India: Cami­nan­do con los cama­ra­das (I) – La Haine

Una escue­ta nota, escri­ta a máqui­na, se des­li­zó bajo mi puer­ta en un sobre cerra­do con­fir­man­do mi cita con la más gra­ve ame­na­za para la segu­ri­dad inter­na de India. Lle­va­ba meses espe­ran­do saber de ellos. Tenía que estar en el man­dir [tem­plo] Ma San­tesh­wa­ri en Dan­te­wa­ra, Chhat­tis­garh, en cual­quie­ra de cua­tro citas para las que me daban dos días. Eso sig­ni­fi­ca­ba tener en cuen­ta el mal tiem­po, pin­cha­zos, blo­queos, huel­gas de trans­por­te y la pura mala suer­te. La nota decía: «La escri­to­ra debe lle­var cáma­ra, tika [adorno tra­di­cio­nal de las muje­res en medio de la fren­te que usa la mujer casa­da o com­pro­me­ti­da] y un coco. Mi con­tac­to lle­va­ríá gorro, la revis­ta Hin­di Outlook y plá­ta­nos. Con­tra­se­ña: Namash­kar Guru­ji [es una fra­se que se dice cuan­do se va a visi­tar un tem­plo, Guru­ji es lo que una bus­ca den­tro de sí mis­ma]. Me pre­gun­té si el con­tac­to y anfi­trión esta­rían espe­ran­do a un hom­bre. Y si debía poner­me un bigo­te. Hay muchas for­mas de des­cri­bir Dan­te­wa­ra. Es un oxí­mo­ron [un absur­do]. Es una ciu­dad fron­te­ri­za jus­to en el cora­zón de la India. Es el epi­cen­tro de una gue­rra. Una ciu­dad don­de las cosas están al revés.

En Dan­te­wa­ra la poli­cía vis­te de pai­sano y los rebel­des usan uni­for­mes. El super­in­ten­den­te de la cár­cel está tras las rejas. Los pri­sio­ne­ros están libres (tres­cien­tos de ellos esca­pa­ron de la cár­cel de la ciu­dad vie­ja hace dos años). Las muje­res que han sido vio­la­das están bajo cus­to­dia poli­cial [dete­ni­das]. Los vio­la­do­res dan dis­cur­sos en el mercado.

Al otro lado del río Indra­va­ti, en la zona con­tro­la­da por los maoís­tas, está el lugar que los poli­cías lla­man «Pakis­tán». Allí los pue­blos están vacíos, pero el bos­que está lleno de gen­te. Los niños que debe­rían estar en la escue­la corren desen­fre­na­da­men­te. En las encan­ta­do­ras aldeas del her­mo­so bos­que los edi­fi­cios esco­la­res de hor­mi­gón o han sido vola­dos y con­ver­ti­dos en un mon­tón de escom­bros, o están lle­nos de poli­cías. La gue­rra a muer­te que se desa­rro­lla en la sel­va es una gue­rra de la que el Gobierno de la India está a la vez orgu­llo­so y aver­gon­za­do. La Ope­ra­ción “Caza Ver­de” ha sido anun­cia­da y tam­bién nega­da. Pala­niap­pan Chi­dam­ba­ram, Minis­tro del Inte­rior de la India (y máxi­mo Direc­tor Eje­cu­ti­vo para la Gue­rra) dice que no exis­te, que es una crea­ción de los medios de comu­ni­ca­ción. Y sin embar­go, impor­tan­tes fon­dos se han asig­na­do a ésta y dece­nas de miles de sol­da­dos se están movi­li­zan­do para ello. Aun­que el tea­tro de ope­ra­cio­nes está en las sel­vas de la India cen­tral, esta gue­rra ten­drá gra­ves con­se­cuen­cias para todos nosotros.

Si los fan­tas­mas son espí­ri­tus impe­re­ce­de­ros de alguien o algo que ha deja­do de exis­tir, enton­ces tal vez la nue­va carre­te­ra de cua­tro vías que se extien­de a tra­vés de la sel­va es lo opues­to a un fan­tas­ma. Tal vez sea el pre­sa­gio de lo que está por venir.

Los anta­go­nis­tas en el bos­que son dis­pa­res y des­igua­les en casi todos los sen­ti­dos. Por un lado está una gran fuer­za para­mi­li­tar arma­da con el dine­ro, poder de fue­go, los medios de comu­ni­ca­ción y la arro­gan­cia de una super­po­ten­cia emer­gen­te. Por otro lado los aldea­nos comu­nes arma­dos con armas tra­di­cio­na­les, res­pal­da­dos por una fuer­za de com­ba­te de la gue­rri­lla maoís­ta per­fec­ta­men­te orga­ni­za­da, enor­me­men­te moti­va­da y con una extra­or­di­na­ria y vio­len­ta his­to­ria de rebe­lión arma­da. Maoís­tas y para­mi­li­ta­res son vie­jos adver­sa­rios y han com­ba­ti­do las más vie­jas mani­fes­ta­cio­nes de unos y otros muchas veces antes: Telen­ga­na en los años 50, Ben­ga­la Occi­den­tal, Bihar, Sri­ka­ku­lam en Andh­ra Pra­desh a fines de los años 60 y 70, y lue­go otra vez en Andh­ra Pra­desh, Bihar y Maha­rash­tra des­de los años 80 has­ta el pre­sen­te. Cada uno está fami­lia­ri­za­do con las tác­ti­cas del otro y ha estu­dia­do cui­da­do­sa­men­te los manua­les de com­ba­te del otro. Cada vez pare­cie­se que los maoís­tas (o sus ava­ta­res ante­rio­res) no sólo habían sido derro­ta­dos sino, lite­ral­men­te, físi­ca­men­te exter­mi­na­dos. Pero cada vez han vuel­to a resur­gir, más orga­ni­za­dos, más deci­di­dos y más influ­yen­tes que nun­ca. Hoy, una vez más, la insu­rrec­ción se ha exten­di­do por los bos­ques ricos en mine­ra­les de Chhat­tis­garh, Jharkhand, Oris­sa y Ben­ga­la Occi­den­tal, tie­rra natal de millo­nes de per­so­nas de los pue­blos tri­ba­les de la India, tie­rra de ensue­ño para el mun­do corporativo.

