la II Gue­rra Mun­dial. A lo lar­go de su vida, el infierno se ha sos­te­ni­do en cons­tan­tes enfer­me­da­des que comen­za­ron por la caí­da total del cabe­llo a los pocos días del ata­que, encías san­gran­tes, adel­ga­za­mien­to abrup­to, ano­ma­lías hor­mo­na­les, cin­co ciru­gías por cán­cer… “Los daños que me pro­vo­ca­ron las radia­cio­nes me han hecho sufrir toda la vida…” Hoy mis­mo, mien­tras lle­ga­ba a La Haba­na, en Japón moría una her­ma­na, otra hiba­kusha, sobre­vi­vien­te de Hiroshima.

“Esta pue­de ser la últi­ma vez que cuen­te mis expe­rien­cias”, afir­ma el hom­bre que, a pesar de los sufri­mien­tos, con­si­de­ra un honor haber vivi­do tan­tos años para con­tar­le al mun­do el pro­fun­do daño físi­co y psí­qui­co que pro­vo­ca el con­tac­to humano con la ener­gía nuclear. Y cita a una per­so­na alle­ga­da, cuyo pen­sa­mien­to com­par­te: “La ener­gía nuclear y la Huma­ni­dad no deben con­vi­vir…” Enton­ces, en nom­bre de los hiba­kushas le pide a Fidel que enca­be­ce un movi­mien­to para pro­mo­ver las zonas des­nu­clea­ri­za­das en todo el pla­ne­ta y que con­vo­que a los alcal­des del mun­do por la paz, pro­mo­vien­do la eli­mi­na­ción de todas las armas nucleares.

“El desas­tre que nos robó la naturaleza”

Fumi­no­ri Tam­ba, pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad de Fukushi­ma expo­ne datos que, según afir­ma, esca­mo­tea­ron las auto­ri­da­des japo­ne­sas sobre la tra­ge­dia en la plan­ta nuclear de su ciu­dad tras el terre­mo­to y el tsu­na­mi del pasa­do año.

“Ese desas­tre nos robó la bella natu­ra­le­za de la región y obli­gó a dece­nas de miles a aban­do­nar sus hogares.

El exper­to cali­fi­ca la tra­ge­dia como un esca­pe gran­de de radia­ción que ha con­ta­mi­na­do la tie­rra y las aguas, dañan­do todos la agri­cul­tu­ra y la pes­ca. “El pro­ble­ma más gran­de es que el gobierno no infor­mó a tiem­po y muchas per­so­nas estu­vie­ron expues­tas a “una radia­ción inú­til”. Se le pasó infor­ma­ción inme­dia­ta al ejér­ci­to nor­te­ame­ri­cano que no se les brin­dó a las per­so­nas expues­tas. El gobierno solo lo admi­tió la fusión de los reac­to­res dos meses des­pués del accidente.

Los datos abru­man. Más de 60 mil per­so­nas se han ido de la pre­fec­tu­ra y aun más de 100 mil niños per­ma­ne­cen en refu­gios tem­po­ra­les. Los que no han sido eva­cua­dos viven en áreas con­ta­mi­na­das sin poder salir de aulas cerra­das bajo fuer­te calor en con­di­cio­nes alar­man­tes para su cre­ci­mien­to y salud.

De acuer­do con una encues­ta de la Uni­ver­si­dad, rea­li­za­da en un uni­ver­so de 30 mil per­so­nas, hay fami­lias que han cam­bia­do has­ta 10 veces de hogar en unos meses, hoga­res divi­di­dos en ins­ta­la­cio­nes pro­vi­sio­na­les. El des­em­pleo y el sub­em­pleo sobre­pa­sa el 50 por cien­to de la pobla­ción labo­ral­men­te acti­va. Cer­ca de la mitad de los meno­res de 35 años eva­cua­dos no tie­nen inte­rés en regre­sar a su lugar de origen.

