«Scha­den­freu­de», la pre­sun­ción de ino­cen­cia en vías de extin­ción – Sabino Ormazabal

No hace mucho leía­mos que uno de los impli­ca­dos ‑según la pren­sa- en la ope­ra­ción «Gal­go» apa­re­ció ahor­ca­do en su domi­ci­lio. Se podría pen­sar que «algo habría hecho». Pero ¿y si lo que pasó fue que no aguan­ta­ba más tener todos los dedos acu­sa­do­res diri­gi­dos hacia él?

El artícu­lo 11 de la Decla­ra­ción Uni­ver­sal de los Dere­chos Huma­nos esti­pu­la con toda cla­ri­dad que toda per­so­na acu­sa­da de deli­to tie­ne dere­cho a que se pre­su­ma su ino­cen­cia mien­tras no se prue­be su cul­pa­bi­li­dad, con­for­me a la ley y en un jui­cio públi­co en el que se le hayan ase­gu­ra­do todas las garan­tías nece­sa­rias a su defensa.

La pre­sun­ción de ino­cen­cia es, por tan­to, un dere­cho humano fun­da­men­tal, y una máxi­ma jurí­di­co-penal que esta­ble­ce la ino­cen­cia de la per­so­na como regla. Sola­men­te a tra­vés de un pro­ce­so o jui­cio en el que se demues­tre la cul­pa­bi­li­dad de la per­so­na podrá el Esta­do impo­ner­le una pena o san­ción. Inclu­so apli­can­do medi­das pre­cau­to­rias, jue­ces y fis­ca­les deben tener la pre­sun­ción de ino­cen­cia como nor­te en sus actuaciones.

Dicho de otra mane­ra, en tan­to no medie una sen­ten­cia con­de­na­to­ria fir­me, la per­so­na acu­sa­da o impu­tada es ino­cen­te, sin mer­ma algu­na en sus dere­chos y debe­res, inclui­do, por supues­to, su dere­cho a la ima­gen y al honor.

Scha­den­freu­de es una pala­bra ale­ma­na que desig­na el sen­ti­mien­to de ale­gría crea­do por el sufri­mien­to o la infe­li­ci­dad del otro. En cas­te­llano, rego­dear­se, «com­pla­cer­se mali­cio­sa­men­te con un per­can­ce, apu­ro, etc. que le ocu­rre a otra per­so­na». En un recien­te epi­so­dio de una serie de tele­vi­sión se hacía alu­sión a este sen­ti­mien­to, cuan­do el abo­ga­do pro­ta­go­nis­ta inten­ta defen­der a una millo­na­ria que es cul­pa­da sin prue­bas, y a la que el públi­co decla­ra cul­pa­ble con el úni­co fin de ver­la derrotada.

El Sha­den­freu­de ven­de cuan­do, por ejem­plo, a pesar del secre­to de un suma­rio, los medios de comu­ni­ca­ción refle­jan con­te­ni­dos del mis­mo que sola­men­te pudie­ron obte­ner a tra­vés de algu­na fil­tra­ción por par­te de alguien con acce­so al mis­mo; y cuan­do los medios refle­jan pre­ci­sa­men­te aque­llos indi­cios del suma­rio que pue­den resul­tar incri­mi­na­to­rios, dejan­do de lado otros aspec­tos ate­nuan­tes o excul­pa­to­rios. Y no se res­pe­ta ni el dere­cho a la inti­mi­dad de las per­so­nas, ni su posi­ble con­di­ción de menor de edad ni nin­gu­na otra cir­cuns­tan­cia, por­que lo que vale es el Schadenfreude.

En oto­ño de 2009, Die­go P. V. tras­la­dó apre­su­ra­da­men­te a la hija de su novia a los ser­vi­cios médi­cos de Tene­ri­fe. Un pri­mer reco­no­ci­mien­to reve­la­ba una para­da car­dio­rres­pi­ra­to­ria pero, ade­más, la niña pre­sen­ta­ba indi­cios de posi­ble­men­te haber sido obje­to de abu­sos y malos tra­tos, y falle­ció a pesar de los inten­tos por reani­mar­la. Die­go P. V. fue dete­ni­do como pre­sun­to res­pon­sa­ble. Afor­tu­na­da­men­te para él, pudo salir en liber­tad sin fian­za des­pués de que se demos­tra­se que la cau­sa de la muer­te de la peque­ña fue una caí­da de un colum­pio días antes. No obs­tan­te, en el bre­ve perio­do de tiem­po en que estu­vo sien­do inves­ti­ga­do, el meca­nis­mo de Scha­den­freu­de fun­cio­nó con una inten­si­dad mayor de la habi­tual. Era ino­cen­te, pero casi fue lin­cha­do, y mediá­ti­ca­men­te se le incul­pó de for­ma inme­dia­ta. ¿De qué medi­das de resar­ci­mien­to se ha bene­fi­cia­do Die­go P .V. des­pués de este lamen­ta­ble episodio?

