En estos días, mientras caen bombazos sobre Libia, me topé con un libro que tenía rato estorbando en el escritorio: un compendio, editado por el MinCi, de los discursos de los presidentes que asistieron a la II Cumbre América del Sur-África (ASA), efectuada en Margarita entre el 26 y 27 de septiembre de 2009. El líder libio Muammar Gaddafi, entre ellos.
Hoy, dos años después, los ataques de EEUU, Francia y sus aliados invitan a cerrar filas con el atacado, aunque en eso, en lo personal, prefiero secundar a Silvio Rodríguez, quien escribió: “Le deseo a Libia algo mejor que Gaddafi. Y a la bota extranjera que la humille le deseo un Vietnam”.
Con todo, el discurso del líder libio en Margarita es una pieza que merece ser leída a la luz de los acontecimientos en desarrollo.
LA CITA DE MARGARITA
La de Margarita fue la reunión de jefes de Estado más grande realizada en el país. A la cumbre vinieron 61 de los 63 países convocados. La primera fue en Abuja, Nigeria, en 2006. La tercera debía darse en Libia este 2011, cuando el conflicto interno y los bombazos imperiales la esfumaron. Desde 2009 hay una secretaría a cargo de Jesús Arnaldo Pérez.
Gaddafi cuestionó en Margarita al Consejo de Seguridad de la ONU, el mismo que dos años después autorizaría el uso de la fuerza contra Libia. El derecho a veto por parte de las potencias victoriosas de la II Guerra Mundial era para él “insostenible”. India, recordó, estaba colonizada por Inglaterra en 1945. “Hoy India es cien veces más fuerte que Inglaterra”, ejemplificó.
“Hermanos, nadie tiene clemencia con nosotros desde afuera. Cuando tuvieron la posibilidad de ayudarnos, nos trataron como animales, destruyeron nuestra tierra, nos trataron con el garrote. Las potencias quieren seguir siendo potencias, los fuertes quieren seguir siendo fuertes”.
“Tenemos que luchar para construir nuestras propias fuerzas. Si nos debilitamos, dará lugar a un estado de desequilibrio, de desbalance. Eso no favorece la paz ni la seguridad internacional. No ayuda a África ni a América Latina”.
El Sur, dijo, constituye la mayoría del planeta y puede transformarlo.
“Podemos lograr ese balance, garantizar la paz internacional, la transformación de la economía mundial. Contamos con las mayores riquezas, un potencial demográfico enorme, y lo que tenemos lo hemos heredado del subdesarrollo, de la pobreza”.
Propuso que la Liga Árabe y los No Alineados tengan sillas permanentes en el Consejo de Seguridad. “Tenemos que estar representados como la UE, como la OTAN, Rusia, todos ellos. Tenemos derecho como el Norte. Y debemos crear una OTAN para el Sur. Esa no es una acción terrorista. Tenemos el derecho a crear nuestras organizaciones para nuestro desarrollo, para garantizar nuestros servicios”.
Mostró un mapamundi. “Miren el Atlántico Norte. No hay una separación, abismo. América del Norte está vinculada desde todo punto de vista, a través de las comunicaciones, de las flotas, de todo, con Europa”.
“Sin embargo, en el Atlántico Sur, hay un vacío y lo tenemos que llenar. Debemos crear la OTAN del Sur. Poner fin a ese abismo que estamos sufriendo en el Atlántico Sur y crear continuidad entre nosotros, ya sea a través de una alianza, convenio, pacto, para organizar una acción histórica, estratégica, que pueda cubrir este vacío de manera que redunde en beneficio del turismo, de la comunicación marítima, aérea, gasoductos, oleoductos, etc. Que el Sur se interconecte como la Otan del Norte”.
“Ellos se sienten fuertes, muy potentes. Tienen su teoría: piensan que el mundo se divide en dos partes: señores y esclavos. En el norte están los señores y en el sur los esclavos. Y que en el mundo hay dos partes: una que produce y otra que consume. El norte produce, el sur consume lo que produce el norte. Si trabajamos, quebrantaremos esa teoría”.
LAS BOMBAS CONTRA EL SUR
Más allá de las simpatías, antipatías o reservas que genere Gaddafi, lo cierto es que su advertencia en Margarita retumba con cada bombazo que cae en Libia, matando incluso a rebeldes que la OTAN dice proteger.
Ya se vuelve cotidiano que las potencias, cada vez más impúdicamente forajidas, bombardeen a capricho un país del Sur.
Francia, por ejemplo, acaba de lanzar sus bombas sobre Costa de Marfil contra partidarios de un presidente que supuestamente perdió unas elecciones. Su adversario, bendecido por occidente, viene de ser ficha del FMI para África. “Menos mal que esa forma de enfrentar fraudes electorales no existía en mis tiempos”, diría Alfaro Ucero.
El humanitarismo es selectivo. Las potencias no bombardearon Caracas cuando CAP –quien también trabajó, aunque ad honorem, para el FMI– decidió masacrar al pueblo con armas de guerra en 1989. Ni siquiera se les ocurrió.
Tampoco se les ha ocurrido con Norcorea porque tiene armas nucleares. Las potencias le temen a la fuerza, no al qué dirán.
Hay quienes añoran el Pacto de Varsovia, que hacía contrapeso a la OTAN, y creen que son posibles uno o varios bloques que moderen el desbocamiento militar de las potencias capitalistas, sumergidas todas en una crisis económica que parece enloquecer sus misiles. Un nuevo Pacto de Varsovia o una OTAN del Sur, como la llamó Gaddafi.
Ernesto Wong Mestre, profesor de la UBV, lo escribió así en Ciudad CCS: “Si mañana surge un nuevo tratado militar antiimperialista, en torno a una potencia nuclear opuesta a los guerreristas ‑única vía pacífica para evitar las guerras‑, y el mundo se divide en dos o tres bloques militares nucleares, la humanidad deberá estar consciente de que fue a causa de la agresividad y la ambición imperial frente a los pueblos que no se dejan invadir y mucho menos explotar o colonizar”.