El abue­lo de Tam­ba es sobre­vi­vien­te de Hiroshi­ma. “Hace poco alguien me pre­gun­tó en la calle si era japo­nés, cuan­do le dije que sí me dijo: Fukushi­ma”, comen­tó con­mo­vi­do con la soli­da­ri­dad de los cuba­nos y a ellos pidió que los acom­pa­ñen en la lucha por la aten­ción a los sobre­vi­vien­tes y por un mun­do desnuclearizado.

Al ter­mi­nar su expo­si­ción entre­gó a Fidel un sello don­de manos de niños sos­tie­nen una paloma.

Tam­bién expu­so sus expe­rien­cias el doc­tor Julio Medi­na, quien diri­ge el pro­gra­ma de aten­ción a los niños víc­ti­mas de la tra­ge­dia de Cher­no­bil, que en Cuba ha aten­di­do a más de 26 mil per­so­nas en 21 años.

Nues­tro deber es divul­gar estos testimonios

Los her­ma­nos japo­ne­ses ‑comen­zó dicien­do Fidel tras escu­char a los par­ti­ci­pan­tes en el Foro- han aña­di­do un pro­ble­ma nue­vo, que tie­ne que ver no solo con el uso de la bom­ba ató­mi­ca o con el acci­den­te de Cher­no­bil, sino con acci­den­tes natu­ra­les o no que des­aten el uso no con­tro­la­do de la ener­gía nuclear.

“Es muy valio­so valo­rar lo que ocu­rrió en 1945 y lo que sobre­vino des­pués con el uso de esa ener­gía en aque­lla plan­ta sin mucha segu­ri­dad, Cher­no­bil, ori­gi­nan­do un gra­ve acci­den­te… Si segui­mos hur­gan­do, podría­mos cono­cer con más deta­lles las con­se­cuen­cias de aque­llas prue­bas que se hicie­ron en el Pací­fi­co Sur, entre ellas lo que pro­vo­ca­ron las llu­vias radiac­ti­vas. Aho­ra tene­mos nue­vas noti­cias, tras el acci­den­te en Fukushi­ma. Por ejem­plo, que Ale­ma­nia haya anun­cia­do que cerra­rá todas las plan­tas nuclea­res”, enumeró.

Casi nadie ha medi­ta­do mucho sobre el hecho de que hoy la ener­gía nuclear está menos pro­te­gi­da que nun­ca. “Un avión peque­ño pue­de pro­vo­car una catás­tro­fe mucho mayor que la de Cher­no­bil. ¿Y cuál podría cau­sar un loco? ¿O un sui­ci­da? ¿Y aca­so no los hay? Pue­de crear una peor toda­vía un hom­bre con un botón nuclear. En la épo­ca de Hiroshi­ma y Naga­sa­ki nadie dis­po­nía de tal botón. Eran solo dos bom­bas las que se habían pro­du­ci­do, y fue­ron lan­za­das deli­be­ra­da­men­te… Nadie tenía enton­ces un botón nuclear, ni hacía fal­ta”, aña­dió Fidel.

Hoy ha cam­bia­do dra­má­ti­ca­men­te la situa­ción y la huma­ni­dad es mil veces más vul­ne­ra­ble. Fidel expli­có: “Son 25 000 armas nuclea­res las que tie­ne el mun­do y cada vez son más auto­má­ti­cas las res­pues­tas posi­bles, por­que no dis­po­nen de tiem­po los hom­bres para tomar las decisiones.”

El Coman­dan­te en Jefe recor­dó que Cuba sabe muy bien lo que es una cri­sis nuclear. “Nos tocó vivir la de Octu­bre de 1962, y sabe­mos lo cer­ca que estu­vo el mun­do de la catás­tro­fe. Aho­ra será peor: hay bom­bas de varios mega­to­nes y mucho más pre­ci­sas. Se han hecho prue­bas con bom­bas que alcan­zan dece­nas de veces la poten­cia de las que fue­ron lan­za­das en Hiroshi­ma y Naga­sa­ki, que ape­nas reba­sa­ban algu­nas dece­nas de kilo­to­nes. Nadie sabe qué efec­tos cau­sa­ron las llu­vias áci­das tras esas pruebas”.

