Gran­des y peque­ños «apartheids» de Israel – Rebelion

Jonathan Cook

Los apo­lo­gis­tas de Israel tie­nen la idea de que éste ha sido selec­cio­na­do espe­cial­men­te para ejer­cer el escru­ti­nio y la crí­ti­ca. Me gus­ta­ría argu­men­tar, sin embar­go, que en la mayor par­te de las dis­cu­sio­nes de Israel, real­men­te esto se cap­ta muy lige­ra­men­te: que muchos ras­gos del régi­men israe­lí serían con­si­de­ra­dos excep­cio­na­les o extra­or­di­na­rios en cual­quier otro Esta­do democrático.

No es sor­pren­den­te por­que, como voy a argu­men­tar, Israel no es una demo­cra­cia libe­ral, ni siquie­ra «un Esta­do judío y demo­crá­ti­co» como afir­man sus par­ti­da­rios. Es un Esta­do de apartheid no sólo en los terri­to­rios ocu­pa­dos de Cis­jor­da­nia y de la Fran­ja de Gaza, sino tam­bién den­tro del pro­pio Israel. Hoy en los terri­to­rios ocu­pa­dos la natu­ra­le­za del apartheid de la domi­na­ción israe­lí es irre­fu­ta­ble –aun­que poco men­cio­na­da por los polí­ti­cos o los medios de comu­ni­ca­ción occi­den­ta­les-. Pero den­tro del pro­pio Israel en gran par­te se vela y se ocul­ta. Hoy mi obje­ti­vo es tra­tar de correr un poco el velo.

Digo «un poco», por­que nece­si­ta­ría mucho más tiem­po del que me han asig­na­do para hacer jus­ti­cia a este asun­to. Hay, por ejem­plo, unas 30 leyes que explí­ci­ta­men­te dis­cri­mi­nan entre judíos y no judíos, otra for­ma de refe­rir­se a la quin­ta par­te de la pobla­ción de Israel que son pales­ti­nos y que supues­ta­men­te dis­fru­tan de la ple­na ciu­da­da­nía. Tam­bién hay muchas otras leyes y prác­ti­cas admi­nis­tra­ti­vas israe­líes que con­du­cen a un resul­ta­do de segre­ga­ción étni­ca inclu­so aun­que no hagan tal dis­cri­mi­na­ción explícita.

Así que en vez de inten­tar reco­rrer todos esos aspec­tos del apartheid israe­lí, déjen­me que me con­cen­tre en unos cuan­tos ras­gos reve­la­do­res, cues­tio­nes sobre las que he hecho un infor­me recientemente.

Pri­me­ro exa­mi­ne­mos la natu­ra­le­za de la ciu­da­da­nía israelí.

Hace unas sema­nas me reu­ní con Uzi Ornan, un pro­fe­sor de 86 años de la Uni­ver­si­dad Téc­ni­ca de Hai­fa, quien tie­ne uno de los pocos docu­men­tos de iden­ti­dad israe­lí que indi­ca la nacio­na­li­dad «hebrea». Para la mayo­ría de los demás israe­líes, sus docu­men­tos y regis­tros per­so­na­les indi­can su nacio­na­li­dad «judía» o «ára­be». Para los inmi­gran­tes, cuya «judei­dad» acep­ta el Esta­do pero está cues­tio­na­da por las auto­ri­da­des rabí­ni­cas, se han apro­ba­do alre­de­dor de otras 130 cla­si­fi­ca­cio­nes de nacio­na­li­dad, prin­ci­pal­men­te rela­cio­na­das con la reli­gión o el país de ori­gen de la per­so­na. La úni­ca nacio­na­li­dad que no podrá hallar en la lis­ta es «israe­lí». Eso es pre­ci­sa­men­te por lo que el pro­fe­sor Oman y dos doce­nas de per­so­nas más están luchan­do en los tri­bu­na­les: quie­ren regis­trar­se como «israe­líes». Es una lucha de enor­me impor­tan­cia, y sólo por esta razón están segu­ros de que per­de­rán. ¿Por qué?

