Señor Rubalcaba: Estrenó agosto ‑tiempo propicio para la distensión- con dos nuevas detenciones. Parece que Gurutz y Aitziber no eran la actual cúpula de ETA, pero sí un buen pretexto para promocionarse usted y sus fuerzas zipaias. Hasta aquí, nada nuevo. Sí que me resultó llamativo el comentario que hizo: «Seguiremos deteniendo y deteniendo hasta que esto termine». Tengo la impresión de que los habituales calores estivales han debilitado su memoria y los nuevos vientos políticos su lucidez
Por incontables razones y de mil formas diferentes, Euskal Herria evidencia que no es España ni tiene repajolera gana de serlo. El esperpento de «La Roja» ha sido una de las más recientes confirmaciones. Utilizaron burdamente una selección de fútbol para sellar fisuras estatales y para suscitar deseadas adhesiones. Bien sabe que, en nuestra tierra, la añagaza fracasó. Éramos muchos los que deseábamos que algún oportuno gol contrario acallase semejante escandalera, y fueron pocos los que festejaron el triunfo español exhibiendo la rojigualda. Usted, Sr. ministro, debe de conocerlos mejor que yo, pues buena parte de ellos trabaja a su servicio. El rechazo a su nación tiene razones bastante más profundas que el balompié: el Estado navarro jamás selló un acuerdo de paz con España. Han pasado ocho siglos desde que sus antecesores nos ocuparon y a ustedes los seguimos mirando como a invasores. Nuestras raíces siguen intactas y nuestra soberanía bajo secuestro: han utilizado mil artimañas para incorporarnos a su patria, pero nos seguimos considerando una nación diferente y un estado soberano. Eso explica que bastantes paisanos nuestros los hayan rechazado con fierros y otros muchos con el desafecto y la insumisión.
Sobra decir que España, reino ensanchado por conquistadores y constreñido por inquisidores, ha recurrido al encarcelamiento como medida habitual para subyugar nuestras conciencias; ni las rejas, ni el destierro ni el tormento lo han conseguido. Nuestra historia ‑que, aunque ocultada, también la tenemos- está plagada de hechos que confirman esta sorda resistencia de nuestro Estado a su conquista. Ya desde el siglo XIII castigaban con cárcel a los navarros de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia que reivindicaban su condición de tales. Pedro el Mariscal y Pedro Bereterra soportaron cadenas hasta la muerte antes de reconocer la soberanía de reyes ajenos. Los miles de encarcelados por los isabelinos, Primo de Rivera, la dictadura franquista, la dictadura democrática… ¿no le sugieren nada? Sr. ministro, mientras escribo estás líneas están juzgando a Udalbiltza, esperan turno las causas contra D3M, Batasuna, ANV, EHAK… personas honradas para las que se piden cientos de años de prisión.
Pedro Esarte, historiador, recoge nuestro sentir respecto a la justicia española que tan profusamente nos encarcela: «Los jueces se convierten en la fuerza estable del sistema, los juzgados en el lugar del teatro y las sentencias en terrorismo de estado». Fracasará, Sr. Rubalcaba, si pretende acabar a golpe de detenciones el secular conflicto de soberanía que ustedes provocaron y avivan.
Fuente: Gara