Ellos tienen los relojes pero no tienen el tiempo.
El tiempo nos pertenece.
El Gobierno y la patronal esperaban el 29S para extender el certificado de defunción del movimiento obrero. El fracaso de la huelga general – una reedición del 8 de junio – era una pieza esencial para imponer con tranquilidad el programa previsto: intensificar los despidos aprovechando la reforma laboral, aplicar el pensionazo, conseguir los objetivos del déficit marcados por el FMI y la UE sin resistencias apreciables, liquidar la negociación colectiva, aplicar el copago sanitario… y lo que haga falta. Pero para los estados mayores de la burguesía no se trataba solo de recomponer la tasa de beneficios a corto plazo, sino de reforzar la estructura de dominación acabando con el movimiento obrero.
Esas expectativas sufrieron un serio revés el 29S. No fue la mayor huelga de la historia, pero superó las más optimistas expectativas, dadas las difíciles condiciones en que se producía. Haciendo saltar por los aires el pacto Gobierno- cúpulas sindicales para una huelga “light”, la clase obrera hizo acto de presencia. “Los muertos que vos matáis… gozan de buena salud”.
Y lo hizo consciente de que las agresiones más duras están por llegar y que harán falta más y más duras movilizaciones y huelgas para echar abajo el programa de la burguesía; un programa implacable y sin margen de maniobra para que el gobierno administre alguna dosis de azúcar con la píldora que pueda justificar la reimplantación del “diálogo social”. Ya no hay talantes que valgan. Es el propio desarrollo del capitalismo senil pero más descarnado que nunca, el que lo impide.
La irrupción indiscutible de la clase obrera de hoy – de viejos luchadores y de jóvenes precarios, de mujeres, inmigrantes y trabajadores autónomos – como sujeto histórico, no único, pero sí columna vertebral de otros movimientos, hace posible y exige a la vez que se plantee la construcción del referente político. No ya como un desideratum, sino como una necesidad histórica, ahora acuciante, y a la que hay que empezar ya a dar respuesta.
Para empezar a andar, hay algunos elementos que podrían constituir un programa básico:
1.- Levantar una respuesta de clase y popular a la crisis: la expropiación y la socialización de la banca, de todos los sectores económicos estratégicos y de todos los recursos naturales. Reforma agraria. Los servicios sociales (sanidad, enseñanza y atención a las personas) deben ser exclusivamente públicos.
2.- Llamar de mujeres a organizarse con fuerza en torno a un feminismo anticapitalista y en lucha decidida contra la ideología patriarcal
3.- Planificación democrática de la economía en función de las necesidades sociales, desarrollo autocentrado, soberanía alimentaria, cierre de centrales nucleares y eliminación de la producción y venta de transgénicos. Cambio del modelo energético y de transporte.
4.- La derogación de la Constitución de 1978 y de la Monarquía. Por la República (o Repúblicas) y por el Derecho de Autodeterminación de los Pueblos. Por la derogación de la Ley de Amnistía de 1977, de la Ley de Partidos y de la Ley de Extranjería. Eliminación de la Audiencia Nacional y de toda la legislación antiterrorista. Amnistía para todos los presos políticos. Separación absoluta Iglesia-Estado y eliminación de cualquier financiación.
5.- Salida de la UE y de la OTAN, desmantelamiento de las bases y regreso de todas las tropas de ocupación que operan en el exterior. Denuncia del imperialismo euro-norteamericano, del expolio de sus multinacionales, de su extorsión sobre los gobiernos que no se someten a sus planes y de sus criminales campañas mediáticas que suelen preceder a intentos de golpes de estado o a intervenciones militares. Apoyo irrestricto a todos los pueblos que luchan por su soberanía contra el imperialismo.
Los organismos unitarios, las asambleas obreras y populares, deben construirse desde abajo, en cada pueblo, en cada barrio, partiendo de experiencias anteriores – como el apoyo a II-SP o a la huelga general – , o la candidatura de Desde abaix en Catalunya, y que se desarrolle al calor de la preparación de las nuevas movilizaciones que vendrán.
En el Frente de Izquierdas (o como se llame) el programa debe ser la construcción de contrapoder. Asumir el reto de responder a las necesidades inmediatas y urgentes de la clase obrera y sectores populares, al tiempo que se constituye en germen de poder alternativo. Sin prisa, y allí donde sea posible, debería emprenderse la creación de candidaturas para las próximas elecciones municipales, encabezadas por los hombres y mujeres que hayan destacado por su mayor capacidad e iniciativa en las últimas luchas.
Es esencial cuestionar radicalmente la forma de representación política para extirpar en origen los dos cánceres que nos atenazan: la burocracia y la corrupción. Deben establecerse en el código genético del nuevo referente político dos principios implantados por 1ª vez en la Comuna de París: la revocación de dirigentes y el salario de las y los representantes y cargos públicos, que no debe superar el de un obrero especializado.
La necesidad está planteada y el camino espera que lo abramos echando a andar.
Una vieja canción de lucha contra la dictadura, cuando lo viejo no acababa de morir y lo nuevo tardaba en nacer, decía así:
D’un temps que ja és un poc nostre, d’un país que ja anem fent, cante les esperances, i plore la poca fe.