Acer­ca de un libro de Eva Forest: Los nue­vos cuba­nos – Julio Cesar Guanche

En 1961 apa­re­ció en Nue­va York Los hijos de Sán­chez, del antro­pó­lo­go nor­te­ame­ri­cano Oscar Lewis. Su inves­ti­ga­ción pre­sen­tó el con­cep­to de «cul­tu­ra de la pobre­za» a tra­vés de las his­to­rias de vida de cin­co miem­bros de una fami­lia pobre de Ciu­dad Méxi­co: el padre, Jesús Sán­chez, y sus cua­tro hijos. El libro, extra­or­di­na­rio, haría escue­la has­ta deve­nir un clá­si­co de la antro­po­lo­gía del siglo XX.

Mien­tras la obra ganó cele­bri­dad —cuan­do se edi­tó en Fran­cia resul­tó el mejor libro extran­je­ro publi­ca­do en ese país— tan­to el autor como la edi­to­rial que lo publi­có en espa­ñol, el Fon­do de Cul­tu­ra Eco­nó­mi­ca, fue­ron some­ti­dos en Méxi­co a una deman­da que le impu­taba al libro con­tar con len­gua­je obs­ceno, esce­nas por­no­grá­fi­cas e inju­rias hacia la nación mexi­ca­na y hacia algu­nos de sus pro­hom­bres. Al final, la acu­sa­ción no tra­jo con­se­cuen­cias y el libro dis­fru­tó de varias edi­cio­nes en la patria de quien apa­re­ce en el libro bajo el nom­bre de Jesús Sánchez.

En sus pági­nas, este padre de fami­lia expre­sa la filo­so­fía que ha apren­di­do a lo lar­go de su vida:

Yo me ocu­po nada más de mi tra­ba­jo. De polí­ti­ca no conoz­co ni papa. Leo uno que otro párra­fo del perió­di­co, pero no lo tomo muy en serio; para mí no tie­ne mucha impor­tan­cia lo que veo en los perió­di­cos. Hace unos días leí algo sobre los izquier­dis­tas, pero yo no sé cuál es dere­cha, ni cuál es izquier­da, ni qué es comu­nis­mo. A mí me preo­cu­pa una cosa: con­se­guir dine­ro para cubrir mis gas­tos y que mi fami­lia esté más o menos bien. El obre­ro debe preo­cu­par­se por­que a su fami­lia no le fal­te ali­men­to en su hogar. La polí­ti­ca es muy com­pli­ca­da, así que allá los que nacie­ron para ser polí­ti­cos. Si vie­ne una ter­ce­ra gue­rra mun­dial algu­nos de esos seño­res que la están pro­vo­can­do irán al pan­teón, jun­to con muchos millo­nes. Yo no me preo­cu­po mucho, ¿verdad?1

En 1966 Eva Forest pasó cua­tro meses en una zona rural del orien­te de Cuba, en la actual pro­vin­cia de Gran­ma, para escri­bir la auto­bio­gra­fía de una «gran­ja del pue­blo», en la cual una colec­ti­vi­dad rural se dedi­ca­ba al cul­ti­vo de la caña, la pro­duc­ción pecua­ria y de cul­ti­vos fru­ta­les, orga­ni­za­da de ese modo des­pués del triun­fo revo­lu­cio­na­rio de 1959.

El pun­to de par­ti­da para lle­gar has­ta allí no sería tan­to el libro de Lewis como Una aldea de la Chi­na Popu­lar, cuya des­crip­ción le fue­ra hecha por su pro­pio autor, [el sue­co] Jan Myr­dal, en 1963. A par­tir de enton­ces, y con su pre­via admi­ra­ción por la Revo­lu­ción cuba­na, Eva Forest deci­dió que Cuba sería el cam­po de sus estudios.2

Tras vivir cua­tro meses en la gran­ja del pue­blo, su inves­ti­ga­ción no arro­ja­ría nue­vos datos sobre la «cul­tu­ra de la pobre­za», sino cons­ta­ta­ría una reali­dad: la crea­ción de una cul­tu­ra popu­lar sobre la revo­lu­ción en Cuba y su con­se­cuen­cia: el cam­bio fun­da­men­tal en la com­pren­sión de la vida.

