El 139 ani­ver­sa­rio de la «Comu­na de París»


Como todos los años, el 18 de abril se con­me­mo­ra «La Comu­na de París». Este año se cum­plen 139 años de la Comu­na de París (abril 1871).
Hay que recor­dar que el 3 de abril de 1871 fue pro­cla­ma­do el decre­to de sepa­ra­ción de la igle­sia del Esta­do y publi­ca­do en todos los muros de París.

La mise­ria y la explo­ta­ción que sufría la cla­se tra­ba­ja­do­ra euro­pea die­ron ori­gen en Fran­cia a un esta­lli­do revo­lu­cio­na­rio que revis­tió una vio­len­cia inusi­ta­da. Sus cau­sas inme­dia­tas hay que bus­car­las en la gue­rra fran­co-pru­sia­na que ter­mi­nó con la derro­ta fran­ce­sa. Así, el levan­ta­mien­to obre­ro de París se pro­du­jo jus­ta­men­te cuan­do los ejér­ci­tos ale­ma­nes se encon­tra­ban a las puer­tas de la capi­tal. La revo­lu­ción, que comen­zó el 18 de mar­zo de 1871, tuvo un signo anar­quis­ta y socia­lis­ta, y en ella juga­ron un papel de cier­ta impor­tan­cia repre­sen­tan­tes de la Pri­me­ra Internacional.En reali­dad, esta ten­ta­ti­va revo­lu­cio­na­ria, cono­ci­da con el nom­bre de Comu­na, care­ció de pre­pa­ra­ción y fue más bien un acto deses­pe­ra­do y espon­tá­neo, moti­va­do en gran medi­da por los muchos pade­ci­mien­tos a que París había sido some­ti­da duran­te la gue­rra. Como era lógi­co, el sec­tor social pari­sino que se encon­tra­ba en peo­res con­di­cio­nes era la cla­se tra­ba­ja­do­ra, que había lle­ga­do a una situa­ción de penu­ria y ham­bre abso­lu­tas. Jun­to con ellos, la Guar­dia Nacio­nal, una mili­cia de ya lar­ga tra­di­ción en Fran­cia, se sen­tía humi­lla­da por la derro­ta ante los ale­ma­nes y había sido gana­da ade­más por la pro­pa­gan­da revo­lu­cio­na­ria. Igno­ran­do esta situa­ción, el Gobierno fran­cés sus­pen­dió 40 la paga a los guar­dias nacio­na­les, al mis­mo tiem­po que deja­ba sin efec­to la mora­to­ria que, como con­se­cuen­cia de la gue­rra, per­mi­tía a los habi­tan­tes de París no pagar sus deu­das, alqui­le­res y efec­tos comer­cia­les mien­tras dura­se el con­flic­to bélico.El 18 de mar­zo esta­lló la insu­rrec­ción: la Guar­dia Nacio­nal y los obre­ros se apo­de­ra­ron de la capi­tal, pro­vo­can­do la hui­da del Gobierno. Inme­dia­ta­men­te, y por sufra­gio uni­ver­sal, fue ele­gi­do un Con­se­jo Gene­ral de la Comu­na de París, al que se con­fi­rió poder legis­la­ti­vo y eje­cu­ti­vo. De él for­ma­ron par­te obre­ros revo­lu­cio­na­rios y bur­gue­ses de ideas radicales.

El pro­gra­ma de la Comu­na de París

«En el con­flic­to dolo­ro­so y horri­ble que ame­na­za toda­vía una vez más a Paris con horro­res de ase­dio y bom­bar­deos…, ¡a Comu­na tie­ne el deber de afir­mar y deter­mi­nar las aspi­ra­cio­nes y los deseos del pue­blo de París; de pre­cer­var el carác­ter del movi­mien­to del 18 de mar­zo, incom­pren­di­do, des­co­no­ci­do y calum­nia­do por los polí­ti­cos que ocu­pan un esca­ño en Ver­sa­lles. Una vez más, Paris tra­ba­ja y sufre por toda Francia…,Qué pide? El reco­no­ci­mien­to y la con­so­li­da­ción de la Repú­bli­ca, úni­ca for­ma de gobierno com­pa­ti­ble con los dere­chos del pue­blo y con el desa­rro­llo jus­to y libre de la sociedad.
La auto­no­mía abso­lu­ta de la Comu­na exten­di­da a todas las loca­li­da­des de Fran­cia, ase­gu­rán­do­le a cada una la inte­gri­dad de sus dere­chos y a todo fran­cés el pleno ejer­ci­cio de sus facul­ta­des y de sus apti­tu­des como hom­bre, ciu­da­dano y tra​ba​ja​dor​.La auto­no­mía de la Comu­na no ten­drá más lími­te que el dere­cho de auto­no­mía, igual para todas las demás comu­nas adhe­ri­das al con­tra­to, y cuya aso­cia­ción debe mejo­rar la Uni­dad fran­ce­sa…« (Decla­ra­ción del 18 – 4‑1871.)
La Comu­na decla­ró nulos todos los actos del Gobierno, hizo un lla­ma­mien­to al res­to de Fran­cia para que se levan­ta­se en armas y adop­tó la ban­de­ra roja como estan­dar­te. Al pro­pio tiem­po se rea­li­za­ron algu­nas refor­mas demo­crá­ti­cas y socia­les: sepa­ra­ción de la Igle­sia y el Esta­do, prohi­bi­ción de tra­ba­jos noc­tur­nos, esta­ble­ci­mien­to de alqui­le­res máxi­mos y otras simi­la­res. Sin embar­go, su efí­me­ra exis­ten­cia le impi­dió intro­du­cir cam­bios pro­fun­dos de carác­ter socialista.
A pesar de que la revo­lu­ción de París cau­só ver­da­de­ro espan­to en los Gobier­nos bur­gue­ses de Euro­pa, sus días esta­ban con­ta­dos, ya que no con­si­guió exten­der­se al res­to de las ciu­da­des fran­ce­sas. Apro­ve­chan­do este ais­la­mien­to, el Gobierno fran­cés lan­zó un ejér­ci­to de cien mil hom­bres con­tra la capi­tal. La lucha fue sin cuar­tel. Los comu­ne­ros, deses­pe­ra­dos, incen­dia­ron varios grandes edi­fi­cios y fusi­la­ron a los rehe­nes que tenían en su poder, entre ellos el arzo­bis­po de París. Por su par­te, las tro­pas, una vez ocu­pa­da la ciu­dad des­pués de sie­te días de com­ba­te, se dedi­ca­ron a una durí­si­ma repre­sión: fue­ron fusi­la­dos en el acto alre­de­dor de vein­te mil hom­bres; y más tar­de, los tri­bu­na­les con­ti­nua­ron con su labor repre­si­va, de resul­tas de la cual unos diez mil insu­rrec­tos (algu­nas fuen­tes hablan de sie­te mil qui­nien­tos a ocho mil) fue­ron depor­ta­dos a Nue­va Caledonia.
Más que una revo­lu­ción, el epi­so­dio de la Comu­na debe ser, pues, con­si­de­ra­do como un inten­to falli­do. La socie­dad bur­gue­sa era toda­vía joven y fuer­te y no esta­ba dis­pues­ta a ceder su sitio al pro­le­ta­ria­do. Y éste había pre­ten­di­do ir dema­sia­do aprisa.

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