Es más fácil para la con­cien­cia libe­ral creer que la gue­rra en los bos­ques es una gue­rra entre el Gobierno de la India y los maoís­tas, quie­nes con­si­de­ran las elec­cio­nes una far­sa, al Par­la­men­to una pocil­ga y han decla­ra­do abier­ta­men­te su inten­ción de derro­car el Esta­do indio. Es con­ve­nien­te olvi­dar que los pue­blos tri­ba­les en la India cen­tral tie­nen una his­to­ria de resis­ten­cia que ante­ce­de a Mao por siglos. (Eso es una ver­dad de Pero­gru­llo, por supues­to. Si no fue­ra así, no exis­ti­rían.) Los Ho, los Oraon, los Kols, los Santhals, los Mun­das y los Gonds se han rebe­la­do nume­ro­sas veces con­tra los bri­tá­ni­cos, con­tra los zamin­dars [reco­lec­to­res de impues­tos del impe­rio Mughal] y con­tra los pres­ta­mis­tas. Las rebe­lio­nes fue­ron aplas­ta­das con cruel­dad, miles murie­ron, pero los pue­blos nun­ca fue­ron con­quis­ta­dos. Inclu­so des­pués de la Inde­pen­den­cia las tri­bus estu­vie­ron en el cora­zón del pri­mer alza­mien­to que podría des­cri­bir­se como maoís­ta, en la aldea de Naxal­ba­ri en Ben­ga­la Occi­den­tal (don­de se ori­gi­na la pala­bra Naxa­li­ta, que aho­ra se usa indis­tin­ta­men­te con Maoís­ta). Des­de enton­ces la polí­ti­ca naxa­li­ta ha esta­do estre­cha­men­te liga­da a las suble­va­cio­nes tri­ba­les, lo cual dice mucho sobre las tri­bus y tam­bién sobre los naxalitas.

Este lega­do de rebe­lión ha deja­do atrás un pue­blo enfu­re­ci­do que ha sido deli­be­ra­da­men­te ais­la­do y mar­gi­na­do por el gobierno de la India. La Cons­ti­tu­ción, el sus­ten­to moral de la demo­cra­cia india, fue apro­ba­da por el Par­la­men­to en 1950. Fue un día trá­gi­co para los pue­blos tri­ba­les. La Cons­ti­tu­ción rati­fi­có la polí­ti­ca colo­nial y trans­for­mó al Esta­do en cus­to­dio de las tie­rras tri­ba­les. De paso, con­vir­tió a toda la pobla­ción tri­bal en intru­sos en su pro­pia tie­rra. Se les nie­ga sus dere­chos ances­tra­les a los pro­duc­tos del bos­que, cri­mi­na­li­za toda una for­ma de vida. A cam­bio del dere­cho a voto, arre­ba­tó su dere­cho a la sub­sis­ten­cia y la dig­ni­dad. Sien­do des­po­ja­dos de sus tie­rras y empu­ja­dos en una espi­ral des­cen­den­te a la indi­gen­cia, en un cruel acto de pres­ti­di­gi­ta­ción el Gobierno comen­zó a uti­li­zar su pro­pia penu­ria en su con­tra. Cada vez que nece­si­ta­ba des­pla­zar a una gran pobla­ción ‑por repre­sas, pro­yec­tos de irri­ga­ción, minas- se habló de «poner a las tri­bus en el camino de la moder­ni­dad» o de dar­les «los fru­tos del desa­rro­llo moderno». De las dece­nas de millo­nes de per­so­nas des­pla­za­das inter­na­men­te, refu­gia­dos a cau­sa del “pro­gre­so” de la India (más de 30 millo­nes sólo por las gran­des repre­sas), la gran mayo­ría son pue­blos tri­ba­les. Cuan­do el Gobierno comien­za a hablar del bien­es­tar de las tri­bus, es hora de preo­cu­par­se. La más recien­te mani­fes­ta­ción de este asun­to ha veni­do del minis­tro del Inte­rior, P. Chi­dam­ba­ram, quien dice que no quie­re que los pue­blos tri­ba­les vivan en “cul­tu­ras de museo”. El bien­es­tar de los pue­blos tri­ba­les no pare­ció ser una prio­ri­dad duran­te su carre­ra como abo­ga­do cor­po­ra­ti­vo, cuan­do repre­sen­ta­ba los intere­ses de varias de las más impor­tan­tes empre­sas mine­ras. Por lo tan­to, podría ser intere­san­te inves­ti­gar las cau­sas de su recien­te angustia.

En los últi­mos cin­co años los Gobier­nos de Chhat­tis­garh, Jharkhand, Oris­sa y Ben­ga­la Occi­den­tal han fir­ma­do memo­ran­dos de enten­di­mien­to (MDE) con cien­tos de empre­sas cor­po­ra­ti­vas por varios miles de millo­nes de dóla­res, todo en secre­to, para las plan­tas de ace­ro, de con­cen­tra­do de hie­rro, cen­tra­les eléc­tri­cas, refi­ne­rías de alu­mi­nio, pre­sas y minas. A fin de que los MDE se con­vier­tan en dine­ro real, las tri­bus deben ser desplazadas.

Por esto hay guerra.

Cuan­do un país que se lla­ma a sí mis­mo una demo­cra­cia decla­ra abier­ta­men­te la gue­rra den­tro de sus fron­te­ras, ¿qué pode­mos espe­rar de esta gue­rra? ¿sig­ni­fi­ca la resis­ten­cia una opor­tu­ni­dad? ¿qué opi­nas? ¿quié­nes son los maoís­tas? ¿son sólo nihi­lis­tas vio­len­tos que bajo enga­ño pre­sen­tan una ideo­lo­gía anti­cua­da a los pue­blos tri­ba­les, empu­ján­do­los a una insu­rrec­ción sin espe­ran­za? ¿Qué lec­cio­nes han apren­di­do de sus expe­rien­cias ante­rio­res? ¿Es la lucha arma­da intrín­se­ca­men­te anti­de­mo­crá­ti­ca? ¿Es acer­ta­da la teo­ría del sánd­wich, tri­bus «nor­ma­les» atra­pa­das en el fue­go cru­za­do entre el Esta­do y los maoís­tas? ¿Son “maoís­tas” y “tri­bus” dos cate­go­rías total­men­te dis­tin­tas tal como vie­nen sien­do pre­sen­ta­das? ¿Sus intere­ses con­ver­gen? ¿No han apren­di­do nada el uno del otro? ¿Se han cam­bia­do el uno al otro?