La rup­tu­ra pro­du­ci­da en la cul­tu­ra de la pobre­za por esta reali­dad se expre­sa­ba en un extre­mo opues­to al del mexi­cano Jesús Sán­chez: los cam­pe­si­nos que hablan en el libro de Eva Forest se ocu­pa­ban de la polí­ti­ca, apren­dían a leer el perió­di­co, des­cu­brían la dife­ren­cia entre el comu­nis­mo y el impe­ria­lis­mo, tenían ali­men­to para comer en fami­lia tres veces al día, podían tener casa con piso de cemen­to, techo segu­ro y agua corrien­te y no deja­ban de con­fron­tar una vas­ta diver­si­dad de pro­ble­mas, pro­ve­nien­tes tan­to del lega­do de la anti­gua vida como gene­ra­dos por la nue­va expe­rien­cia. Cono­cién­do­los, Eva Forest les lla­mó «los nue­vos cubanos».

Eva Forest lle­gó a esa gran­ja del pue­blo en julio de 1966, en el cenit de la polí­ti­ca inde­pen­dien­te de la Revo­lu­ción cuba­na con res­pec­to a las metró­po­lis del socia­lis­mo mun­dial en la épo­ca: la URSS y Chi­na, lap­so que dura­ría has­ta 1968.

La joven cata­la­na, hija de un pin­tor anar­quis­ta, se encon­tró con este con­tex­to en Cuba: las crí­ti­cas públi­cas, por par­te de la direc­ción revo­lu­cio­na­ria, del «eco­no­mi­cis­mo, el obje­ti­vis­mo, la manua­li­za­ción de la ense­ñan­za, el buro­cra­tis­mo, el cul­to de la per­so­na­li­dad y otras lacras de la cons­truc­ción socia­lis­ta» [sovié­ti­ca], pero más aún: Fidel Cas­tro decla­ra­ba que la expe­rien­cia de Cuba res­pec­to a la toma revo­lu­cio­na­ria del poder «era un ejem­plo para todos», en con­tra­dic­ción abier­ta con las tesis de la Con­fe­ren­cia de Par­ti­dos Comu­nis­tas lati­no­ame­ri­ca­nos, cele­bra­da en La Haba­na en noviem­bre de 1964, que defen­dían «mode­rar» el dis­cur­so proguerrillero.

Eva Forest fue una de tan­tos extran­je­ros que lle­ga­ron a Cuba domi­na­dos por la enor­me admi­ra­ción mun­dial que des­per­ta­ba la joven Revo­lu­ción cubana.3 Eli­gió ir al cam­po a inves­ti­gar los ras­gos de la nue­va vida que sur­gía. Se deci­dió por la gran­ja «Már­ti­res de Ale­gría de Pío», que repre­sen­ta­ba el medio rural de carac­te­rís­ti­cas idea­les para inves­ti­gar un amplio mosai­co social, pero que ade­más se encon­tra­ba en la zona por don­de des­em­bar­có Fidel Cas­tro el 2 de diciem­bre de 1956 con el yate Granma.

Todo ello era nece­sa­rio a los fines de su inves­ti­ga­ción: que­ría cono­cer cómo era la vida de esos cam­pe­si­nos antes de 1959, como vivie­ron el perío­do de la lucha insu­rrec­cio­nal en la zona y cómo expe­ri­men­ta­ban las trans­for­ma­cio­nes revo­lu­cio­na­rias, des­de estas dimen­sio­nes: las con­di­cio­nes de tra­ba­jo, el des­en­vol­vi­mien­to de la vida coti­dia­na, las rela­cio­nes con la gue­rri­lla revo­lu­cio­na­ria y con el ejér­ci­to de Batis­ta, sus creen­cias reli­gio­sas, su opi­nión sobre el comu­nis­mo, su acti­tud ante una agre­sión al país y ante los pro­ble­mas de otros pue­blos del mundo.

