Bil­du­kis­tán – Iña­ki Egaña

Desa­yu­nar con tus brin­dis al sol, Odón Elor­za, se está con­vir­tien­do en un clá­si­co. Como anti­guo alcal­de donos­tia­rra pare­ces no haber des­cu­bier­to, aún, que las cosas tie­nen un prin­ci­pio y un final, que la cadu­ci­dad es, afor­tu­na­da­men­te, un fin en sí mis­mo y que los rema­kes sólo son posi­bles en la fic­ción. Talan­te ren­co­ro­so el tuyo. La ver­dad es que me has sorprendido.

Las crí­ti­cas que has ver­ti­do sobre ciu­da­da­nos que no te han vota­do, sobre supues­tos cega­tos en tu pro­pio par­ti­do y, en mayor medi­da, las que has lan­za­do al nue­vo equi­po que te sus­ti­tu­ye en la alcal­día no dejan de asom­brar­me. Y no por­que la crí­ti­ca polí­ti­ca no sea de inte­rés si vie­ne del vecino, sino por­que la tuya va cre­cien­do de tono has­ta lle­gar al esta­dio en el que uno ya no sabe si mirar hacia otro lado o qué. No pare­ces, sin embar­go, exce­si­va­men­te recep­ti­vo. Lo que de todas mane­ras nece­si­tas urgen­te­men­te es una cura de humildad.

En línea con muchos de tus cole­gas, no haces sino ver gigan­tes don­de no hay otra cosa que moli­nos de vien­tos (ande o no ande caba­llo gran­de, como los per­so­na­jes de Cer­van­tes que agran­das­te con la remo­de­la­ción en el paseo de ídem). Inven­tas un enemi­go y lo car­gas de argu­men­tos que sólo pro­ce­den de tu ima­gi­na­rio. De nue­vo los cuer­nos y rabos inqui­si­to­ria­les. Qué poco ha cam­bia­do la his­to­ria a pesar del twi­ter, los ipads y los via­jes extrasiderales.

Uno de tus últi­mos artícu­los alcan­za ya la cota del deli­rio y, en el mis­mo, al mar­gen de otras lin­de­zas, acu­sas a tus suce­so­res en el con­sis­to­rio de ideo­lo­gi­zar con las ense­ñan­zas de Mao (¡flip!) tu bella ciu­dad (¿te per­te­ne­ce?) al bor­de del Can­tá­bri­co. ¿Mao Zedong? Podías haber cita­do al Ché, Fidel, Arga­la o Mon­zón… pero ¿Mao y la Chi­na de Deng Xiao­ping? ¿Quién te acon­se­ja, Odón?

Y, de paso que nos esti­ras los ojos más de lo que dic­ta la reali­dad, com­pa­ras la nue­va tona­li­dad de Donos­tia con la de los ban­tus­ta­nes suda­fri­ca­nos o los cam­pos béli­cos al bor­de del pre­ci­pi­cio: Afga­nis­tán, Kur­dis­tán, etc. Alar­mis­mo y, al con­tra­rio que esa ima­gen que has pre­ten­di­do trans­mi­tir en los últi­mos tiem­pos, un gran ejer­ci­cio de xeno­fo­bia y ombli­guis­mo. Donos­tia, opi­nas, ya no es Donos­tia, ni siquie­ra tu San Sebas­tián de la capi­ta­li­dad cul­tu­ral o de la san­ti­dad de Muni­lla, sino algo horri­ble: Bil­du­kis­tán. Sí, Bil­du­kis­tán, han leí­do bien. ¡Ay Odón, qué bajo has caído!

Bil­du­kis­tán para degra­dar como aquel san­gui­na­rio Cáno­vas al que dedi­cas­te un anti­es­té­ti­co espa­cio que lue­go se des­mo­ro­nó. La com­pa­ra­ción con los negros en tapa­rra­bos, la des­ca­li­fi­ca­ción por un supues­to «pro­vin­cia­nis­mo», aquel «caver­ní­co­las» que dedi­ca­ron en el siglo XIX los libe­ra­les a los que lle­va­ban boi­na y habla­ban en eus­ka­ra. Si has­ta beben jugo de man­za­na y comen txis­to­rra, como diría Lan­cre, des­pre­cian­do los chu­rros uni­ver­sa­les de Cham­bery. Ay, Odón.