El día antes de irme mi madre lla­mó, sona­ba som­no­lien­ta. «He esta­do pen­san­do ‑dijo con el extra­ño ins­tin­to de una madre- que lo que este país nece­si­ta es una revolución.»

Un artícu­lo en Inter­net dice que el Mos­sad de Israel está entre­nan­do a 30 ofi­cia­les de alto ran­go de la poli­cía india en téc­ni­cas de ase­si­na­to selec­ti­vo para “des­ca­be­zar” la orga­ni­za­ción maoís­ta. Se habla en la pren­sa sobre el nue­vo equi­pa­mien­to que se ha com­pra­do a Israel: telé­me­tros de rayo láser, equi­pos de ima­gen tér­mi­ca y avio­nes no tri­pu­la­dos muy popu­la­res entre el ejér­ci­to de EEUU. Armas per­fec­tas para ser usa­das con­tra los pobres.

El camino des­de Rai­pur a Dan­te­wa­ra toma unas diez horas en coche a tra­vés de zonas que se sabe están «infes­ta­das de maoís­tas». Estas no son pala­bras des­cui­da­das: “Infestado/​infestación” impli­ca enfermedad/​plagas. La enfer­me­dad debe ser cura­da, las pla­gas deben ser exter­mi­na­das. Los maoís­tas deben ser eli­mi­na­dos. De for­mas críp­ti­cas, ino­cuas, el len­gua­je del geno­ci­dio se ha incor­po­ra­do a nues­tro vocabulario.

Para pro­te­ger la carre­te­ra las fuer­zas de segu­ri­dad han “ase­gu­ra­do” una estre­cha fran­ja de bos­que a ambos lados. Más aden­tro están los domi­nios de “Dada”. Los Her­ma­nos, los camaradas.

En las afue­ras de Rai­pur un enor­me car­tel anun­cia el Hos­pi­tal del Cán­cer cons­trui­do por Vedan­ta (la com­pa­ñía con la que tra­ba­jó nues­tro minis­tro del Inte­rior). En Oris­sa, don­de se desa­rro­lla la mine­ría de bau­xi­ta, Vedan­ta tam­bién está finan­cian­do una Uni­ver­si­dad. Con estas for­mas críp­ti­cas, ino­cuas, las empre­sas mine­ras entran en nues­tro sub­cons­cien­te: Gigan­tes tier­nos que real­men­te se preo­cu­pan. Se lla­ma RSC, Res­pon­sa­bi­li­dad Social Cor­po­ra­ti­va. Per­mi­te a las empre­sas mine­ras ser como el legen­da­rio actor y ex Pri­mer Minis­tro NTR, quien qui­so inter­pre­tar todos los pape­les en la mito­ló­gi­ca Telu­gu ‑los bue­nos y los malos, todos a la vez, en la mis­ma pelí­cu­la. La RSC enmas­ca­ra la indig­nan­te eco­no­mía en que se basa el sec­tor mine­ro en la India. Por ejem­plo, según el recien­te Infor­me Loka­yuk­ta para Kar­na­ta­ka, por cada tone­la­da de mine­ral de hie­rro extraí­do por una empre­sa pri­va­da el Gobierno reci­be una rega­lía de 27 rupias [30 cén­ti­mos de euro] y la empre­sa mine­ra obtie­ne 5000 rupias [unos 85 euros]. En el sec­tor del alu­mi­nio y la bau­xi­ta las cifras son aún peo­res. Esta­mos hablan­do de robo fla­gran­te por una suma de miles de millo­nes de dóla­res, lo sufi­cien­te para com­prar las elec­cio­nes, los gobier­nos, los jue­ces, perió­di­cos, cana­les de tele­vi­sión, las ONG y los orga­nis­mos de ayu­da. ¿Qué impor­ta un oca­sio­nal hos­pi­tal onco­ló­gi­co aquí o allá?

No recuer­do haber vis­to el nom­bre de Vedan­ta en la lar­ga lis­ta de MDE fir­ma­dos por el gobierno de Chhat­tis­garh. Pero ten­go una men­te sufi­cien­te­men­te retor­ci­da como para sos­pe­char que si hay un hos­pi­tal onco­ló­gi­co debe haber una enor­me mon­ta­ña de bau­xi­ta en algu­na par­te. Pasa­mos Kan­ker, famo­so por su Escue­la de Entre­na­mien­to de Gue­rra Anti­te­rro­ris­ta y Com­ba­te de Sel­va desa­rro­lla­da por el bri­ga­dier B.K. Pon­war, el Rum­pels­til­ts­kin [per­so­na­je de un cuen­to de hadas] de esta gue­rra, encar­ga­do de la tarea de con­ver­tir poli­cías corrup­tos y negli­gen­tes (esco­ria) en coman­dos de sel­va (oro). «Com­ba­tir la gue­rri­lla como una gue­rri­lla», el lema de la Escue­la de Entre­na­mien­to de Gue­rra está pin­ta­do en las rocas. A los hom­bres se les ense­ña a correr, des­li­zar­se, sal­tar den­tro y fue­ra de heli­cóp­te­ros en el aire, mon­tar a caba­llo (por algu­na razón), comer ser­pien­tes y vivir de la sel­va. La bri­ga­da se enor­gu­lle­ce de ins­truir perros de la calle para luchar con­tra los ’terro­ris­tas’. Ocho­cien­tos poli­cías se gra­dúan de la Escue­la de Entre­na­mien­to de Gue­rra cada seis sema­nas. Vein­te escue­las simi­la­res se pla­nean para toda la India. La fuer­za poli­cial gra­dual­men­te se vie­ne con­vir­tien­do en un ejér­ci­to. (En Cache­mi­ra es a la inver­sa, el ejér­ci­to se está con­vir­tien­do en una infla­da y admi­nis­tra­ti­va fuer­za de poli­cía). Las cosas pues­tas de cabe­za. De cual­quier mane­ra, el enemi­go es el pueblo.