El libro de Eva Forest ha apa­re­ci­do ape­nas en 2007 des­pués de una dila­ta­da his­to­ria, que inclu­ye la cen­su­ra fran­quis­ta a la casa edi­to­rial que en Bar­ce­lo­na qui­so publi­car­lo pri­me­ro. Solo un bre­ví­si­mo frag­men­to apa­re­ció en 1967.4 Antes de ini­ciar sus tra­ba­jos, la auto­ra qui­zás leyó un volu­men apa­re­ci­do en la Isla con el títu­lo Cuba: trans­for­ma­cio­nes del hom­bre, cuyas pági­nas se enca­mi­na­ban hacia la mis­ma direc­ción de sus inda­ga­cio­nes de 1966 en «Már­ti­res de Ale­gría de Pío». En ese tomo se encuen­tra un frag­men­to de un tes­ti­mo­nio ela­bo­ra­do lite­ra­ria­men­te por Cal­vert Casey, don­de pue­de leerse:

Pero des­de el día pri­me­ro de año a esta par­te la cosa se ha pues­to bra­va y hemos teni­do que parar la cons­truc­ción de las naves para poder abrir las trin­che­ras. Yo no le pue­do decir dón­de están, están por ahí lle­nas de armas. Tie­ne razón; esto no le gus­ta a nadie, pero hay que hacer­lo por si vie­nen, por­que pare­ce que Cuba le da mucho mie­do a mucha gen­te y no sé por qué, por­que noso­tros lo úni­co que hemos hecho es cons­truir las casas que usted ve aquí y las naves, y los come­de­ros de los puer­cos y arar la tie­rra para sem­brar todo lo que se ve y sacar agua para las hor­ta­li­zas y levan­tar aquel tan­que gran­de que usted ve allí que se lle­na de un pozo del agua más salu­da­ble del mundo.5

Solo cin­co años median entre esta her­mo­sí­si­ma «inge­nui­dad» polí­ti­ca y las opi­nio­nes que reco­ge­rá Eva Forest, tam­bién de belle­za inusi­ta­da, pero mucho más ela­bo­ra­das. Ellas se expli­can no solo por la cam­pa­ña de alfa­be­ti­za­ción que trans­cu­rre en ese pro­pio año 1961, y des­pués por el ase­gu­ra­mien­to de las con­di­cio­nes para la matrí­cu­la esco­lar rural, sino por­que la rela­ción del cam­pe­sino con lo real se irá trans­for­man­do aún en ese cor­to perío­do a tra­vés de la par­ti­ci­pa­ción en la orga­ni­za­ción de su pro­ce­so pro­duc­ti­vo, de diri­gir las nue­vas ins­ti­tu­cio­nes y de desem­pe­ñar un con­jun­to de fun­cio­nes iné­di­tas para ellos.

Los cam­pe­si­nos ya no solo eran los bene­fi­cia­rios del agua corrien­te y de la car­ne de res una vez por sema­na: eran par­ti­ci­pan­tes del pro­ce­so en las disí­mi­les for­mas en que lo des­cri­ben en sus entre­vis­tas: en la escue­la, el Comi­té de Defen­sa, la tien­da del Pue­blo, el hos­pi­tal, el tri­bu­nal popu­lar, el Par­ti­do, la Fede­ra­ción de Muje­res, la coope­ra­ti­va, el poder local.

En pro­fun­di­dad, el libro de Eva Forest es la cons­ta­ta­ción fác­ti­ca de un lar­go empe­ño teó­ri­co: la fun­da­men­ta­ción de la soli­da­ri­dad «polí­ti­ca» con­tra el egoís­mo «natu­ral» como cla­ve del orden ins­ti­tu­cio­nal de la sociedad.