Está en jue­go mucho más que una eti­que­ta étni­ca o nacio­nal. Israel exclu­ye la nacio­na­li­dad «israe­lí» para garan­ti­zar que, en el cum­pli­mien­to de su auto­de­fi­ni­ción como «un Esta­do judío», esto sea capaz de asig­nar dere­chos supe­rio­res de ciu­da­da­nía a la «nación» colec­ti­va de los judíos de todo el mun­do más que al con­jun­to de ciu­da­da­nos reales en su terri­to­rio, que inclu­ye a muchos pales­ti­nos. En la prác­ti­ca esto se hace crean­do dos cla­ses prin­ci­pa­les de ciu­da­da­nía: una ciu­da­da­nía judía para «nacio­na­les judíos» y una ciu­da­da­nía ára­be para «nacio­na­les ára­bes». Ambas nacio­na­li­da­des fue­ron inven­ta­das con efi­ca­cia por par­te de Israel y no tie­nen nin­gún sig­ni­fi­ca­do fue­ra de allí.

Esta dife­ren­cia­ción de ciu­da­da­nía está reco­no­ci­da en el dere­cho israe­lí: la Ley del Retorno para judíos per­mi­te la inmi­gra­ción casi auto­má­ti­ca a cual­quier judío de cual­quier par­te del mun­do que lo desee; y la Ley de Ciu­da­da­nía para no judíos deter­mi­na, en unas bases com­ple­ta­men­te apar­te, los dere­chos a la ciu­da­da­nía de la mino­ría pales­ti­na del país. Lo que es toda­vía más impor­tan­te, la últi­ma ley supri­me los dere­chos de los parien­tes de los ciu­da­da­nos pales­ti­nos, que fue­ron expul­sa­dos por la fuer­za en 1948, a vol­ver a su tie­rra y a sus casas. Hay, en otras pala­bras, dos sis­te­mas lega­les de ciu­da­da­nía en Israel, que dis­tin­gue entre los dere­chos de los ciu­da­da­nos en fun­ción de si éstos son judíos o palestinos.

Esto, en sí mis­mo, cum­ple con la defi­ni­ción de apartheid como que­dó esta­ble­ci­da por las Nacio­nes Uni­das en 1973: «Cual­quier medi­da legis­la­ti­va u otras medi­das des­ti­na­das a impe­dir a un gru­po o gru­pos racia­les la par­ti­ci­pa­ción en la vida polí­ti­ca, social, eco­nó­mi­ca y cul­tu­ral del país y la crea­ción deli­be­ra­da de con­di­cio­nes que impi­dan el pleno desa­rro­llo de tal gru­po o gru­pos». La cláu­su­la inclu­ye los dere­chos siguien­tes: «el dere­cho a salir y vol­ver a su país, el dere­cho a una nacio­na­li­dad, el dere­cho a la liber­tad de movi­mien­to y resi­den­cia, el dere­cho a la liber­tad de opi­nión y expresión».

Esta sepa­ra­ción de la ciu­da­da­nía es abso­lu­ta­men­te esen­cial para el man­te­ni­mien­to de Israel como un Esta­do judío. Si defi­nie­ra a todos los ciu­da­da­nos de mane­ra uni­for­me como israe­líes, debe­ría haber sólo una ley en mate­ria de ciu­da­da­nía; enton­ces, a con­ti­nua­ción, habría con­se­cuen­cias muy dra­má­ti­cas. La más sig­ni­fi­ca­ti­va sería que se deja­ría de apli­car la Ley del Retorno a los judíos o se ten­dría que apli­car de la mis­ma for­ma a los ciu­da­da­nos pales­ti­nos per­mi­tién­do­les traer a sus parien­tes exi­lia­dos a Israel ‑el muy temi­do Dere­cho al Retorno-. En un perío­do más o menos lar­go se ero­sio­na­ría la mayo­ría judía del país e Israel se con­ver­ti­ría en un Esta­do bina­cio­nal pro­ba­ble­men­te con una mayo­ría palestina.