Es tar­de. Jag­dal­pur está dor­mi­do, a excep­ción de los muchos engan­cha­do­res de Rahul Gandhi [diri­gen­te del guber­na­men­tal Par­ti­do del Con­gre­so] ofre­cien­do a la gen­te unir­se a la Juven­tud del Par­ti­do. Rahul Gandhi ha esta­do dos veces en Bas­tar duran­te los últi­mos meses pero no ha dicho gran cosa sobre la gue­rra. Es pro­ba­ble­men­te dema­sia­do sucia como para que el Prín­ci­pe de los Pue­blos se inmis­cu­ya en este asun­to. Sus ase­so­res de ima­gen deben haber­le pues­to los pies en el sue­lo. El hecho que Sal­wa Judum [Caza­do­res de la Paz] ‑el temi­do gru­po para­po­li­cial de vigi­lan­cia patro­ci­na­do por el gobierno, res­pon­sa­ble de vio­la­cio­nes y ase­si­na­tos, de que­mar pue­blos y des­pla­zar a cien­tos de miles de per­so­nas de sus hoga­res- sea lide­ra­do por Mahen­dra Kar­ma, un dipu­tado del Par­ti­do del Con­gre­so, no enca­ja mucho en la cui­da­do­sa­men­te orques­ta­da publi­ci­dad en torno a Rahul Gandhi.

Lle­gué al man­dir de Ma Dan­tesh­wa­ri a tiem­po para mi cita (el pri­mer día, pri­me­ra opor­tu­ni­dad). Tenía mi cáma­ra, mi peque­ño coco y mi tika pin­ta­da con pol­vo rojo en la fren­te. Me pre­gun­ta­ba si alguien me obser­va­ba rien­do. A los pocos minu­tos una joven se me acer­có, lle­va­ba gorra y mochi­la. Traía las uñas pin­ta­das con un des­cas­ca­ra­do esmal­te rojo. Ni revis­ta Hin­di Outlook, ni plá­ta­nos. «¿Eres tú la que tenía que venir?», me pre­gun­tó. Nin­gún Namash­kar Guru­ji. Yo no sabía qué decir. Sacó una nota empa­pa­da de su bol­si­llo y me la entre­gó, «Outlook nahi mila», decía (No se pudo encon­trar Outlook).

«¿Y las plátanos?”

«Me los comí ‑dijo- tenía hambre».

Real­men­te era una ame­na­za para la seguridad.

Su mochi­la decía: ‘Char­lie Brown – No tu ton­to ordi­na­rio’. Dijo que su nom­bre era Mang­tu. Pron­to apren­dí que Dan­da­ka­ran­ya, el bos­que en que esta­ba a pun­to de entrar, esta­ba lleno de gen­te que tenía muchos nom­bres e iden­ti­da­des flui­das. Era como un bál­sa­mo para mí, esa idea. ¡Qué her­mo­so, no de estar afe­rra­do a ti mis­mo para con­ver­tir­se en otra per­so­na por un momento!

Cami­na­mos has­ta la para­da de auto­bús, a sólo unos minu­tos de dis­tan­cia del tem­plo. Esta­ba reple­ta. Las cosas suce­die­ron rápi­da­men­te. Había dos hom­bres en moto­ci­cle­ta. No hubo nin­gu­na con­ver­sa­ción, sólo una mira­da de reco­no­ci­mien­to, un des­pla­za­mien­to del peso cor­po­ral, el rui­do de los moto­res. No tenía idea a dón­de íba­mos. Pasa­mos por la casa del Super­in­ten­den­te de Poli­cía (SP), al cual cono­cí en mi últi­ma visi­ta. Era un hom­bre sin­ce­ro: «Vea seño­ra, hablan­do con fran­que­za este pro­ble­ma no pue­de ser resuel­to por noso­tros poli­cial ni mili­tar­men­te. El pro­ble­ma con estas tri­bus es que no entien­den la codi­cia. A menos que se vuel­van codi­cio­sos no hay espe­ran­za para noso­tros. Le he dicho a mi jefe: reti­re la fuer­za y en lugar colo­que un tele­vi­sor en cada hogar. Todo se resol­ve­ría automáticamente».

En poco tiem­po íba­mos camino a las afue­ras de la ciu­dad. Nadie nos seguía. Fue un via­je lar­go, tres horas en mi reloj. Ter­mi­nó abrup­ta­men­te en medio de la nada, en una carre­te­ra vacía con bos­ques a ambos lados. Mang­tu bajó, yo tam­bién. Motos a la izquier­da, cogí mi mochi­la y seguí a la peque­ña ame­na­za a la segu­ri­dad inte­rior hacia el bos­que. Era un día her­mo­so, el sue­lo del bos­que era una alfom­bra de oro. Al rato sali­mos a un blan­co ban­co de are­na de un ancho lecho de río. Era obvia­men­te ali­men­ta­do por los mon­zo­nes, por lo que aho­ra era más o menos un piso de are­na, en el cen­tro iba un arro­yo has­ta los tobi­llos, fácil de vadear. Al otro lado esta­ba «Pakis­tán». Cuan­do empe­za­mos a cru­zar recor­dé lo que me había dicho el fran­co super­in­ten­den­te: “Alé­je­se de allí, seño­ra, mis mucha­chos dis­pa­ran a matar”. Nos ima­gi­né en la mira de un rifle de la poli­cía, peque­ñas silue­tas sobre el para­je, fáci­les de liqui­dar. Pero Mang­tu pare­cía bas­tan­te indi­fe­ren­te y le seguí.

En la otra ori­lla nos espe­ra­ba Chan­du, con una cami­sa de color ver­de lima que decía «Hor­licks!» Una ame­na­za de segu­ri­dad un poco mayor, tal vez vein­te años. Tenía una son­ri­sa encan­ta­do­ra, una bici­cle­ta, un bidón con agua her­vi­da y varios paque­tes de galle­tas de glu­co­sa para mí, gen­ti­le­za del Par­ti­do. Reco­bra­mos el alien­to y nos pusi­mos a cami­nar de nue­vo. La bici­cle­ta a fin de cuen­tas era inú­til, la ruta casi en su tota­li­dad no per­mi­tía usar­la. Subimos coli­nas escar­pa­das y baja­mos por cami­nos roco­sos muy pre­ca­rios en las lade­ras. Cuan­do no podía peda­lear, Chan­du levan­ta­ba la bici­cle­ta y la ponía sobre su cabe­za como si no pesa­ra nada. Comen­cé a pre­gun­tar­me acer­ca de su aire de des­con­cer­ta­do mucha­cho de pue­blo. Des­cu­brí (mucho des­pués) que él podía mane­jar todo tipo de armas, «a excep­ción de una LMG», me infor­mó alegremente.