Los insul­tos y epí­te­tos que dedi­cas a los que no pien­san como tú te están hacien­do un fla­co favor. ¿No te lo han dicho? La his­to­ria te juz­ga­rá, muy a tu pesar, por las pata­le­tas de estas sema­nas, no por tu ges­tión, bas­tan­te cri­ti­ca­ble por cier­to des­de mi humil­de pun­to de vis­ta, en tus 20 años al fren­te del Casino donos­tia­rra (no se me malin­ter­pre­te, lo de Casino vie­ne a cuen­to por eso de que el Ayun­ta­mien­to uti­li­za los vie­jos loca­les del jue­go y diver­sión de la lla­ma­da Belle Épo­que). El pre­sen­te es tan fugaz que ya nadie recuer­da que el gran Una­muno le sacó la cara a Sabino Arana.

En fin… si el ins­tin­to pri­ma­rio te arras­tra, lo que trans­mi­tes, des­pués de ali­viar­te una y otra vez, es un men­sa­je polí­ti­co. Eso es lo intere­san­te de tu dis­cur­so, a pesar de pare­cer la par­te secun­da­ria. Por­que la ensom­bre­ces con adje­ti­vos. Le dedi­ca­ré tam­bién unas líneas.

Un Ter­cer espa­cio. Este men­sa­je polí­ti­co, por lo anti­cua­do, ya no cue­la. Tu ter­ce­ra vía es la repe­ti­ción de la de siem­pre, vie­ja como tu dis­cur­so, Odón. Supon­ga­mos que la pri­me­ra, siguien­do tu este­la, es la espa­ño­la pura y dura (a la que lla­mas «nacio­na­lis­mo espa­ñol poco ima­gi­na­ti­vo») y la segun­da, de nue­vo según tu letra, la de los «radi­ca­les vas­cos», bil­dus­ta­ni­tas. ¿La ter­ce­ra? La tuya. Odo­nis­ta (¿hedo­nis­ta?).

Somos mayo­res, Odón. Recuer­do tu entra­da en el Ayun­ta­mien­to. De manual. Uti­li­zan­do pre­ben­das, coche ofi­cial para ini­cia­ti­vas pri­va­das (via­je de bodas). Segu­ro que clo­nas­te aque­llo de allá don­de fue­ras, haz lo que vie­ras. Y lue­go te cur­tis­te jun­to a Gre­go­rio Ordó­ñez, a quien acha­ca­bas tu cam­bio drás­ti­co. Fue tu excu­sa para borrar las ini­cia­ti­vas popu­la­res y aliar­te con espe­cu­la­do­res, cons­truc­to­res, hos­te­le­ros y esos que han edi­fi­ca­do la ciu­dad del XXI. En cla­ve española.

¿Qué se pue­de decir de un libe­ra­do de la polí­ti­ca vas­ca, como tú, inca­paz de apren­der eus­ka­ra en tan­tos años de man­da­to? A pesar de tu pro­me­sa al poco de comen­zar tu anda­du­ra ¿No sabes que prác­ti­ca­men­te la tota­li­dad de los meno­res de 35 años donos­tia­rras cono­cen el eus­ka­ra y la mayo­ría de ellos inclu­so lo hablan con flui­dez? ¿No mere­ce el vas­cuen­ce el res­pe­to de la igual­dad? ¿Sabes cuán­tos de esos meno­res de 35 años te han vota­do para la reelección?

¿Caver­ní­co­la? No me doy por alu­di­do. Ya no te pido cari­ño hacia el eus­ka­ra, que ya sé que no lo expan­des, sino res­pe­to. No te pido el calor por la tri­co­lor del que jamás has hecho gala. No te pido ya nada, Odón, excep­to que no nos tomes por ton­tos a todos aque­llos que no hemos sabi­do com­pren­der tu exclu­si­vis­mo, como el de Taba­ka­le­ra. ¿Recuer­das que nos acha­cas­te a los donos­tia­rras que no enten­día­mos de aque­llo nada de nada?