Habría muchas otras con­se­cuen­cias pre­vi­si­bles de la ciu­da­da­nía igua­li­ta­ria. ¿Los colo­nos judíos, por ejem­plo, serían capa­ces de man­te­ner su esta­tus pri­vi­le­gia­do en Cis­jor­da­nia si los pales­ti­nos en Yenín o Hebrón tuvie­ran parien­tes den­tro de Israel con los mis­mos dere­chos que los judíos? ¿El ejér­ci­to israe­lí segui­ría sien­do capaz de fun­cio­nar como un ejér­ci­to de ocu­pa­ción en un Esta­do correc­ta­men­te demo­crá­ti­co? ¿Y los tri­bu­na­les de un Esta­do de ciu­da­da­nos igua­les serían capa­ces de seguir hacien­do la vis­ta gor­da ante las bru­ta­li­da­des de la ocu­pa­ción? En todos estos casos pare­ce poco pro­ba­ble que se pudie­ra man­te­ner el sta­tu quo.

En otras pala­bras, toda la estruc­tu­ra del gobierno de apartheid israe­lí den­tro de Israel apo­ya y man­tie­ne su régi­men de apartheid en los terri­to­rios ocu­pa­dos. O se man­tie­nen ambos o caen juntos.

A con­ti­nua­ción vea­mos el asun­to del con­trol de la tierra.

El mes pasa­do me encon­tré con una pare­ja judía israe­lí excep­cio­nal, los Zakais. Son excep­cio­na­les prin­ci­pal­men­te por­que han desa­rro­lla­do una pro­fun­da amis­tad con una pare­ja pales­ti­na den­tro de Israel. Aun­que he infor­ma­do sobre Israel y Pales­ti­na duran­te muchos años, no pue­do recor­dar haber encon­tra­do nun­ca antes a un judío israe­lí que tuvie­ra un ami­go pales­tino de la mane­ra que los tie­nen los Zakais.

Es cier­to que hay muchos judíos israe­líes que pre­su­men de tener un ami­go «ára­be» o «pales­tino» por­que bro­mean con el tipo cuya tien­da de humus fre­cuen­tan o con el que repa­ra su coche. Tam­bién hay judíos israe­líes –y son un gru­po suma­men­te impor­tan­te- que están fir­me­men­te al lado de los pales­ti­nos en bata­llas polí­ti­cas como las de Bilín o Sheikh Jarrah en Jeru­sa­lén. En esos luga­res los israe­líes y los pales­ti­nos, con­tra vien­to y marea, han con­se­gui­do for­jar autén­ti­cas rela­cio­nes de amis­tad que son vita­les para derro­tar al régi­men de apartheid israelí.

Pero la rela­ción de los Zakais con sus ami­gos bedui­nos los Tara­bins no es esta cla­se de amis­tad. No se basa ni está con­fi­gu­ra­da por una lucha polí­ti­ca enmar­ca­da por la ocu­pa­ción de Israel. No es una amis­tad tími­da y no tie­ne nin­gún obje­ti­vo más allá de la pro­pia rela­ción. Es una amis­tad –o al menos así me pare­ció- de autén­ti­ca igual­dad. Una com­ple­ta e ínti­ma amis­tad. Cuan­do visi­té a los Zakais me di cuen­ta de que es una visión increí­ble­men­te inusual en Israel.

La razón de la gran sepa­ra­ción de los mun­dos cul­tu­ra­les y emo­cio­na­les de los ciu­da­da­nos judíos y pales­ti­nos en Israel no es difí­cil de enten­der: viven en mun­dos físi­cos com­ple­ta­men­te sepa­ra­dos. Viven apar­te en comu­ni­da­des segre­ga­das, sepa­ra­das no por elec­ción, sino según las nor­mas y pro­ce­di­mien­tos lega­les obli­ga­to­rios. Inclu­so en el puña­do de supues­tas ciu­da­des mix­tas, judíos y pales­ti­nos por lo gene­ral viven apar­te, en barrios dis­tin­tos y cla­ra­men­te defi­ni­dos. Y por lo tan­to no es sor­pren­den­te que la cues­tión a la que me con­du­jo la visi­ta a los Zakais fue­ra la pre­gun­ta de si un ciu­da­dano pales­tino tie­ne dere­cho a vivir en una comu­ni­dad judía.