Tres bellos y ebrios hom­bres con flo­res en sus tur­ban­tes cami­na­ron con noso­tros duran­te una media hora antes de que nues­tros cami­nos se sepa­ra­ran. Al atar­de­cer sus mochi­las empe­za­ron a can­tar. Tenían gallos en ellos, los habían lle­va­do al mer­ca­do pero no habían con­se­gui­do vender.

Chan­du pare­ce ser capaz de ver en la oscu­ri­dad. Yo ten­go que usar mi lin­ter­na. Los gri­llos comien­zan a can­tar y pron­to hay una orques­ta, una cúpu­la de soni­do sobre noso­tros. Anhe­lo mirar el cie­lo noc­turno pero no me atre­vo, ten­go que man­te­ner mis ojos en el sue­lo. Un paso a la vez, concentrada.

Oigo los perros pero no pue­do decir a qué dis­tan­cia están. El terreno se apla­na. Echo un fur­ti­vo vis­ta­zo al cie­lo, me lle­na de éxta­sis. Espe­ro que pare­mos pron­to. «Pron­to» dice Chan­du. Resul­ta ser más de una hora. Veo silue­tas de árbo­les enor­mes. Llegamos.

El pue­blo se ve espa­cio­so, las casas muy lejos una de la otra. La casa en que entra­mos es her­mo­sa. Hay fue­go, algu­nas per­so­nas sen­ta­das alre­de­dor. Hay más gen­te afue­ra, en la oscu­ri­dad. No pue­do decir cuán­tos, ape­nas pue­do dis­tin­guir­los bien. Un mur­mu­llo reco­rre alre­de­dor. Lal Salaam Kaam­raid (Salu­dos rojos, cama­ra­da) Lal Salaam, digo yo. Yo estoy más que can­sa­da. La due­ña de casa me lla­ma aden­tro y me da pollo coci­do al curry en judías ver­des y un poco de arroz rojo, fabu­lo­so. Su bebé está dor­mi­do a mi lado, sus tobi­lle­ras de pla­ta bri­llan a la luz del fuego.

Des­pués de la cena extien­do mi saco de dor­mir. Es un soni­do extra­ño e intru­si­vo el de la gran cre­ma­lle­ra. Alguien pone la radio. La BBC en hin­di. La Igle­sia de Ingla­te­rra ha reti­ra­do sus fon­dos del pro­yec­to Niyam­gi­ri de Vedan­ta, citan­do la degra­da­ción ambien­tal y vio­la­cio­nes a los dere­chos de la tri­bu Don­gria Kondh. Pue­do oír cen­ce­rros, reso­pli­dos, pies que se arras­tran, y el bufi­do del gana­do. Todo está bien con el mun­do. Mis ojos se cie­rran. Nos levan­ta­mos a las cin­co, nos move­mos cer­ca de las seis y en un par de horas cru­za­mos otro río. Cami­na­mos a tra­vés de algu­nos pue­blos her­mo­sos. Cada pue­blo tie­ne una fami­lia de árbo­les de tama­rin­do que velan por él, como un puña­do de enor­mes dio­ses bene­vo­len­tes. Dul­ce, tama­rin­do Bas­tar. A las once el sol está alto y cami­nar es menos agra­da­ble. Nos dete­ne­mos en un pue­blo para el almuerzo.

Chan­du pare­ce cono­cer a la gen­te en la casa. Una her­mo­sa joven­ci­ta coque­tea con él. Se le ve un poco tími­do, qui­zá por­que yo estoy cer­ca. El almuer­zo es papa­ya cru­da con masoor dal [pare­ci­do al puré de len­te­jas con espe­cias], y arroz rojo. Y pol­vo de ají rojo. Vamos a espe­rar a que el sol pier­da algo de fuer­za antes de empe­zar a cami­nar de nue­vo. Nos echa­mos una sies­ta en la pla­za. Hay una belle­za rela­jan­te en este lugar. Todo está lim­pio, no hay des­or­den. Un gallo negro des­fi­la de arri­ba a aba­jo sobre una pared de barro. Una malla de bam­bú refuer­za las vigas del techo de paja y se dobla como un sopor­te de alma­ce­na­mien­to. Hay una esco­ba de paja, dos tam­bo­res, una ces­ta de caña teji­da, un para­guas roto y toda una pila de cajas vacías de car­tón corru­ga­do aplas­ta­das. Algo me lla­ma la aten­ción, nece­si­to mis gafas. Esto es lo que está impre­so en el car­tón: Ideal Power 90 High Energy Emul­sion Explo­si­ve (Class‑2) SD CAT ZZ. Explo­si­vo de alto poder.

Empe­za­mos a cami­nar de nue­vo a las dos. En el pue­blo al que vamos nos encon­tra­re­mos con una Didi (her­ma­na, cama­ra­da) quien sabe cuál será el siguien­te paso del via­je. Chan­du no lo sabe. Hay una eco­no­mía de infor­ma­ción tam­bién, nadie debe saber­lo todo. Pero cuan­do lle­ga­mos a la aldea Didi no está allí, no hay noti­cias de ella. Por pri­me­ra vez veo una peque­ña nube de preo­cu­pa­ción en Chan­du, una nube gran­de se asien­ta sobre mí. No sé como serán los sis­te­mas de comu­ni­ca­ción, pero ¿qué pasa si algo ha sali­do mal?

Esta­mos dete­ni­dos fren­te a un edi­fi­cio esco­lar aban­do­na­do, a poca dis­tan­cia del pue­blo. ¿Por qué todas las escue­las rura­les del gobierno están cons­trui­das como bas­tio­nes de hor­mi­gón, con per­sia­nas de ace­ro en las ven­ta­nas y puer­tas corre­de­ras ple­ga­bles de ace­ro? ¿Por qué no como las casas del pue­blo, con barro y paja? Debi­do a que cum­plen la doble misión de cuar­te­les y bun­kers. «En los pue­blos en Abhuj­mad ‑dice Chan­du- las escue­las son así…» Dibu­ja un plano de cons­truc­ción sobre la tie­rra con una rami­ta, tres octó­go­nos uni­dos entre sí como un panal. «Así que pue­den dis­pa­rar en todas direc­cio­nes.» Dibu­ja fle­chas para ilus­trar su pun­to, como un grá­fi­co expli­ca­ti­vo, pare­ce una rue­da de carre­ta. No hay pro­fe­so­res en nin­gu­na de las escue­las, dice Chan­du, todos han hui­do. ¿O es que uste­des los expul­sa­ron? No, sólo la poli­cía per­si­gue. Pero ¿por qué ven­drían los pro­fe­so­res a la sel­va, cuan­do reci­ben sus sala­rios sen­ta­dos en su casa? Buen punto.