Otro caso recien­te ha ocu­rri­do en Tie­rra Este­lla. M. Ánge­les Ger­mán, veci­na de Urbio­la, des­apa­re­ció en agos­to pasa­do y su cadá­ver fue halla­do en enero en una ace­quia cer­ca de su casa. En reali­dad fue víc­ti­ma de un acci­den­te de trá­fi­co, pero ini­cial­men­te su des­apa­ri­ción fue impu­tada a un ami­go, que fue dete­ni­do y des­pués tenía que acu­dir cada quin­ce días a fir­mar en el juz­ga­do de guar­dia, en espe­ra de jui­cio. Una vez libre, ¿alguien ha leí­do, vis­to u oído en algún medio algu­na dis­cul­pa, auto­crí­ti­ca o noti­cias sobre un posi­ble resarcimiento?

Vie­ne a la men­te, en nues­tro entorno más inme­dia­to, el caso del dia­rio «Egun­ka­ria», en el que los pro­ce­sa­dos no se bene­fi­cia­ron fue­ra de los tri­bu­na­les de la pre­sun­ción de ino­cen­cia ‑lo cual a menu­do tie­ne su influen­cia den­tro de ellos‑, para que al final la sen­ten­cia fir­me esti­pu­la­ra cla­ra­men­te que «las acu­sa­cio­nes no han pro­ba­do que los pro­ce­sa­dos ten­gan la más míni­ma rela­ción con ETA, lo que por sí deter­mi­na la abso­lu­ción con todos los pro­nun­cia­mien­tos favo­ra­bles». ¿Alguien se ha res­pon­sa­bi­li­za­do de resar­cir­les por el daño que se les ha cau­sa­do en su ima­gen y honor, y por el sufri­mien­to oca­sio­na­do a sus fami­lias en años de pro­ce­sa­mien­to? Aho­ra, con los inte­gran­tes de Udal­bil­tza, ha pasa­do algo simi­lar, ya que tam­po­co se apre­cia rela­ción con ETA.

En honor a la jus­ti­cia, no esta­ría de más, en lo rela­ti­vo a otros casos del País Vas­co, abor­dar un estu­dio sobre cuán­ta gen­te ha sido dete­ni­da y pues­ta en liber­tad sin car­gos poco des­pués; y a su vez, cuán­tas per­so­nas de las dete­ni­das aca­ba­ron sien­do con­de­na­das. Sería asi­mis­mo intere­san­te estu­diar la cober­tu­ra que reci­bió la deten­ción y com­pa­rar­la con la reci­bi­da por la pues­ta en liber­tad sin cargos.

Y si nos aden­tra­mos en el pan­ta­no­so cam­po de la con­fron­ta­ción entre par­ti­dos, la pre­sun­ción de ino­cen­cia no está en vías de extin­ción: está direc­ta­men­te extin­ta des­de hace mucho tiem­po. Toda per­so­na que se vea invo­lu­cra­da en un caso que lue­go es obje­to arro­ja­di­zo entre par­ti­dos fue­ra de los tri­bu­na­les ya pue­de des­pe­dir­se de la pre­sun­ción de ino­cen­cia, aun­que se sepa ino­cen­te. Prue­ba de ello es el caso de un con­ce­jal vito­riano del PP, Jor­ge Iba­rron­do, con­de­na­do en sep­tiem­bre de 2009 al pago de una mul­ta y a su inha­bi­li­ta­ción duran­te sie­te años como con­ce­jal por con­ce­der la licen­cia para cons­truir sie­te cha­lés en una par­ce­la don­de sólo cabían seis. Pues bien, en mar­zo de 2010 fue absuel­to por la Audien­cia de Ara­ba del deli­to de pre­va­ri­ca­ción urba­nís­ti­ca al que fue con­de­na­do, por con­si­de­rar el tri­bu­nal que el asun­to tenía «ínfi­ma tras­cen­den­cia». Tam­bién allí hubo mucho de Scha­den­freu­de. Algo pare­ci­do está ocu­rrien­do en el tra­ta­mien­to infor­ma­ti­vo que se está dan­do a los impu­tados en los casos que se inves­ti­gan en dos comi­sio­nes espe­cia­les en el Par­la­men­to Vas­co en estos momen­tos. Ape­nas levan­ta­do el secre­to de suma­rio de uno de los casos inves­ti­ga­dos, ya se había «decre­ta­do» públi­ca­men­te la cul­pa­bi­li­dad de los afectados.

Los dere­chos huma­nos no son algo deco­ra­ti­vo. Pre­ci­sa­men­te fue­ron obje­to de con­sen­so inter­na­cio­nal como los prin­ci­pios rec­to­res que deben ser res­pe­ta­dos en su inte­gri­dad. Nadie pue­de empren­der y desa­rro­llar acti­vi­da­des o rea­li­zar actos ten­den­tes a la supre­sión de cual­quie­ra de los dere­chos y liber­ta­des pro­cla­ma­dos en la Decla­ra­ción Uni­ver­sal de los Dere­chos Huma­nos. Por tan­to, nadie, ni siquie­ra ampa­rán­do­se en el dere­cho a la liber­tad de infor­ma­ción o de opi­nión, pue­de supri­mir el dere­cho a la pre­sun­ción de ino­cen­cia. Ni siquie­ra el Scha­den­freu­de vale como excusa.

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