Momentos como este atormentan la mente. La pluma del escritor enmudece colérica. Las lenguas más dicharacheras se apelmazan. Todo un pueblo guarda silencio respetuoso ante un nuevo episodio de guerra sucia.
Guerra sucia, sí. Sucia por planificarse en las cloacas más truculentas del Estado. Porque el hedor de las mentiras oficiales hace irrespirable el aire. Porque la mordaza oficial del Estado pretende silenciar un asesinato más, una vida más.
En el imaginario colectivo del pueblo vasco este surco no es nuevo. La noticia ha recorrido la realidad socio-política vasca en un instante. El sudor frío atestigua su veracidad. Esperada. Temida.
El Estado habla de la necesidad de mártires del movimiento de liberación vasco. Las mejillas del más tranquilo si embargo se sonrojan ante lo evidente: España diseña y planifica el asesinato de Estado y Francia lo encubre.
El secuestro y posterior asesinato a manos de Fuerzas de Seguridad del Estado español del militante vasco Jon Anza, es la escenificación más cruel de la realidad de este pueblo. Opresión individual y colectiva, económica, social, nacional.
Hay quien habla de luto. Nosotros/as hablamos de victoria. Ese es el mejor y más sentido homenaje a todas las personas que han dado su vida por la libertad de Euskal Herria y su ciudadanía.