Me infor­ma que se tra­ta de un “área nue­va”. El Par­ti­do ha entra­do recientemente.

Una vein­te­na de jóve­nes lle­gan, niñas y niños. Son ado­les­cen­tes o ape­nas vein­tea­ñe­ros. Chan­du expli­ca que se tra­ta de la mili­cia a nivel de aldea, el pel­da­ño más bajo de la jerar­quía mili­tar de los maoís­tas. Nun­ca he vis­to a nadie como ellos antes. Se vis­ten con saris y lun­gis [el sari es un ves­ti­do tra­di­cio­nal en la mujer que pue­de ser o bien d cuer­po ente­ro o a modo de pareo lar­go, el lun­gi es uni­sex, se lle­va tapan­do el mus­lo], algu­nos en uni­for­me ver­de oli­va des­gas­ta­do. Los chi­cos lle­van joyas, gorro. Cada uno de ellos tie­ne una esco­pe­ta case­ra, que se lla­ma un bhar­maar. Algu­nos tam­bién tie­nen cuchi­llos, hachas, un arco y fle­chas. Un mucha­cho lle­va un mor­te­ro hecho de un pesa­do tubo GI de un metro. Está lleno de pól­vo­ra y metra­lla y lis­to para ser dis­pa­ra­do. Hace un gran rui­do pero sólo pue­de uti­li­zar­se una vez. Aún así, asus­ta a la poli­cía, dicen, y se ríen. En sus men­tes la gue­rra no pare­ce ser lo prin­ci­pal. Tal vez por­que su área se encuen­tra fue­ra del área de ope­ra­cio­nes de Sal­wa Judum. Ellos aca­ban de ter­mi­nar un día de tra­ba­jo ayu­dan­do a cons­truir una cer­ca alre­de­dor de algu­nas casas del pue­blo para man­te­ner las cabras fue­ra de los cul­ti­vos. Están lle­nos de ale­gría y curio­si­dad. Las chi­cas se ven con­fia­das y segu­ras con los chi­cos. Ten­go un sen­sor para este tipo de cosas, y me sien­to impre­sio­na­da. Su tra­ba­jo, dice Chan­du, es patru­llar y pro­te­ger a un gru­po de cua­tro o cin­co pue­blos y ayu­dar en los cam­pos, lim­piar los pozos o repa­rar casas, hacer lo que se nece­si­te. Toda­vía no hay noti­cias de Didi. ¿Qué hacer? Nada. Espe­rar. Ayu­dar en algo, cor­tar y pelar.

Des­pués de la cena, sin hablar mucho, todos se ponen en fila. Es evi­den­te que nos esta­mos movien­do. Todo se mue­ve con noso­tros, el arroz, ver­du­ras, ollas y sar­te­nes. Sali­mos del recin­to esco­lar y cami­na­mos en fila hacia el bos­que. En menos de media hora lle­ga­mos a un cla­ro don­de vamos a pasar la noche. No hay abso­lu­ta­men­te nin­gún rui­do. En cues­tión de minu­tos todos han exten­di­do sobre el sue­lo sus lámi­nas de plás­ti­co azul, la omni­pre­sen­te «jhi­lli” (sin la cual no habría Revo­lu­ción). Chan­du y Mang­tu com­par­ten una y me ofre­cen la otra para mí. Me asig­nan el mejor lugar, en la mejor roca gris. Chan­du dice que ha envia­do un men­sa­je a Didi, si ella lo reci­be esta­rá aquí a pri­me­ra hora de la maña­na. Si lo reci­be. Es la habi­ta­ción más her­mo­sa en la que he dor­mi­do en mucho tiem­po, mi habi­ta­ción pri­va­da en un hotel de mil estre­llas. Estoy rodea­da de esos extra­ños, her­mo­sos cha­va­les con su curio­so arse­nal. Con segu­ri­dad todos son maoís­tas. ¿Todos ellos van a morir? ¿Es para ellos la Escue­la de Ins­truc­ción para la Gue­rra en la Sel­va? ¿Y los heli­cóp­te­ros de com­ba­te, la ima­gen tér­mi­ca y las miras láser?

¿Por qué deben morir? ¿Para qué? ¿Para con­ver­tir todo esto en una mina? Recuer­do mi visi­ta a las minas a cie­lo abier­to del mine­ral de hie­rro en Keonjhar, Oris­sa. Allí una vez hubo bos­ques y niños como éstos. Aho­ra la tie­rra es como una heri­da en car­ne viva, de color rojo. Pol­vo rojo lle­na tus fosas nasa­les y tus pul­mo­nes. El agua es de color rojo, el aire es rojo, la gen­te es roja, sus pul­mo­nes y el pelo son de color rojo. Todo el día y la noche los camio­nes rugen a tra­vés de sus aldeas, en cara­va­na, miles y miles de camio­nes, lle­van­do mine­ral al puer­to Para­dip, des­de don­de se irá a Chi­na. Allí se con­ver­ti­rán en coches y en humo y en ciu­da­des que sur­gen repen­ti­na­men­te duran­te la noche. En una «tasa de cre­ci­mien­to» que deja sin alien­to a los eco­no­mis­tas. En armas para hacer la guerra.

Todo el mun­do está dur­mien­do a excep­ción de los cen­ti­ne­las que toman tur­nos de una hora y media. Final­men­te pue­do ver las estre­llas. Cuan­do yo era niña y cre­cía a las ori­llas del río Mee­na­chal, solía pen­sar que el soni­do de los gri­llos ‑que siem­pre apa­re­cía en el cre­púscu­lo- era el soni­do de las estre­llas calen­tan­do sus moto­res, lis­tas para bri­llar. Estoy sor­pren­di­da de lo mucho que me gus­ta estar aquí. No hay nin­gún otro lugar del mun­do en don­de pre­fe­ri­ría estar. ¿Quién debie­ra ser yo esta noche? ¿Cama­ra­da Rahel bajo las estre­llas? Tal vez Didi ven­ga maña­na. Lle­gan a pri­me­ra hora de la tar­de. Pue­do ver­los des­de la dis­tan­cia, unos quin­ce de ellos, todos de uni­for­me ver­de oli­vo corrien­do hacia noso­tros. Inclu­so des­de la dis­tan­cia, por la for­ma en que corren, pue­do decir que son los pesos pesa­dos. El Ejér­ci­to Gue­rri­lle­ro de Libe­ra­ción Popu­lar (EGLP). Para ellos son los equi­pos de ima­gen tér­mi­ca y las miras láser. Para ellos es la Escue­la de Ins­truc­ción de Guerra.

