O en pelotas. Muchos clubes de Primera y de Segunda División no es ya que compren partidos o sobornen a árbitros y jugadores ‑el último caso es el Hércules‑, que esto ha pasado siempre con el célebre «hombre del maletín» o, como nos contara en Baraka Eusebio Ríos, años ha, apareciera en la gabeta del vestuario del trencilla de turno del Benito Villamarín bético un insinuante peluco de oro antes de saltar los gladiadores al pasto. Puritita sutileza morisca y elegante. Al Mallorca le han impedido jugar el caramelo de la Champions por insolvente; pero es que, legalmente, debería estar desaparecido, al igual que, por ejemplo, el Valencia o el Deportivo, como en su día pasó con los modestos Burgos, Almería o Logroñés. El actual presidente de Osasuna, Izco, ya predijo que el fútbol camina hacia el desastre financiero. A su antecesor opusdeísta, Ezcurra, le tomaban el pelo ¡por presentar balances positivos y limpios! Ocurre que puede que no haya pan, pero el circo debe continuar. El buen aficionado tal vez recuerde las masivas manifestaciones que hubo en Vigo y en Sevilla cuando estos clubs «técnicamente» descendieron a Segunda por morosos. Fue tal la demostración popular que la Federación Española no tuvo más remedio que aumentar en dos equipos más la Liga española para evitar que bajaran y dar paso a los que habían subido de Segunda.
La insolvencia (falta de liquidez para hacer frente a sus deudas más inmediatas) es lo que caracteriza a la mayoría de los clubes rozando la quiebra técnica (la suma de todas sus obligaciones a pagar ‑pasivo- es mayor que la de todos sus derechos o activos). El principal acreedor es Hacienda (los clubs son sociedades anónimas y, por tanto, tienen que presentar como cualquier empresa sus liquidaciones de IVA e impuesto de sociedades). Estos clubes de Primera y Segunda ‑no todos- adeudan a la Agencia Tributaria, en 2009, 627 millones de euros, a lo que hay que agregar lo que se adeuda a la Seguridad Social (nóminas de todos los empleados del club, incluidos los jugadores). Sucede que la cifra real se desconoce, pues los Gobiernos la consideran de «carácter reservado», o sea, como si fuera top secret militar. Que es como decir que, en efecto, los clubes defraudan a las arcas públicas, pero más vale eso que «desencantar» a la plebe con el bálsamo de Fierabrás, que es el juguete del carrusel deportivo dominguero y, de paso, sublimar frustraciones y alimentar pasiones.
Ahora, con la crisis, los clubes solicitan créditos a los bancos, para subvenir deudas, que no son concedidos, pues entre mangantes y manirrotos no se fían (salvo con Florentino). Inventaron la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas a principios de los 90 para partir de cero generando recursos propios pero, como siempre, y usando los pingües contratos de televisión, gastan más que ingresan. Son como niños. Son máquinas de generar deudas. Deberían estar en la cárcel por fraudes fiscales (los niños no, tan cabrón no soy). Luego vino la Ley Concursal (eufemismo de la suspensión de pagos), pero lo dejo aquí porque, ottia, «bacalao» del Athletic. Continuará…
Fuente: Gara