Los Zakais quie­ren alqui­lar a sus ami­gos, los Tara­bins, su casa en el pue­blo agrí­co­la de Neva­tim, en el Negev, actual­men­te una exclu­si­va comu­ni­dad judía. Los Tara­bins se enfren­tan a un serio pro­ble­ma de vivien­da en su pro­pia comu­ni­dad bedui­na veci­na. Pero lo que los Zakais han des­cu­bier­to es que hay aplas­tan­tes obs­tácu­los socia­les y lega­les para los pales­ti­nos para mover­se fue­ra de sus gue­tos, en los que se supo­ne que tie­nen que vivir. No sola­men­te se opo­ne el lide­raz­go ele­gi­do de Neva­tim a que la fami­lia bedui­na entre en su comu­ni­dad, sino tam­bién los tri­bu­na­les israelíes.

Neva­tim no es excep­cio­nal. Hay más de 700 comu­ni­da­des rura­les simi­la­res ‑sobre todo kibutzesmosha­vim– don­de se impi­de vivir a los no judíos. Con­tro­lan la mayor par­te del terri­to­rio habi­ta­ble de Israel, la tie­rra que una vez per­te­ne­ció a los pales­ti­nos, ya fue­ran refu­gia­dos de la gue­rra de 1948 o ciu­da­da­nos pales­ti­nos a los que les han con­fis­ca­do sus tie­rras con­for­me a leyes especiales.

Hoy, des­pués de esas con­fis­ca­cio­nes, al menos el 93% de Israel está nacio­na­li­za­do ‑es decir, se man­tie­ne en depó­si­to no sólo para los ciu­da­da­nos de Israel, sino para el pue­blo judío de todo el mun­do- (Aquí, otra vez, debe­ría­mos seña­lar una de las impor­tan­tes con­se­cuen­cias de la ciu­da­da­nía dife­ren­cia­da que aca­ba­mos de considerar).

El acce­so a la mayor par­te de estas tie­rras nacio­na­li­za­das está con­tro­la­do por comi­tés de inves­ti­ga­ción, super­vi­sa­da por orga­ni­za­cio­nes sio­nis­tas cua­si guber­na­men­ta­les y que no tie­nen que ren­dir cuen­tas total­men­te, como la Agen­cia Judía y el Fon­do Nacio­nal Judío. Su papel es garan­ti­zar que tales comu­ni­da­des per­ma­ne­cen prohi­bi­das a ciu­da­da­nos pales­ti­nos, como han des­cu­bier­to pre­ci­sa­men­te los Zakais y los Tara­bins en el caso de Neva­tim. Allí los fun­cio­na­rios han insis­ti­do en que la fami­lia pales­ti­na no tie­ne nin­gún dere­cho ni siquie­ra a alqui­lar, no diga­mos a com­prar, la pro­pie­dad de una «comu­ni­dad judía». Esta posi­ción ha sido man­te­ni­da con efi­ca­cia por el Tri­bu­nal Supre­mo de Israel, que ha con­ve­ni­do que la fami­lia debe some­ter­se a un comi­té de inves­ti­ga­ción cuyo obje­ti­vo real es el de excluirla.

Otra vez la Con­ven­ción de las Nacio­nes Uni­das de 1973 sobre «el cri­men de apartheid» es ins­truc­ti­va: inclu­ye las medi­das «dise­ña­das para divi­dir la pobla­ción según cri­te­rios racia­les por la crea­ción de reser­vas sepa­ra­das y gue­tos para los miem­bros de un gru­po racial o gru­pos… y la expro­pia­ción de bie­nes raí­ces per­te­ne­cien­tes a un gru­po o gru­pos racia­les o a miem­bros de éstos».