Lle­van armas de ver­dad, INSAS, SLR, dos tie­nen AK-47. El líder de escua­drón es el cama­ra­da Madhav que ha esta­do con el Par­ti­do des­de que tenía nue­ve años. Él es de Waran­gal, Andh­ra Pra­desh. Está moles­to y muy aver­gon­za­do: Hubo una seria falla de comu­ni­ca­ción, dice una y otra vez, que nun­ca sue­le ocu­rrir. Se supo­nía que usted debía haber lle­ga­do al cam­pa­men­to prin­ci­pal en la pri­me­ra noche; alguien per­dió el man­do en el rele­vo en la sel­va; la baja­da des­de la moto­ci­cle­ta debía ser en un lugar com­ple­ta­men­te dife­ren­te. «Le hemos hecho espe­rar, le hici­mos cami­nar mucho. Corri­mos todo el camino cuan­do reci­bi­mos el men­sa­je de que usted esta­ba aquí”. Le dije que esta­ba bien, que yo había veni­do pre­pa­ra­da para espe­rar y cami­nar y escu­char. Él quie­re que nos vaya­mos de inme­dia­to, por­que la gen­te en el cam­pa­men­to esta­ba espe­ran­do preocupada.

Son algu­nas horas a pie has­ta el cam­pa­men­to, se hace de noche cuan­do lle­ga­mos. Hay varias líneas de cen­ti­ne­las y círcu­los con­cén­tri­cos de patru­lla­je. Debe haber un cen­te­nar de com­pa­ñe­ros ali­nea­dos en dos filas. Todo el mun­do tie­ne un arma. Y una son­ri­sa. Comien­zan a can­tar: Lal lal salam, lal lal salaam, aane vaa­ley saathi­yon ko lal lal Salaam. (salu­dos rojos a los cama­ra­das que han lle­ga­do). Fue can­ta­da con dul­zu­ra, como si fue­ra una can­ción popu­lar acer­ca de un río o de una flor de los bos­ques. Con la can­ción iba el salu­do, el apre­tón de manos y el puño cerra­do. Todo el mun­do salu­da a todo el mun­do, mur­mu­ran­do Lals­laam, mlals­laa mlalslaam…

Apar­te de una gran jhi­lli azul exten­di­da sobre el sue­lo, de unos quin­ce metros cua­dra­dos, no hay más seña­les de un «cam­pa­men­to». Pero aquí hay un techo de jhi­lli tam­bién, es mi habi­ta­ción para la noche. O esta­ba sien­do recom­pen­sa­da por mis días de mar­cha o era mima­da por ade­lan­ta­do por lo que me espe­ra­ba. O las dos cosas. De cual­quier for­ma, fue la últi­ma vez en todo el via­je que iba a tener un techo sobre mi cabe­za. Duran­te la cena me reúno con la cama­ra­da Nar­ma­da, a car­go de la Kran­ti­ka­ri Adi­va­si Mahi­la San­gathan, KAMS [Orga­ni­za­ción Revo­lu­cio­na­ria de Muje­res Adi­va­si], quien tie­ne pre­cio pues­to a su cabe­za, el cama­ra­da Saro­ja del EGLP que es tan alto como su SLR, la cama­ra­da Maa­se (que sig­ni­fi­ca Mucha­cha Negra en Gon­di) quien tam­bién tie­ne pre­cio pues­to a su cabe­za, cama­ra­da Roo­pi, el asis­ten­te téc­ni­co, el cama­ra­da Raju quién está a car­go de la Divi­sión con la que estu­ve cami­nan­do, y el cama­ra­da Venu (o Mura­li o Sonu o Sushil, como usted desee lla­mar­lo), cla­ra­men­te el más expe­ri­men­ta­do de todos ellos. Tal vez del Comi­té Cen­tral, tal vez inclu­so del Buró Polí­ti­co. No me lo dijo, no se lo pre­gun­té. Entre noso­tros habla­mos Gon­di, Hal­bi, Telu­gu, Pun­ja­bi y Mala­ya­lam. Sólo Maa­se habla inglés. (¡Así que todos se comu­ni­can en hin­di!). La cama­ra­da Maa­se es alta y tran­qui­la y le cues­ta enor­me­men­te entrar en con­ver­sa­ción. Pero por la mane­ra que ella me abor­da pue­do decir que es muy lec­to­ra. Y que echa de menos tener libros en la sel­va. Ella me va a con­tar su his­to­ria sólo mucho des­pués, cuan­do ya con­fíe en mí su dolor.

Lle­gan malas noti­cias a la mane­ra de la sel­va. Un corre­dor con ’galle­tas’, notas manus­cri­tas sobre hojas de papel, dobla­das y gra­pa­das en cua­dra­dos peque­ños. Hay una bol­sa lle­na de ellas, como chips. Hay noti­cias de todas par­tes: La poli­cía ha mata­do a cin­co per­so­nas en la aldea de Ongnaar, cua­tro de la mili­cia y un aldeano ordi­na­rio: Santhu Pot­tai (25 años), Phoo­lo Vad­de (22), Kan­de Potai (22), Ramo­li Vad­de (20), Dal­sai Koram (22). Podrían haber sido los jóve­nes de mi dor­mi­to­rio estre­lla­do de la noche anterior.

Enton­ces lle­gan bue­nas noti­cias. Un peque­ño con­tin­gen­te de per­so­nas con una joven regor­de­ta. Ella está fati­ga­da, pero tie­ne un aspec­to com­ple­ta­men­te nue­vo. Todo el mun­do los admi­ra y comen­ta sobre su aspec­to, ella pare­ce tími­da y com­pla­ci­da. Es una médi­ca que ha veni­do a vivir y tra­ba­jar con los cama­ra­das en el bos­que. La últi­ma vez que un médi­co visi­tó Dan­da­ka­ran­ya fue hace muchos años.

