En el Gobierno actual del Reino de España figuran en lugares destacadísimos personas que ya tuvieron importantes responsabilidades políticas en tiempos pasados. Nos referimos, en concreto, a Ramón Jáuregui y Alfredo Pérez Rubalcaba, hombre fuerte del actual equipo, vicepresidente primero y portavoz del Gobierno, de quien todas las quinielas auguran que será el próximo candidato del PSOE para las elecciones generales ante el desgaste de Zapatero y sus pésimos resultados en todas las encuestas. Se dice que sólo el químico cántabro será capaz de paliar el batacazo sociata que todos vaticinan. Hasta su seguro oponente Mariano Rajoy da por sentado que será Rubalcaba con quien tendrá la confrontación electoral en su inacabable carrera hacia la Moncloa. Parece, pues, el ministro plenipotenciario del momento y el delfín para el futuro.
Tampoco se queda manco el donostiarra Jáuregui, que cuando parecía amortizado por su edad ‑sesenta y dos años- y por su elección como eurodiputado y el consiguiente alejamiento del meollo de la cuestión que esto supone, fue repescado y nada menos que para ser nombrado ministro de la Presidencia. Ambos tienen en común ser los hombres fuertes del momento en el gabinete de Zapatero.
Pero no es ésta la única característica en que coinciden los dos personajes, porque, ambos, tuvieron cargos de importancia en periodos anteriores, y más concretamente en los tiempos en que, siendo presidente del Gobierno Felipe González, actuaba el GAL, ocupando entonces Rubalcaba la carteras de Educación primero y Presidencia después, siendo Jáuregui, a la sazón, Delegado del Gobierno en el País Vasco.
Por supuesto, ambos desmintieron siempre tener ninguna relación con el asunto, pero parece algo difícil de creer, teniendo en cuenta los puestos que ocupaban. Algo, en fin, tan increíble como que Felipe González no tuviera nada que ver con la X del famoso esquema, máxime si analizamos las declaraciones que últimamente viene realizando en relación a lo que hubiera hecho o, al menos, deseado hacer con los militantes de ETA.
Entre los populares, herederos del franquismo que eluden condenar o rechazar, brillan con luz propia Aznar, el pacifista de la foto de las Azores y la guerra de Irak que, aunque dijo que se retiraba de la política activa, sigue siendo el faro que, desde la FAES, ilumina el camino a seguir por el partido. También se luce el inefable Mayor Oreja máxima autoridad científica en temas vascos y particularmente en etología, de quien se dice que obtiene pingües beneficios de la violencia a través de sus intereses en empresas de seguridad.
Bueno, pues son todos éstos y sus corifeos quienes entonan día sí y día también y pase lo que pase la cantinela de la insuficiencia. Son ellos los que se arrogan la función de dar o quitar la condición de demócrata que permita el acceso a su coto privado: la orgía del poder. Dicen que está muy viciado el aire que se respira en Madrid.