Por eso, dijo Fidel, “nues­tro deber ‑y es la mejor for­ma de apo­yar el esfuer­zo de las víc­ti­mas de aquel bár­ba­ro y bru­tal ata­que con­tra Hiroshi­ma y Naga­sa­ki- es divul­gar todo esto”. Por ello exhor­tó a los orga­ni­za­do­res del Foro a que escri­bie­ran un libro que narra­ra las his­to­rias e inclu­ye­ra los aná­li­sis que allí se habían com­par­ti­do. Que se edi­ta­ra “con un len­gua­je cla­ro, en favor de la paz, de la eli­mi­na­ción de estas armas, per­sua­dien­do al mun­do. El reto no es que esto lo conoz­ca un millón, sino millo­nes. Es una gran bata­lla de ideas y la con­cien­cia es fundamental”.

Y con­clu­yó: “El mun­do tie­ne que defen­der la cau­sa más impor­tan­te de todas: la super­vi­ven­cia de la especie.”

Un acto de racis­mo nuclear

En esos tér­mi­nos se expre­só Roland Olham, Pre­si­den­te de la Aso­cia­ción de Víc­ti­mas de las armas nuclea­res, de Tahi­tí, quien lue­go de expre­sar un pro­fun­do reco­no­ci­mien­to a Fidel por su lide­raz­go y al pue­blo cubano por haber resis­ti­do al blo­queo nor­te­ame­ri­cano por más de cin­co déca­das, reali­zó una poten­te denun­cia con­tra Fran­cia, por sus ensa­yos nuclea­res pri­me­ro en Arge­lia y, tras la inde­pen­den­cia de ese país, en la lla­ma­da Poli­ne­sia francesa.

Por más de 30 años, entre 1960 y 1996, explo­ta­ron en ese peque­ño terri­to­rio del Pací­fi­co 133 bom­bas, la mayor con­cen­tra­ción de ensa­yos nuclea­res en un solo lugar del planeta.

Los nor­te­ame­ri­ca­nos, los ingle­ses y los fran­ce­ses han uti­li­za­do el Pací­fi­co para sus ensa­yos nuclea­res. Algu­nas islas del Pací­fi­co como el Ato­lón de Muro­roa se siguen usan­do como alma­ce­nes de dese­chos nuclea­res. Allí se han hecho más de cien ensa­yos sub­te­rrá­neos y el ato­lón está a pun­to de frag­men­tar­se y pul­ve­ri­zar­se. Si se des­mo­ro­na, podría pro­vo­car un tsu­na­mi que cau­sa­ría una gran catás­tro­fe no solo para el Pací­fi­co sino para el mun­do por la gran can­ti­dad de mate­rial radiac­ti­vo, quí­mi­co, que con­ta­mi­na­ría la vida marina.

“Lo que han hecho los fran­ce­ses en mi país es un acto de agre­sión con­tra la mino­ría que somos. Es un acto de racis­mo que yo deno­mino “racis­mo nuclear”.

Oldham fue espe­cial­men­te agu­do en el aná­li­sis de la hipó­cri­ta polí­ti­ca occi­den­tal que mien­tras habla de la paz, come­te uno tras otros los más gran­des crí­me­nes. “Tie­nen san­gre en las manos”, denun­ció y ase­ve­ró: “No se pue­de obte­ner la paz a tra­vés de las armas nuclea­res. No se pue­de cuan­do un país tra­ta de agre­dir y domi­nar a otros…”

Un mun­do con armas nuclea­res no pue­de existir

Tras escu­char la inter­ven­ción del tahi­tiano Roland Oldham, Fidel siguió el hilo de la narra­ción que había esbo­za­do antes: ¿Qué hacer? ¿Cómo ayu­dar en este gra­ví­si­mo pro­ble­ma que la huma­ni­dad tie­ne ante sí? El asun­to pri­mor­dial para el Coman­dan­te en Jefe es reco­no­cer que “un mun­do con armas nuclea­res no pue­de exis­tir. No es com­pa­ti­ble la paz con las armas nuclea­res, un hecho que cual­quie­ra pue­de comprobar”.

