Car­ta abier­ta de Martxe­lo Ota­men­di, ex direc­tor del perió­di­co Egunkaria

Martxe­lo Otamendi

En febre­ro de 2003, el juez de la Audien­cia Nacio­nal Juan de Olmo deci­dió cerrar el perió­di­co Egun­ka­ria, úni­co que se publi­ca­ba ínte­gra­men­te en len­gua vas­ca, en base a unos supues­tos deli­tos deri­va­dos de inves­ti­ga­cio­nes rea­li­za­das por la Guar­dia Civil, a ins­tan­cias del gobierno espa­ñol del momen­to. Jun­to al cie­rre pro­ce­die­ron a la deten­ción de 10 per­so­nas (nue­ve de ellas ante­rio­res o actua­les direc­ti­vos del dia­rio), acu­sa­das en aquel momen­to de per­te­nen­cia o cola­bo­ra­ción con ETA.

En los cin­co días de inco­mu­ni­ca­ción que pade­ci­mos en los cala­bo­zos de la Guar­dia Civil en Madrid, 6 de los dete­ni­dos sufri­mos tor­tu­ras, con­sis­ten­tes en ago­ta­do­res ejer­ci­cios físi­cos has­ta la exte­nua­ción, veja­cio­nes, humi­lla­cio­nes, fal­ta de des­can­so, asfi­xia (apli­ca­ción de “la bol­sa”), ame­na­zas, impli­can­do inclu­so a per­so­nas que­ri­das y cer­ca­nas. Estos hechos fue­ron pues­tos en cono­ci­mien­to del juez ins­truc­tor en el momen­to de la decla­ra­ción judi­cial nada más salir, sin que se toma­ra la moles­tia de abrir una investigación.

Entre los acu­sa­dos hemos suma­do 28 meses de pri­sión pre­ven­ti­va, limi­tan­do los movi­mien­tos a las per­so­nas que deja­ron en liber­tad condicional.

El cie­rre del perió­di­co supu­so la pér­di­da de tra­ba­jo de sus 150 emplea­dos, así como cuan­tio­sas pér­di­das eco­nó­mi­cas. Y pri­vó a sus perio­dis­tas, lec­to­res, anun­cian­tes y a la socie­dad en gene­ral de una infor­ma­ción dia­ria y de cali­dad, y de una pla­ta­for­ma mediá­ti­ca en la len­gua por ellos elegida.

A pesar de que la fis­ca­lía reti­ró todos los car­gos ya en 2006, por no apre­ciar siquie­ra indi­cios, el jui­cio se cele­bró recien­te­men­te en la Audien­cia Nacio­nal de Madrid, con la úni­ca acu­sa­ción de la AVT o Jus­ti­cia y Dig­ni­dad, lo que nos oca­sio­nó cuan­tio­sos gas­tos en via­jes, estan­cias y defen­sa, y tiem­po que tuvi­mos que res­tar a la fuer­za a la acti­vi­dad labo­ral, social o familiar.

Final­men­te la sen­ten­cia nos absuel­ve con cla­ri­dad a los pro­ce­sa­dos, por no exis­tir acti­vi­dad delic­ti­va algu­na, y decla­ra ile­gal el cie­rre del perió­di­co, des­mon­tan­do así el inten­to de cri­mi­na­li­zar la acti­vi­dad y la expre­sión del pue­blo vas­co en su pro­pia lengua.

Tene­mos dere­cho a una indem­ni­za­ción y repa­ra­ción por todos los per­jui­cios que nos han oca­sio­na­do en estos 7 años de sufri­mien­to injus­to. Y los res­pon­sa­bles de la Guar­dia Civil que nos detu­vo y mal­tra­tó, así como sus res­pon­sa­bles polí­ti­cos, deben dar expli­ca­cio­nes y asu­mir su res­pon­sa­bi­li­dad. Estas repa­ra­cio­nes son de jus­ti­cia, aun­que no hay dine­ro que pue­da borrar las heri­das que te deja, por ejem­plo, la tortura.

Por­que el esta­do espa­ñol, como por des­gra­cia ocu­rre con muchos paí­ses lla­ma­dos demo­crá­ti­cos, sigue prac­ti­can­do la tor­tu­ra, por mucho que lo nie­guen los res­pon­sa­bles de Inte­rior. Son innu­me­ra­bles y con­ti­nua­das las denun­cias de orga­nis­mos inter­na­cio­na­les al Esta­do Espa­ñol por no impe­dir la prác­ti­ca de la tor­tu­ra. Si en algo se dife­ren­cia un esta­do dic­ta­to­rial de uno demo­crá­ti­co, es por el res­pe­to con el que este últi­mo debe tra­tar a todo ser humano, sea delin­cuen­te, pre­sun­to o inocente.

Son muchas las per­so­nas que, como nos ha ocu­rri­do a noso­tros, sufren en los medios de comu­ni­ca­ción un vere­dic­to pre­vio de con­de­na (terro­ris­ta o cual­quier otra acu­sa­ción), y que final­men­te son decla­ra­das ino­cen­tes en ins­tan­cia judi­cial. No es jus­to que la opi­nión públi­ca, con­di­cio­na­da por algu­nos medios poco pro­fe­sio­na­les, con­de­ne antes de tiem­po. Los medios de comu­ni­ca­ción deben infor­mar con vera­ci­dad y res­pe­to; es un dere­cho, no sólo de los afec­ta­dos, sino tam­bién de los ciu­da­da­nos recep­to­res de infor­ma­ción, que deben exi­gir rigor en el tra­ta­mien­to de las noticias.

Sólo me cabe agra­de­cer a quie­nes en todo el esta­do espa­ñol, y fue­ra de sus fron­te­ras, nos han apo­ya­do en este lar­go pro­ce­so, inclu­so asu­mien­do el ries­go de ser acu­sa­dos, ellos tam­bién, de per­te­ne­cer a un “entorno” en el que son pre­sa fácil de los lla­ma­dos pode­res fácticos.

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