Mon­sieur López et moi – Jon Odriozola

Don Fran­cis­co López nació en la Mar­gen Izquier­da de la Ría de Bil­bo; yo,también. El Señor López cre­ció en ambien­tes obre­ros y fabri­les erdal­du­nes nutri­dos por hijos de un pro­le­ta­ria­do emi­gran­te; yo, tam­bién. Patxi López, hijo de un sin­di­ca­lis­ta de UGT, se supo­ne que adqui­rió con­cien­cia de cla­se bajo el tar­do­fran­quis­mo; yo, hijo de la peque­ña bur­gue­sía alta, tam­bién. López jau­na bai­la­ría ‑supon­go- en los «chi­cha­rri­llos» de Por­tu o Bara­ka ‑como Javier Cle­men­te, y aquí salu­do a su her­mano Miguel- tra­tan­do de elu­dir las cin­co pelas que cobra­ba el «pica» ponién­do­te un pego­te en la sola­pa; yo, tam­bién. El Señor López, ya con pati­llas y pan­ta­lón hor­te­ra acam­pa­na­do, pre­su­mo, iría a Cas­tro Urdia­les ‑cosas del desa­rro­llis­mo- en el buga de algún ami­gue­te colo­ca­do a tomar unas garim­bas con rabas; yo, tam­bién. Las inquie­tu­des polí­ti­cas de López cabe supo­ner­las socia­tas y trans­for­ma­do­ras; las mías, tam­bién. Apues­to a que el lehen­da­ka­ri asis­tía a todas las asam­bleas y par­ti­ci­pa­ba en los movi­mien­tos socia­les y comi­tés pro amnis­tía de la épo­ca «pos­fran­quis­ta» y se enfren­ta­ba a los «gri­ses» a cara de perro; yo, tam­bién. Segu­ro que el lehen­da­ka­ri, con­ven­ci­do socia­lis­ta, esta­ba todos los domin­gos por la maña­na peleán­do­se a ostia lim­pia con la bofia en la Pla­za de Los Fue­ros de Bara­kal­do, jun­to con Peri­ko Sola­ba­rria, para pro­nun­ciar­se en con­tra de la plan­ta de amo­nía­co que que­rían implan­tar con­tra la salud públi­ca en el ya de por sí con­ta­mi­na­do barrio de Lutxa­na; yo, tam­bién. Igual que en las mar­chas anti-Lemoiz (enton­ces Lemó­niz); yo, tam­bién. Y mi ami­go David Álvarez.

El lehen­da­ka­ri López y yo, como pue­de ver­se, tene­mos bas­tan­tes viven­cias en común: la edad, el ambien­te, las cua­dri­llas, las movi­das, la sofro­si­ne, los gui­ños, el poteo, las par­ti­das de mus y has­ta, oyes, el com­pro­mi­so. Pero… El lehen­da­ka­ri López, de ori­gen obre­ro, se des­cla­só «para arri­ba»; yo, de ori­gen bur­gués, me des­cla­sé, idio­ta que es uno, «para aba­jo». López, ague­rri­do revo­lu­cio­na­rio, no sufrió tor­tu­ras; yo, apren­diz de tal, sí. López «gana­dor», yo «per­de­dor». El ple­be­yo lehen­da­ka­ri como ejem­plo de la «movi­li­dad social» en la demo­cra­cia. Ah, tam­bién somos los dos del Ath­le­tic, lo que des­ba­ra­ta la jurá­si­ca lucha de clases.

López no sabe eus­ke­ra; yo, tam­po­co. Ni él ni yo naci­mos en Mar­ki­na o en el Alto Deba o en Aiz­pu­rutxo. López nun­ca ha sabi­do lo que es estar, hace trein­ta años, en Oña­ti y sen­tir­se extran­je­ro en tu pro­pia tie­rra pidien­do dos potes en «espa­ñol». López pen­sa­ría que eran gen­te «pri­mi­ti­va», aldea­nos. Nada que ver con los txi­ki­tos toma­dos en la Pla­za del Solar de Por­tu en vasos de culo gor­do hablan­do el idio­ma de siem­pre, el de toda la vida, el español.

López, hoy, aso­cia ‑al menos lo pien­sa, estoy segu­ro- la len­gua vas­ca (que está apren­dien­do a la fuer­za y sin con­vic­ción) a la vio­len­cia (eta­rra, por supues­to). Le gus­ta­ría enviar el eus­ke­ra al museo, pero por razo­nes muy dis­tin­tas a las que dije­ra el inmen­so y abun­do­so Una­muno (a quien cita GARA en un edi­to­rial el miér­co­les pasa­do) hace 110 años cuan­do cru­zó Urdu­ña, camino de Madrid (no de Sala­man­ca, toda­vía), llo­ran­do a moco ten­di­do y tara­rean­do el «Agur nere bihotze­ko» de Ipa­rra­gi­rre. A mí esto me pone la piel de galli­na. No sé a usted.

Fuen­te: Gara

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