La gran para­do­ja que se vive hoy es que el ser humano está más ame­na­za­do que nun­ca, y a su vez, es un hecho real que nun­ca la cien­cia ha avan­za­do “a un rit­mo tan fabu­lo­so”, aco­tó el Coman­dan­te. Cuba es un ejem­plo de cuán­to nos hemos bene­fi­cia­do de ella, par­ti­cu­lar­men­te de la cien­cia médi­ca, algo que ha com­par­ti­do con dece­nas de paí­ses sin hacer la más míni­ma publi­ci­dad, y des­de los pri­me­ros años de la Revo­lu­ción, cuan­do un equi­po médi­co de la Isla asis­tió a los arge­li­nos víc­ti­mas de la gue­rra con­tra la inva­sión fran­ce­sa. “Hay hechos que demues­tran las posi­bi­li­da­des reales de nues­tros paí­ses, aun­que no sea­mos ricos”, y más ade­lan­te aña­dió una cer­te­za: “Lidian­do con estos pro­ble­mas, la cien­cia es capaz de sal­var muchas vidas.”

Pero la pri­me­ra y gran preo­cu­pa­ción de Fidel ‑tema al que vol­vió mas de una vez en su inter­ven­ción en el Foro- es “qué hacer por la super­vi­ven­cia de la huma­ni­dad”. Hubo en torno a esta idea refle­xio­nes memo­ra­bles. Cita­mos una, que qui­zás expli­ca por qué los diez hiba­kushas rin­die­ron aquel emo­cio­na­do home­na­je a Fidel: “Nadie nos pue­de arre­ba­tar la liber­tad para influir en los demás, dan­do a cono­cer la ver­dad que es la úni­ca for­ma de cam­biar los acon­te­ci­mien­tos… Se tra­ta de una bata­lla que esta­mos obli­ga­dos a ganar, y habrá que hacer todo lo posi­ble para ganar­nos el dere­cho a seguir existiendo.”

Lo diez hibakushas

Takaa­ki Kitamura
Nació en Naga­sa­ki el 3 de enero de 1929. Reci­bió el impac­to de la bom­ba a la edad de 16 años. Vive en Naga­sa­ki. Entró a esta cui­dad al día siguien­te de la agre­sión, como par­te del equi­po de soco­rro y fue tes­ti­go de las horro­ro­sas esce­nas. Varios años des­pués pre­sen­tó hemo­rra­gias en la encías y otros sín­to­mas debi­do a la expo­si­ción de las radia­cio­nes. Al con­cluir la gue­rra, tra­ba­jó en la Uni­ver­si­dad de Naga­sa­ki y en el hos­pi­tal de este cen­tro. Sufrió cán­cer de len­gua y bar­bi­lla y nece­si­tó de una operación.

Sho­kong Lee
Nació en Hiroshi­ma el 15 de agos­to de 1929. Reci­bió el impac­to de la bom­ba a la edad de 16 años. Actual­men­te vive en Hiroshi­ma. Per­te­ne­ce a la segun­da gene­ra­ción de corea­nos en Japón. Su papá fue traí­do a la fuer­za por la colo­ni­za­ción. Sho­kong tra­ba­jó en la Empre­sa Japo­ne­sa de Tre­nes y le impac­tó la bom­ba mien­tras se diri­gía a la ofi­ci­na. Sus padres entra­ron a la ciu­dad jus­to des­pués de la bom­ba y debi­do a ello pasa­ron bue­na par­te de su vida en hospitales.

