Los irrintzis resurgen en Orreaga y animan a recuperar la soberanía
La Batalla de Orreaga simboliza «el derecho que posee todo pueblo a mantener su independencia nacional, su lengua, sus leyes y costumbres». Así lo dejó escrito el historiador navarro Arturo Campión, y éste es el espíritu que animó a Orreaga Fundazioa y Etxebarrengoa Elkartea, de Garralda, a rememorar unos hechos que alcanzaron la categoría de míticos.
La cita era a las 12.30 en Orreaga, y para esa hora numerosas personas se encontraban ya esperando el comienzo de los actos. El sonido de la txalaparta y la actuación de bertsolaris y txistularis, así como los irrintzis de Karmele Galartza, dejaron paso a los dantzaris, incluido un aurresku en homenaje a quienes combatieron en aquella batalla tan importante para su época y para la historia del pueblo vasco. «Esta batalla fue un hito en la historia de Euskal Herria y el embrión del primer estado vasco, el Reino de Pamplona, que posteriormente se convirtió en Reino de Navarra. Luego fue cercenándose por la acción del Reino de Castilla sobre los territorios de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, y culminó con la invasión y conquista del sur de Nafarroa en 1512, aunque el reino navarro y su soberanía subsistieron un siglo más en Ultrapuertos».
Así lo explicaba un miembro de Orreaga Fundazioa antes de iniciar la subida a Ibañeta. Unos lo hicieron en coche, otros caminando por la vieja ruta jacobea, y a las 13.30 unas 300 personas se reunieron en el puerto. Allí, a más de mil metros de altitud y con un tiempo fresco y nublado, se repitió el aurresku de honor y se escucharon los bertsos de Laka y del gasteiztarra Ricardo González.
Fue precisamente durante su intervención cuando varios agentes de la Guardia Civil irrumpieron en el acto, entre la indignación de los asistentes. Poco después dieron lectura al pregón Ana Kolomo y Xabier Errea, miembros de Etxebarrengoa Elkartea. «Orreaga siempre ha sido un lugar de encuentro recurrente de reivindicación de la soberanía de Navarra. Sitio de feroces batallas, montañas de recuerdo en los relatos de nuestros grandes historiadores, colinas y valles generadores de bellísimos poemas como la Canción de Roldán, posta y tránsito de peregrinación y, hoy en día ‑añadieron‑, punto de encuentro del recuerdo de nuestros derechos».
«El vigor de un pueblo»
En el pregón no faltaron las citas de cronistas e historiadores que glosaron la importancia de la Batalla de Orreaga y, en especial, las que dejaron escritas el Príncipe de Viana o Arturo Campión, quien evocó «el vigor de un pueblo» por ser soberano.
También recordaron al mariscal Pedro de Navarra, «símbolo de la resistencia de los navarros» y muerto, «probablemente asesinado», cuando estaba preso en el castillo de Simancas.
«Es aquí, en estos valles, donde fue hecho prisionero en 1516 cuando era el encargado de dirigir una columna del ejército navarro que intentaba una vez más, desde la Baja Navarra y el Bearne, recuperar el reino para los legítimos reyes Juan de Labrit y Catalina de Foix». En el pregón entroncaron el significado de aquella histórica batalla con la actual situación de Euskal Herria, recordando que «Orreaga es un lugar de lucha por la soberanía, de unión y división entre las dos Navarras».
Anjel Ainziburu, de Luzaide, interpretó por primera vez en euskara la canción «Navarra tiene cadenas», concluyendo el acto con nuevos irrintzis, que se repitieron después en la comida que reunió a 215 personas en Garralda. Fue el último presidente franquista de la Diputación Foral, Amadeo Marco, quien dijo aquello de «ya no se escuchan los irrintzis de los vascones». Karmele Galartza y otros asistentes al acto, entre ellos Xabier Martínez, de sólo 7 años de edad, demostraron ayer que el sonido de los irrintzis no se ha apagado, sino que resurge con más fuerza que nunca. Su eco sigue propagándose por las montañas vascas, animando a recuperar la soberanía arrebatada hace casi cinco siglos.
Con este acto, los organizadores quisieron «mantener vivos unos hechos que otros ignoran y nos ocultan, pretendiendo así el olvido de una historia que es herramienta imprescindible para construir el futuro». Un futuro que, según dijeron, pasa por «decidir libremente y sin imposiciones, porque es un derecho democrático».