Si se ha man­te­ni­do sepa­ra­dos a los ciu­da­da­nos judíos y pales­ti­nos con tan­ta efi­ca­cia ‑y un sis­te­ma de edu­ca­ción sepa­ra­do y seve­ras res­tric­cio­nes a los matri­mo­nios entre con­fe­sio­nes refuer­zan esta segre­ga­ción emo­cio­nal y física‑, ¿cómo se hicie­ron los Zakais y los Tara­bins tan ami­gos íntimos?

Su caso es un ejem­plo intere­san­te, un hallaz­go que des­cu­brí cuan­do los encon­tré. Weis­man Zakai es hijo de padres judíos ira­quíes que inmi­gra­ron al Esta­do judío en sus pri­me­ros años. Cuan­do él y Ahmed Tara­bin se cono­cie­ron sien­do niños en los años sesen­ta, andan­do por los mer­ca­dos de la pobre ciu­dad veci­na de Beershe­va, lejos del cen­tro del país, encon­tra­ron que lo que tenían en común era más fuer­te que las divi­sio­nes for­ma­les que supues­ta­men­te debían man­te­ner­los sepa­ra­dos y teme­ro­sos. Ambos hablan el ára­be con flui­dez, ambos cre­cie­ron en una cul­tu­ra ára­be, ambos están exclui­dos de la socie­dad aske­na­zí judía y ambos com­par­ten su pasión por los coches.

En su caso el sis­te­ma de apartheid de Israel fra­ca­só en su misión de man­te­ner­los físi­ca y emo­cio­nal­men­te sepa­ra­dos. Fra­ca­só en hacer­los teme­ro­sos y hos­ti­les uno con res­pec­to al otro. Pero como los Zakais han apren­di­do por su cuen­ta, al recha­zar vivir con­for­me a las nor­mas del sis­te­ma de apartheid de Israel el sis­te­ma los ha recha­za­do. A los Zakais les han dene­ga­do la opor­tu­ni­dad de alqui­lar a sus ami­gos y aho­ra viven como parias en la comu­ni­dad de Nevatim.

Final­men­te vamos a con­si­de­rar el con­cep­to de «segu­ri­dad» en Israel.

Como ya he dicho, la natu­ra­le­za del apartheid en las rela­cio­nes entre ciu­da­da­nos judíos y pales­ti­nos está vela­da en las esfe­ras lega­les, socia­les y polí­ti­cas. Éstas no refle­jan «el peque­ño apartheid», que era una carac­te­rís­ti­ca suda­fri­ca­na: aseos, ban­cos de los par­ques y auto­bu­ses sepa­ra­dos. Pero hay un «peque­ño» caso explí­ci­to, cuan­do judíos y pales­ti­nos entran y salen del país por los pasos fron­te­ri­zos o por el aero­puer­to inter­na­cio­nal Ben Gurión. Aquí cae la más­ca­ra y el dife­ren­te esta­tus de ciu­da­da­nía que corres­pon­de a los judíos o a los pales­ti­nos se mues­tra total­men­te programado.

Esa lec­ción la apren­die­ron dos her­ma­nos pales­ti­nos de media­na edad que entre­vis­té este mes. Resi­den­tes en un pue­blo cer­ca de Naza­ret, habían apo­ya­do toda la vida al Par­ti­do Labo­ris­ta y con orgu­llo me mos­tra­ron una des­co­lo­ri­da foto­gra­fía en la que apa­re­cían como anfi­trio­nes en un almuer­zo para Isaac Rabín a prin­ci­pios de los años noven­ta. Pero en nues­tro encuen­tro esta­ban enfa­da­dos y frus­tra­dos y pro­me­tie­ron que nun­ca más vota­rían por un par­ti­do sionista.