Sadao Hara­gu­chi
Nació en Naga­sa­ki el 25 de junio de 1931. Tenía 14 años cuan­do lan­za­ron la bom­ba. Actual­men­te vive en Naga­sa­ki. Reci­bió el impac­to cuan­do se encon­tra­ba a 3 km del epi­cen­tro. Se dedi­có a la docencia.

Shi­zu­ko Matsunaga
Nació el 1 de enero de 1932. Reci­bió el impac­to de la bom­ba a la edad de 13 años. Actual­men­te vive en Hiroshi­ma. Cuan­do la bom­ba fue lan­za­da, ella era estu­dian­te de secun­da­ria y esta­ba pre­pa­rán­do­se para eva­cuar la ciu­dad. Sufrió que­ma­du­ras en la cara y el cue­llo. Su abue­la, con quien vivía, fue aplas­ta­da por el arma­rio que calló a cau­sa de la onda expan­si­va y murió un mes des­pués. Ella mis­ma sufrió enfer­me­da­des a cau­sa de la radia­ción y duran­te 6 meses per­ma­ne­ció en cama luchan­do con­tra una gra­ve enfer­me­dad a la cual sobre­vi­vió milagrosamente.

Hiroshi Naka­mu­ra
Nació el 5 de enero de 1932 en Hiroshi­ma. Reci­bió el impac­to de la bom­ba a la edad de 13 años. Aho­ra vive en Fuchu-city, Hiroshi­ma. Duran­te la gue­rra tra­ba­ja­ba en la Empre­sa Japo­ne­sa de Tre­nes y cuan­do se pro­du­jo el hecho, se dedi­có a sal­var y ayu­dar a otros sobre­vi­vien­tes, ade­más de reco­ger cadá­ve­res. Un mes des­pués de la explo­sión, pre­sen­tó hemo­rra­gias en las encías y per­dió el cabe­llo. Tuvo que ser hos­pi­ta­li­za­do por reduc­ción de gló­bu­los blan­cos. Actual­men­te es el pre­si­den­te de la Aso­cia­ción de los Hiba­kushas de Fuchu-city.

Kazu­mi Yamada
Nació el 3 de agos­to de 1922 y reci­bió el impac­to de la bom­ba en Naga­sa­ki, a la edad de 12 años. Actual­men­te vive en Naga­sa­ki. Nació en el noroes­te de Chi­na por el tra­ba­jo de su padre. Lle­gó a Naga­sa­ki para vivir con su abue­la. Reci­bió el impac­to de la bom­ba cuan­do se encon­tra­ba a 2,3 km del epi­cen­tro. Per­te­ne­ce a la Aso­cia­ción de la Pro­mo­ción de Paz de Naga­sa­ki tra­ba­ja como guía y contador.

Masa­ka­zu Masukawa
Nació el 2 de abril de 1941. Tenía 4 años cuan­do reci­bió el impac­to de la bom­ba. Actual­men­te vive en Naga­sa­ki. Esta­ba a 3,4 km del epi­cen­tro. Su abue­lo y su padre, que esta­ban más cer­ca, murie­ron y jamás se encon­tra­ron sus cuer­pos. Pade­ció un tumor medu­lar cuan­to tenía 37 años. Tra­ba­ja en la emi­so­ra de radio Naga­sa­ki Hou­sou y se dedi­ca a pro­du­cir pro­gra­mas sobre expe­rien­cias Hiba­kushas. Es direc­tor del Museo para la paz en Nagasaki.

Mitoshi Nagashi­ma
Nació el 13 de abril de 1941. Tenía 4 años cuan­do reci­bió el impac­to de la bom­ba. Actual­men­te vive en Usu­ki-city, Oita. Esta­ba a 2 km del epi­cen­tro y sufrió que­ma­du­ras en su bra­zo izquier­do y en ambas pier­nas, don­de aún tie­ne cica­tri­ces. Su padre había muer­to en la bata­lla de Chi­na y sus madre y sus abue­los reci­bie­ron la radia­ción, pero no sufrie­ron efec­tos gra­ves. Es direc­tor de la Aso­cia­ción de Hiba­kushas de Usuki-city.