Los nue­vos cuba­nos es un tra­ta­do con­tra la «natu­ra­le­za humana»

Hans Kel­sen hacía repo­sar todo el anda­mia­je de la teo­ría polí­ti­ca del mar­xis­mo en una hipó­te­sis «psi­co­ló­gi­ca»: «el que cree poder cons­truir el pala­cio del futu­ro con un mate­rial dis­tin­to [el mate­rial del que habla Kel­sen es el hom­bre mis­mo], el que fun­da sus espe­ran­zas en una natu­ra­le­za [huma­na] dis­tin­ta de la que cono­ce­mos, debe ter­mi­nar sin reme­dio en el país nebu­lo­so de la utopía».6

Sin embar­go, Forest encuen­tra en sus entre­vis­tas las cla­ves de una trans­for­ma­ción radi­cal de la «natu­ra­le­za huma­na». El ex terra­te­nien­te ase­gu­ra que el cam­pe­sino es hara­gán, que tra­ba­ja solo cuan­do no tie­ne dine­ro, que si gana unos pesos deja de tra­ba­jar y se los gas­ta en alcohol, como mis­mo ase­gu­ra que el deber de la mujer es man­te­ner­se «boni­ta y arre­gla­da» para aten­der al espo­so en la casa.

Eva Forest tie­ne fren­te a sí a cam­pe­si­nos que tra­ba­jan más de 14 horas y renun­cian al cobro de horas extras, renun­cian «al tra­go» para ingre­sar a la Unión de Jóve­nes Comu­nis­tas, bue­na par­te de ellos defien­den el tra­ba­jo de la mujer, ase­gu­ran que irían a Viet Nam a libe­rar­lo del «yugo impe­ria­lis­ta», apren­den valo­res comu­ni­ta­rios de soli­da­ri­dad y comien­zan a juz­gar la vida des­de una cla­ve de lec­tu­ra jamás emplea­da antes por ellos: «lo que más me gus­ta a mí de la revo­lu­ción es que todos somos igua­les». Esto es, empe­za­ban a juz­gar la vida como una cons­truc­ción colec­ti­va de seres libres y recí­pro­ca­men­te iguales.

Sus tes­ti­mo­nios traen tam­bién el rui­do de las pie­dras que se inter­pon­drán en el camino: Eva Forest advier­te que la visión «ofi­cial» que brin­da el admi­nis­tra­dor de la gran­ja al ini­cio de la inves­ti­ga­ción será cote­ja­da por otros tes­ti­mo­nios. En efec­to, en las entre­vis­tas aflo­ra la tra­ma ins­ti­tu­cio­nal com­ple­ta de la que par­ti­ci­pan los cam­pe­si­nos, y reve­lan todos sus pro­ble­mas: la pla­ni­fi­ca­ción buro­crá­ti­ca, la des­po­se­sión del con­trol sobre los pla­nes pro­duc­ti­vos y las metas a cum­plir, la con­cen­tra­ción cre­cien­te del poder en ins­tan­cias de deci­sión ale­ja­das de las bases, las acu­sa­cio­nes de «con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio» a com­pa­ñe­ros que cri­ti­ca­ban los erro­res come­ti­dos en una siem­bra a des­tiem­po o en una meta cum­pli­da «por cum­plir»; la exa­ge­ra­ción y des­pro­por­cio­na­li­dad en los pla­nes propuestos.

Eva Forest no omi­tió una sola entre­vis­ta: reco­gió el tes­ti­mo­nio de los com­ba­tien­tes de la mili­cia, de los obre­ros, pero tam­bién de los ex terra­te­nien­tes, del pre­so, de la espi­ri­tis­ta, del bode­gue­ro pri­va­do y con ello armó el mapa com­ple­to del teji­do polí­ti­co de la comu­ni­dad: su tex­to no es una «apo­lo­gía» ni una «crí­ti­ca» sino una disec­ción del cam­bio en la com­pren­sión de la vida: don­de el anti­guo rico dice que esca­sea la car­ne, el anti­guo pobre dice que jamás había comi­do tan­ta. La cam­pe­si­na pobre de toda la vida expli­ca que ella no sabe «qué es eso de ser rica», pero que ella «se sien­te rica» con la vida que lleva.

El hom­bre no tie­ne natu­ra­le­za sino his­to­ria, como decían con pala­bras dife­ren­tes pero con el mis­mo sen­ti­do tan­to Orte­ga como Gramsci.