Su bru­tal con­cien­cia­ción lle­gó hace tres años cuan­do via­ja­ban a Esta­dos Uni­dos en un via­je de nego­cios con un gru­po de agen­tes de segu­ros judíos. Para tomar el vue­lo de regre­so lle­ga­ron al aero­puer­to JFK de Nue­va York y vie­ron a sus cole­gas judíos pasar por el con­trol de segu­ri­dad de Aero­lí­neas Israe­líes en unos minu­tos. Mien­tras tan­to a ellos los inte­rro­ga­ron duran­te dos horas e ins­pec­cio­na­ron minu­cio­sa­men­te sus equipajes.

Cuan­do final­men­te les per­mi­tie­ron pasar les asig­na­ron una guar­dia cuyo tra­ba­jo con­sis­tía en man­te­ner­los vigi­la­dos cons­tan­te­men­te –en pre­sen­cia de cien­tos de com­pa­ñe­ros de via­je- antes de entrar al avión. Cuan­do uno de los her­ma­nos fue al aseo sin pedir per­mi­so la guar­dia le repren­dió públi­ca­men­te y su jefe le ame­na­zó con impe­dir­le subir al avión si no pedía dis­cul­pas. Este mes, por fin, un tri­bu­nal les con­ce­dió una com­pen­sa­ción de 8.000 dóla­res por lo que cali­fi­có de «tra­to abu­si­vo e innecesario».

Con res­pec­to a este caso hay que tener en cuen­ta dos cosas. La pri­me­ra es que el equi­po de segu­ri­dad de Aero­lí­neas Israe­líes admi­tió ante el tri­bu­nal que nin­guno de los dos her­ma­nos repre­sen­ta­ba un ries­go de nin­gún tipo para la segu­ri­dad. La úni­ca razón del tra­to espe­cial que reci­bie­ron fue su per­te­nen­cia nacio­nal y racial. Fue un caso obvio de per­fil racial.

Lo segun­do que hay que seña­lar es que su expe­rien­cia no es nada fue­ra de lo común para los ciu­da­da­nos pales­ti­nos que via­jan des­de o a Israel. De for­ma pare­ci­da estos inci­den­tes, y mucho peo­res, ocu­rren todos los días duran­te tales pro­ce­di­mien­tos de segu­ri­dad. Lo que tie­ne de excep­cio­nal este caso es que los her­ma­nos hayan lle­va­do a cabo un lar­go y cos­to­so pro­ce­so judi­cial con­tra las Aerolíneas.

Lo hicie­ron así, sos­pe­cho, por­que se sin­tie­ron pro­fun­da­men­te trai­cio­na­dos. Habían come­ti­do el error de creer en la has­ba­rá (pro­pa­gan­da) de los polí­ti­cos israe­líes de todos los colo­res que afir­man que los ciu­da­da­nos pales­ti­nos pue­den dis­fru­tar de un esta­tus igual al de los ciu­da­da­nos judíos si son lea­les al Esta­do. Pen­sa­ron que por ser sio­nis­tas podrían con­ver­tir­se en ciu­da­da­nos de pri­me­ra cla­se. En la acep­ta­ción de esta con­clu­sión habían enten­di­do mal la reali­dad del apartheid inhe­ren­te a un Esta­do judío.

Al ciu­da­dano pales­tino más cul­to, res­pe­ta­ble y rico siem­pre le irá peor en el con­trol de segu­ri­dad del aero­puer­to que al ciu­da­dano judío de peor repu­tación, peor que al que expre­se opi­nio­nes extre­mis­tas y peor, inclu­so, que a cual­quier ciu­da­dano judío con ante­ce­den­tes penales.

El sis­te­ma de apartheid de Israel está ahí para man­te­ner los pri­vi­le­gios judíos en un Esta­do judío. Y en el pun­to don­de ese pri­vi­le­gio se sien­te más vis­ce­ral­men­te por los judíos de a pie es en la expe­rien­cia de la vul­ne­ra­bi­li­dad de volar a miles de pies por enci­ma de la tie­rra, don­de a los ciu­da­da­nos pales­ti­nos hay que mos­trar­los como foras­te­ros, como enemi­gos, sean quie­nes sean y con inde­pen­den­cia de lo que hayan o no hayan hecho.

