Las putas mon­jas – Mikel Arizaleta

.- “Abue­la”, pre­gun­tó [la mon­ja], “¿por qué no baja al patio?”

.- “Por­que no pue­do, her­ma­na. Estoy tan enfer­ma que no me pue­do levantar”.

.- “Ah, no, usted no tie­ne fie­bre; no hay nin­gu­na razón para que se tum­be en su peta­te. ¿Entien­de? Ha recibido

una car­ta y creo que trae inclu­so foto­gra­fías de sus nie­tos”. Y sacó la car­ta y las fotos. “Aho­ra”, dijo, “usted

no va a ver a sus nie­tos ni leer su car­ta”. Y rom­pió la car­ta en cua­tro peda­zos[1].

María Gon­zá­lez Goro­sa­rri, licen­cia­da en dere­cho y perio­dis­ta, ha publi­ca­do en Ttart­ta­lo un bello libro: “No llo­réis, lo que tenéis que hacer es no olvi­dar­nos. La cár­cel de Satu­rra­rán y la repre­sión fran­quis­ta con­tra las muje­res, a par­tir de tes­ti­mo­nios de supervivientes”.

No son raros los hom­bres, vie­jos lucha­do­res con­tra el gol­pe mili­tar, que al narrar sus años de penar excla­man en algún rin­cón de su rela­to: “¡Putas mon­jas!”. Con­ser­van un recuer­do san­gran­te de aque­llas fun­cio­na­rias crue­les e inhu­ma­nas de pri­sio­nes en el putsch mili­tar de Franco.

El pre­cio­so libro de his­to­ria y refle­xión de María Gon­zá­lez no ami­no­ra ni reba­ja un ápi­ce el jui­cio con­tra las mon­jas, que ejer­cie­ron de fun­cio­na­rias en la Pri­sión Cen­tral de Muje­res, anti­guo bal­nea­rio de Satu­rra­rán (Mutri­ku-Gipuz­koa) a ori­llas del mar Can­tá­bri­co. No en bal­de en esta pri­sión entre 1938 y 1944 murie­ron 120 muje­res y 57 niños víc­ti­mas del ham­bre, del tifus, de la bron­qui­tis, dif­te­ria y saram­pión, cifras que hablan de la bes­tial dure­za de aque­lla cár­cel fran­quis­ta y de dic­ta­du­ra, de la que tan sólo que­da algún tro­zo de pared y dos pla­cas, que nos recuer­dan que allí se alzó una pri­sión de inhu­ma­ni­dad y cas­ti­go para muje­res, en la que con una labor de ven­gan­za e ira de su dios de cru­za­da cola­bo­ra­ron 25 mon­jas de la Mer­ced y un cura de la san­ta Igle­sia cató­li­ca, apos­tó­li­ca y romana.

No reba­ja, pero dice algo más. Reve­la una his­to­ria ocul­ta de mujer, des­ve­la un pasa­do prohi­bi­do de muje­res que se nega­ron a vivir como ven­ci­das en un alma­cén de muje­res, e invi­si­bles en una socie­dad ven­ci­da. Unas muje­res que, aun­que enmar­ca­das en su tiem­po, luchan tenaz­men­te en las cár­ce­les y no com­pren­den cómo un obre­ro explo­ta­do y cama­ra­da se con­vier­te en su hogar en tirano y jefe de unos prin­ci­pios auto­ri­ta­rios, en patrón que explo­ta a su mujer.

El hom­bre revo­lu­cio­na­rio com­ba­te con­tra un mun­do que se opo­ne a sus anhe­los de liber­tad, igual­dad y jus­ti­cia social. La mujer revo­lu­cio­na­ria, en cam­bio, ha de luchar pri­me­ro por su liber­tad, alia­do con el hom­bre en idén­ti­ca cau­sa, pero ade­más, la mujer ha de luchar por su pro­pia liber­tad, por su papel y lugar en la socie­dad, espa­cio que el hom­bre dis­fru­ta des­de siglos.

En esta lucha la mujer se encon­tró sola: en la cár­cel y en el hogar, entre las putas mon­jas y entre los camaradas.

Según el padrón de 1940 del Ayun­ta­mien­to de Mutri­ku en ese año en la pri­sión de Satu­rra­rán había 1666 per­so­nas: 4 ofi­cia­les de pri­sio­nes, 53 mili­ta­res, 25 mon­jas, 1 sacer­do­te y 1.583 reclu­sas. ¿Enton­ces por qué los vie­jos lucha­do­res excla­man con ira en el rela­to de san­gre ¡Putas mon­jas! y no más bien ¡Putos fas­cis­tas!? Por­que el tra­to inhu­mano de las vigi­lan­tes no era más des­pia­da­do que el de los vigilantes.

Nos recuer­da la auto­ra que en la Segun­da Gue­rra Mun­dial “las fuer­zas alia­das deno­mi­na­ron libe­ra­ción al avan­ce de sus tro­pas sobre Ale­ma­nia, tras haber ven­ci­do mili­tar­men­te al régi­men nazi. No para la mujer ale­ma­na. Exis­ten casos docu­men­ta­dos de vio­la­cio­nes sis­te­má­ti­cas de muje­res y niñas ale­ma­nas por sol­da­dos de todos los ejér­ci­tos (Fran­cia, Gran Bre­ta­ña, Esta­dos Uni­dos y URSS), toda­vía impu­nes por­que las poten­cias alia­das vic­to­rio­sas ocu­pa­ron Ale­ma­nia duran­te lo siguien­tes años. Más de 180.000 muje­res y niñas ale­ma­nas, en modo alguno res­pon­sa­bles de crí­me­nes, murie­ron vio­la­das por estos liber­ta­do­res”. Las vio­la­das impu­ne­men­te por su “liber­ta­do­res” ascien­den a varios millo­nes en aque­lla Ale­ma­nia de la pos­gue­rra. “Frau, komm!” se con­vir­tió en escu­pi­ta­jo de hom­bre y en lágri­ma amar­ga de mujer.

No llo­réis, lo que tenéis que hacer es no olvi­dar­nos” es un libro escri­to con ojos de mujer y una bue­na refle­xión para todos. Un libro que, hecho pelí­cu­la, roda­rá este mis­mo mes en las pantallas.

Mikel Ari­za­le­ta, 17 827 048


[1] Cue­vas, Toma­sa en Pri­son of women: Tes­ti­mo­nies of war and resis­tan­se in Spain, 1939 – 1975 

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