En La gue­rra de gue­rri­llas el Che Gue­va­ra ase­gu­ra­ba que los «lea­les y sufri­dos pobla­do­res de la Sie­rra Maes­tra» nun­ca sos­pe­cha­ron el papel que desem­pe­ña­ron como for­ja­do­res de la ideo­lo­gía revo­lu­cio­na­ria, cuan­do el con­tac­to con ellos hizo ver con niti­dez a los gue­rri­lle­ros la nece­si­dad de rea­li­zar la refor­ma agra­ria y trans­for­mar la vida del campesino.

Pero tam­bién se tras­for­ma­ron los cam­pe­si­nos por sí mis­mos: la liber­tad siem­pre es una peda­go­gía. Los tes­ti­mo­nios reco­gi­dos en Los nue­vos cuba­nos son la «his­to­ria» del cam­pe­sino y su rebe­lión con­tra la «natu­ra­le­za»: del cam­pe­sino que empe­za­ba a «com­pren­der la polí­ti­ca» y usar­la para mane­jar el cur­so de su vida con­tra la polí­ti­ca del terra­te­nien­te que le decía que era «pobre por­que era bru­to» y «se lo merecía».

Con sus pala­bras, los cam­pe­si­nos afir­man que no hay vida libre sin una vida polí­ti­ca fun­da­da en la igual­dad. Ese con­te­ni­do de la cul­tu­ra polí­ti­ca dura en Cuba has­ta hoy: es la cla­ve de los con­sen­sos y de sus rup­tu­ras. Es el hecho que per­mi­te com­pren­der por qué Cuba resis­tió a la caí­da de los «socia­lis­mos» del Este y cuál es la natu­ra­le­za de las alter­na­ti­vas de desa­rro­llo socia­lis­ta que pue­de encon­trar en su pro­pia historia.

Aque­llos cam­pe­si­nos com­pren­die­ron de gol­pe la iden­ti­dad de cla­se del poder cuan­do veían lo que tuvie­ron siem­pre fren­te a sus ojos pero no con­se­guían expli­cár­se­lo con pala­bras «cla­ras»: que por ser pobres los tri­bu­na­les no les ser­vían, que eran extor­sio­na­dos por los médi­cos en con­tu­ber­nio con los far­ma­céu­ti­cos, por los polí­ti­cos que les pro­me­tían tablas para cons­truir casas que jamás veían. Todo ello lo intuían, pero sus pala­bras reco­gi­das en el libro están tran­sidas por una obse­sión: «estar cla­ros», «acla­rar­se»: estu­diar, apren­der, tomar­se en serio el perió­di­co, «qué bueno es dis­cu­tir, ¿ver­dad?».

Esos cam­pe­si­nos apren­dían a tra­tar­se como com­pa­ñe­ros. Ramón Her­nán­dez, res­pon­sa­ble de la Cen­tral de Tra­ba­ja­do­res de la gran­ja, le dice a Eva Forest:

Cuan­do vayan por allá, por el mun­do de uste­des, dígan­les a los com­pa­ñe­ros, cam­pe­si­nos y pro­le­ta­rios de la tie­rra, her­ma­nos de noso­tros todos, que si nos nece­si­tan vamos a ayu­dar­les; que la liber­tad es muy lin­da para que uno no esté dis­pues­to has­ta dar la últi­ma gota de san­gre por­que un her­mano de un país sub­yu­ga­do sepa lo que es. Y aquí los habe­mos deci­di­dos y que a cada rato esta­mos pre­gun­tan­do: ¿A dón­de hay que ir para ser­le más útil a la revo­lu­ción? Por­que, com­pa­ñe­ra, es muy lin­do eso de pen­sar y ya ser un hom­bre, y due­le tan­ta huma­ni­dad que está por ahí ava­sa­lla­da, sin poder­se desarrollar…

Ramón Her­nán­dez era anal­fa­be­to antes de la Revolución.