El régi­men de apartheid, como ya he indi­ca­do, se apli­ca a los pales­ti­nos tan­to en Israel como en los terri­to­rios ocu­pa­dos. ¿Pero no es el apartheid en los terri­to­rios mucho peor que en Israel? ¿No debe­ría­mos ocu­par­nos más del gran apartheid de Cis­jor­da­nia y la Fran­ja de Gaza que de este apartheid más débil? Este argu­men­to demues­tra una idea peli­gro­sa­men­te fal­sa sobre la natu­ra­le­za indi­vi­si­ble del apartheid de Israel hacia los pales­ti­nos y sobre sus objetivos.

Es cier­to que el apartheid en los terri­to­rios es mucho más agre­si­vo que en Israel. Hay dos razo­nes para ello. La pri­me­ra es que el apartheid bajo la ocu­pa­ción está mucho menos super­vi­sa­do de cer­ca por los tri­bu­na­les civi­les de lo que lo está en Israel. Usted pue­de, para decir­lo sin rodeos, librar­se mucho mejor que aquí. Sin embar­go la segun­da y más impor­tan­te razón es que el régi­men israe­lí de apartheid en los terri­to­rios ocu­pa­dos se ve obli­ga­do a ser más agre­si­vo y cruel, y eso es por­que la bata­lla aún no se ha gana­do aquí. La lucha de la poten­cia ocu­pan­te para robar sus recur­sos –su tie­rra, su agua y su mano de obra- está en mar­cha, pero el resul­ta­do aún no está deci­di­do. Israel se enfren­ta a pre­sio­nes de tiem­po y de legi­ti­mi­dad inter­na­cio­nal que se va des­va­ne­cien­do a medi­da que actúa para apo­de­rar­se de esas pose­sio­nes. Cada día que resis­ten hacen que esa labor sea un poco más difícil.

En Israel, en cam­bio, el régi­men de apartheid está afian­za­do, alcan­zó su vic­to­ria hace dece­nios. Los ciu­da­da­nos pales­ti­nos tie­nen una ciu­da­da­nía de ter­ce­ra o cuar­ta cla­se; les han arre­ba­ta­do casi toda su tie­rra; sólo les per­mi­ten vivir en sus gue­tos; su sis­te­ma edu­ca­ti­vo está con­tro­la­do por los ser­vi­cios de segu­ri­dad; sólo pue­den tra­ba­jar en los pocos empleos que los judíos no quie­ren; tie­nen dere­cho a votar, pero no pue­den par­ti­ci­par en el gobierno, ni efec­tuar algún cam­bio polí­ti­co, etc.

Sin duda un des­tino pare­ci­do está pre­vis­to tam­bién para uste­des. El apartheid vela­do es la base para un enmas­ca­ra­do –y más legí­ti­mo- apartheid que se está pla­ni­fi­can­do para los pales­ti­nos de los terri­to­rios ocu­pa­dos, al menos para aqué­llos a los que per­mi­tan que­dar­se en sus ban­tus­ta­nes. Y por esta razón es vital denun­ciar y derro­tar el apartheid en Israel para resis­tir al apartheid que ha echa­do raí­ces aquí.

Es por lo que debe­mos com­ba­tir el apartheid israe­lí en cual­quier par­te don­de se halle; en Jaf­fa o en Jeru­sa­lén, en Naza­ret o en Nablús, en Beershe­va o en Bilín. Es la úni­ca lucha que pue­de traer la jus­ti­cia a los palestinos.

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Este tex­to corres­pon­de a la char­la pro­nun­cia­da en la Quin­ta Con­fe­ren­cia Inter­na­cio­nal de Bilín, cele­bra­da en la aldea cis­jor­da­na de Bilín el 21 de abril de 2010.

Fuen­te: www​.jkcook​.net/​A​r​t​i​c​l​e​s​3​/​0​4​7​8​.​htm

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