En la radio hay noti­cias sobre la reu­nión del Minis­tro del Inte­rior con los Minis­tros de los esta­dos afec­ta­dos por «el extre­mis­mo de izquier­da» para dis­cu­tir sobre la gue­rra. Los Minis­tros de Jharkhand y Bihar han sido reca­ta­dos y no han asis­ti­do. Todo el mun­do sen­ta­do alre­de­dor de la radio se ríe. En épo­ca de elec­cio­nes, dicen, duran­te la cam­pa­ña e inclu­so tras uno o dos meses des­pués que el gobierno se for­me, todos los polí­ti­cos dicen cosas como “los Naxa­li­tas son nues­tros hijos”. Usted pue­de con­fi­gu­rar su reloj al hora­rio de cuán­do cam­bian de opi­nión y les cre­cen los colmillos.

Me pre­sen­ta­ron a la cama­ra­da Kam­la. Me indi­can que en nin­gún caso pue­do ir más lejos que cin­co pies de dis­tan­cia de mi jhi­lli sin des­per­tar­la. Esto por­que todo el mun­do se des­orien­ta en la oscu­ri­dad y podía ter­mi­nar com­ple­ta­men­te per­di­da (no pien­so des­per­tar­la, yo duer­mo como un tron­co). Por la maña­na Kam­la me rega­la un paque­te de poli­eti­leno de color ama­ri­llo con una esqui­na cor­ta­da. Una vez fue un enva­se para con­te­ner Acei­te de Soja Refi­na­do Abis Gold, aho­ra era mi tazón de té. Nada se des­per­di­cia en el camino de la Revolución.

(Aún hoy pien­so en la cama­ra­da Kam­la todo el tiem­po, todos los días. Ella tie­ne 17 años. Lle­va una pis­to­la case­ra en la cade­ra. Y cie­los, ¡qué son­ri­sa! Pero si la poli­cía se cru­za con ella, la van a matar. Tal vez la vio­len pri­me­ro. No harán pre­gun­tas, por­que ella es una Ame­na­za a la Segu­ri­dad Interior.)

Des­pués del desa­yuno el cama­ra­da Venu (Sushil, Sonu, Mura­li) me está espe­ran­do, sen­ta­do con las pier­nas cru­za­das sobre su jhi­lli, obser­van­do a todo el mun­do como un deli­ca­do maes­tro de escue­la. Voy a tener una lec­ción de his­to­ria o, más exac­ta­men­te, una con­fe­ren­cia sobre la his­to­ria de los últi­mos trein­ta años en la sel­va de Dan­da­ka­ran­ya, que ha ter­mi­na­do en la gue­rra que los envuel­ve actual­men­te. Por supues­to, es la ver­sión de los par­ti­sa­nos. Pero ¿qué his­to­ria no es ver­sión de alguien? En cual­quier caso, la his­to­ria secre­ta debe hacer­se públi­ca si es que va a ser impug­na­da, con­tras­ta­da, en vez de limi­tar­se al enga­ño, que es lo que está suce­dien­do ahora.

El cama­ra­da Venu tie­ne un esti­lo cal­ma­do, tran­qui­li­zan­te, y una sua­ve voz que en los días sub­si­guien­tes con­ser­va­rá aún en un con­tex­to que a mí me ener­va­ría por com­ple­to. Esta maña­na habla duran­te varias horas, casi con­ti­nua­men­te. Es como un admi­nis­tra­dor de una tien­da peque­ña que tie­ne un mon­tón gigan­te de teclas con las que abre un enre­do de arma­rios lle­nos de his­to­rias, can­cio­nes y reflexiones.

El cama­ra­da Venu esta­ba en uno de los sie­te escua­dro­nes arma­dos que cru­za­ron el Goda­va­ri des­de Andh­ra Pra­desh y entra­ron en el Bos­que Dan­da­ka­ran­ya (DK, en la jer­ga del Par­ti­do) en junio de 1980, hace trein­ta años. Él es uno de los pri­me­ros cua­ren­ta y nue­ve. Per­te­ne­cían al Gru­po Gue­rra Popu­lar (GGP), una fac­ción del Par­ti­do Comu­nis­ta de India (Mar­xis­ta-Leni­nis­ta) PCI (ML), los naxa­li­tas ori­gi­na­les. En abril de ese año GGP se pre­sen­tó ofi­cial­men­te como un Par­ti­do sepa­ra­do e inde­pen­dien­te, bajo la direc­ción de Kon­da­pa­lli Seetha­ra­miah. GGP deci­dió cons­truir un ejér­ci­to per­ma­nen­te, para lo cual nece­si­tan una base. DK iba a ser esa base, y los pri­me­ros des­ta­ca­men­tos fue­ron envia­dos para reco­no­cer la zona y comen­zar el pro­ce­so de cons­truc­ción de zonas gue­rri­llas. El deba­te acer­ca de si los par­ti­dos comu­nis­tas deben tener un ejér­ci­to per­ma­nen­te y tener o no un «Ejér­ci­to Popu­lar» es una con­tra­dic­ción intrín­se­ca, es anti­gua. La deci­sión del GGP de cons­truir un ejér­ci­to resul­ta­ba de su expe­rien­cia en Andh­ra Pra­desh, don­de su cam­pa­ña “tie­rra para quien la tra­ba­ja” dio paso a un enfren­ta­mien­to direc­to con los terra­te­nien­tes, y resul­tó en un tipo de repre­sión poli­cial que el Par­ti­do con­si­de­ró impo­si­ble resis­tir sin una fuer­za de com­ba­te entre­na­da para este efec­to. (En el año 2004 GGP se fusio­nó con las otras fac­cio­nes del PCI (ML), Par­ti­do Uni­dad (PU) y el Cen­tro Comu­nis­ta Maoís­ta (MCC) ‑que fun­cio­na­ban en su mayor par­te fue­ra de Bihar y Jharkhand- para lle­gar a ser lo que aho­ra es el Par­ti­do Comu­nis­ta de la India (Maoís­ta)).

Arundha­ti Roy. 

Outlook. Tra­du­ci­do para el CEPRID (www​.nodo50​.org/​c​e​p​rid) por María Val­dés con la cola­bo­ra­ción del Perió­di­co Nue­va Democracia.

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