Cuan­do a otro cam­pe­sino, en ple­na lucha insu­rrec­cio­nal le dicen que los rebel­des son ban­di­dos, ripos­ta argu­men­tan­do que esos rebel­des son una «comi­sión de inte­lec­tua­les» y de com­pa­ñe­ros estu­dian­tes que luchan por mejo­rar la vida de los cam­pe­si­nos. La fra­se reve­la­ba el cul­to supers­ti­cio­so del ile­tra­do al saber, la jerar­quía inter­pues­ta por el saber. Pero la cul­tu­ra popu­lar sobre la revo­lu­ción sig­ni­fi­ca la con­cien­cia de la adqui­si­ción de dere­chos. La con­cien­cia de adqui­rir un dere­cho es pro­pia­men­te un resul­ta­do revo­lu­cio­na­rio. Sie­te años des­pués de triun­far la revo­lu­ción, el ex anal­fa­be­to lo com­pren­de todo: que el pro­gra­ma de la revo­lu­ción es tras­to­car la «natu­ra­le­za» de la domi­na­ción por la con­di­ción «polí­ti­ca» de la liber­tad, la con­di­ción mis­ma de ser y tra­tar­se como com­pa­ñe­ros: aque­llos que com­par­ten el pan y defien­den la liber­tad de compartirlo.

El títu­lo del libro pare­ce obvio, pero no lo es: en las zonas cam­pe­si­nas del orien­te de Cuba a una per­so­na joven se le lla­ma «nue­va». Des­pués de haber empe­za­do a tra­ba­jar alzan­do caña a los 12 años, de tra­ba­jar sobre las 16 horas dia­rias en tiem­po de zafra, y de cono­cer los estra­gos del ham­bre el res­to del tiem­po, una per­so­na de 39 años se con­si­de­ra­ba a sí mis­ma un vie­jo. El carác­ter de «nue­vos cuba­nos» tie­ne una doble acep­ción: es nue­vo por­que remi­te tan­to a un ori­gen, a un naci­mien­to, como a la juven­tud, que en esas zonas rura­les es sinó­ni­mo de «útil». Una per­so­na «nue­va», está nacien­do, y es siem­pre una per­so­na «útil».

Eva Forest titu­ló su libro Los nue­vos cuba­nos, cono­cien­do bien este cam­po semán­ti­co: los cam­pe­si­nos le decían que con la Revo­lu­ción se «hicie­ron hom­bres», se con­vir­tie­ron en «her­ma­nos», y «deja­ron de ser escla­vos», cuan­do deja­ron la vida «estre­cha que tenían y fue­ron capa­ces de vivir «amplios». Enton­ces, eran «nue­vos», eran «úti­les», eran por fin «hom­bres».


NOTAS:

[1] Oscar Lewis, Los hijos de Sán­chez, Joa­quín Mor­tiz, Méxi­co, 1973, p. 509

[2] El pro­pio Lewis haría lue­go tra­ba­jo de cam­po en Cuba, de lo que resul­tó el libro Four women: Living the Revo­lu­tion.

[3] De la inves­ti­ga­ción que resul­tó en el libro Los nue­vos cuba­nos par­ti­ci­pó Jua­na Hen­drick­son, a quien Eva Forest le dedi­có el libro, una vez ter­mi­na­do. A JH per­te­ne­cen las fotos que apa­re­cen en el plie­go grá­fi­co del volu­men, que Hiru publi­có en 2007.

[4] Eva Forest, «Una lec­ción inol­vi­da­ble», en Cuba: una Revo­lu­ción en mar­cha, Edi­cio­nes Rue­do Ibé­ri­co, Suple­men­to 1967 de Cua­der­nos de Rue­do Ibé­ri­co, Fran­cia, 1967 , P. 341 – 343

[5] Cal­vert Casey, «Que hable un cam­pe­sino», en Cuba: trans­for­ma­ción del hom­bre, Casa de las Amé­ri­cas, La Haba­na, 1961, p.164

[6] Han Kel­sen, Socia­lis­mo y Esta­do, Siglo vein­tiuno edi­to­res, Méxi­co, 1982, p. 276

La Hai­ne

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