Insis­to. Tu ter­ce­ra vía es un came­lo. Tu par­ti­do com­par­te gobierno en Gas­teiz con la dere­cha más facha de Euro­pa. Tu par­ti­do com­par­te gobierno en Iru­ñea con la dere­cha más retró­gra­da de Euro­pa. Tu par­ti­do ha des­po­ja­do a los pobres para enri­que­cer más aún a los acau­da­la­dos ban­que­ros. Tu par­ti­do mata en tie­rras leja­nas en nom­bre del dine­ro, del petró­leo. Tu par­ti­do ampa­ra tor­tu­ras en nom­bre de la razón de esta­do (aun­que he de reco­no­cer que de tu boca han sali­do las esca­sas crí­ti­cas a las mis­mas. Al César lo que es del César). Tu par­ti­do ha con­ta­mi­na­do el con­cep­to de izquier­da. Tu partido…

No ten­go mucho que recor­dar­te sino inci­tar a la lec­tu­ra de tus tex­tos, en Face­book y en tus entre­vis­tas, para seña­lar que la ter­ce­ra vía que pro­po­nes es la mis­ma que actúa como si inser­ta­ra una pica en Flan­des. Des­de los chu­rros has­ta los colo­res de la roji­gual­da. Eli­mi­nan­do todo aque­llo que pue­da inci­tar a la duda sobre la espa­ño­li­dad de lo que aho­ra lla­mas Bil­du­kis­tán. Ver­güen­za aje­na sien­to con el Museo de San Tel­mo, van­guar­dia ideo­ló­gi­ca de tu pen­sa­mien­to, Odón. ¿Exis­tie­ron algu­na vez los vascos?

Por­que, a pesar de lo que pue­das aho­ra decir, tu pro­yec­to de ciu­dad, tu pro­yec­to de país, ha esta­do fuer­te­men­te ideo­lo­gi­za­do. Tam­bién. No pre­ci­sa­men­te con intro­duc­to­res del pen­sa­mien­to socia­lis­ta, Lafar­gue, Pere­za­gua, Ami­li­bia o Mea­be. Sino con un pro­yec­to neo­li­be­ral, exclu­yen­te y eli­tis­ta. Qui­zás por ello no reno­vas­te man­da­to. Qui­zás por ello has con­ci­ta­do el des­con­ten­to de tus convecinos.

Como con­clu­sión te tras­la­da­ré una idea con el pro­pó­si­to de que me entien­das. A veces soy un poco rebus­ca­do, qui­zás en las líneas ante­rio­res. Ya sé que las impre­sio­nes y emo­cio­nes son muy par­ti­cu­la­res, que no son eter­nas y que, inclu­so, pue­den ser extra­va­gan­tes. Duran­te tu man­da­to, Odón, me he sen­ti­do extran­je­ro en mi tie­rra, en mi patria chi­ca. Me dirás que el pro­ble­ma era mío. Es cier­to. Pero aho­ra, que sigo vivien­do en el mis­mo lugar, me sien­to más inte­gra­do en la que he con­si­de­ra­do mi ciu­dad des­de siem­pre. Una ciu­dad, lo sé per­fec­ta­men­te, plural.

Inte­gra­do en esta Donos­tia, San Sebas­tián para tu gus­to (estás en tu per­fec­to dere­cho), pero jamás en esa Bil­du­kis­tán que seña­las. Sien­to un gran apre­cio por donos­tia­rras, natu­ra­les o de adop­ción, como Elvi­ra Zipi­tria, Jesús Larra­ña­ga, Mario Sale­gi, Domi­ni­ca Arto­la, Bilintx, Casil­da Her­náez, Fer­mín Isa­sa, Faus­ti­na Carril, o inclu­so por el entra­ña­ble Txantxi­llo. Bas­tan­te más, por cier­to, que por Mao o por ese tal Rubal­ca­ba al que ape­las en uno de tus últi­mos escri­tos para asis­tir en tu res­ca­te. Espe­ro que no lo haga como nos tie­ne acos­tum­bra­dos. De madru­ga­da y tum­ban­do la puerta.

Que ten­gas un buen día.

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