Ritsu­ko Ishikawa
Nació el 15 de enero de 1944 en Hiroshi­ma, don­de resi­de. Reci­bió el impac­to de la bom­ba cuan­do tenía un año. Es la segun­da de tres her­ma­nas. Tras la bom­ba, per­dió a su padre y a dos tías con quie­nes vivía. Sie­te años des­pués, su madre falle­ció por las secue­las de la radia­ción y ella y sus her­ma­nas fue­ron cria­das por su abue­la. Actual­men­te es maes­tra de escuela.

Tada­yoshi Ogawa
Nació el 23 de mar­zo de 1944. Reci­bió el impac­to de la bom­ba cuan­do tenía 1 año, en Naga­sa­ki, don­de vive. El día en que cayó la bom­ba su fami­lia se encon­tra­ba fue­ra de la ciu­dad y cuan­do regre­sa­ron, reci­bie­ron los efec­tos de la radia­ción. Se dedi­ca a la foto­gra­fía y todos los años toma fotos de Naga­sa­ki a las 11.02 horas del día 9 de agos­to (momen­to exac­to en que EEUU lan­zó la bom­ba con­tra su ciudad).

Fidel Castro en el encuentro con integrantes del Crucero de la paz. Foto: Roberto ChileFidel Cas­tro en el encuen­tro con inte­gran­tes del Cru­ce­ro de la paz. Foto: Rober­to Chile 
Fidel Castro con los integrantes del Crucero por la paz, el 1 de marzo de 2012. Foto: Roberto ChileEn pri­me­ra fila, los hiba­ku­chas, inte­gran­tes del Cru­ce­ro por la paz, el 1 de mar­zo de 2012. De dere­cha a izquier­da: Tada­yoshi Oga­wa, Mitoshi Nagashi­ma, Ritsu­ko Ishi­ka­wa y Masa­ka­zu Masu­ka­wa Foto: Rober­to Chile 
Fidel Castro con los integrantes del Crucero por la paz, el 1 de marzo de 2012. Foto: Roberto ChileInte­gran­tes del Cru­ce­ro por la paz asis­ten a encuen­tro con Fidel, el 1 de mar­zo de 2012. Foto: Rober­to Chile 
Fidel Castro con integrantes del Crucero por la paz. Foto: Roberto ChileFidel Cas­tro con inte­gran­tes del Cru­ce­ro por la paz. A su lado, Kenia Serrano, pre­si­den­ta del ICAP. Foto: Rober­to Chile 
Fidel Castro con integrantes del Crucero por la paz. Foto: Roberto ChileFidel Cas­tro con inte­gran­tes del Cru­ce­ro por la paz. Foto: Rober­to Chile 
Fidel Castro con integrantes del Crucero por la paz. Foto: Roberto ChileFidel Cas­tro con inte­gran­tes del Cru­ce­ro por la paz. Foto: Rober­to Chile 
Fidel Castro con integrantes del Crucero por la paz. Foto: Roberto ChileFidel Cas­tro con inte­gran­tes del Cru­ce­ro por la paz. Foto: Rober­to Chile 
Fidel con integrantes del Crucero por la Paz. Foto: Roberto ChileFidel con inte­gran­tes del Cru­ce­ro por la Paz. Foto: Rober­to Chile 
Fidel con integrantes del Crucero por la Paz. Foto: Roberto ChileFidel con inte­gran­tes del Cru­ce­ro por la Paz. Foto: Rober­to Chile 
Fidel con integrantes del Crucero por la Paz. Foto: Roberto ChileFidel con inte­gran­tes del Cru­ce­ro por la Paz. Foto: Rober­to Chile 
Hiroshi Nakamura, sobreviviente de Hiroshima en el encuentro con Fidel. Foto: Roberto ChileHiroshi Naka­mu­ra, sobre­vi­vien­te de Hiroshi­ma en el encuen­tro con Fidel. Foto: Rober­to Chile 

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