El fuerte varapalo que han recibido tanto el Partido Demócrata como el presidente norteamericano Barack Obama en las recientes elecciones de medio mandato va a condicionar seriamente la política de aquél país. El tsunami republicano, materializado con el control de la Cámara de representantes, con una mayoría escasa demócrata en el senado y con la mayoría de gobernadores en manos republicanas, puede comenzar a marcar nuevamente la vida política estadounidense.
Aunque formalmente estas elecciones tenían una caracterización determinada, nadie dudaba que en cierta medida fueran también una especie de referéndum en torno a la presidencia de Obama, y a la vista de los resultados la mayoría de análisis coinciden en señalar al propio presidente norteamericano como el gran derrotado, y con él su agenda política.
Los círculos demócratas buscan alguna tabla a la que agarrarse ante este naufragio electoral. Y para ello están recurriendo a las comparaciones con la historia pasada. Así, algunos pretenden equiparar esta situación con la que vivió Bill Clinton en los noventa, que tras ser derrotado en las elecciones de medio mandato, supo recuperarse y arrasar en las presidenciales. Sin embargo, la coyuntura actual dista mucho de ser la que rodeó al triunfo de Clinton, por eso, algunos comentaristas demócratas, no tan optimistas, apuntan a que el paralelismo histórico podemos encontrarlo en la derrota de Jimmy Carter en los ochenta.
Al igual que Carter, Obama puede convertirse en un presidente de un único mandato, y además, puede ser el presidente demócrata que abra la puerta a una nuevo ?Ronald Reagan? que asiente a sus adversarios republicanos en el poder institucional del país, revitalizando un movimiento conservador que no atravesaba por sus mejores momentos.
Ahora parece que los errores de Obama ensombrecen las loas y piropos que cosechaba tras su victoria hace dos años. Todos los factores que le auparon a la Casa Blanca parece que se han vuelto en su contra. Las circunstancias y el deseo de cambio han impulsado el varapalo demócrata.
Hay quien señala que Obama ha hecho demasiadas promesas que luego no ha cumplido. Así, Guantánamo sigue abierta, la regresiva legislación en materia de seguridad sigue vigente, las inversiones económicas no han frenado el desempleo, y la crisis sigue siendo una amenaza más que latente. Todo ello ha llevado que algunos presenten el lema de la campaña presidencial de Obama con una añadido, ?Yes we can but?? (Sí, podemos, pero?).
Es demasiado pronto para anticipar el futuro político del actual presidente de EEUU, pero tanto Obama como los dirigentes demócratas ya han activado la maquinaria pre-electoral. Adía de hoy no parece que de momento haya ninguna figura asentada para disputarle la nominación, pero dos años en política pueden ser una eternidad, y si los fracasos de Obama son más que sus triunfos en ese tiempo, sus ?enemigos? dentro de su propio partido acabarán pasándole factura.
De momento parece que Obama intentará reconstruir la alianza que le aupó a la Casa Blanca, pero mantener unidos intereses tan contrapuestos no va a ser tarea fácil. Centristas, liberales, progresistas, grandes corporaciones, son actores de peso que intentarán que sus intereses primen sobra los demás. Además, la coyuntura económica tampoco va a jugar del lado demócrata a medio plazo.
La victoria republicana puede acabar subiéndosele a la cabeza a sus dirigentes. Nadie pone en duda que los resultados cosechados por el Partido Republicano son más que buenos, pero todavía hay algunos flecos que impiden que esa victoria sea la definitiva en su pugna por recuperar la presidencia. Tras las celebraciones llega el momento de la reflexión, y muchos republicanos señalan desde el anonimato que deben ser conscientes que estos resultados no son tanto un apoyo indiscutible hacia su partido, como un rechazo hacia la política demócrata y Obama.
Los estrategas republicanos no van a dudar en subirse en esa ola y aprovechar ?las demandas de cambio? de los votantes estadounidenses, y de esa manera aprovechar el impulso mediático y los propios eslóganes de Obama para volverlos en contra de éste. L apolítica de desgaste mediático y político hacia el actual inquilino de la Casa Blanca ya se ha puesto en marcha, y los republicanos no van a dudar a la hora de bloquear la mayor parte d el agenda de Obama desde su mayoría en el Congreso.
Tampoco va a ser sencillo el recorrido republicano, pues cuando se pase la euforia deberán afrontar algunos retos en clave interna. Por un lado deberán analizar detenidamente el auge de ese fenómeno que se ha creado en torno al Tea Party, y valorar la incidencia programática que la presencia en sus filas de representantes del mismo pueda tener en la futura oferta republicana hacia los electores.
Por otro lado, a día de hoy tampoco han definido claramente las personas que deberán hacer frente en la carrera presidencial al candidato demócrata, por eso son muchas las voces que coinciden en señalar que los republicanos están esperanzado que aparezca un nuevo Reagan, un nuevo líder que sea capaz de aglutinar a todos los sectores conservadores del país y afianzar el proyecto republicano en las instituciones de EEUU en los próximos años.
La política de Estado Unidos estará condicionada en diferentes ámbitos por estos resultados electorales. El pulso entre progresistas y centristas en el seno del Partido Demócrata ya se ha desatado, y probablemente el propio Obama se decante por los segundos, lo que sin dudad traerá una ?moderación? de su programa, en un intento por atraer a los potenciales votantes del espectro republicano que pueden rechazar una radicalización ultraconservadora del mismo.
También habrá que permanecer atentos ante los movimientos de las donaciones, anónimas o no, que tanto condicionan la política en aquél país. Si en la anterior campaña, y a pesar de los tópicos imperantes en Europa, fueron los demócratas los que recibieron las mayores cantidades económicas, en la reciente campaña de medio mandato parece ser que ese ?privilegio? les ha correspondido a los republicanos. Las aportaciones económicas buscan condicionar la política de unos y otros, y que sobre todo los representantes políticos realicen su labor en sintonía con los intereses de aquellos que aportan dinero, por encima de declaraciones pomposas de juegos democráticos y similares.
Finalmente, habrá que seguir de cerca la política exterior de Obama, que si hasta la fecha ha seguido los parámetros, y hasta el guión, de su predecesor George W. Bush, en los próximos meses puede utilizarse para desviar la atención mediática de la complicada situación interna que atraviesa el Partido Demócrata tras las elecciones.
La explosiva situación en Oriente Medio, el desastre que se avecina en Afganistán y Pakistán, o las amenazas que se vierten sobre Irán o Corea del Norte, pueden servir como cortinas de humo para paliar la reciente debacle electoral, pero no debemos olvidar que situaciones similares en el pasado han llevado a situaciones cuyo coste lo hemos acabado pagando el resto del mundo, todo para preservar los privilegios u ocultar las miserias de muchos políticos y dirigentes estadounidenses.
Txente Rekondo.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)